Por Ruperto Concha / resumen.cl
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Los titulares de casi todos los periódicos de nuestro continente incluyen, en letras no muy grandes, alguna referencia a los niños que han muerto en las últimas horas, víctimas de una guerra que es incomprensible para ellos… y es incomprensible también para el resto del mundo. En Gaza, en las últimas dos semanas, pasó de 6.500 el número de niños palestinos asesinados por soldados israelíes que, seguramente, muchas veces, ni siquiera se daban cuenta de lo que estaban haciendo al apretar el gatillo o al lanzar las bombas…
Y el viernes pasado, sólo en las primeras 10 horas después de dar por terminado el cese del fuego, las tropas de Israel ya habían dado muerte a otros 25 niños y 115 adultos civiles palestinos más en la Franja de Gaza.
Y, oiga, esos soldados israelíes supuestamente tienen un nivel intelectual, cultural y de sensibilidad ética tan alto como el de los europeos y los demás habitantes del llamado “mundo desarrollado”.
Países habitados por gente supuestamente muy fina, muy apegada a la Biblia cristiana y también a la Torá judía, y dispuesta incluso a dar limosnas, y, por supuesto, tienen gobernantes que sólo aceptan ir a la guerra cuando, según ellos, es necesario para defender los altos valores de la democracia, la libertad y la justicia.
O sea, cuando ellos suponen que para ser buenoshay queponerse muy malos.
Y, por desgracia, esos políticos nunca saben cuándo tocará el turno de ponerse “bondadosamente malos” o incluso, como lo vimos en aquellas horrendas fotografías de Estados Unidos en Vietnam, cuando haya que lanzar bombas de napalm para quemar vivos a los enemigos… y también a sus niñitas y sus niñitos.
Desde ya, el sábado recién pasado, el diario Wall Street Journal informó que, desde el comienzo de la invasión a la franja de Gaza, el gobierno de Estados Unidos le ha proporcionado a Israel más de 15 mil bombas, incluyendo 100 bombas de más de una tonelada de explosivos de alta potencia, capaces de penetrar hasta lo más profundo en los refugios antiaéreos subterráneos.
Según informa el Ministerio de Salud de Gaza, en estos momentos hay algo más de 7 mil personas, todas civiles, atrapadas bajo los escombros de edificios y refugios bombardeados por Israel. No se sabe cuántas de ellas están todavía vivas.
Por cierto, a nivel mundial, la inmensa mayoría de los medios noticiosos, radioemisoras, diarios, revistas, redes digitales y televisión, han entregado al mundo un vendaval de informaciones que están horrorizando a la humanidad entera, incluso en los países que se han proclamado como aliados del gobierno de Israel.
Alemania, Australia, Canadá, Francia, Gran Bretaña, Japón, y toda la Unión Europea se han visto forzados a reconocer que la matanza multitudinaria de civiles inocentes, la aniquilación masiva de barrios enteros, incluyendo hospitales y depósitos de alimentos, de agua potable y combustible, es un caso flagrante de genocidio y violación de los principios básicos de los derechos humanos.
Junto a ello, se multiplican las noticias de acciones criminales perpetradas por los invasores israelíes en el territorio palestino de Cisjordania, tanto por tropas del ejército israelí como por pandillas de colonos fuertemente armados, que llegan provistos de motoniveladoras para destrozar las viviendas de los pequeños agricultores palestinos.
Según informa la agencia Reuters, de Estados Unidos, el mismo viernes pasado, una patrulla militar israelí mató a balazos a 4 miembros de una familia de campesinos palestinos, incluyendo a un muchacho de 15 años y un niñito de 8 años… Oiga, según los uniformados israelíes, tuvieron que matarlos porque se veían en una actitud muy sospechosa y amenazante.
Por su parte la red NBC, también de Estados Unidos, la semana pasada publicó un amplio reportaje sobre el número de palestinos, mujeres y hombres, que se encuentran presos en cárceles de Israel o de la Cisjordania, y a veces durante años, sin haber sido acusados formalmente de algún delito.
Muchos de ellos han sido apresados bajo el sistema llamado de “detención administrativa” que autoriza arrestar a personas de cualquiera edad sin que haya ni cargos ni evidencias.
Según la NBC, el 80 por ciento de aquellos detenidos no están siendo procesados ni se han presentado cargos en su contra. Es decir, están presos, algunos por varios años, sólo porque los israelíes los encuentran sospechosos.
En síntesis, en estos momentos las informaciones netas, concretas e indiscretas han llegado a remecer la opinión pública mundial, mostrando aspectos brutalmente racistas del régimen gobernante de Israel encabezado por el ultra derechista Benjamín Netanyahu que, desafiando a las protestas populares, acaba de obtener la aprobación del Congreso para una reforma judicial que le entrega al ejecutivo poderes prácticamente dictatoriales, por encima de las leyes fundamentales que en Israel reemplazan a la Constitución.
Por supuesto, las organizaciones sionistas dentro y fuera de Israel han calificado las protestas internacionales de apoyo a Palestina como muestras un odio racial antisemita.
Pero ahora, inesperadamente, la misma palabra “antisemita” ahora está siendo rechazada masivamente. De hecho, fíjese Ud. que en 1980 la Corte Suprema de Estados Unidos dictaminó que los judíos son una raza, en términos similares a otras razas como pieles rojas, chinos o negros.
Mediante ese fallo, la Corte Suprema ofrecía a los judíos de Estados Unidos incorporarse a la protección constitucional para las minorías raciales. Sin embargo, para un gran número de organizaciones judías la idea de reflotar el concepto de una “Raza Judía” era como reivindicar la doctrina racista de la Alemania nazi.
Al mismo tiempo, desde mediados del siglo pasado ha surgido una propuesta más ideológica que científica, que niega la existencia de razas humanas. Según esa tendencia, lo que hoy llamamos razas no son más que grupos que comparten algunas apariencias.
Sin embargo, en una perspectiva netamente biológica, todos los mamíferos son clasificados a partir de su capacidad para reproducirse y sobrevivir en la naturaleza. Así, los humanos, como animales, somos cordados, porque tenemos columna vertebral. Como cordados, somos mamíferos. Como mamíferos, somos antropoides, y como antropoides somos la especie humana.
Siendo la especie humana, tenemos grupos genéticamente diferenciados que, pese a sus diferencias, mantienen las características más importantes para la supervivencia en la naturaleza y para la reproducción de la especie. Esos grupos son las razas humanas, que, junto a diferencias de aspecto, color de piel, estatura, pelo, y otras diferencias fisiológicas menos visibles, mantienen sin embargo la capacidad de aparearse y reproducirse sexualmente, teniendo crías, hijas e hijos que también podrán aparearse y reproducirse entre sí.
Se considera biológicamente raza toda variante formal de una especie que mantiene la capacidad de generar crías fecundas.
Entre los perros, por ejemplo, un diminuto perrito de raza Chihuahua podría, con ayuda, aparearse con una gigantesca perra Gran Danés, y de ese amor resultarían unos perritos rarísimos, pero sanitos y aptos para engendrar nuevas camadas de perritos mestizos. Eso porque pese a la brutal diferencia entre las razas Chihuahua y Gran Danés, ambas son de la misma especie.
También un negrito pigmeo de 1 metro y medio de alto podría supuestamente aparearse con una rubia gigantona holandesa de 1 metro ochenta y cinco, y de ese amor resultaría una criatura mulata que, cuando grande, podría también tener hijos.
Eso, porque el pigmeo y la holandesa son dos razas distintas de una misma especie, la especie humana. En cambio, si un burro se cruza con una yegua, o si un jaguar se cruza con una leoparda, o si un león se cruza con una tigresa, de sus amores podrían salir unas crías sanitas… pero esas crías no serán fértiles. No podrían reproducirse, porque sus padres y sus madres son de especies distintas.
Así, en los humildes términos de la biología, las razas humanas sí existen y son una realidad, y, de hecho, las investigaciones de microbiología muestran claramente que en toda la humanidad de nuestros días es casi imposible encontrar a un ser humano, de cualquier parte del mundo, que no sea un mestizo o mulato de las arcaicas razas originales de nuestra especie. Razas como el Neanderthal y el Cromañón, que ya no existen, pero siguen existiendo en lo profundo de nuestros genes y siguen evolucionando con nosotros.
Entonces, que no nos majadereen más con eso de los antisemitas. De hecho, los árabes de Jordania, los iraquíes, los sauditas, los yemenitas, los moros de todo el norte de África y los egipcios, son muchísimo más semitas que los judíos de nuestro tiempo.
Entonces, si los judíos no son una raza, ¿qué es lo que son?
El historiador José Pijoan, en su Historia del Mundo, parece tener una respuesta valiosa cuando nos dice que esa tribu patriarcal de Abraham, que huyó de la ciudad imperial de Ur, una ciudad semita, posiblemente fue parte de la gran revolución machista en que los dioses viriles se tomaron el poder, dominando a las diosas y casándose con ellas.
Abraham se internó en el desierto, arreando sus rebaños y rumiando sus pensamientos. Según el investigador británico Robert Graves, es posible que Abraham haya conservado su amor religioso hacia la arcaica divinidad semítica llamada Íah o Yah, que imperaba sobre las leyes y los códigos, y que además prohibía absolutamente ser representada en imágenes.
Es posible, según Robert Graves, que la diosa semítica Yah se haya transformado en el dios semítico Yah. Es posible también que la partícula Huéh o Veh, señalara la prohibición de intentar atribuirle una imagen esculpida o tallada.
Es decir, al patriarca Abraham se le habría revelado el misterio del dios Ya Hueh, el dios supremo que crea las leyes de toda la realidad y el universo y el corazón humano.
Y el historiador Pijoan dice: Abraham y su tribu, el Patriarca y su nación, iban cruzando el desierto, ya no tenían una patria territorial. Pero tenían la fe en el misterio que perseguían y en las leyes que iban emergiendo para vivir en ella.
Viajando en el desierto rumbo al destino, para Abraham y su gente, la tribu pasó a ser la Patria y la Ley se volvió sagrada.
Nos repetimos la pregunta: Si los judíos no son una raza, ¿qué es lo que son?
Al parecer siempre fueron una nación y una intensa pasión por el pensamiento y el cálculo. Una cultura y un modo de vivir apasionado y a veces muy feroz.
Los relatos contenidos en la Biblia son versiones muy elaboradas de recuerdos lejanos convertidos en una realidad cultural. A nadie le importa que según la Biblia Dios haya hecho aparecer los árboles y las hierbas antes de haber puesto el Sol en el cielo.
Por supuesto, esos viejos vagabundos soñadores no tenían idea de que las plantas necesitan el sol para poder hacer la fotosíntesis que es la clave absoluta de la vida en nuestro planeta.
Todavía se cree en la historia de la esclavitud de los hebreos en Egipto, cuando ya sabemos que ellos llegaron a Egipto como feroces miembros de la coalición semítica de los hicsos, mataron a los faraones y reinaron durante 80 años disfrutando del poder y la abundancia de Egipto.
Luego vino la gran rebelión del príncipe Ahmosis, en el sur, continuada por su hijo Khamosis, que lograron derrotar y expulsar a los hicsos, e iniciaron el Imperio Nuevo.
Hacia el 1.400 antes de Cristo, fue coronado el faraón Amenofis IV, que pasaría a llamarse Akenatón, y que impuso por primera vez la noción de un Dios Único, Atón, representado por el sol.
Para muchos historiadores, el dios Atón fue el detonante cultural para la noción de que el dios Ya Hue de Abraham no sólo era el único dios de los judíos sino el único dios del universo.
También ese momento histórico deja muchas preguntas sin respuesta. ¿Qué idioma hablaba Moisés?... ¿En qué escritura el dios Yahue escribió las Tablas de la Ley, o Tablas de la Alianza?
Recordemos que en Egipto del siglo 14 antes de Cristo la única escritura existente era de jeroglíficos, que representan sílabas. Es decir, los jeroglíficos solo servían para escribir en idioma egipcio antiguo.
Si Moisés fue recogido y criado en la corte del faraón, obviamente sólo podía leer y escribir en egipcio, en jeroglíficos… en fin, las historias relatadas en el Antiguo Testamento son una valiosísima muestra de la cultura que se venía desarrollando, creciendo y sofisticando en el violento mundo donde finalmente se establecieron los reinos de Israel y Judá.
Desde la fundación del Estado de Israel, en 1948, hasta el 2006, antropólogos, arqueólogos e historiadores en la Universidad de Tel Aviv realizaron intensos, minuciosos y valiosísimos trabajos de investigación sobre el pasado del pueblo judío confrontándolos con el contenido del Antiguo Testamento, o la Torá judía.
El brillante historiador Israel Finkelstein, director de esas investigaciones, publicó en 2006 su obra “La Biblia Desenterrada”, en que revela, por un lado, las inconsistencias, las narraciones ficticias y los relatos antiquísimos de recuerdos aún más antiguos relatados por viejos sabios analfabetos y de memoria no muy buena.
El trabajo de la Universidad de Tel Aviv revela, por ejemplo, que el legendario, poderoso y rico reino de Judá bajo el rey David y luego bajo el reinado de su hijo, el rey Salomón, en realidad no fue más que un modestísimo periodo en que de hecho los judíos se acoplaban a las expediciones navales de comercio de los fenicios.
También quedó en claro que esas expediciones asociadas con los fenicios hicieron que comunidades judías se establecieran en muchos puntos de la cuenca del mar Mediterráneo, en el Norte de África y en la Península Ibérica, llamada Sefarad.
Es decir, ya 600 años antes de Cristo, los judíos habían establecido muchas pequeñas colonias insertas en diversos reinos para realizar operaciones comerciales y de navegación. En esas colonias los judíos conservaban sus costumbres, pero también se adaptaban a las culturas locales.
Al parecer, a la fecha del supuesto nacimiento de Cristo, había abundante población judía dispersa desde lo que hoy es España en la costa del Atlántico, hasta asentamientos en lo que hoy es Crimea y Georgia, en el Mar Negro.
Es decir, el espíritu errante del patriarca Abraham seguía vivo y poderoso mientras en las tierras de Israel y Judá se cernía la desaparición de los reinos bíblicos.
¿Cómo son los judíos? ¿Qué se quedaron haciendo en las antiguas tierras de Israel y Judá?
Las leyes de la Torá establecían desde el siglo décimo antes de Cristo la prohibición total de que los judíos pudieran contraer matrimonio con mujeres no judías. Sin embargo, esa fue la única ley que los judíos desobedecieron siempre.
De hecho, ya en los tiempos del emperador Adriano, alrededor del 50 por ciento de las familias judías incluían matrimonios con mujeres de otras razas. De ahí que ya al comienzo de la Edad Media, con las invasiones germánicas sobre el Imperio Romano, las comunidades judías ya hablaban idiomas distintos del hebreo. Los europeos fueron desarrollando el idioma Yiddish, con rasgos germánicos y eslavos, mientras los africanos y españoles desarrollaban el idioma Ladino.
Pero en la totalidad de las colonias judías, desde el Mar Negro hasta el Atlántico, hubo una norma que fe respetada invariablemente. La norma del Bar Mitzvah, en que el niño judío deja de ser infantil y, junto con la pubertad, debe demostrar que conoce y comprende la Ley de la Torá. Es decir, en la cultura judía, desde la invención de la escritura fonética, absolutamente todos los niños tienen la obligación de saber leer y escribir, y entender lo que leen, desde la niñez.
Con ello el pueblo judío pasó siglo tras siglo adaptándose a los cambios históricos, enriqueciéndose, volviéndose secretamente poderoso.
¿Cómo son los judíos?... Son tan humanos como cualquiera otro ser humano. Pueden ser crueles, pueden ser bondadosos… pueden ser feroces y despiadados, pueden ser generosos…
Pueden ser comunistas o neoliberales, poetas o vendedores callejeros, … místicos como Maimónides o matemáticos como Alberto Einstein.
Los seres humanos somos como nos tocó que fuéramos. Nadie puede juzgarnos de que seamos como somos.
Pero sí seremos juzgados por lo que hacemos. En estos momentos hay dos judíos instalados en el timón de la historia estratégica del mundo occidental. Son Volodimir Zelenski, en Ucrania, y Benjamín Netanyahu, en Israel.
¡Qué peligrosos son!... incluso para ellos mismos.
Hasta la próxima, gente amiga. Cuídense. Hay peligro.