Por Ruperto Concha / resumen.cl
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En Washington, el flamante Ministro de Exteriores del gobierno de Joseph Biden, Antony Blinken, en tono severo y autoritario, declaró ante la prensa que el jueves próximo, 18 de marzo, en Alaska, en su encuentro con su colega chino Wang Yi, le cobrará cuentas a China por sus violaciones a los derechos humanos contra la minoría de raza uighur en el Sinkiang, también por su “asalto contra la democracia en Hong Kong”, y por imponer injustas sanciones económicas contra Australia”.
El tono de los anuncios de Blinken ciertamente buscaba impresionar al público de su propio país y a la vez hacer que el resto del mundo entienda que Washington no permitirá que sus preceptos sean desafiados.
Pero, para muchos de los más calificados analistas de estrategia de Estados Unidos, la reunión chino-estadounidense del próximo jueves en Alaska está evidenciando una situación extremadamente peligrosa que el nuevo gobierno de Estados Unidos no parece estar entendiendo bien.
Entre esos analistas destaca el ex subsecretario de Marina de Estados Unidos, Capitán de Navío en retiro Seth Cropsey, miembro del Instituto Hudson y actual director del Centro de Estudios de Estrategia Naval.
En un artículo en la revista conservadora National Review, Cropsey señala, bien crudamente, que en realidad el gobierno demócrata de Biden está continuando gran parte de la estrategia de Donald Trump, y que todos los últimos presidentes de Estados Unidos, aunque anunciaran intenciones de cambiar la política militarista de Washington, en poquísimo tiempo habían vuelto a lo mismo.
Veamos el análisis de ese distinguido ex subsecretario de Marina y analista de la estrategia actual…
Según el analista Seth Crospey el mismo presidente republicano George W. Bush inició su gobierno anunciando poner fin a las aventuras guerreras lanzadas por el demócrata Bill Clinton, para consolidar la firme supremacía militar de Estados Unidos sobre todo el planeta.
Incluso George Bush envió a su ministro de Defensa Donald Rumsfeld, a reunirse con el residente ruso Wladimir Putin, para afianzar un diálogo distendido, acorde con la colaboración entre Moscú y Washington en la Estación Orbital Internacional.
Pero, tras el ataque contra las Torres Gemelas y el Pentágono, el gobierno de Bush retomó, con más intensidad que antes, el intervencionismo militar que antes había condenado.
Después del republicano George Bush, vino el demócrata Barack Obama quien repitió sus intenciones pacifistas con tanta emoción, que de inmediato, le dieron el Premio Nobel de la Paz. Y, bueno, su gobierno fue finalmente marcado por un intervencionismo militar sin precedentes sobre el resto del mundo, incluyendo el derrocamiento del régimen de Muhammar Khadaffi, en Libia, que meses antes había sido calificado como “amigo” de Estados Unidos, y seguido luego por las intervenciones sobre Siria, Yemen e Irak, además de llevar las relaciones con Rusia a un nivel de hostilidad sin precedentes, luego del derrocamiento del gobierno constitucional de Ucrania.
Todo eso fue duramente criticado por el Partido Republicano y en particular por Donald Trump, pero todas sus críticas se silenciaron el mismo 20 de enero de 2017, cuando Trump asumió la presidencia, y fueron los demócratas los que ahora se volvieron pacifistas.
En estos momentos, el demócrata Joseph Biden, el 25 de febrero, a pocas semanas de asumir su gobierno, ya ordenó el bombardeo sobre una zona de Siria, sin autorización del Congreso, y matando a 22 personas incluyendo 4 niños, bajo el pretexto de “lanzar un advertencia” al gobierno de Irán.
Es decir, según el analista Cropsey, Joseph Biden no se demoró nada en demostrar que Estados Unidos no ha cambiado nada. De hecho, en el seno del propio Partido Demócrata, sólo surgieron algunas críticas del sector minoritario de los parlamentarios progresistas encabezados por Alexandria Ocasio-Cortez.
Ahora esa incapacidad de cambiar su estrategia mundial está poniendo a Estados Unidos en una situación extremadamente peligrosa, con muy escasas posibilidades de salir bien parado.
¿De qué se tratará realmente el encuentro de los cancilleres de Washington y Beijing el jueves próximo en Alaska?... ¿Por qué el gobierno chino aceptó ir a esa reunión?
A juicio de Seth Cropsey, el flamante gobierno de Joseph Biden no parece tener más alternativa que seguir la estrategia de Donald Trump, centrada en la alianza que Trump bautizó como el QUAD, integrada por Estados Unidos, con Australia, Japón y la India. Una alianza que se inició como colaboración ante los tsunamis de 2004, pero que Trump resucitó en noviembre de 2017 con ejercicios militares conjuntos que marcaron claramente que se pretendía hacer del QUAD una alianza militar enemiga de China.
Pero, ¿están realmente dispuestos el Japón, Australia y la India a ir a la guerra contra China?
En un análisis del diario Global Times, de Beijing, reproducido en Youtube, se enfatiza que tratar de transformar esa alianza en una fuerza militar, para hacer la guerra contra China, es un pobre intento destinado al fracaso pues realmente Japón, la India y Australia lo que quieren y necesitan es establecer términos convenientes para colaborar con China, y no para ayudar a Estados Unidos en un loco intento por destruir a China.
De hecho, una guerra con China aparece como una posibilidad inaceptable cuyos efectos serían una calamidad que duraría muchas décadas en corregirse… y eso, en el mejor de los casos… si es que no llegan a utilizarse armas atómicas.
Según el Global Times, lo que en realidad desean los gobiernos que aparecen aliados con Estados Unidos, es establecer un sistema de cooperación con China, que debiera incluir a Estados Unidos, para diseñar un universo de normas que sean convenientes para todos.
En tanto, como era de esperar, la prensa de China y sus países amigos disfrutó de las palabras amenazantes del canciller Antony Blinken para ridiculizar la campaña periodística de la gran prensa de Estados Unidos y Europa en contra de China. En especial, se mencionó cómo Estados Unidos había aplaudido fervorosamente las protestas en Hong Kong, y las calificaron de “hermoso espectáculo” cuando las revueltas irrumpieron en el edificio del Congreso, paralizando el trabajo parlamentario.
Y, en cambio, cómo calificaron de “terrorismo doméstico” la breve ocupación del Capitolio en Washington, por los revoltosos que apoyaban a Trump el 6 de enero. Asimismo, se mencionó que Estados Unidos y las Naciones Unidas habían declarado Asociación Terrorista al Movimiento Islámico del Turquestán Oriental, de la etnia de los uighures en la provincia china de Sinkiang, que ahora están mostrando como inocente víctima de Beijing.
Otro de los más serios analistas estadounidenses sobre estrategia, es James Kitfield, de Yahoo News, quien el miércoles 10 de marzo dio a conocer los resultados de un gran “juego de guerra” sobre una posible conflagración en la región del indo-pacífico, entre Estados Unidos y China que fue realizado a fines del año pasado.
Mediante simulaciones con potentes sistemas computacionales, y con participación de equipos de los más calificados jefes tácticos y estratégicos, se desarrolló un simulacro a partir de un supuesto ataque de fuerza chinas contra las posiciones estadounidenses en el Océano Pacífico.
Bueno, el resultado de aquellas maniobras en simulación fue que en todas las variantes desarrolladas, el ataque de las fuerzas chinas derrotaría a las defensas estadounidenses y las bases atacadas quedarían destruidas.
Pero todavía más grave es el hecho de que, en septiembre, mientras se estaban realizando aquellas maniobras de guerra simulada, escuadrillas verdaderas de aviones de la fuerza aérea china, intencionalmente cruzaron sobre el espacio aéreo de Taiwan, más de 40 veces, realizando maniobras de ataque sobre la isla. Luego de eso, la televisión estatal china exhibió las maniobras de un bombardero furtivo, capaz de lanzar bombas atómicas, sobre la base aérea de Estados Unidos en la isla de Guam.
Luego, a sólo 4 días de haber asumido la presidencia Joseph Biden, una escuadrilla de bombarderos chinos realizó maniobras de ataque, repetidas veces, sobre el portaaviones estadounidense Roosevelt y su flotilla de naves de combate que lo apoyan.
Entrevistado por reporteros de Yahoo News, el teniente general Clinton Hinote, segundo jefe del Personal Estratégico de los Estados Unidos, declaró que el número, la precisión y la efectividad mostrada por las fuerzas chinas no sólo probaron que serían vencedoras en una guerra real. Más aún, probaron que vencerían muy rápido.
En una sobria declaración, el general Clinton Hinote señaló que “los altos mandos estratégicos de Estados Unidos recién ahora están empezando a comprender qué fuerza militar se necesitará para la defensa nacional de Estados Unidos. Y, lamentablemente, esa no es la fuerza que se está planificando en estos momentos”.
Resulta particularmente impactante que esas informaciones y esos análisis críticos sean entregados precisamente por personeros honestamente comprometidos en la defensa y el futuro de los Estados Unidos.
La publicación Business Insider, de enorme prestigio en materias económicas, se ha sumado a las advertencias al nuevo gobierno en relación con sus decisiones estratégicas en relación a China y a Rusia.
Ya el 27 de febrero, los analistas Frank Giusta y Andrew Bacevich, publicaron un extenso artículo exponiendo que la escalada de tensiones y provocaciones de Estados Unidos contra China puede realmente desembocar en un conflicto violento entre las dos superpotencias, que provocaría una devastación más allá de todo lo imaginable.
Y, agrega, “no debe olvidarse que tanto China como Estados Unidos tienen arsenales de armas nucleares”
Otra prestigiosa publicación de prensa financiera, la revista “Bloomberg”, señala que, a consecuencia de la pandemia del COVID19, ya un proceso inocultable de inflación se está haciendo sentir en todo el mundo. Sólo en Estados Unidos, más de 12 millones de familias están debiendo más de 6 mil dólares cada una en pagos de arriendo o cuotas hipotecarias.
Igualmente, ya hay más de 10 millones de casas que estaban en proceso de compra pero que finalmente no pudieron ser vendidas. En la alimentación, a nivel mundial se ha detectado ya un doloroso aumento de precios que en algunos casos, como el del poroto soya, ha sobrepasado el 60% respecto de su precio del año anterior.
En Filipinas, de hecho, el alza de precios de los productos básicos de alimentación y aseo llevó a que ya, la semana pasada, el gobierno impusiera por decreto la fijación de precios máximos oficiales.
En el rubro de la energía, el petróleo y el gas licuado ya se han encarecido en torno del 15%.
Y, por cierto, la perspectiva de una inflación generalizada está repercutiendo en el sistema monetario. De hecho, una vez más el bitcoin esta semana se cotizó a más de 60 mil dólares, y ya son muchas de las grandes empresas que prefieren vender sus productos en bitcoins y no en dólares o euros.
En cuanto a la moneda china, el Yuan, ya las adquisiciones de bonos soberanos en dólares están retirada, mientras aumenta el interés por adquirir bonos chinos.
Eso se traduce en que los bonos en dólares están obligados a ofrecer una tasa de interés mayor, lo que por supuesto perjudica al estado emisor, particularmente en el caso de la Reserva Federal de Estados Unidos.
Así, pues, la realidad que está haciéndose evidente, sobre todo por fuentes absolutamente confiables de Estados Unidos y Europa, nos hace entender que las fanfarronadas del canciller Antony Blinken sobre su encuentro con el canciller chino Wang Yi, el jueves próximo en Alaska… no son mucho más que simples fanfarronadas.
Pero eso no nos ofrece ni tranquilidad ni optimismo, más allá de que ese primer encuentro para un diálogo racional entre las dos súper potencias mundiales pueda quizás ser el inicio de negociaciones racionales, por encimas de amenazas y con participación de otras potencias menores.
Y que de ello surjan alternativas convenientes, más allá de las paranoias nacionalistas que consideran que salir ganando es básicamente obtener el dominio. Recordemos que en la raíz misma del liberalismo económico está el concepto de que en todo buen negocio el que vende gana y el que compra también gana.
Hubiera querido incluir hoy también un análisis del proceso misterioso de autodestrucción que parece estar afectando a los partidos políticos de la llamada “izquierda”, sobre todo en América Latina.
Pero ese es un gran tema que exige una crónica entera. Habrá que desarrollarlo el próximo domingo.
Hasta la próxima, gente amiga. Cuídense. Hay peligro.