Por Ruperto Concha / resumen.cl
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Ayer concluyó, en Escocia, la Cumbre Mundial sobre el Cambio Climático. La imponente COP26. Y, como se temía, culminó en una aparatosa declaración, que llamaron Acuerdo Global, y que no apunta más allá de, fíjese Ud., “mantener viva la esperanza” de frenar el recalentamiento de la atmósfera terrestre a no más de 1,5 grados Celsius.
En cuanto a los aportes financieros para aplicar medidas concretas de reemplazo a los polucionantes combustibles fósiles, sólo se limitaron al acuerdo alcanzado en Roma por el Grupo de los 20, que contempla aplicar un impuesto del 15% a las ganancias de las empresas multinacionales… un impuesto cuya aplicación es muy dudosa.
Pero los compromisos reales alcanzados hacen prever que el recalentamiento de hecho puede alcanzar a por lo menos 2, 4 grados, lo que implica grave aumento del nivel del mar, junto a catástrofes climáticas con sequías desastrosas, diluvios devastadores, huracanes, tornados y tifones, además de incendios forestales peores que los de los últimos dos años.
Eso, además del gravísimo daño a la biosfera, con modificación de virus y otros microorganismos, empobrecimiento extremo de la vida marina, desaparición o debilitamiento de especies incluyendo las abejas…
Oiga… esos personajes que detentan el poder y la riqueza del mundo entero… ¿sólo nos ofrecen “mantener viva la esperanza?...
¿No es eso una inaceptable insolencia ante la humanidad entera y el frágil planeta en que vivimos?
Fíjese Ud. que al inicio de la cumbre tres de los máximos líderes mundiales posaron juntos fachendosamente para una foto. Ellos eran el presidente de Estados Unidos, Joseph Biden, junto al primer ministro británico, Boris Johnson, y el primer ministro de Israel, Naftalí Bennett.
Es decir, juntos ahí los tres que engordan las fuerzas armadas más polucionadoras del planeta. Y los tres que impusieron a las Naciones Unidas el abstenerse de mencionar siquiera ese tema. Especialmente el hecho de que, en relación al número de habitantes, Estados Unidos e Israel superan lejos a los demás países, en términos de su presupuesto militar.
En cuanto a Gran Bretaña, que tiene el quinto lugar en volumen de sus fuerzas armadas, se ha convertido en el tercer proveedor de armas a los países subdesarrollados. Sólo las Fuerzas Armadas de Estados Unidos están generando una polución carbónica mayor que la de muchos países enteros y además son los mayores consumidores de petróleo a nivel mundial.
Se estima que las fuerzas armadas de Estados Unidos no sólo no han disminuido sus emisiones polucionantes; sino, por el contrario, las han aumentado. Pero toda la información sobre la polución generada por los ejércitos y la industria militar occidental ha sido ocultada herméticamente.
De hecho, se excluyó por completo cualquier análisis sobre ese tema por parte de los participantes en la Cumbre. Ya en la Cumbre de Kyoto, hace 24 años, Estados Unidos había vetado toda investigación o análisis que se relacionara a su actividad militar y su industria de armas.
Los demás países tuvieron que aceptar esa prohibición, y las demás potencias, por su parte, apegaron, estableciendo que toda información sobre el efecto del armamentismo en el cambio climático caerá bajo la censura con su calidad de “Secreto de Estado”.
Sin embargo, científicos de todo el mundo han realizado investigaciones sobre esa polución militarizada, aplicando análisis sobre desechos sólidos, líquidos y gaseosos emitidos en los procesos de desarrollo y fabricación de armas, y también en el trasporte y las maniobras militares, tanto en acciones de guerra real como en los entrenamientos y ensayos con ejércitos aliados en el resto del mundo.
Entre las cifras de polución detectadas se cuenta, por ejemplo, que cada avión F-35 consume 5.600 litros de combustible por hora. O sea, el equivalente a lo que consumen 1.900 automóviles en ese lapso.
Asimismo, la ocupación militar de Estados Unidos y sus aliados sobre Irak, ha producido, cada año, una polución por emisión de gases de petróleo equivalente a la de 25 millones de automóviles, año tras año, durante ya 18 años.
El gasto militar total mundial se estima en dos billones de dólares. Dos millones de millones de dólares. De esa suma enorme, Estados Unidos gasta el 40% cada año, o sea 800 mil millones de dólares este año. Mucho más de lo que gastan China y Rusia juntas.
Y el primer ministro británico, Boris Johnson, reveló hace algunos meses que realizará inversiones enormes en gastos militares que superarán todos los precedentes desde los tiempos de la Guerra Fría.
Es imposible ocultar que, mientras en la COP-26 las potencias aseguran luchar para disminuir la polución de CO2 en la atmósfera, en realidad, en forma oculta, están haciendo un catastrófico aumento de la polución que provoca el cambio climático.
Pero fíjese Ud que el miércoles 3 de noviembre, tres días antes del inicio de la Cumbre COP-26, el general estadounidense Mark Milley, jefe del Estado Mayor Conjunto de su país, o sea, el oficial de más alto grado de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos provocó un verdadero terremoto en la política mundial.
En conferencia en el seno del Aspen Security Forum, de Washington, ante parlamentarios, miembros del Poder Judicial, altos funcionarios de gobierno, científicos y representantes de las grandes corporaciones, además de periodistas acreditados, el general Milley señaló descarnadamente, que ya llegó a su final el predominio mundial de Estados Unidos.
Analizando los avances tecnológicos alcanzados por China y Rusia, a lo largo ya de las últimas décadas, estos han tenido por efecto establecer una nueva realidad geoestratégica en la cual el poderío mundial supremo es compartido por Beijing, Moscú y Washington. Es decir, el orden mundial unipolar que había impuesto Washington ya dejó paso a un nuevo orden mundial tripolar.
En relación con el impresionante y preciso impacto de un misil hipersónico chino lanzado desde el espacio orbital hasta un blanco en la superficie terrestre a una velocidad estimada de 6.000 kilómetros por hora, el general Milley admitió que los sistemas antimisiles de Estados Unidos simplemente no tienen ninguna posibilidad de interceptar un ataque masivo de misiles chinos o rusos sobre territorio norteamericano.
En relación a una intervención militar de Estados Unidos en defensa de Taiwán, el general Milley señaló que el ejército chino, claramente y sin lugar a dudas, tiene el poder de aniquilar las defensas de Taiwán, las de Taiwán y las de los aliados que quieran intervenir. Sin embargo, destacó también que es muy improbable que el gobierno de Beijing lance una invasión sobre Taiwán, primero que todo porque la población de Taiwán es absolutamente china.
Y segundo, porque el inicio de la guerra con Estados Unidos provocaría la ruina de la economía mundial. Además, tercero, porque los habitantes de Taiwán no tardarán mucho en comprender que la reunificación con China continental es una opción que puede ser muy conveniente para las mayorías de ambas naciones que son, en el fondo, una.
Frente al nuevo panorama estratégico, el general en jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos destacó que la única alternativa estratégica para el mundo occidental es asegurar un diálogo permanente, claro y expedito entre China, Rusia y Estados Unidos, tanto a nivel militar como económico, jurídico, científico y cultural.
¿Qué tal?... Por supuesto de inmediato sectores del partido Republicano y del ala derechista de los Demócratas de EEUU acusaron al general Milley de ser un traidor y están exigiendo su destitución inmediata.
Pero, a la vez, se confirmó que mañana, lunes, los presidentes Joseph Biden y Xi Jinping tendrán su entrevista cara a cara, durante tiempo indefinido y mediante conexión digital, supuestamente para dar comienzo a una nueva era, con una nueva forma de relación entre ambas potencias mundiales.
Según las propias palabras del general Milley, la relación conveniente entre las tres súper potencias del mundo exige básicamente tres factores. Uno, que cada uno sepa que los otros tienen el poder de responder a la fuerza con la fuerza. Dos, que cada parte esté dispuesta a hacer aportes para la conveniencia de las otras. Y, Tres, que se mantenga una comunicación clara, permanente y sin ambigüedades entre las tres partes.
¿Y cómo reaccionan las demás naciones del mundo, incluyendo a China y a Rusia?
Es muy sorprendente ver cómo se ha aceptado, a nivel mundial y ya como un hecho consumado, que Estados Unidos perdió su posición de liderazgo imperial sobre nuestro planeta. A la catástrofe estratégica y política de la retirada de Afganistán se han sumado otras derrotas muy graves que, además de Washington, han afectado a sus más poderosos aliados.
En la brutal guerra contra la república árabe de Yemen, iniciada por el presidente Barack Obama y continuada por una alianza de Estados Unidos con Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos e Israel, los yemenitas han logrado resistir ataques masivos con armas ultramodernas, y obtienen victorias y victorias sin contar ellos con más apoyo que el de Irán.
En estos momentos, los yemenitas han logrado recuperar la mayor parte de su territorio invadido, y la coalición encabezada por Estados Unidos sólo cuenta como éxito real la ocupación ilícita de la isla yemenita de Socotra, en la que se cedió a Israel el espacio para la instalación de una base militar que controle el paso desde el Mar Rojo hacia el Océano Indico.
En Paquistán ha sido infructuoso el esfuerzo de Washington para instalar una base desde la cual intervenir eventualmente sobre Afganistán. En Irak ya la retirada de las fuerzas de ocupación de Estados Unidos y la OTAN se vincula al aumento del poder y aumento de la relevancia de Irán.
En el Líbano, Estados Unidos se vio forzado a levantar la prohibición de comercio con Irán, y la llegada de buques petroleros iraníes al país. Además, tuvo que aceptar las reclamaciones del Líbano sobre los yacimientos submarinos de gas y petróleo que Israel reclamaba para su exclusividad.
Y la más estruendosa derrota fue la confirmación del gobierno de la República Siria, encabezada por el presidente Basher Assad, tras 7 años de una guerra interna financiada por Estados Unidos y sus socios árabes, y presentada ante la opinión pública como una supuesta “rebelión popular contra el gobierno antidemocrático de Siria”.
El triunfo del presidente Basher Assad, reelegido el año pasado en una votación democrática inobjetable. De hecho, el periódico británico The Guardian, en edición dominical de septiembre, anunció con grandes títulos que “El que fue el Paria Assad ahora es la clave de la paz en todo el Cercano Oriente”.
De hecho, los líderes de los Emiratos Árabes Unidos, junto a la monarquía de Jordania y los representantes de la Liga Árabe, ya reconocieron formalmente al presidente Basher Assad y el propio Estados Unidos tuvo que admitir el término de su participación militar en Siria.
En estos momentos, sólo la intervención de tropas turcas en el norte de Siria, que actúan supuestamente contra el ala terrorista de los kurdos, sigue negociando con Rusia el retiro total de sus efectivos que están en territorio sirio.
Sin embargo, más allá del derrumbe de la hegemonía imperial de Estados Unidos, está prevaleciendo la noción de que ni China ni Rusia están dispuestos a repartirse con Estados Unidos el dominio mundial.
De hecho, también Beijng y Moscú han adherido a la propuesta de una organización planetaria no tripolar sino multipolar. Es decir, la estructuración de un sistema basado en organizaciones regionales formadas sobre intereses económicos y sociales compartidos, y no en ideologías.
Para Europa, este proceso llega en mal momento, cuando inesperadamente está resurgiendo la pandemia de COVID19, a la vez que la inflación desatada en Estados Unidos ya contaminó la economía de Europa, mientras se siguen crispando las discrepancias entre la Unión Europea y otros países díscolos como Polonia, Hungría y Austria.
Al menos ya está claro que las potencias mundiales, no sólo las grandes ni tampoco las menores, todas sin excepción, ya han tomado conciencia de que los arrebatos nacionalistas y militaristas no conducen a nada.
Es posible que, en estos momentos, mientras en Chile humildemente hace su trabajo la Convención Constituyente, en el resto del mundo comience a vislumbrarse la posibilidad de lograr una especie de Constitución Planetaria, vinculante, eficaz, coherente y por lo tanto más poderosa que las ya seniles ambiciones imperialistas, nacionalistas o racistas.
Desde ya| han surgido análisis y propuestas tentativas bosquejadas por instituciones académicas.
Se está analizando también cuáles reformas profundas serían necesarias, por ejemplo, para que las Naciones Unidas pudieran articular los múltiples polos de intereses, propuestas y necesidades que surgirán en un nuevo mundo multipolar.
Como fuere, la condición elemental es lograr que las naciones puedan superar los nacionalismos ambiciosos y aprendan a disfrutar de la integración de las poderosas identidades de cada cultura y cada raza.
En ese contexto, ¿qué sentido pueden tener las feroces propuestas militaristas que sueñan con construir el futuro a sangre y fuego, lo que equivale a matar el futuro tal como el depredador mata a su presa?
Hasta la próxima, gente amiga. Cuídense. ¡Hay peligro!
Pero desde que éramos niños comprendimos que, a excepción del amor de nuestras madres, todo lo más valioso que uno puede anhelar generalmente es también muy peligroso.