PODCAST | Crónica de Ruperto Concha: Ecoterrorismo

Por Ruperto Concha / resumen.cl Opción 1: Spotify https://open.spotify.com/episode/6nsRBRZFlERVipxtJVM460?si=QhKaqH6-TKWn0qsH0XgPJg Opción 2: Apple Podcast Opción 3: Radio Public En un tono arrogante y amenazante, el primer ministro británico confirmó el envío a Ucrania de misiles, granadas y bombas de uranio empobrecido para que el gobierno de Vladimir Zelenski bombardee las zonas orientales de Ucrania cuya población civil es mayoritariamente rusa y prorrusa. ¿En qué consiste ese uranio empobrecido que la OTAN está proporcionando a Ucrania para revitalizar su fracasado contraataque frente a Rusia?       El polvo de uranio, decíamos. Pues bien. Las mismas fuentes que señalan que por cada cien mil fumadores puede haber 10 que se enferman de cáncer, están señalando que, de alrededor de 80 mil soldados de la OTAN que estuvieron involucrados en la guerra contra Yugoslavia, hubo más de 1.000 enfermaron de cáncer y muchos de ellos ya murieron o han sobrevivido precariamente sometidos a tratamientos de quimioterapia y extirpación de órganos. Sólo en Francia, a varios de esos soldados de la OTAN tuvieron que castrarlos, cortarles los testículos pues en ellos se habían formado tumores malignos. O sea, los soldados vinculados con la guerra de la OTAN contra Yugoslavia, sufrieron una influencia mil doscientas veces más nociva que la del humo de tabaco, y el doble de rápida en sus efectos destructivos. Según evidencias cada vez más claras, ese factor pernicioso es el polvo de uranio desprendido de bombas y granadas que usó el ejército de la OTAN en sus ataques contra Yugoslavia y en la primera invasión a Irak, por cuenta de la OTAN y en supuesto nombre de las Naciones Unidas. Según la información acumulada, los médicos, biólogos y otros expertos civiles concuerdan en que el polvo de uranio empobrecido es el causante del cáncer y otros males gravísimos que están afectando a los propios soldados. Pero, al mismo tiempo, los responsables del uso de esas armas con uranio han sacado todo un batallón de expertos y médicos militares que, en oposición a los civiles, están sosteniendo que no. Que el uranio es de lo más inofensivo y que las protestas de los enfermos son pura alharaca histérica, según palabras que usó en su momento la canciller de Estados Unidos, doña Madeleine Albright. Pero vamos por partes. ¿Qué es eso del uranio empobrecido y por qué a las potencias les dio por hacer granadas con eso?       El uranio es un metal, que tiene varias características especiales. La más notoria es su radiactividad. En su estado natural, es químicamente inestable y por sí mismo emite partículas subatómicas y muy lentamente va convirtiéndose en plomo. Cuando se junta una cantidad suficiente de uranio puro, se produce lo que llaman una “masa crítica”, y se desata una explosión atómica. Las bombas atómicas de uranio se hacen explotar por el simple procedimiento de unir dos mitades de una bola de ese metal, para reunir así la cantidad necesaria que produzca masa crítica. Cuando las dos mitades se juntan, la bomba explota en forma espectacular, como pudieron apreciarlo, antes de morir, los doscientos mil japoneses que vivían en Hiroshima cuando Estados Unidos les tiró encima la primera bomba atómica. Con el objeto de hacer bombas atómicas más chiquitas, compactas y cómodas de usar, las potencias desarrollaron la técnica de enriquecer el uranio, aumentando su inestabilidad y su radiactividad. Con eso, la masa crítica explosiva puede ser menor, sin perder por ello su potencia destructora. Fue entonces que a algunos técnicos militares se les ocurrió que, así como el uranio puede enriquecerse para aumentar su radiactividad, también podría empobrecerse a fin de aprovechar sus otras cualidades de uso bélico. El uranio empobrecido pierde gran parte de su radiactividad, lo que lo hace menos peligroso de manipular y evita que haga explosión cuando se junta una cantidad suficiente. Pero la pérdida de radiactividad no altera la extraordinaria densidad de ese metal, cuyas aleaciones presentan una tremenda dureza y capacidad de penetración y corte sobre otras sustancias, otros metales, incluyendo el acero. Precisamente por su gran peso y dureza, el uranio es también frágil, como el vidrio o el diamante, y se descubrió que, al producirse un impacto, un proyectil de uranio se pulveriza en su parte exterior, y volviéndose cada vez cada vez más afilado y cortante a medida que va penetrando en el blanco. O sea, se descubrió que poniéndole a los proyectiles una punta de uranio, se podía penetrar mejor a través de blindajes y refugios antiaéreos.       Al mismo tiempo que Estados Unidos, otros países como Rusia y Suiza estudiaron la tecnología del uranio empobrecido. Los suizos simplemente optaron por no usarlo. Lo consideraron peligroso y socialmente pernicioso. En cuanto a los rusos, los soviéticos en aquella época, estos en vez de hacer proyectiles prefirieron aprovechar la dureza del uranio para fabricar blindajes defensivos. Los norteamericanos en cambio centraron sus esfuerzos en hacer granadas y bombas de mayor penetración. Durante la primera guerra del golfo, la prensa de Estados Unidos se vanaglorió de haber lanzado bombas capaces de penetrar a más de 30 metros de profundidad, bajo el suelo, atravesando protecciones de acero y hormigón, para alcanzar los refugios en que se habían asilado las esposas y los hijos pequeños de los jerarcas del gobierno de Irak. Incluso lograron matar allí a uno de los hijos chicos del dictador Saddam Hussein. Los nuevos proyectiles con uranio pasaron a ser el último grito de la moda en la parafernalia homicida. Muchísimos países, incluyendo a Turquía y Grecia, compraron grandes cantidades de munición con uranio para sus ametralladoras pesadas de guerra naval, y toda la OTAN comenzó a dotar sus tanques y sus fuerzas de artillería con obuses de gran calibre que llevaban, cada uno, hasta 5 kilos de uranio en la punta. Los ejércitos de Gran Bretaña y Francia se equiparon con esas armas y ya en 1997, los arsenales británicos contaban con grandes depósitos de bombas y granadas de uranio.  Los alemanes, en cambio, se mantuvieron desconfiados sobre aquel metal maldito, y desarrollaron por su parte una tecnología paralela, basada en el uso de otro metal llamado wolframio o tungsteno, que según ellos presenta las mismas ventajas que el uranio, pero no es ni radiactivo ni venenoso. Pero claro, es mucho más caro que el uranio.       Dicen que, lo mismo que la virginidad, los pudores militares se acaban después de la primera vez. Los norteamericanos comenzaron el uso práctico de sus armas de uranio para matar iraquíes. Claro, los iraquíes no eran una nación emblemática, y para los que no eran iraquíes el asunto no parecía tener mucha importancia. Pero después de los iraquíes vinieron los yugoslavos. En la angosta faja de tierra que es Yugoslavia, los aviones de Estados Unidos lanzaron más de 40 mil bombas y granadas con uranio empobrecido. Desde Bosnia hasta Kosovo. Cuando llegaban a acertarle a un blanco militar, los resultados eran estupendos. Pero lo malo es que, hábilmente engañados por los serbios, la inmensa mayoría de las bombas de la OTAN caían, o bien sobre blancos falsos, destruyendo tanques de plumavit, o bien sobre puentes, colegios, hospitales y medios periodísticos. O sea, militarmente eran muy poco eficaces, pero esparcían toneladas de polvo de uranio por todo el territorio. Durante la guerra de la OTAN contra Yugoslavia, el entonces presidente Slobodan Milosevic denunció que los agresores estaban utilizando armamento radiactivo y venenoso, pero nadie le hizo caso. Dijeron que sólo era propaganda. En Bosnia, también las autoridades dieron a conocer un sospechoso aumento de los casos de varias formas de cáncer muy maligno en la población civil de las zonas bombardeadas con uranio. Pero hacía falta más que eso para impresionar a la opinión pública mundial. Los primeros síntomas raros comenzaron a mostrarse hacia 1997, cuando se detectó que muchos de los soldados de Estados Unidos que participaron en la primera guerra contra Irak, estaban enfermándose gravemente. La mayoría presentaba síntomas de pérdida de su inmunidad fisiológica, en otros se destacaban formas de cáncer rápido y devastador, otros mostraban perturbaciones mentales y neurológicas.... En fin, otros mostraban afecciones gravísimas a los riñones, al hígado, a los pulmones... y en general los síntomas más graves sugerían que aquellos males correspondían a alguna clase de envenenamiento. Los casos se multiplicaron, llegando a desatar fuertes protestas en las organizaciones de militares retirados y de familiares de veteranos de guerra       Al principio, el alto mando militar de Estados Unidos dijo que los soldados afectados habrían recibido emanaciones de armas químicas misteriosas del ejército iraquí. Después, cuando ese cuento se hizo insostenible, comenzaron otras explicaciones. Que las tropas de Estados Unidos habían destruido depósitos de gases tóxicos sin tomar las debidas precauciones. Incluso se dijo que los males se originaban en el uso de supuestos antídotos para la guerra química, que habrían salido tan malos como la carabina de Ambrosio. Finalmente, a ese llamado Síndrome de la Guerra del Golfo, terminaron por echarle tierra después de consolar a los enfermos y sus familias, repartiéndoles buenos fajos de billetes de cien dólares cada uno. Al cabo de algún tiempo dejó de hablarse del asunto, hasta que, en Italia, la Asociación de Veteranos de Guerra formuló sus primeras denuncias acerca del alto número de exsoldados que habían participado en las guerras contra Yugoslavia y que ahora estaban enfermos de cáncer. Ya en enero del mismo año, los muertos habían superado la docena y las cifras de los veteranos de guerra señalaban un número todavía mayor y los enfermos de cáncer eran centenares. En Francia, Bélgica, Alemania y Portugal fueron reportados otros casos similares, y pronto se estableció, por un lado, el hecho de que los enfermos habían manipulado armamento con uranio o bien habían estado en lugares de Yugoslavia donde cayeron esos proyectiles con uranio empobrecido. La noticia se extendió de boca en boca, y ya los medios de prensa, sobre todo en Estados Unidos, dejaron de hacer referencias sobre esto, y al final, se quedaron calladitos. Fueron las asociaciones de excombatientes y los partidos políticos los que hicieron imposible mantener tapado aquel asunto. En Portugal, todos los partidos de izquierda requirieron al gobierno exigir a la OTAN no sólo la información completa y detallada sobre el uso del armamento de uranio. Además, pidieron la suspensión indefinida del uso de esas armas con uranio empobrecido.       También bajo intensa presión política, Alemania, Bélgica e Italia presentaron a la OTAN un proyecto de moratoria, que implicaba suspender indefinidamente el uso, la fabricación y el almacenamiento de explosivos con uranio empobrecido. Pero las decisiones de la OTAN tienen que ser tomadas en forma unánime, y Estados Unidos se opuso terminantemente a la moratoria. En vista de eso, también Gran Bretaña y Francia se opusieron, y la OTAN resolvió seguir nomás fabricando bombas y granadas de uranio. En una intensa campaña para salvar la cara, Estados Unidos y sus aliados movilizaron toda una legión de supuestos expertos militares que todavía afirman que el uranio es inofensivo. Pero esas afirmaciones están lamentablemente agujereadas de contradicciones e inconsistencias. En una discusión de la comisión de defensa de la cámara de diputados británica, se reveló que ya en 1997, un informe presentado al ministerio de defensa por la Universidad de Sunderland había recomendado no usar el uranio por su peligrosidad. El informe, de carácter confidencial, fue mantenido en secreto y no se le hizo caso. Durante la discusión parlamentaria, uno de los científicos de la Universidad, el doctor Malcolm Hooper, señaló que el peligro es real y que basta que una partícula diminuta de uranio penetre al torrente sanguíneo, para que las defensas del cuerpo humano resulten dramáticamente destruidas. El polvo de uranio penetra al cuerpo humano por vía respiratoria, por contacto a través de la piel, o por ingestión de agua o alimentos contaminados. Y lo más grave es que no se trata de la radiactividad del uranio. No. El uranio es venenoso, con o sin radiactividad.       Los mismos defensores del uranio caen en contradicciones. Mientras unos dicen que se le quita la radiactividad, otros expertos señalan que mantiene hasta un 40 por ciento de ella, y todavía otros afirman que conserva un 50 por ciento de la radiactividad del uranio natural. Según informes entregados por el gobierno de China, numerosos funcionarios diplomáticos de ese país, que servían en Yugoslavia y en Irak, ahora están enfermos de cáncer, y varios de ellos han muerto. Y tanto China como Rusia han destacado que las potencias occidentales, que se muestran tan preocupadas por lo que les pueda pasar a sus soldados, siguen mostrándose indiferentes a lo que le ocurre a la población civil afectada por los bombardeos. También según informaciones de China, en Irak los muertos por efecto de contaminación de uranio serían del orden de las 250 mil personas, 250 mil civiles.       Ya en 2001, las Naciones Unidas analizaron la situación creada por las armas de uranio. También el Parlamento Europeo solicitó sesiones especiales para estudiar las violaciones a las leyes internacionales que pudieran haberse perpetrado. Pero todo el revuelo mundial terminó bajando como baja una polvareda... aunque la polvareda sea de uranio. Y no sólo eso: ahora, Gran Bretaña y Estados Unidos, orgullosamente, han confirmado el envío de bombas y misiles de uranio empobrecido para el ejército ucraniano… … armas que serán lanzadas por el ejército ucraniano sobre el propio territorio de Ucrania, donde por cada soldado ruso hay más de mil civiles ucranianos que son rusos o pro-rusos. Pero en fin… ellos sólo son civiles. Para la OTAN al parecer no tienen mucha importancia. Hasta la próxima, gente amiga. Cuídense.  ¡Hay peligro! *Imagen: U.S. Army / Spc. Emily Houdershieldt
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