Por Ruperto Concha / resumen.cl
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El pasado 21 de enero, en Nueva Hampshire, Estados Unidos, miles de personas, recibieron en sus celulares una asombrosa llamada telefónica en la que nada menos que el propio presidente Joseph Biden los instaba, personalmente y de viva voz, a apoyar al Partido Demócrata y a boicotear la Junta del Partido Republicano que debía realizarse en dos días más, el 23 de enero.
Esas personas oyeron claramente la voz del presidente Joe Biden, y su manera vacilante de hablar, tan conocida por todos a través de la televisión. Pero, ¿cómo era posible que él, personalmente, estuviera haciendo esa burda propaganda política?
Bueno, pocos días después se constató que esas llamadas telefónicas habían sido una falsificación de la voz del presidente, realizada mediante un programa de Inteligencia Artificial capaz de remedar con asombroso realismo y exactitud, no sólo las palabras y el sonido sino, también, la forma de respirar de Biden.
Recién un mes después, el 25 de febrero, la red noticiosa NBC informó que un político local llamado Steve Kramer, furibundo enemigo de los republicanos, había confesado ser autor de esa extraordinaria falsificación… utilizando un programa de Inteligencia Artificial.
Pocos días después de eso, el 8 de marzo, la misma red noticiosa NBC informaba sobre un escándalo en un colegio de Beverly Hills, California, donde un grupo de 5 colegiales de enseñanza media habían subido a las redes sociales imágenes de algunas de sus más bonitas compañeras de colegio....
Pero, oiga, las jovencitas aparecían totalmente desnudas, en actitudes más que provocativas, moviéndose de un modo abiertamente pornográfico.
Por supuesto las colegialas se mostraron horrorizadas, y denunciaron las imágenes como falsificaciones. Las familias por cierto iniciaron acciones judiciales y la policía logró fácilmente identificar y detener a los cinco culpables, cuyos nombres no fueron dados a conocer por tratarse de menores.
Confesaron también ellos que mediante un programa de Inteligencia Artificial habían generado las imágenes a partir de simples fotografías, que procesaron, agregándoles sonido y movimiento y generando también un escenario sexi con un resultado de asombroso realismo…
Bueno, por supuesto, más allá de estas patéticas falsificaciones, la sobrecogedora tecnología de la llamada Inteligencia Artificial está ya haciendo zumbar miles de millones de billones de dólares en el mundo entero… donde algunos misteriosos súper millonarios parecen tomar un carácter como de Reyes Magos cargados de juguetes peligrosos.
Y está perfilándose descarnadamente la cercanía de un futuro inimaginable. Vamos viendo.
Para hacernos una vaga idea sobre el funcionamiento de la llamada Inteligencia Artificial, nos referimos a sistemas de pequeñísimos circuitos que desplazan energía eléctrica siguiendo instrucciones, en forma similar a como se desplaza la energía nerviosa en el cerebro. Esos esquemas de instrucciones se llaman “algoritmos”.
La combinación sistemática de un conjunto de millones de algoritmos imita las funciones del cerebro humano.
La investigación y el desarrollo de esos circuitos de algoritmos se basa en miles de millones de diminutas y brevísimas descargas eléctricas experimentales que han permitido obtener resultados cada vez más similares al pensamiento de los seres humanos.
Esos conjuntos de descargas son llamados FLOP, o puntos flotantes con efecto operativo, que se producen durante un segundo, son miles durante un segundo, y al combinarse entre sí forman un diseño, al que han llamado “GPU”, o Unidad de procesamiento de gráficos porque se ordenan de una manera gráfica.
Sólo en el año 2021, la empresa científica NVIDIA realizó 500 millones de billones de esos conjuntos experimentales de mini-descargas ordenaditas. Una actividad experimental equivalente al funcionamiento de 5 millones de cerebros humanos muy inteligentes.
Por cierto, los que no tenemos suficiente educación científica debemos conformarnos con nociones muy generales y muy simplificadas del asunto, pero que nos permiten percibir cómo las instituciones y empresas ya han logrado desarrollar aparatos capaces de realizar operaciones que antes eran inimaginables.
La llamada AGI, de Artificial General Intelligence, ha permitido un desarrollo fuerte de la llamada Generative Artificial Intelligence, o sea, Inteligencia Artificial Generadora, una técnica que permite estudiar la data que recibe, la información que ha ido acumulando al analizar algunos artefactos, y que, luego, le permite usar ese análisis para generar otros artefactos. Es decir, aprende y aplica lo que aprende, incluso creando nuevos objetos.
Otros son los llamados Foundation Models, grandes modelos que aprenden a analizar objetos nuevos y obtener modificaciones de ellos para hacerlos aplicables a otras tareas distintas.
Los Large Language Models, o LLM, aparatos con abundante entrenamiento en textos que pasan a ser capaces de generar escrituras racionalmente coherentes con las escrituras humanas. Y, ahora, el llamado Chat GPT, un servicio abierto que incorpora los textos con los sonidos del lenguaje.
A ello tenemos que agregar la enorme capacidad combinatoria que tienen todos los modelos, todos esos modelos para integrarse entre sí y complementar sus capacidades.
Lo que resulta impresionante es que esos modelos de inteligencia casi, casi pareciera que estuvieran disfrutando de estar en funcionamiento, les gusta trabajar. Y, bueno, eso tiene también un aspecto sombrío, como es el caso del sistema militar estadounidense de detección y puntería al servicio de misiles, titulado “The Gospel”, o sea El Evangelio.
Ese sistema fue proporcionado por Estados Unidos al ejército de Israel y está siendo aplicado sobre la población de Gaza en Palestina. Ese sistema recoge una cantidad enorme de data, incluyendo su propia experiencia de situaciones anteriores, y posibles datos complementarios aportados por otros.
Uniendo toda esa información, este sistema es capaz de determinar si es potencialmente conveniente disparar sobre un blanco, aunque ese blanco sea un hospital, una escuela o un refugio lleno de niños palestinos.
Este sistema fue enviado por Estados Unidos a las fuerzas armadas de Israel, e instalado en los aviones y helicópteros que realizan bombardeos sobre la franja de Gaza.
De hecho, prácticamente todo el nuevo armamento de guerra está siendo adaptado para combinarse con recursos de inteligencia artificial, principalmente en misiles y en drones, esos avioncitos o barquitos sin piloto, que parecen de juguete, pero en realidad son asesinos capaces de hundir un gran buque de guerra o un transatlántico.
Sobre esos drones, el diario New York Times comentaba que, cada uno tiene un precio de costo de alrededor de 20 mil dólares, y, para tratar de interceptarlos, hay que utilizar muchos misiles que tienen un costo de millones de dólares cada uno.
De ahí que la mayor actividad de los recursos de Inteligencia Artificial esté enfocada en estos momentos a la investigación de las nuevas tecnologías para la producción de armas eficaces, pero de bajo costo.
Y, al mismo tiempo, eso implica también tener acceso a enormes cantidades de energía para la investigación, la producción y el uso del nuevo armamento.
De ahí que también estén concentrando las inversiones de capital y el uso intensivo de la Inteligencia Artificial en procura de nuevas fuentes de energía que puedan reemplazar al petróleo.
Concretamente las esperanzas se están enfocando en la energía nuclear generada por la fusión del combustible radiactivo y no por la fisión que implica desintegración del átomo, que es lo que se venía usando antes.
En estos momentos, Estados Unidos y la China encabezan una frenética carrera de investigación científica en la cual, se teme, China, asociada con Rusia, está avanzando más rápido que la alianza de Estados Unidos y Europa.
Como fuere, de hecho, ya la investigación científica avanzada, tanto en las concepciones teóricas como en los ensayos experimentales, tiene como protagonistas principales a esos nuevos y eficientes investigadores que ya no son seres humanos sino eficientes mecanismos de Inteligencia Artificial, que están sirviendo, y a veces reemplazando, a los científicos humanos.
Es precisamente en el campo de la investigación científica donde está ya planteándose cierta clase de enfrentamiento o al menos de competencia entre la inteligencia humana y la inteligencia artificial.
¿Puede un científico humano competir contra un sistema de miles de millones de algoritmos incansablemente explorando y analizando, a velocidad aterradora, los datos de realidad en los microchips de Inteligencia Artificial?
Por supuesto, la respuesta obvia es NO. Y sin embargo…
… sin embargo hay numerosos hombres de ciencia que consideran que la Inteligencia Artificial es un instrumento maravilloso para servir aún a la más maravillosa curiosidad humana que percibe el misterio de la realidad que nos rodea.
Es decir, en esa perspectiva, al menos hasta ahora, sólo la inteligencia, la sensibilidad y la curiosidad humana es capaz de poner en marcha al aparato formidable tanto de la Inteligencia Natural como el de la Inteligencia Artificial.
Pero, sin embargo, infortunadamente, tenemos que admitir que esa misteriosa superioridad, digamos “espiritual” del ser humano es vulnerable al embrutecimiento pasional por la codicia y otras oscuras apetencias que, en cambio, no afectan a la Inteligencia Artificial. La Inteligencia Artificial no se tienta, no experimenta tentaciones, ni de robar ni de hacerse más poderosa.
Como fuere, ya está clarísimo que hay un enorme campo de acción en que la Inteligencia Artificial ya pasa a ser algo más que un instrumento al servicio de los intereses humanos.
Desde el momento en que jefes de gobierno, supuestamente democráticos y civilizados, se atreven a utilizar la inventiva y las capacidades de la Inteligencia Artificial para ganar guerras sangrientas, provocando miseria y sufrimiento sobre seres humanos, herir o matar a otros seres humanos, esos jefes de gobierno claramente están corrompiendo la inocencia de las máquinas.
Mencionábamos que el sistema de puntería mediante inteligencia artificial desarrollado por el Pentágono y facilitado por Estados Unidos al gobierno de Netanyahu en Israel recibió el nombre de “Gospel”, que significa “Evangelio”. Eso… ¿no resulta diabólico además de blasfemo aquello?
Los análisis científicos sobre esta revolución cultural desatada por la Inteligencia Artificial han admitido que se producirán efectos sociales dolorosos. Se prevé una brutal pérdida de puestos de trabajo actualmente ocupados por mujeres y hombres de la clase media y media alta.
Profesores, médicos, economistas y operadores financieros, ingenieros agrícolas y civiles, arquitectos, abogados, bioquímicos, funcionarios administrativos, y en general los llamados “empleados particulares” y “empleados públicos de buen nivel”, todos parecen destinados a una pérdida del orden del 70% de sus puestos de trabajo en un plazo de menos de diez años. O sea, se prevé una ola de cesantía desastrosa que afectará a grupos sociales que actualmente tienen buenos ingresos.
Por cierto, hay optimistas que confían en que, así como se perderán puestos de trabajo también se crearán otros nuevos. Pero no se perfila nada que respalde ese optimismo. Más aún, en Estados Unidos y Europa ya hay propuestas políticas de reducir las jornadas de trabajo a no más de 20 horas semanales, a fin de que las empresas e instituciones se vean obligadas a contratar más personal.
¿Qué efecto tendrá esa ola masiva de cesantía, en la totalidad de la economía de las naciones y en la síntesis de la llamada “economía mundial”?
El enorme desarrollo de la Inteligencia Artificial en Estados Unidos tuvo como gran motor la alianza financiera y estratégica de Sam Altman y Elon Musk, esos actuales gigantes entre los multi multi recontra multimillonarios. En 2015 se unieron para fundar la empresa Open AI, de desarrollo de Inteligencia Artificial, la misma que luego creó la empresa subsidiaria Chat-PT.
Ambas entidades alcanzaron velozmente un prodigioso crecimiento financiero, llegando a dominar el universo de Inteligencia Artificial.
Sin embargo, la relación entre Musk y Altman se deterioró hasta culminar con el retiro de Elon Musk al enterarse de que ambas empresas, que inicialmente tenían carácter de investigación y experimentación en Inteligencia Artificial, ahora, prodigiosamente enriquecidas, habían resuelto pactar una asociación con la aún más gigantesca empresa tecnológica Microsoft
Según Elon Musk, aquella asociación implicaba abandonar los propósitos iniciales de dominio de la Inteligencia Artificial, que había apuntado básicamente al beneficio de la humanidad. Ahora, por la asociación con Microsoft implicará reducir todo el revolucionario y exitoso progreso, a términos puramente comerciales.
¿Es esa una declaración de guerra entre aquellos gigantes financieros, o es realmente un enfrentamiento de los grandes intereses comerciales frente al interés de la humanidad?
Será muy interesante ver cómo se resuelve esa crisis, en momentos en que la Inteligencia Artificial parece próxima a provocar una crisis calamitosa de cesantía en todo el mundo.
Hasta la próxima, gente amiga. Cuídense. ¡Hay peligro! ¡Vaya que hay peligro!