PODCAST | Crónica de Ruperto Concha: Mala herencia

Por Ruperto Concha / resumen.cl Opción 1: Spotify https://open.spotify.com/episode/7rNY0wX3QnTNAqYiZDjqX9?si=_0HCWuCBRLms7QYLUNthRQ Opción 2: Apple Podcast Opción 3: Radio Public Siempre, desde que éramos niños, nos han enseñado que hay que amar la Patria… “CON FERVOR”. O sea, que tenemos que sentir en forma ardiente, como un fuego febril, el amor a nuestra patria. Pero ¿qué es específicamente nuestra patria? Por cierto, la Patria es un país, una extensión de tierra que está rodeada por otras Patrias donde viven otras personas. Y en esta Patria es donde aprendemos a ser como somos. Pero la casa en que uno vive o donde nos criaron, no es la Patria de uno. Tampoco mis compatriotas son necesariamente mis parientes o mis amigos. Pero de alguna manera esa “gente” que son mis compatriotas encajan bien conmigo de un modo difícil de describir. Incluso los que resultan enemigos de uno, los que nos traicionan y abusan… ¡igual nomás los percibimos como compatriotas!... Compatriotas traidores, claro. Algunos pensadores piensan que la Patria es lo que sentimos al conocer nuestro pasado, la obra de las personas que nos precedieron y con su entendimiento, con sus aspiraciones, sus empeños y sus sueños y sus luchas, fueron creando nuestra manera de vivir, nuestro espíritu local. Pero esa idea no me convence del todo, pues cuando éramos niños chicos ya amábamos la patria, aunque no sabíamos casi nada de nuestra Historia. Quizás el amor a la patria sea, en el fondo, una expresión fuertemente emocional del instinto de animalitos de manada, que nos induce a aceptar confiadamente las formas y las normas de nuestro gran rebaño. ¿Pero qué pasa cuando nuestro gran rebaño se proyecta más allá de las fronteras territoriales de nuestro país? ¿Y qué pasa cuando las normas y las costumbres de nuestra patria se impregnan de nuevas normas, nuevas modas, nuevas costumbres llegadas de países que antes eran lejanos pero que hoy están al alcance del teléfono, de Internet, y de nuevas normas internacionales que pueden no gustarnos, o gustarnos más que las viejas normas de nuestra Madre Patria?   El sacerdote jesuita francés Pierre Teilhard de Chardin, extraordinario antropólogo y hombre de ciencia, una vez se enojó muchísimo cuando le hablaron sobre el llamado “milagro de la Vida”. ¿Qué blasfemia es esa? dijo el padre Teilhard de Chardin… ¿Quién se atreve a suponer que Dios tiene que andar haciendo “milagros”, así como un prestidigitador que saca palomas de su sombrero? Y agregó: La Vida y todo el universo fueron concebidos en el Plan de Dios desde el primer acto en que creó el tiempo, el espacio y todas las leyes de la naturaleza. Bueno, hubo muchos teólogos conservadores que se sintieron ofendidos, aunque tuvieron que tragarse la bronca hasta varios años después de su muerte, en 1957, cuando la Jerarquía Eclesiástica condenó su obra, como contraria a la doctrina de la Iglesia Católica. Ya varios siglos antes, dos grandes pensadores judíos habían lanzado ideas similares. Primero, el rabino Maimónides, en el siglo 12, explicó que los seres humanos vivimos siempre rodeados por los ángeles, que en realidad son las leyes de la naturaleza, y su tarea es cumplir, hacer cumplir, la voluntad de Dios. O sea, la gravitación, el espacio, el tiempo, la energía, las órbitas de los astros, en fin… en realidad son los ángeles que cumplen el Plan de Dios. Después, en el siglo 17, el filósofo Baruch Spinoza, también judío, planteó que el universo entero, con sus transformaciones, es finalmente la insondable realidad de Dios a la que tratamos de acercarnos en nuestra humilde búsqueda de las verdades, cosa que es la tarea y la ambición máxima del espíritu y la inteligencia humana. También grandes pensadores católicos, como Santo Tomás de Aquino, plantearon la necesidad de conciliar la ciencia con la religión. Santo Tomás dijo que “la fe necesita interrogar a la inteligencia”. Pero, frente a ellos, hay una legión de religiosos que creen que lo que se dice en las distintas versiones y traducciones de la Biblia hay que tomárselo al pie de la letra, incluso cuando la ciencia indica lo contrario. Por ejemplo, para ser un buen cristiano Ud. debe creer que la Tierra fue creada el domingo 23 de octubre del año 4004 antes de Cristo. Por supuesto, los defensores de la cronología bíblica señalan que esa fecha, calculada por el obispo irlandés James Ussher, se basa al pie de la letra en las fechas señaladas en el Antiguo Testamento. Sin embargo, incluso según esas críticas, sólo se podría aumentar hasta unos 7 mil años antes de Cristo. O sea, la Biblia, en el mejor de los casos, se estaría pasando por alto nada menos que unos 4.500 millones de años.   Sin duda, la gente que no sabe pensar racionalmente no tiene más remedio que refugiarse en opiniones de esas que resultan “misteriosas”. Sobre todo cuando se está en medio de una crisis como ésta de nuestro tiempo, en que las pandemias, las guerras y las crisis económicas están sacudiendo a prácticamente todas las “Patrias” de nuestro planeta. En las favelas de Sao Paulo, Brasil, por ejemplo, viven aproximadamente 4 millones de personas. Y en las de Río de Janeiro se hacinan unos 2 o 3 millones más. Para ellos, la favela, o sea la población callampa, es la patria... El poderoso Partido Evangélico que apoyaba al ultraderechista presidente Jair Bolsonaro no cree que haya que tomar medidas de gobierno para enfrentar la miseria. De hecho, ellos afirman que los que los habitantes de las favelas son personas que por sus vicios y malas costumbres merecen ser castigadas por Dios. En tanto, en Estados Unidos, las crecientes tensiones políticas, económicas y sociales de este momento, aparecen acompañadas de cambios sorprendentes. De hecho, el Pentágono ya ha admitido que el interés de los jóvenes por incorporarse a las Fuerzas Armadas ya es prácticamente inexistente. También las encuestas revelan que el número de estadounidenses que hoy se declaran no religiosos ya superó al número de fieles de la Iglesia Católica de Estados Unidos, que es la más numerosa congregación cristiana del país… Y no sólo eso. Además, se estableció que el culto religioso definido como “Satanismo” ya se ha extendido en las principales ciudades del país, particularmente entre jóvenes de clase media acomodada. Y, en gran medida, su prestigio entre la gente de clase media alta se basa en los sorprendentes resultados de unas “sanaciones” místicas a enfermos, muchos de los cuales habían sido desahuciados por la medicina científica.   La Dra. Kelly E. Hayes, catedrática de Estudios Religiosos de la Universidad de Indiana, Estados Unidos, publicó un importante artículo en la revista The Conversation, mostrando cómo esa visión fantasiosa de los nuevos sectores de magia religiosa coincide en estos momentos con los más importantes análisis sobre los efectos que tuvo la pandemia COVID-19 sobre las sociedades en todo nuestro planeta, incluyendo los países más desarrollados. Un equipo de académicos de alto nivel de las universidades de Harvard, Minnesota, y del Centro de Investigación de Enfermedades Infecciosas, de EEUU, emitió el 30 de abril un informe en que califica la pandemia como la peor crisis mundial en más de un siglo. Y, en ese informe, reconocen que el desarrollo de la pandemia y sus efectos futuros todavía son impredecibles, admitiendo que es posible que nuevos brotes de esa pandemia, o de nuevas pandemias, afecten a miles de millones de personas en todo el planeta, en sucesivas oleadas de propagación. Eso implicaría que la actual situación de medidas de cuarentena y distanciamiento social tendría que volver a aplicarse, con sus peligrosos efectos psicológicos y sociales, sobre todo entre la gente joven, en un futuro bastante próximo. Por su parte, las publicaciones BBC, de Londres y The Conversation, de Estados Unidos, el 29 de abril entregaron una entrevista al célebre sociólogo Jeremy Rifkin, actualmente asesor de varios gobiernos europeos en materias de desarrollo social y ecológico. En esa entrevista, el profesor Rifkin advierte crudamente que, en sus propias palabras, “estamos bajo la amenaza de extinción, y la gente simplemente no lo sabe. No se da cuenta, aunque siente el malestar.”. Y agrega crudamente que “los desastres naturales, pandemias, incendios catastróficos, huracanes, inundaciones y sequías, van a continuar y aumentarán cada vez más, porque la temperatura de la tierra sigue subiendo y porque hemos arruinado los suelos fértiles y hemos afectado gravísimamente el agua y los océanos”. Señala Rifkin que la irracional explosión demográfica ha invadido ávidamente casi la totalidad de los ámbitos de los sectores de vida natural silvestre, agotando sus recursos y a la vez poniendo a humanos y animales en un nivel de contacto que conlleva la evolución de bacterias y virus que aprenden a pasar desde los animales a los humanos. Señala también que la actual tecnología basada en la Inteligencia Artificial está haciendo inminente e inevitable una revolución social y económica que eliminará con rapidez vertiginosa más de dos tercios de los actuales puestos de trabajo en todo el mundo. Es decir, sólo habrá trabajo, sólo podrán ganar dinero con su trabajo, las personas educadas y capacitadas para las nuevas empresas, con nuevas tecnologías y tremenda capacidad de producción de bienes y servicios con bajísimo uso de participación humana.   Jeremy Rifkin enfatiza que las mayores esperanzas de que se frene la explosión demográfica y en cambio se potencie la educación de alta calidad, se centran en los movimientos feministas. Dice que son las mujeres las que han comprendido que se volvió inaceptable el viejo destino de la mujer sin educación condenada al trabajo doméstico, sin posibilidad de ganar recursos económicos propios y de responder a sus vocaciones y sus capacidades intelectuales propias. Ahora en el mundo desarrollado o en verdaderas vías de desarrollo, la explosión demográfica prácticamente se ha detenido, por decisión de las mujeres. Pero en el mundo más atrasado y entre la gente más ignorante, se mantiene una alta tasa de nacimientos por mujer. Ya la población mundial sobrepasó los 8 mil millones de habitantes, y, al ritmo actual, puede llegar a 10 mil millones en esta década. Es decir, habrá aumentado en 2 mil millones más la población en países que no pueden proporcionar ni educación ni puestos de trabajo ni alimentación ni servicios médicos adecuados a la gente. O sea, serán 2 mil millones más de seres en situación de dramática miseria que, por supuesto, tratarán de emigrar de cualquier modo hacia los países desarrollados.   Jeremy Rifkin enfatiza también un rasgo especial de las generaciones de los llamados “milenaristas”, los que han nacido después de 1990 y se han desarrollado en el siglo 21. La peculiaridad de estas generaciones es que, por la forma distinta en que se han formado, ya no se identifican como miembros de una “clase social”. Por el contrario, constituyen un equivalente a “clase social” a partir de sus vocaciones, sus estudios, sus gustos y, por supuesto, de la red de amistades que se les forma durante el proceso de paso hacia el mundo adulto. Son esos “milenaristas” los que tienen un núcleo cultural igualitario, en el que la mujer logra desarrollarse con más fuerza y haciendo aportes más valiosos. En buenas cuentas, son los milenaristas de hoy los que ya han comenzado a producir un sutil proceso revolucionario del que podrá surgir un entendimiento nuevo, humanista y enérgico, capaz de reemplazar las nociones de nacionalismos represivos y agresivos, que se basan y necesitan la adictiva actitud de la gente común de anhelar ser socialmente aprobados según sea su capacidad de compra y de consumo.   Así, pues, podría ser que en realidad nuestra civilización actual esté a punto de derrumbarse, y nuestra especie de consumidores “Homo non sapiens”, realmente esté al borde de la extinción. Quizás, cuando nos recuerden, les daremos risa a nuestros descendientes. O, quizás les daremos una sensación de lástima. Hasta la próxima, gente amiga. Hay peligro. Pero ahí están las mujeres y sus varones, juntos y resueltos a encarar lo que haga falta.   Foto: Ricardo Martins | Wikipedia
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