PODCAST | Crónica de Ruperto Concha: Está empezando la guerra

Por Ruperto Concha / resumen.cl Opción 1: Spotify https://open.spotify.com/episode/72KnLDONAUsAK2qgm7bQSo?si=9yRkha1UT8mKJerw-apyHg Opción 2: Anchor Da la impresión de que nadie se impresionó mucho con la humillante destitución de don Pedro Castillo, ese mestizo bajito y más bien flaco, profesor de una escuelita de provincia, que, inesperadamente, y por poquitos votos, había llegado a ser presidente de la República del Perú. En la primera vuelta electoral, sólo obtuvo un 18.92% de los votos, apenas lo suficiente para pasar a segunda vuelta, enfrentándose a la candidata Keiko Fujimori. Una candidata tan temible que sus adversarios, incluso muchos de la derecha, optaron por votar por él. Aun así, sólo alcanzó el 50,13% de los votos. Es decir, una parte grande de sus votos no era “pro Castillo” sino “anti Fujimori”. Desde el primer momento Pedro Castillo careció del respaldo político más elemental. Sólo contaba con un buen desempeño en la lucha sindical como defensor de los profesores, sin llegar a vincularse realmente con los partidos y movimientos de la izquierda o de la centro-izquierda, lo que obviamente lo llevó a transar caóticamente con gente de todo el espectro político peruano, incluyendo a algunos de la ultra derecha. Y por cierto la oposición tradicional peruana, con férrea mayoría en el Congreso, mantenía al Ejecutivo en un precario tambaleo lastimero. En esas circunstancias, era obvio que surgieran parásitos dispuestos a medrar del poder presidencial. Se produjeron casos de corrupción, pero sólo dentro del nivel de corrupción y venalidad que parece estar impregnando a la política y la administración pública y judicial del Perú. Sin embargo, desde el entorno político básico que lo apoyaba desde el principio, marcadamente izquierdista e indigenista, había comenzado a perfilarse una orientación más clara, más sistemática, que quizás podría haber llegado a sintonizar a su gobierno con la fresca ola de gobiernos de centro izquierda que comenzaban a retomar el poder en toda América Latina: El Salvador, Honduras, Bolivia, Argentina, Colombia, Brasil y México, más los gobiernos francamente izquierdistas de Cuba, Nicaragua y Venezuela. ¿Podría, de pronto, quizás el tembloroso e indeciso gobierno de Pedro Castillo encontrar su rumbo hacia la izquierda? Por cierto esa idea le resultaba aterradora a la derecha peruana… ¡y a Washington también! El 6 de diciembre, la embajadora de Estados Unidos en Perú, doña Lisa Kenna, se fue a conversar con la vicepresidente del Perú, doña Dina Boluarte. ¡Quién sabe de qué habrán hablado! Pero al día siguiente, y en un estado de inocultable alteración mental y nerviosa, el presidente Pedro Castillo anunció su propósito de cerrar el Congreso. Al poco rato el Congreso lo destituyó a él y lo metió preso de manera cuidadosamente humillante, bajo la acusación de ser, fíjese Ud., “Moralmente incapaz” de ser presidente del Perú. Por supuesto, la vicepresidente doña Dina Boluarte asumió la Presidencia. De inmediato la embajadora de Estados Unidos, doña Lisa Kenna, fue a felicitarla por lo que Washington considera que fue “salvar la institucionalidad democrática del Perú”. En tanto, la ahora presidente Dina Boularte ha aceptado la posibilidad de llamar a nuevas elecciones presidenciales anticipadas, en un plazo de 4 meses. Pero para eso, ella tendría que renunciar a la presidencia y entregarla al Presidente del Congreso, que es el general en retiro José Williams, un tipo de ultra derecha que está acusado de violación a los derechos humanos. Se entiende así que las alternativas son muy confusas y que a los movimientos sociales de base, al menos por ahora, no les queda más opción que protestar. Son pobres, están enojados y casi desprovistos de esperanza. Y la opción de protestar hasta ayer le había costado la vida a 22 peruanos a manos de sus compatriotas uniformados.   Según diversos analistas políticos, el control sobre las bases sociales del mundo subdesarrollado está basándose, más que en las fuerzas armadas, en un aparato jurídico, judicial, que permite remover a esos líderes democráticamente elegidos pero que se ponen poco razonables ante el poder económico. Ya en 2009, en Honduras, el congreso súbitamente destituyó al popular presidente Manuel Zelaya, que se había atrevido a intervenir en las importaciones y distribución de combustible desde Estados Unidos, reemplazándolas por importaciones de petróleo de Venezuela, muchísimo más barato. El 29 de junio de 2009, antes del amanecer, una veintena de soldados invadió la residencia presidencial. Sacaron al Presidente Zelaya, en calzoncillos, lo llevaron a un aeropuerto y lo despacharon desterrado. El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, dijo que eso no había sido un golpe de estado y que el Presidente del Congreso, Roberto Micheletti, podía desempeñarse de lo más bien como Presidente de la República. ¿Se fija Ud.?... Ahora no era necesario matar a los presidentes derrocados. Bastaba con controlar un número suficiente de parlamentarios o magistrados, y ¡listo! En Paraguay, en junio de 2012, repitieron la misma maniobra para destituir al presidente Fernando Lugo, acusándolo de no estar haciendo su trabajo lo suficientemente bien, y en Brasil, en 2016, le hicieron el mismo truco a la presidente Dilma Rousseff, acusándola de falsear sus informes económicos al Parlamento. Tras haberla destituido, finalmente la investigación parlamentaria tuvo que admitir que la presidenta Russeff era inocente de todos los cargos lanzados en su contra, pero ya había otro presidente. Luego se acusó criminalmente al ex presidente Lula da Silva, obviamente con el propósito de impedir su retorno a la política. En ese caso, ganó celebridad el magistrado acusador Sergio Moro, quien llegó al límite casi sublime de afirmar los supuestos robos que supuestamente habría perpetrado Lula, quedaban demostrados por la falta absoluta de pruebas. Eso, porque la falta de pruebas revelaba la satánica astucia del acusado. Bueno, también hace un par de semanas, un tribunal de Buenos Aires emitió una sentencia criminal contra la vicepresidente de Argentina, Cristina Fernández, condenándola a 6 años de prisión y prohibición absoluta de desempeñar cargos públicos, por supuesta “administración fraudulenta de bienes del Estado”. Por supuesto, ese fallo, rodeado de evidencias de irregularidades judiciales, ya fue apelado ante un tribunal superior. Pero, como fuere, la ex presidente de Argentina Cristina Fernández anunció desde ya que no aceptará ser candidata otra vez.   Así, pues, la manipulación tramposa, o dolosa, de las leyes y las instituciones, parece estar infectando como un virus extremadamente ponzoñoso, a lo mismo que antes era la base de la justicia, la paz, y la eficiente y provechosa inter relación de las personas y los grupos de opinión. La semana pasada, a partir de denuncias anónimas, la policía europea le echó mano a una enormidad de maletas que contenían apretados fardos de billetes de 50 euros. Y esas maletas les pertenecían a miembros del Parlamento de la Unión Europea. Eran monstruosas coimas y sobornos que algunos gobernantes o funcionarios políticos de diversos países le pagaban a parlamentarios europeos para gestionar determinada decisiones de la Unión Europea. Eso que, elegantemente, llaman “hacer lobby”. Siguiendo la pista de esas maletas incautadas, los policías continuaron atrapando parlamentarios corruptos de diversos países de la Unión Europea. En la casa de un parlamentario italiano encontraron un paquete de 600 mil euros en billetes. En el equipaje de otro parlamentario, de Grecia, hallaron 150 mil euros, y 100 mil euros más en la maleta del papá del señor parlamentario. Hasta ahora, la policía ha incautado más de un millón y medio de euros, en dinero efectivo, en Bélgica e Italia, y muchos de esos paquetes de billetes estaban escondidos en despachos de parlamentarios dentro del mismo edificio del Parlamento de la Unión Europea. Y esas pruebas de corrupción codiciosa resultan más chocantes por el hecho de que los parlamentarios de la Unión Europea perciben salarios enormes, del orden de los 100 mil euros, más 4 mil euros adicionales para sus gastos de viajes y otros 400 dólares diarios para sus permanencia mientras están en la sede del Parlamento, en Bélgica. En su informe sobre este caso grotesco de corrupción de los propios legisladores de la Unión Europea, el periódico británico The Telegraph se pregunta… ¿Será que la Unión Europea ya se pudrió y está lista para desintegrarse?   La sucesión de evidencias sobre maniobras antidemocráticas, movidas por la codicia y apuntadas a lograr lucro, plata inmerecida, y hacerlo en nombre de la democracia, incluso a costa de miles de vidas humanas, ha llevado a un creciente desprecio generalizado por ese conjunto de gente que llaman la “clase política”. Y fue por ello que el ya célebre periodista francés Thierry Meyssan, en su blog “La Red Voltaire”, comentó la semana pasada que la decisión de la revista Time de Estados Unidos, de poner en su portada al presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, con el título de “El Político del Año”, puede interpretarse como una verdadera denuncia contra la clase política. Ello porque, desde mucho antes de la guerra con Rusia, hizo desaparecer de Ucrania todo vestigio de partidos políticos de oposición. Se apoderó de la totalidad de los canales de televisión y radio del país, metió a la cárcel o hizo asesinar a todos los periodistas que se atrevían a criticarlo, y desde el momento en que fue elegido presidente se mostró exactamente como lo opuesto a sus promesas electorales. Con sus colaboradores más feroces, demostró una admirable eficacia en el arte de acumular riquezas, afirmó como doctrina la existencia de una raza superior ucraniana, y, como detalle exquisito, ahora se lanzó contra la iglesia Ortodoxa, del cristianismo ruso, y ya hizo saquear los templos y conventos ortodoxos. Por todos esos méritos, según Thierry Meyssan, Volodimir Zelenski se merece el título de “El Político del Año”. Bajo esos augurios… ¿será que ya está comenzando la Tercera Guerra Mundial? Hasta la próxima, gente amiga. Cúidense. Hay peligro.
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