Por Ruperto Concha / resumen.cl
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El 9 de agosto pasados se cumplieron 77 años de los lanzamientos de bombas atómicas sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, en Japón, en que mataron a unas 130 mil personas y dejaron agónicas a otras 200 mil más, que tardaron algunas semanas o meses en morir por sus quemaduras o por contaminación venenosa de radiactividad.
En fin, todos sabemos bien que entre ambas bombas mataron a unas 400 mil personas, todas ellas civiles, principalmente mujeres y niños. Ambas ciudades en la práctica no habían tenido más participación en la guerra, que trabajar y trabajar produciendo lo que el gobierno les ordenaba producir.
El presidente de Estados Unidos, Harry Truman, celebró jubilosamente el bombardeo y afirmó que con ello habían forzado la rendición inmediata del Japón, evitando la muerte de miles de jóvenes soldados estadounidenses.
Pero el presidente que sucedió a Truman, el general Dwight Eisenhower, lo desmintió con implacable honradez, diciendo: “¡Eso no es cierto!... Los japoneses estaban listos para rendirse y no hacía falta golpearlos con esa cosa horrible”.
Según los analistas más serios, Estados Unidos lanzó esas bombas atómicas, sobre gente inocente, con dos propósitos reales. El primero, estrenar espectacularmente ante el mundo entero su flamante armamento atómico. Y segundo, hacerlo antes de que el Ejército Soviético se apoderara por completo de la península de Corea.
Según sus cálculos, Estados Unidos había alcanzado un armamento tan pavorosamente poderoso, que ya ninguna otra potencia se le podría oponer.
Pero estaba equivocado. No sólo sus aliados británicos y franceses sabían cómo hacer sus propias bombas atómicas. Muy pronto también la Unión Soviética y la China lo habían conseguido y después se acoplaron unos cuantos más
Dos meses después de Hiroshima y Nagasaki, en Dumbarton Oaks, California, los aliados, encabezados por el soviético José Stalin y el estadounidense Harry Truman, creaban la llamada “Organización de las Naciones Unidas”, supuestamente para preservar la paz mundial y el progreso de la civilización humana.
Pero, también en esa Cumbre de Dumbarton Oaks, el primer ministro británico Winston Churchill comentó en voz baja a un grupo de periodistas, una frase que marcó la Historia:
Mirando a los delegados soviéticos, Churchill dijo: “ha caído una cortina de hierro separando a oriente y occidente”.
Eso de la “Cortina de Hierro” saltó de inmediato a la fama. Muchos lo entendieron como algo amenazante y trágico. Como el comienzo de una “Guerra Fría” que en cualquier instante podía convertirse en un infierno radiactivo.
Pero en realidad esa Cortina de Hierro tuvo la bendita capacidad de hacer que la Guerra Fría se mantuviera fría. Estados Unidos y la Unión Soviética sabían que si se enfrentaban directamente entre sí, el resultado sería un horroroso empate de aniquilación recíproca.
Y así resultó que, como subproducto de la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría hizo que fuera indispensable la creación de un organismo internacional verdaderamente eficaz que permitiera establecer una legalidad inteligente para que las gigantescas naciones vencedoras pudieran negociar entre sí…
Y donde las naciones pequeñas y pobres, del resto del mundo, pudieran a su vez defender sus intereses buscando apoyo en su propio número, o en uno u otro lado de la Cortina de Hierro.
Un nuevo organismo encargado de hacer que la inteligencia negociadora pudiera prevalecer sobre la pasión racista, nacionalista e imperialista que predominaba en Europa y que generalmente se traduce en guerra.
Resulta poético y profético el hecho de que en la misma Cumbre de Dumbarton Oaks, nacieran como gemelos, desiguales, pero mutuamente indispensables, la Organización de las Naciones Unidas y la Cortina de Hierro.
La acción de las Naciones Unidas se hizo sentir muy velozmente a lo largo y lo ancho de todo el planeta, aportando una legitimidad inteligente a la acción de las naciones, los grupos sociales y culturales, en casi todos los campos más importantes de las aspiraciones y las necesidades humanas.
A través de organismos como la UNICEF, enfocada a los niños y adolescentes; la UNESCO, a la ciencia, el arte y la cultura; la OIT, al trabajo y los trabajadores, la OMS, a la salud y la medicina… en fin, la acción de las Naciones Unidas logró unificar y democratizar los avances sociales.
Y, sobre todo, la ONU logró establecer mundialmente los procedimientos jurídicos, de acuerdo a los Derechos Humanos, incluyendo el Tribunal Penal Internacional.
En su Carta Fundamental, la ONU estableció los procedimientos del Derecho Internacional, incluso aquellos referentes a la declaración de guerra y, eventualmente, a los crímenes de guerra.
A sólo 5 años de la aprobación de la Carta Fundamental de las Naciones Unidas, la Guerra de Corea puso a prueba la validez de sus conceptos aplicados en uno de los conflictos armados más sanguinarios de la Historia.
Tras la expulsión de las tropas de ocupación japonesas, en 1945, los aliados acordaron dividir la península de Corea en dos mitades. En el paralelo 38 de latitud norte, hacia el norte, quedaba la República Popular de Corea, o Corea del Norte, bajo el gobierno comunista de Kim il Sung, y, al sur del paralelo, quedaba la República de Corea o Corea del Sur, bajo el mando del sanguinario dictador Syngman Rhee quien contaba con el apoyo de una fuerza militar de Estados Unidos.
Naturalmente la nación de ambas Coreas aspiraba a reintegrarse, a reunirse en un solo país, y tras algunas masacres perpetradas por el dictador surcoreano, como por ejemplo la masacre de la isla de Jeju, en que hizo asesinar a 30 mil campesinos incluyendo a los niños, el ejército norcoreano invadió Corea del Sur, donde la gente los recibió muy de buen grado y en sólo unos pocos días lograron ocupar más del 90% del país. Al sur, en un último rincón al extremo de Corea, la guarnición estadounidense pudo resistir hasta la llegada de un enorme ejército internacional que inició el contra-ataque bajo la dirección del general Douglas McArthur, celebrado como “el Vencedor de Japón”.
Las fuerzas estadounidenses, apoyadas masivamente por la fuerza aérea y la flota norteamericana, lograron recuperar el territorio hasta la frontera norcoreana. Pero de inmediato el general McArthur inició la invasión sobre Corea del Norte, tratando a su vez de reunificar ambas coreas, pero esta vez como un solo país bajo protección estadounidense.
Frente a la invasión, el presidente Kim Il Sung pidió apoyo al presidente de China, Mao Dse-Tung, quien autorizó la intervención de un ejército de voluntarios. Por su parte, la Unión Soviética proporcionó a ese ejército armamento y recursos bélicos.
Con tales refuerzos, la defensa de Corea del Norte logró de inmediato parar la invasión estadounidense e inició la recuperación de su territorio hasta derrotar y expulsar a las fuerzas de Estados Unidos de regreso al sur del Paralelo 38.
Ante esa derrota que resultaba humillante para Estados Unidos, el general McArthur pidió a su presidente, Harry Truman, que lanzara un ataque contra Corea del Norte y contra China con bombas atómicas.
El presidente Truman no sólo negó la autorización de un ataque atómico. Además, destituyó al general Douglas McArthur. Y, en julio de 1953, detuvo todas las acciones militares en Corea, respetando la frontera en el paralelo 38, y declaró un armisticio o tregua indefinida que se mantiene hasta hoy.
Pues bien, lo más significativo de la Guerra de Corea es que tanto Estados Unidos y sus aliados como la Unión Soviética y China se atuvieron a cumplir las disposiciones establecidas en la Carta de las Naciones Unidas. ¡Digamos, fue una guerra … “legal”!
Apenas 3 años después de la Guerra de Corea, en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas se produjo el más inesperado enfrentamiento, cuando Francia e Inglaterra se unieron contra Estados Unidos y la Unión Soviética, para impedir que las Naciones Unidas condenaran el ataque combinado de Israel, Francia y Gran Bretaña, contra Egipto, para apoderarse del Canal de Suez y la Península de Sinaí.
En un pacto secreto, Francia e Inglaterra atacaron a Egipto desde el Mediterráneo hasta apoderarse del Canal de Suez, que había sido recién nacionalizado por el presidente egipcio Abdel Nasser, mientras que Israel atacaba a Egipto desde el oriente, para apoderarse de la gran península del Sinaí.
El ataque tuvo éxito, pero Washington y Moscú denunciaron que se había tratado de una violación grosera a la Carta de las Naciones Unidas. París y Londres lograron parar la condena aplicando su derecho a veto en el Consejo de Seguridad.
Moscú lanzó entonces un ultimátum, anunciando que, si no se retiraban de inmediato las fuerzas invasoras y se devolvía a Egipto el Canal de Suez, la Unión Soviética intervendría militarmente para expulsarlos de ahí.
Por su parte, Estados Unidos advirtió a Inglaterra y Francia que, si no devolvían de inmediato el Canal de Suez a Egipto, los pondría en la lista negra, cortando todas las relaciones comerciales y financieras con ellos.
Ante esa doble amenaza, Francia e Inglaterra agacharon la cabeza y retiraron sus tropas. Sin embargo, Israel se mantuvo en los territorios conquistados a Egipto en el Sinaí hasta 1978, cuando firmó el acuerdo de paz de Camp David.
Luego, en julio de 1967 se produjo la llamada “Guerra de los 6 Días”, en que Israel lanzó un súbito y violento ataque contra Palestina, Siria y Egipto, aduciendo que sus servicios de inteligencia habían detectado que los árabes estaban preparando una nueva agresión militar contra Israel. En ese ataque sorpresivo hacia el Norte, Israel logró apoderarse del territorio sirio llamado “Los Altos del Golán”, de gran valor agrícola por la calidad de su suelo y la abundancia de manantiales de agua.
Simultáneamente, hacia el Sur, se apoderó Israel de la totalidad de los territorios palestinos en la Cisjordania, además de la Franja de Gaza.
Tras los acuerdos de Camp David, Israel hizo devolución de la Franja de Gaza, pero mantuvo en su poder los Altos del Golán, que son territorio de Siria, y la mayor parte de Cisjordania, así como el sector oriental de la ciudad de Jerusalén, que jurídicamente es territorio palestino, como lo establece la misma decisión de las Naciones Unidas que creó el Estado de Israel.
Según la Corte Internacional de Justicia, la Asamblea General de las Naciones Unidas y el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, Israel se ha convertido en una “potencia invasora”. También el Relator Especial de las Naciones Unidas, Richard Falk, calificó las apropiaciones territoriales de Israel como “una afrenta al derecho internacional”.
Pero las decisiones de las Naciones Unidas sobre Israel se han reducido únicamente a palabras.
En el contexto de la Guerra Fría, se produjo una creciente movilización política en todo el llamado “tercer mundo”, donde comenzaron a surgir dirigentes con suficiente inteligencia y valor para obtener ventaja de la realidad entre el Oriente socialista y el Occidente liberal.
Desde la independencia de Filipinas en 1946, siguió en 1947 la independencia de la India, y 3 años después se declaró la independencia de Indonesia. Una tras otra, en Asia y África, decenas de naciones sometidas a condición de colonia de potencias europeas, lograron su independencia y se incorporaron a las Naciones Unidas… y además aprendieron a negociar hábilmente con Estados Unidos y la Unión Soviética.
Surgió el llamado “Movimiento de los No Alineados”, en busca de caminos sociales, culturales y políticos propios, pero correctamente articulados con los principios de las Naciones Unidas.
En términos reales, las Naciones Unidas fueron el más poderoso respaldo para la liberación de naciones completas que habían sido reducidas a condición de servidumbre por las potencias europeas.
Únicamente Israel aparecía como un ente misteriosamente excepcional, misteriosamente apoyado tanto por Estados Unidos como por la Unión Soviética. Se ha recordado con frecuencia que, de hecho, personajes judíos han estado en el corazón de los más potentes procesos revolucionarios del mundo. En Inglaterra, el judío David Ricardo fue uno de los padres decisivos del liberalismo económico y social, y, frente a él, los judíos Carlos Marx, Vladímir Ulianov Lenin y Levi Davidovich Trotski fueron los padres del comunismo soviético.
Fuera de ello, en la actual Federación Rusa se encuentra la única República Independiente Judía que existe en el mundo fuera de Israel.
Como fuere, en términos generales, el gran fenómeno de liberación de los pueblos del mundo durante el Siglo 20 fue generado en gran parte por las Naciones Unidas y por la mal afamada “Cortina de Hierro”.
La desintegración de la Unión Soviética y el muy celebrado fin de la Guerra Fría, de hecho, repercutieron instantáneamente en contra de las Naciones Unidas, y la coalición militar de la OTAN junto con Estados Unidos de inmediato iniciaron las más brutales violaciones al Derecho Internacional y a la Carta de las Naciones Unidas.
Ya en 1999, antes de que el futuro presidente de Rusia Wladímir Putin ingresara a la política, Estados Unidos y sus socios de la OTAN se convirtieron en “criminales de guerra” al lanzar una invasión contra Yugoeslavia como “guerra no declarada” violando por completo a las decisiones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Bajo pretexto de poner fin a supuestos abusos del gobierno yugoslavo, las fuerzas de la OTAN lanzaron un abrumador ataque, con intensos bombardeos que incluyeron uso de bombas de uranio, matando, reconocidamente, a 5.700 civiles, 462 militares yugoslavos y 3 periodistas chinos que, según la OTAN, fueron atacados por pura equivocación, fijesé.
Con esa brutal invasión militar al margen de las Naciones Unidas, se obtuvo la desintegración de Yugoslavia en un grupo de débiles países, de los cuales Serbia, además, fue despojado de gran parte de su territorio, la provincia de Kosovo, ocupada por inmigrantes albaneses y declarada “Nación Independiente” por la OTAN, en contra de la mayoría abrumadora de votos de la Asamblea General de las Naciones Unidas.
De hecho, actualmente, sólo Estados Unidos y algunos de sus aliados de la OTAN han reconocido a Kosovo como república independiente.
Después de la brutal e ilegal guerra que destruyó Yugoslavia, Estados Unidos y la OTAN hicieron gala de menosprecio a la Carta de las Naciones Unidas y el Derecho Internacional. Durante el gobierno de George Bush, Estados Unidas con apoyo de la OTAN invadió ilegalmente Afganistán e Irak, iniciando una guerra en Asia Occidental que llevó a la muerte de millones de civiles y al inicio de prácticas de tortura y encarcelamiento ilegal de personas.
Luego, bajo el gobierno del Premio Nobel de la Paz Barak Obama, se produjo otra gravísima violación a la Carta de las Naciones Unidas durante la guerra civil de Libia contra el dictador Muammar Gadafi. El Consejo de Seguridad de la ONU había autorizado imponer cierre del espacio aéreo sobre el territorio libio, para evitar bombardeos sobre la población civil.
Sin embargo, de hecho, la OTAN violó esa prohibición, y empezó a realizar intensos bombardeos contra las posiciones leales al gobierno de Gadafi. Más aún, la OTAN admitió, orgullosamente, que fue un avión estadounidense el que lanzó un misil contra el automóvil en que se desplazaba el propio Muammar Gadafi, dejándolo malherido, y luego informó a las tropas rebeldes para que fueran a capturarlo.
Como se sabe, Gadaffi fue torturado de manera bestial, a tal extremo, que un joven oficial rebelde lo mató de un tiro en la cabeza… ¡por pura misericodia!
¿Se fija Ud?... La desintegración de la Unión Soviética, el fin de la Guerra Fría y de la Cortina de Hierro… claramente marcaron un debilitamiento cada vez mayor del poder real de las Naciones Unidas y del Derecho Internacional.
Mientras el aparato de propaganda de las llamadas “potencias occidentales” lanza acusaciones horrorizadas contra Rusia por la guerra de Ucrania, omite las gravísimas y brutales violaciones al Derecho Internacional y a los Derechos Humanos que la OTAN misma y el gobierno de Zelenski están perpetrando en aquel país.
En estos momentos, por ejemplo, las tropas ucranianas están lanzando peligrosos ataques de artillería contra la central atómica más grande del mundo, situada en Ucrania y ocupada por el ejército ruso que la ha mantenido en funcionamiento, con el mismo personal ucraniano, a fin de no interrumpir el abastecimiento de electricidad en todo el país.
Rusia ha advertido que los ataques contra esa central atómica, con misiles proporcionaos por Estados Unidos y otros países europeos, pueden provocar un desastre nuclear muchísimo peor que el desastre de Chernobyl o el de Fukuyama, y que las nubes de contaminación radiactiva alcanzarán a todo el sudeste europeo, incluyendo Bulgaria, Rumania, Polonia, Eslovaquia, República Checa y Hungría. Es decir, el estúpido ataque iniciado por Ucrania puede convertir a esa central eléctrica en una gigantesca y sucia bomba atómica.
Ante eso, el secretario general de las Naciones Unidas, con voz de huerfanito, está sugiriendo que Rusia se retire de aquella central nuclear y la ponga gentilmente en manos de la autoridad internacional. O sea, en manos de la OTAN. ¿Cree Ud. que esa sugerencia puede ser considerada como “inteligente” por Rusia?
Los hechos concretos, uno tras otro, siguen mostrando que el imperio del derecho y la inteligencia, a través de las Naciones Unidas, sólo podía sostenerse con el apoyo de la Cortina de Hierro y la Guerra Fría.
En estos momentos las Naciones Unidas no son más que una pálida sombra de la vigorosa unión que, en sólo 50 años cambió para bien la situación política mundial, puso término al desvergonzado colonialismo de las potencias europeas, y puso a la educación y la inteligencia en la categoría de riqueza esencial de las naciones.
La semana pasada, la organización internacional llamada AVAAZ, informó que el secretario general de las Naciones Unidas estaría iniciando una encuesta a nivel mundial, destinada a recoger las opiniones y propuestas de la gente común de todas las naciones para mejorar y fortalecer la ONU.
Es posible que esa encuesta realmente llegue a todas partes y que todos estemos invitados a aportar nuestras opiniones.
Pero, en términos reales y a corto plazo… ¿Será que el mundo necesita resucitar una guerra fría y una cortina de hierro, para que la inteligencia vuelva al poder mundial, en vez de la codicia y las ambiciones racistas que están predominando en la actualidad?
¿Será que una vez más la China y Rusia obligarán al mundo a preferir la inteligencia?
Hasta la próxima, gente amiga. Cuídense. Frente al peligro… ¡es la unión la que hace la fuerza!
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