Por Ruperto Concha / resumen.cl
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Israel es un país pequeño. Su territorio cabe más de 30 veces dentro del territorio continental de Chile. Y su población es la mitad de los habitantes de nuestro país.
Sin embargo, su renta per cápita es más de 20 veces mayor que la de Chile. Su desarrollo científico y tecnológico se cuenta entre los cinco más avanzados del planeta.
Y en estos momentos Israel tiene una importancia mundial tan decisiva, que su fracaso podría desestabilizar dramáticamente toda la política del Oriente Medio y cercano… quebrantar las esperanzas de paz, e incluso provocar la catástrofe de una guerra mundial.
El Estado de Israel fue creado mediante un acto jurídico, impuesto por las Naciones Unidas, en 1948. Hace apenas 75 años.
La creación del Estado de Israel fue agriamente resistida por un gran sector de la sociedad occidental, incluyendo la Iglesia Católica, que de hecho se opuso con tenacidad, hasta el último instante.
También hubo un número importante de comunidades judías del mundo que no adhirieron al llamado Movimiento Sionista, pues consideraban como una opción que podía incluso ser perniciosa para la llamada doctrina de la Iluminación, la Ashkala, que se orientaba hacia la integración total de los judíos a las nacionalidades en donde se asentaran como ciudadanos.
Esa propuesta histórica había provocado con mucho éxito, en los Estados Unidos y Europa Occidental, especialmente en Alemania, Francia, Holanda y Gran Bretaña, donde las comunidades judías se integraron y pasaron a constituir un sector muy relevante de las clases dirigentes en todos los campos. Desde la política y las ciencias, hasta el empresariado y las artes.
En la gran revolución de la economía moderna, la integración judía por la Ashkala tuvo por efecto el surgimiento de las figuras más decisivas, como fueron los Rotschild y David Ricardo, en la Economía Liberal de Mercado, y, frente a ellos, los también judíos Carlos Marx, León Trotsky y Vladímir Lenin, en el socialismo.
Pero en Europa al final del siglo 19 y el comienzo del siglo 20 hubo también una serie de gravísimos ataques en contra de industrias, comercios y barrios judíos, que incluyeron incendios y asesinatos, generalmente impunes. La Primera Guerra Mundial y su catastrófica postguerra acentuaron el antijudaísmo que derivó hacia el fascismo italiano y el nazismo alemán.
Ante eso, una gran mayoría de los judíos se volcó en apoyo a la propuesta sionista, de creación de un estado geográficamente definido, soberano, rico y militarmente poderoso, que fuese el corazón y el potente músculo del judaísmo mundial.
De hecho, la principal figura del sionismo contemporáneo fue el periodista Theodor Herzl, quien era un ateo declarado, aunque pertenecía a una familia judía muy religiosa. No obstante, su ateísmo, él planteó la creación del Estado de Israel como un Estado Judío. Es decir, un estado definido más por la religión que por la raza.
Desde el fin de la 2ª Guerra Mundial, en número creciente, judíos europeos comenzaron a emigrar hacia los territorios de los antiguos reinos hebreos, que habían pasado a ser la Palestina de nuestro tiempo.
Con apoyo financiero de las riquísimas organizaciones judías de Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, esos inmigrantes pudieron hacer tentadoras ofertas para comprar tierras a los campesinos palestinos, y en breves años, habían adquirido ya casi la totalidad de las mejores tierras agrícolas, donde se multiplicaron las colonias judías de carácter socialista conocidas como Kibbutz.
Esos kibbutz tuvieron un éxito enorme, que se tradujo en un aumento cada vez mayor de la corriente de inmigrantes. Tras la guerra, Palestina había quedado bajo administración británica, con la misión de materializar la creación, allí, del Estado de Israel. El flujo de multitudinario de judíos, sin embargo, aumentó de tal manera que las autoridades británicas optaron por bloquear el paso de nuevos inmigrantes.
El bloqueo británico fue inmediatamente desafiado por los judíos inmigrantes que por distintos medios fueron logrando, primero, burlar a los ingleses y luego desafiarlos abiertamente con acciones muy violentas.
Se produjo un enfrentamiento en que los ingleses aparecían defendiendo a los palestinos de los terroristas judíos.
Hubo atentados, como la voladura del Hotel Rey David, en que los terroristas judíos del grupo Irgún asesinaron a alrededor de un centenar de oficiales y otros funcionarios del ejército británico.
Así, cuando las Naciones Unidas aprobaron la creación del Estado de Israel, los ingleses, aterrorizados, salieron huyendo de la región, dejando que el recién nacido Estado de Israel actuara de su modo.
Mientras, paralelamente se organizaba el Ejército Israelí, una fuerza inicial estimada en 80 mil soldados judíos, en su mayoría de origen estadounidense y europeo, todos veteranos fogueados en la Segunda Guerra Mundial, y dotados del más poderoso y moderno armamento.
En el momento mismo en que se iniciaba la vida del Estado de Israel, una coalición de países árabes lanzó en su contra una acometida militar a gran escala, con cientos de miles de soldados movilizados con la misión de hacer desaparecer a Israel antes de que pudiera hacerse fuerte. Pero era demasiado tarde. el resultado fue la aniquilación de los ejércitos árabes.
Desde la guerra de 1948 hasta la Guerra de los Seis Días y la del Yom Kippur, en 1973, Israel dejó en evidencia la abrumadora superioridad no sólo de sus fuerzas armadas sino de la totalidad de su conducción política, tanto en la paz como en la guerra.
Por un lado, se encontró la muchedumbre fundacional del Estado de Israel, una muchedumbre que emergía marcada por la experiencia pavorosa del Holocausto.
Una muchedumbre que también se preocupó de reunir en sus museos el testimonio histórico de las otras persecuciones antiguas contra los judíos... incluyendo la expulsión de los judíos de España por los Reyes Católicos en el Siglo 16.
Pero a la vez, dejó en evidencia otros aspectos oscuros de la historia judía. Por ejemplo, el hecho de que la conquista árabe de España, en el año 711, fue realizada con una alianza judío-musulmana y que el general Tareq ben Ziyad, jefe de los invasores, era judío y estaba al mando de los miles de solados que aniquilaron las defensas cristianas en la batalla de Barbaste en que murió el rey cristiano don Rodrigo.
¿Se fija usted?... Nacido a la sombra del horror, el Estado de Israel parecía predestinado a un futuro necesariamente bélico, militarizado y en estado de alerta permanente.
Frente a ellos, el mundo árabe, y específicamente el pueblo palestino, quedó enfrentando la realidad amarga de ser expulsada su gente de sus tierras ancestrales, primero porque accedieron a venderlas, y luego por la derrota en el enfrentamiento armado.
Una realidad amarga en que toda la percepción del judío quedó cargada de resentimiento, de odio y recuerdo de viejas ofensas junto a otras frescas y renovadas.
El poder militar israelí absorbió con éxito las organizaciones terroristas judías…Y por su parte la debilidad militar de palestinos y árabes hizo multiplicarse las organizaciones terroristas islámicas.
Tras la Guerra de los 6 días, en 1968, Israel aprovechó su victoria para invadir y apoderarse de los territorios que habían sido asignados a los palestinos por la misma resolución de las Naciones Unidas que había creado el Estado de Israel.
La ilegal ocupación de Palestina implicó privar de su patria a los palestinos. Y eso fue asumido francamente por la derecha israelí, y algunos partidos religiosos judíos que mantenían la aspiración de recuperar los mismos territorios que llegó, según la Biblia, a poseer en los tiempos del rey Salomón.
Inicialmente, la mayoría de la nación israelí prefirió la propuesta de la izquierda, del Partido Laborista que encabezaban los líderes Simón Peres e Yitchak Rabin, que apuntaba a apoyar la fundación de un estado palestino que pudiera negociar la paz con Israel e iniciar una integración económica y social capaz de conducir a la prosperidad de toda la región, tanto para los palestinos como para los israelíes.
Con el apoyo de Washington, bajo el gobierno de Bill Clinton, y con los buenos oficios de varios otros gobiernos europeos, diplomáticos israelíes y palestinos lograron diseñar un marco de negociaciones para la paz, conocido como “Los acuerdos de Oslo”.
Y ese marco llevó a las reuniones de Camp Davis, en Estados Unidos, donde, para asombro del mundo, el primer ministro israelí Yitchak Rabin, se dio la mano con el presidente de la Autoridad Palestina, Yassir Arafat.
Las negociaciones implicaban, entre otras cosas, la formación de un Estado Palestino, de derecho pleno y soberano, y el desalojo de los ilegales asentamientos agrícolas de Israel en la Cisjordania y en Gaza.
Parecía que la paz al fin había quedado al alcance de la mano. Pero fue entonces que, en el curso de una concentración pacifista, un fanático joven judío ortodoxo asesinó a balazos al primer ministro israelí Yitchak Rabin.
Ese asesinato provocó instantáneamente un recrudecimiento del terrorismo palestino. El pueblo israelí, atemorizado, votó buscando la seguridad en la propuesta militarista de la derecha, encabezada por el hoy muy patéticamente fiero Benjamín Netanyahu.
Fue entonces que el general Ariel Sharon hizo su célebre paseo frente a la mezquita de Al Akba, en el corazón del sector árabe de Jerusalén, sugiriendo la intención de ocupar la totalidad de la ciudad, expulsando a los palestinos, como lo habían advertido los panfletos de los grupos guerrilleros o terroristas palestinos. Y, oiga, eso implicaba desconocer por completo nada menos que el mandato de las Naciones Unidas que había creado el Estado de Israel.
La agresiva política de Israel causó preocupación en el mundo judío fuera de Israel. En América Latina, las comunidades judías de Argentina y Brasil emitieron declaraciones saludando al nuevo gobierno israelí, pero a la vez rogando que ese triunfo no resultase ruinoso para la paz. Pero fue ruinoso. Durante su gobierno, Israel encaró la rebelión de los palestinos con respuestas militares cruentas y socialmente demoledoras, las cuales a su vez eran replicadas con más y más atentados terroristas.
Israel apareció cada vez más comprometido en una política de represión violenta, incluyendo el asesinato de sospechosos de terrorismo, y también demolición de casas y expropiación de las mejores tierras agrícolas en los territorios palestinos.
Esa política comenzó a repercutir gravemente en contra de Israel en todo el mundo. Quizás las expresiones más dramáticas de reacción contra esa política militarista, fue la de dos grandes figuras judías.
Primero, el héroe judío polaco Marek Edelman, segundo jefe y último sobreviviente del levantamiento de los judíos del ghetto de Varsovia contra los nazis. Marek Edelman viajó a Israel, para instar a los dirigentes palestinos a reanudar la negociación de paz.
Pero, además, Marek Edelman declaró que sentía “vergüenza de que el gobierno de Israel estuviese actuando con los palestinos en forma comparable a como los nazis lo hicieron con los judíos”.
Y, mientras todavía resonaban las palabras del héroe de Varsovia, también sacó su voz el Gran Rabino británico, Jonathan Sacks, quien señaló que la política militarista del nuevo gobierno de Israel estaba dañando dramáticamente al espíritu judío.
El gran rabino Sacks dijo textualmente: “Veo la actual situación como algo que está forzando a Israel a tomar decisiones que son incompatibles con los ideales del pueblo judío”.
Y agregó que debe retirarse de Palestina y asumir la más noble y sagrada de las tareas, que es la de alcanzar la paz mediante la justicia. Paralelamente, en toda Europa se hace sentir una creciente reacción de crítica hacia el gobierno israelí y su negativa a aceptar al Estado Palestino, como lo había dispuesto las Naciones Unidas.
En el contexto mundial de hoy, se enfrentan las súper potencias de oriente y occidente, pero a la vez el llamado “Tercer Mundo” toma conciencia de que tiene en sus manos definir el futuro de todos...
¿Es Israel parte de nuestro Tercer Mundo, o es sólo un enclave fortificado de Estados Unidos y el mundo occidental?
En estos momentos, Estados Unidos ve con horror que el oriente islámico, petrolero, tecnológico y multitudinario, ya dejó de ser sumiso ante las antiguas potencias, y, en la crisis actual de Palestina… ¿se atreverá a iniciar una guerra contra los palestinos, incluso bajo la figura de una acción antiterrorista?
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¿Es la guerra y la matanza un remedio contra la locura, la furia y la desesperación? La venganza, ¿es sinónimo de justicia?...
Gabriela Mistral, con la profunda exactitud de su poesía, nos dijo… “La felicidad nos hace sabios”. La felicidad nos hace sabios.
Es peligroso no darse cuenta de eso. ¡Hasta la próxima, gente amiga!