Por Ruperto Concha / resumen.cl
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El 17 de septiembre, la Constitución de los Estados Unidos cumplió… ¡235 años! El documento original, escrito en 1787, con pluma de pavo y tinta negra, sobre hojas de pergamino, consta de sólo 4 páginas y 4543 palabras, incluyendo las firmas de 39 representantes de los 13 estados que ya no querían saber nada ni de reyes ni de reinas.
En sus primeros 3 artículos establece bien claro la división del poder político en tres partes independientes entre sí, pero con atribuciones de poder sobre las otras dos. Primero, el Poder Legislativo, encargado de redactar las leyes federales. Segundo, el Ejecutivo, encomendado al presidente de la Federación, y, tercero, el Judicial, formado por la Corte Suprema y los tribunales federales de justicia.
En los siguientes 3 artículos establece las bases del gobierno en cada uno de los estados federados y su relación con el gobierno central, y, de inmediato, estableció también el procedimiento para efectuar enmiendas o reformas constitucionales.
Desde que la Constitución entró en vigor, en 1789, se han aplicado 27 reformas o “enmiendas” constitucionales. Las primeras 10 generaron un Código de Derechos de los Ciudadanos, que establece los procedimientos judiciales y los límites del poder del gobierno sobre las personas de la nación.
Fruto de un entendimiento entre antiguas colonias británicas diversas, muy diversas unas de otras, todas cristianas pero a menudo conflictivas entre sí, y pobladas por colonos bastante brutales, endurecidos y ambiciosos, esa Constitución fue una obra maestra surgida de la necesidad; de la desconfianza mutua y de la habilidad negociadora de líderes que estaban resueltos a concebir un sistema donde pudieran competir unos con otros, a veces con ferocidad, pero siempre dentro de unas bien claras reglas del juego.
Todos tenían muy claro que hacer fracasar la constitución habría sido… ¡estúpidamente suicida!
Aunque parezca desmesurado, el nacimiento de la democracia moderna en Estados Unidos tiene harto que ver con el nacimiento de la democracia griega en Atenas, dos mil años antes. En ambos casos, la idea democrática de una sociedad de personas igualadas en sus derechos se tradujo en un empoderamiento masivo de la nación entera, la nación se hizo poderosa.
Atenas se convirtió rápidamente en una potencia imperial que mandó al traste la filosofía política, en cambio acaparó riquezas y soldados, convirtió a sus aliados en vasallos, y comenzó a perpetrar abusos tan atroces como el asesinato masivo de todos los habitantes varones de una isla desobediente, y la venta de todas las mujeres y los niños en los mercados de esclavos.
Su poderío al fin la llevó a extremo y al enfrentamiento con una alianza rebelde de otros estados griegos encabezados por Esparta. Atenas fue vencida y con ello la preponderancia política, económica y militar de Atenas se derrumbó para siempre tanto en Grecia como en el resto del mundo.
En el caso de Estados Unidos, la eficiencia de su sistema democrático superó lejos el desarrollo económico y militar de las cada vez más menguadas monarquías europeas que fueron ahuyentadas de Centro y Sudamérica.
Comenzó la conquista del oeste y ya en 1836 Estados Unidos respaldó la formación de una República de Texas, establecida en territorio de México, y, luego, 10 años más tarde, lanzó la guerra contra México y se apoderó de más de la mitad de todo el territorio mexicano, donde hoy están los estados de California, Arizona, Nevada, Nuevo México, y partes de Colorado, Kansas, Oklahoma y Wyoming.
Acá en Sudamérica, en 1884, Chile había vencido en la Guerra del Pacífico, ocupando los territorios de Antofagasta y Tarapacá, que eran de Bolivia y Perú, respectivamente. Durante esa guerra, Estados Unidos había apoyado a la alianza perú-boliviana, e intentó infructuosamente impedir que Chile pudiera anexarse los territorios conquistados.
En 1885, Estados Unidos presionó amenazante a Colombia para obligarla a ceder los territorios de Panamá donde se proyectaba la construcción del Canal Bioceánico. En esas circunstancias, Colombia pidió a Chile que lo apoyara, y Chile envió en su ayuda el más poderoso acorazado de su escuadra con la misión de enfrentar a las naves estadounidenses.
A la llegada del acorazado chileno, ya los buques estadounidenses se habían retirado y no hubo enfrentamiento. Pero la relación entre Chile y Estados Unidos se mantuvo tensa y más bien fría. Posteriormente, en la guerra civil de 1991, Estados Unidos apoyó al presidente José Manuel Balmaceda, quien fue derrocado y se suicidó el 19 de septiembre de 1891.
Días después de la muerte de Balmaceda, el 16 de octubre, se produjo en Valparaíso el llamado “Incidente del Baltimore”, cuando tripulantes de ese acorazado estadounidense se trenzaron en una reyerta de borrachos con varios chilenos en una cantina del puerto de Valparaíso. Dos marinos estadounidenses resultaron muertos y varios otros quedaron heridos.
Estados Unidos de inmediato asumió una actitud amenazante y anunció la posibilidad de declarar la guerra a Chile y ocupar las salitreras de Antofagasta y Tarapacá.
El gobierno chileno, encabezado por Pedro Montt, tuvo que aceptar la humillación de pedir perdón a Estados Unidos, arriar en Santiago y Valparaíso las banderas chilenas como muestra de sumisión y arrepentimiento, y pagar una suma enorme de indemnización a las familias de los dos marinos estadounidenses muertos.
La exhibición de arrogante prepotencia, sumada al logro de ganancias financieras, era ya el tono normal entre las potencias y su trato con los países más débiles y pobres que, por su parte, exhibían una resignada aceptación de una realidad que les parecía inevitable.
Más aún, la superioridad del mundo desarrollado se proyectó también en el modo de vivir, la música popular, las modas y los modales que de alguna manera llegaron a transformarse en una rara forma de nueva moralidad, algo inmoral pero risueña y consumista, como alternativa a la acartonada buena educación tradicional y anticuada.
Desde la China y la India, hasta Sudamérica, Japón y Rusia. Ese estilo anticipado por el jazz y evolucionado a través del cine y una fascinante literatura que fructificó en Europa pasando de un estilo a otro, siempre fascinante y apetitoso.
Un fenómeno cultural que sin proponérselo fue también una nueva perspectiva de apetencia política. En la Rusia soviética se añoraban los bluyines y el rock’n’roll. En Alemania nazi se adoraba el jazz, aunque en secreto, claro.
Vinieron las atrocidades del dominio europeo-americano sobre el Sudeste Asiático, las matanzas en China iniciadas por la monarquía británica descaradamente narcotraficante, imponiendo a balazos el consumo de opio en la China.
Vino el imperialismo de imitación por parte del Japón sobre Corea y la China, con matanzas y depravaciones horrendas como la de Nankín, en que más de cien mil jovencitas, muchas de ellas todavía impúberes, fueron violadas por grupos de soldados japoneses que después las asesinaban.
… Pero no había que prestar atención a esas cosas. La tecnología avanzaba en su poder distractivo. ¿Quién quiere ver, mirar lo horroroso, cuando se puede preferir lo que es tan entretenido y además está de moda?
En realidad, se había iniciado un proceso alucinante de dialéctica, de causas y efectos que se fueron volviendo automáticos. Culturalmente, la tecnología aceleraba todo el proceso. La radio reemplazaba al periódico. La televisión reemplazaba a la radio, las comunicaciones digitalizadas la irresistible Internet amontonaban a nuestro alcance desde la más bruta pornografía hasta la más perfumada y dulce ensoñación de utopía.
Todo, supuestamente, claro, en defensa de la democracia, del derecho, de la libertad, del bien, de la igualdad, en fin… y, sobre todo, todo que tuviera algún significado, pasó a ser muy accesible, a menudo gratuito.
Tan gratuito como es gratuita la carnada en el anzuelo para el pez.
Estados Unidos ya no tenía posibilidad alguna de librarse de ser el Imperio Supremo tras la desintegración de la Unión Soviética. El japonesito yanquificado, Francis Fukuyama, publicó su folleto “El Fin de la Historia y el último hombre”. ¡Ganó millones de dólares con eso y hasta creyeron que había hablado en serio!
Y el final del siglo XX quedó marcado por la tesis imperial estadounidense que implicaba una guerra perpetua para sustentar la paz duradera. Y, claro, aceptando las monarquías asesinas en el mundo árabe, hasta que todos esos musulmanes incultos aprendieran a ser buenos cristianos y gastar su dinero en compras civilizadas.
Pero fue entonces que se produjo un cambio inesperado. Estados Unidos, junto a varios países europeos, comenzó a abandonar a gran velocidad su industrialización, es decir, su economía basada en la producción de bienes, y en cambio se centró en la manipulación financiera y administrativa de toda la generación de su riqueza.
Se ganaban sumas inmensas sin producir nada más que gestiones administrativas.
Y, en tanto, países sobre todo del sudeste asiático se empezaron a híper-industrializar abasteciendo los mercados de Europa y Estados Unidos con bienes concretos. Ya con su producción industrial Japón había salido de la ruina y del bombardeo atómico llegando a ser la segunda mayor economía del mundo.
Corea del Sur, Taiwán, Indonesia, Vietnam, Malasia, ya habían pasado también a ser los pequeños tigres asiáticos. Y de pronto irrumpió la China, con una capacidad vertiginosa de producción industrial que llegó a ser la principal base de abastecimiento de bienes para el mercado de Estados Unidos.
El gobierno de Donald Trump, en Estados Unidos, intentó iniciar una reindustrialización de su país, pero ya era demasiado tarde y las grandes multinacionales se sentían muy satisfechas de seguir obteniendo ganancias enormes teniendo sus fábricas en países donde el trabajo era muy, muy baratito.
Europa, en cambio, luego de la ruina de la Segunda Guerra Mundial se vio obligada a optar por reindustrializarse, creando focos de producción industrial de alta calidad, pero también de alto precio, sobre todo en Alemania, Francia e Italia.
Esa producción europea necesitaba absolutamente mantener el mercado de Estados Unidos, pues en el resto del mundo no podía competir Europa con los precios de las industrias asiáticas.
Así, inevitablemente, Europa quedó a merced de Estados Unidos.
Alemania, especialmente, logró elevar su capacidad de producción industrial hasta ser competitiva con las industrias de Asia. Pero eso exigía abastecimiento de energía abundante y a bajo precio, lo que solamente Rusia le podía proporcionar.
Estados Unidos intentó competir con Rusia ofreciendo gas licuado a Alemania a condición de que Alemania dejase de comprar gas y petróleo ruso. Pero la oferta de gas estadounidense era un 20% más cara que la oferta rusa, y el abastecimiento por barcos aparecía eventualmente inseguro.
De ahí que Alemania, bajo el gobierno de Angela Merkel, no sólo mantuvo su compra a Rusia. Además, y a pesar de todas las amenazantes protestas de Washington, apoyó la puesta en marcha del nuevo gasoducto North Stream 2.
Terminado su gobierno, Angela Merkel fue reemplazada por el socialdemócrata Olaf Scholtz. Según informes del periódico Nya Dagbladet, de Suecia, toda la crisis con Rusia que desembocó en la guerra de Ucrania habría sido planificada por la organización estratégica RAND, de Estados Unidos, con el propósito de provocar el derrumbe industrial de Alemania.
Igualmente, el gobierno de Joseph Biden habría advertido a los gobiernos europeos que, si querían tener acceso al mercado estadounidense, deberían seguir disciplinadamente las instrucciones que recibieran de la OTAN para provocar la guerra de Ucrania.
¡Por supuesto que la organización Rand declaró que esa información del periódico sueco era falsa, falsa, falsa, absolutamente falsa, fíjese.
Provocada la guerra “improvocada” en Ucrania, la semana pasada Rusia admitió haberse replegado en algunas posiciones ante un ataque muy intenso y multitudinario del ejército ucraniano. En ese ataque las pérdidas ucranianas fueron enormes y ya las fuerzas rusas han comenzado a replicar y han destruido hasta el momento tres cuartas partes de todas las centrales eléctricas del régimen ucraniano, en todo el país, lo que de hecho paraliza los transportes militares.
Asimismo, ante las especulaciones de que Rusia pudiera lanzar misiles con cargas atómicas contra Ucrania, el portavoz militar de Moscú reiteró que su gobierno ha advertido que sólo utilizará su formidable armamento nuclear en forma defensiva, si la OTAN interviene atacando al territorio ruso.
Eso sería de hecho el comienzo de la Tercera Guerra Mundial, en la que, ya en las primeras horas de acción, tres cuartas partes de toda la población de Estados Unidos habría muerto, y a los rusos les habría pasado lo mismo.
Según los altos mandos del ejército ruso, la guerra de Ucrania no podrá prolongarse más allá de tres o cuatro meses más y, por supuesto terminará con el derrumbe del gobierno de Volodomir Zelenski y posiblemente con la desintegración total del actual territorio ucraniano.
En cuanto a la comparsa de los aliados de Estados Unidos, ya se está haciendo sentir el sentimiento de las bases sociales exasperadas por el empobrecimiento y el deterioro de su calidad de vida a causa de una guerra que ellos no querían.
En Suecia, el gobierno socialdemócrata, que durante más de 20 años se mantenía en el poder, ahora fue derrotado por la derecha que, al menos, se había mostrado sincera y no tan servil hacia Estados Unidos.
En Italia, una alianza de centro derecha incluye a la ultraderechista Giorgia Meloni junto a los viejos zorros centristas Matteo Salvini, de la Liga del Norte, y Silvio Berlusconi, de movimiento Forza Italia. Y estos aliados no ocultan sus ganas de hacer las paces con Rusia y mandar al demontre al ucraniano Zelenski.
El presidente de Francia Emmanuel Macron insiste en que todavía es posible una negociación de paz con Rusia y trata de acallar a Polonia que a su vez está enfurecida contra Alemania.
Todo hace prever que en este invierno en la pobreza y la incertidumbre las naciones de la Unión Europea comenzarán a reaccionar contra la estrategia de las brutales sanciones anti rusas que han traído en realidad sufrimiento sobre Europa.
Estados Unidos está en peligro de quedarse solo.
En tanto, en nuestra América Latina también emergen síntomas de voluntades nuevas y propuestas nuevas como la Cumbre Regional Antidroga, por ejemplo, planteada por el recién elegido presidente de Colombia, el exguerrillero Gustavo Petro, para erradicar la producción de drogas y liquidar de América Latina las bandas criminales de narcotráfico.
Ya han confirmado su participación en la Cumbre los presidentes de México, Brasil, Chile, Bolivia, Argentina, Honduras, Nicaragua y Ecuador. Lo más notable de esta convocatoria es que Estados Unidos no fue invitado, a pesar de que tiene nada menos que 9 bases militares en Colombia.
Está claro que en estos momentos Estados Unidos no tiene suficiente credibilidad ante los pueblos latinoamericanos.
Así pues, vemos que se nos vienen encima muchos cambios justo ahora cuando hay tanta gente asustada que lo que quiere es que no cambie nada.
Eso es muy peligroso.
Hasta la próxima, gente amiga. Cuídense. Todos hacemos falta.
https://www.youtube.com/watch?v=X__1wDLicCw&ab_channel=ResumenTV