Por Ruperto Concha / resumen.cl
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El más liberal y capitalista de los periódicos occidentales es “The Economist”, de Nueva York. Por eso es que hay que prestarle atención especial cuando comienza a lanzar anuncios de mal agüero, como hizo el miércoles pasado, en que publicó con gruesos titulares la pregunta…
¿Se está desintegrando el orden político-económico mundial?
Ese alarmante artículo afirma que el “orden” que ha gobernado la economía global desde la segunda guerra mundial, se ha erosionado y, en palabras de The Economist, “ya está al borde del colapso”.
Señala que se están sumando detonantes que provocan anarquía, y es en esa anarquía que las superpotencias terminan recurriendo a la guerra.
Y agrega que “la desintegración del viejo orden liberal ya se hace ver en todas partes, y, aunque el dólar todavía parece dominante, ya los flujos de capital están diversificándose mucho”
Con eso, The Economist se refiere a las crecientes operaciones multimillonarias, especialmente entre la China, Rusia y la India, que ya utilizan sus monedas nacionales, rublos rusos, yuanes chinos, rupias indias, rands sudafricanos… entre varios otros.
Al mismo tiempo, The Economist parece quedar enmudecido por la información del Fondo Monetario Internacional que confirman que, pese a las sanciones mundiales en su contra, el crecimiento económico de Rusia, en el primer trimestre de este año, alcanzó un 3,5%, frente a un tristísimo 1,6% de Estados Unidos, y un patético -0,2% -negativo- de Alemania.
En fin, hay que recordar que, en 1944, cuando se estableció que el dólar estadounidense sería la divisa de la economía mundial, la riqueza de Estados Unidos era el 70% del total de la riqueza mundial. Y ahora, en cambio, no llega a ser un 15%.
Bueno, en la intrincada realidad de la política, la intervención militar, la producción de bienes y el comercio mundial, el factor común más decisivo es la disponibilidad de energía. Energía abundante y barata. Sobre todo… ¡petróleo!... en líquido o en gas.
Un barril de petróleo equivale a 159 litros, que pesan entre 119 y 151 kilos, según su densidad. Así, una tonelada de petróleo equivale a unos 77 barriles. ¿A cuántas toneladas de petróleo equivaldrían 511 mil millones de barriles?
Y, ¿cuánto valdrán esos 511 mil millones de barriles de petróleo al precio de hoy, 81 dólares con 83 centavos cada uno? …
Oiga, es una monstruosidad de dinero. ¡Es un chiste!... Saque la cuenta, creo que alcanzaría para que cada uno de los 8 mil millones de habitantes del planeta Tierra, desde los recién nacidos hasta los más ancianos, recibiera alrededor de 5.300 dólares por cabeza.
Pues bien, el miércoles 8 de mayo, en Londres, la Cámara de los Comunes del Parlamento británico puso en discusión la noticia de que la nave rusa Akademik Karpinski, de investigación y exploración geológica, perteneciente a la empresa Ros Geo, de San Petersburgo, Rusia, había encontrado un enorme yacimiento de petróleo en el fondo marino del Mar de Weddell, en el continente antártico, en un territorio que reclaman como propio los gobiernos de Argentina, Chile y Gran Bretaña.
Ese yacimiento petrolero, de acuerdo a las mediciones adecuadas, comparadas y corroboradas mediante sistemas complementarios de alta tecnología, contendría aquellos 511 mil millones de barriles de petróleo que mencionábamos. Los ultramodernos aparatos de investigación submarina mediante ecosondas combinadas con emisiones electro magnéticas y pulsaciones gravitacionales capaces de penetrar profundamente bajo el fondo marino, permitieron a los científicos rusos determinar con suficiente aproximación el espesor y la amplitud del yacimiento.
De hecho, la nave Akademik Karpinski había iniciado sus exploraciones y sondeos submarinos en la Antártica en 2011, realizando seis viajes sucesivos. Ya en 2012, la empresa Ros Geo había publicado sus primeros informes, que posteriormente fueron completados con las mediciones submarinas sobre un área de 6.500 kilómetros, entre 2019 y 2020.
Es posible que las exploraciones y sondeos entre 2020 y 2024 hayan proporcionado la información suficientemente comprobada que Rusia ahora está dispuesta a analizar con países amigos para determinar futuras acciones en que podrían participar las otras naciones a partir del grupo BRICS, al que se han sumado ya Arabia Saudita, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía e Irán.
También Argentina había mostrado interés en sumarse al grupo BRICS, pero el nuevo presidente, Javier Milei, interrumpió bruscamente los contactos y anunció en términos agresivos su vocación pro neoliberal, pro occidental, pro Israel y, obviamente, anti China y anti Rusia.
Algunas publicaciones de la prensa argentina y europea han procurado restar importancia al descubrimiento de aquel enorme yacimiento, particularmente por la ausencia de excavaciones en el fondo marino que, supuestamente, sería la única forma de demostrar en concreto la existencia del petróleo y el gas.
Por supuesto, Rusia no habría podido realizar esas excavaciones que estaban prohibidas en el Tratado Antártico de 1961. Sin embargo, ese mismo tratado había establecido el derecho de las naciones a hacer reclamaciones territoriales sobre la Antártica y su fondo marino.
El mismo Tratado Antártico estableció también que, a partir de 1991, las naciones firmantes tendrían derecho de modificar algunas prohibiciones si obtienen una mayoría simple por parte de las demás naciones firmantes.
Con ello, se dejaba sin efecto el Protocolo de 1998 en que se prohibió estrictamente realizar excavaciones u otras intervenciones relacionadas con los recursos minerales, excepto aquellas que tuvieran carácter de investigación científica.
Asimismo, el Tratado Antártico no otorga poderes judiciales ni policiales ni impone obligaciones más allá de cumplimiento de buena fe de lo que el Tratado plantea.
Más aún, el mismo Tratado estableció que, a partir de 2048, los países firmantes podrán establecer reformas por simple mayoría.
Es decir, las supuestas prohibiciones que podrían paralizar futura exploraciones geológicas en realidad no tienen un fundamento jurídico básico. Sin embargo, no parece, al menos por ahora, que haya un interés de Rusia y sus socios del BRICS por iniciar faenas de explotación de aquel gigantesco tesoro antártico.
Posiblemente, esa parsimonia se deba a que un aumento en la producción de petróleo y gas no se realiza para aumentar la oferta en el mercado de energía. Por el contrario, lo que ocurre es todo lo opuesto. Es un aumento de la demanda lo que lleva a la necesidad de aumentar la oferta.
En el caso de Europa, la aplicación de las sanciones contra Rusia, incluyendo el ataque terrorista contra los gasoductos rusos que abastecían principalmente a Alemania, se ha traducido en un aumento en la demanda, pero ese aumento lo está aprovechando principalmente Estados Unidos que ahora está proveyendo a Europa de gas licuado a un precio considerablemente más caro.
También el gas producido en los países árabes se ha dificultado por la crisis de navegación en el Mar Rojo y los ataques yemenitas que han reducido a casi la mitad el transporte de gas y petróleo hacia el Mediterráneo.
Volviendo a las lúgubres opiniones del gran periódico neoyorkino The Economist, es bueno fijarse en cómo está debilitándose y resquebrajándose el supuesto “globalismo” económico que en realidad llegó a ser una nueva forma de colonialismo.
La nueva tendencia apunta a una globalización libre del pasado colonial que Europa llegó a imponer sobre el resto del mundo, y que a través de dos horrorosas guerras mundiales traspasó el poderío de Europa hacia Estados Unidos, que alegremente tomó el mando.
En ese proceso, tras la desintegración de la Unión Soviética, quedaron varias cosas en claro. Primero, la dupla de Estados Unidos y Europa no perdió un instante en dejar en claro que las Naciones Unidas deberán obedecer las instrucciones y las órdenes de los poderosos países miembros de la OTAN.
Más aún, al mismo tiempo que la OTAN rechazaba la postulación de Rusia a integrarse en ella, lanzó un brutal ataque de guerra para desarticular a Yugoslavia, que era el único país socialista que quedaba en Europa.
Una guerra fulminante, tan devastadora que el primer ministro británico Tony Blair, siendo él mismo militante del Partido Laborista Británico, declaró alegremente ante la prensa que “¡Estamos lanzando bombas humanitarias contra esos serbios!”
Y bueno, de paso, en el bombardeo de Belgrado la OTAN, sin saber cómo, se equivocó y terminó bombardeando también la embajada de China, matando de paso a media docena de periodistas.
Bueno, fue con la llegada del Siglo 21 que la asociación de Estados Unidos con Europa, Israel, Japón y Australia, más, eventualmente, Indonesia y Filipinas, perfiló un camino que resultó malo y autodestructivo.
También esta semana recién pasada, el gobierno de Francia encabezado por Emmanuel Macron, tuvo que enviar una fuerza militar sobre las islas polinésicas de Nueva Caledonia, donde la población nativa, los llamados “canacas” habían iniciado protestas violentas contra medidas de Francia que favorecen a los europeos en desmedro de los polinesios.
Según informes extra oficiales, la restauración del orden en Nueva Caledonia habría dejado un saldo de 17 indígenas canacas muertos y un alto número de jóvenes heridos en las protestas. Es difícil que los habitantes polinesios acepten un retorno a la tranquilidad bajo el ya extemporáneo gobierno colonial de Francia. Recordemos que la presencia francesa en África Subsahariana ya fue humillantemente expulsada de todos los estados africanos que habían sido colonias de Francia o de Bélgica.
También Estados Unidos ha tenido que aceptar la expulsión de sus tropas supuestamente amistosas, que han sido rápidamente reemplazadas en África por fuerzas militares rusas invitadas por los respectivos gobiernos en calidad de “instructores”.
Y, hablando de la Antártica y nuestra tan chilena Antártida, resulta difícil entender las movidas de política internacional del presidente argentino, Javier Milei, que en esta semi-crisis del petróleo en territorios reclamados tanto por Argentina como por Chile y Gran Bretaña, se está mostrando extremadamente dócil con Estados Unidos, y hostil con Bolivia, Brasil, Chile, Colombia y México…
¿Espera, quizás, que su postura férreamente occidentalista, le traiga por recompensa un apoyo para que las islas Malvinas vuelvan a ser territorio argentino?
Y, a propósito del Derecho Internacional y Carta de las Naciones Unidas, ¿cómo es que Gran Bretaña sigue acusando a Rusia de agresión contra Ucrania, cuando la misma Corona Británica hizo exactamente contra España lo mismo que Rusia hizo sobre Crimea y el Donetsk? Fue hace muy poco, en noviembre de 2002, cuando el gobierno de España exigió que Gran Bretaña le devuelva los territorios de Gibraltar.
En respuesta, Londres organizó un plebiscito, para que, en el lugar, la gente decidiera si querían volverse españoles o seguir siendo ingleses.
Y claro, una mayoría abrumadora votó por ser “ingleses”. Con ello, se dio por terminada la discusión, porque en ese caso… “la voz de la mayoría es la voz de la justicia” según Gran Bretaña.
Bueno, eso en Gibraltar… pero en Crimea no. Ni tampoco en el Donetsk. ¡Porque no puede ser que ellos quieran seguir siendo rusos!
En fin, es preciso exigir que se nos diga la verdad, aunque la verdad sea peligrosa y duela. Porque es más peligroso y duele saber que no nos atrevemos a pensar para poder exigir. ¡Hasta la próxima, gente amiga! ¡Cuídense!