Por Ruperto Concha / resumen.cl
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El pasado lunes 12 fue el aniversario 528 de la llegada de Cristóbal Colón a lo que vendría a ser América. Antes, esa fecha se llamaba “El Día de la Raza”, y luego pasó a cobrar diversos nombres, ya que nadie tenía claro qué se quería decir con esa palabreja “RAZA”. Incluso hubo algunos entusiastas que llegaron a hablar de una supuesta “raza chilena”, a la que le atribuían supuestas virtudes estupendas.
Tampoco sirve de mucho hablar del “descubrimiento de América”, ya que ahora sabemos, sobre pruebas sólidas, que los chinos, los polinesios y los vikingos habían “descubierto” nuestras tierras siglos antes que Colón.
En realidad, Colón era un genovés, marino por vocación y suficientemente culto para saber que la tierra no es plana y que navegando hacia el Poniente se podría llegar hasta el Asia. Pero él creyó que la distancia entre España y el Japón sólo sería de unas 2.500 millas náuticas. Si hubiera leído la obra de Eratóstenes escrita 200 años antes de Cristo, se habría enterado de que la distancia real es de 10.700 millas náuticas. 19.474 kilómetros... ¡Cuatro veces más de lo que él creía!
En fin, a pesar de su error, logró que España, a sólo 9 meses de haber recuperado su territorio invadido por los moros, lograra convertirse en el imperio más rico y más extenso de la Historia hasta entonces.
Pero en ello estaban los gérmenes del pensamiento enfermo que hasta el día de hoy impide que nuestra humanidad pueda vivir en paz. En la maravillosa paz que sería posible si aceptamos la doble realidad de que somos todos iguales en términos del derecho y la justicia, pero también somos todos desiguales porque somos personas, cada una con su propia singularidad y rareza.
Las razas y las naciones son muy, muy retardaditas para aprender las lecciones de la Historia. Y en estos momentos ese retraso mental nos tiene al borde de la peor catástrofe desde que aprendimos a ser seres humanos hace cosa de 600.000 años atrás. Vamos viendo.
No vale la pena rememorar los horrorosos abusos perpetrados por los europeos sobre la población indígena americana, la cual, por su parte, ya llevaba milenios dedicándose a abusar unos contra otros. Recordemos cómo miles y miles de indígenas centroamericanos corrieron a aliarse con Hernán Cortés en contra la homicida tiranía de los aztecas.
Pero los principales titulares de estos días hablan de astucia, de desconfianzas, contubernios, miedos, engaños, hipocresía y voracidad, a nivel mundial, como característica normal de la estrategia internacional de las naciones.
En el Asia Central, esa región que llaman “el Cáucaso”, la Armenia cristiana y el Azerbaikhan islámico, siguen matándose por el dominio de una pequeña zona llamada "Nagorno Karabakh”, donde hay una parte habitada por una mayoría de armenios y otra por una mayoría de azeríes.
No hay ninguna causa real para que armenios y azeríes tengan que odiarse y matarse entre sí. Se trata, supuestamente, sólo de “el sagrado orgullo nacional”. Pero ¿es tan así nomás?
En realidad en esa matanza se están jugando otros intereses estratégicos, en especial de Turquía, de la OTAN, de Estados Unidos, de Rusia y de la China.
El autoritario presidente turco Tayyip Erdoğan está siguiendo una bien calculada y audaz estrategia para hacer de Turquía la potencia líder de todo el mundo musulmán, al menos en el Asia Occidental, en momentos en que los príncipes árabes aparecen en rápido empobrecimiento y, a la vez, se han vuelto sospechosos de traicionar al pueblo palestino en favor de Israel y de Estados Unidos.
Para Estados Unidos, el conflicto de Nagorno Karabach es una posibilidad de instalar a la OTAN en la frontera sur de Rusia y de cortar la Ruta de la Seda entre China y Europa.
Cuando aparentemente se perfila una salida pacífica en el lugar, estalla, un poco más al este, un conato de revolución popular violenta siguiendo el libreto de las otras revueltas orquestadas y financiadas por Estados Unidos en Osetia del Sur, en Moldavia, en Ucrania.
Ahora se trataba de desconocer las elecciones en Kirguistán, país que conecta a Rusia y China, y donde hay numerosa población de turcomanos Uighures, emigrados desde China.
Estados Unidos se lanzó eufórico en apoyo de los rebeldes de Kirguisia, con declaraciones de respaldo al “valiente pueblo que anhela libertad y democracia, desafiando a un gobierno autoritario y corrupto”. Bonito, ¿ah?
Pero, en este caso, el primer ministro se negó a emplear la fuerza policial contra los manifestantes, y, el pasado 7 de octubre, simplemente renunció a su cargo en favor de un gobierno provisorio.
Ese gobierno, entonces, admitió al candidato opositor Sadyr Japarov, como nuevo jefe de gobierno... y entonces, el flamante Japarov se declaró de inmediato en favor de una leal alianza de su país con Rusia y China.
Bueno… cuando Estados Unidos se dio cuenta de su ridículo fracaso revolucionario, declaró que Japarov, que había sido su héroe democrático y libertario, pasó ahora a ser “un delincuente y un traidor”.
Bueno, para Washington esos descalabros no son más que fracasitos. Pero, para Turquía, el conflicto de Azerbaiján y Armenia tiene una enjundia muy sabrosa. De hecho, los turcos ven una estupenda posibilidad de que el gasoducto construido en alianza con Rusia bajo el Mar Negro hasta Europa oriental, pueda reemplazar al abastecimiento de gas natural ruso por el gasoducto Corriente Norte 2.
Es decir, Turquía podría quedar vendiéndole anualmente a Europa 30 millones de metros cúbicos de gas. Un estupendo negocio y también un importante factor de presión sobre el mercado energético europeo.
Por otro lado, Turquía también aparece desafiando a Estados Unidos y a la Unión Europea, tanto en sus pretensiones de soberanía marítima sobre el Mediterráneo Oriental, como en su uso de los sistemas militares rusos de alta tecnología, como es el caso de los misiles antiaéreos y antimisiles S-400.
Pero junto a eso, sin embargo, Turquía también está poniendo en extrema tensión su casi alianza con Rusia, que se inició en Siria, ahora con medidas durísimas. Por ejemplo, su enfrentamiento en la guerra civil de Libia, y, la vez, su reciente alianza militar con el gobierno de Ucrania, que fue sellada el viernes recién pasado, en que Turquía declara que no reconoce la incorporación a Rusia de la península de Crimea.
¿Es entonces que el Presidente de Turquía, Tayyip Erdoğan, está logrando sus objetivos de liderazgo en Asia occidental, pisándoles los callos a Washington, a Moscú y a la Unión Europea entera?...
Pero la pandemia de intrigas y maniobras de odio estratégico se extiende lejos más allá. De partida, Washington anunció con jubiloso triunfalismo el acuerdo estratégico anti-chino llamado el “Quad”, suscrito por Washington con Japón, Australia y la India.
Sin embargo, de inmediato, Japón anunció que ese pacto es principalmente simbólico y no implica acciones a corto plazo. De hecho, Japón de inmediato dio a conocer que no participará, de ningún modo, en el plan de Estados Unidos de bloquear y aislar a China en las comunicaciones mundiales por satélite o por sistemas electrónicos.
En realidad, durante todo este año Estados Unidos parece amagando y amenazando a sus rivales en una supuesta carrera por el dominio mundial… pero sin alcanzar realmente ningún triunfo sostenible.
También esta semana se dio a conocer el informe del Fondo Monetario Internacional sobre las perspectivas económicas mundiales verdaderas para este año, el próximo, y hasta 2025.
El informe es francamente desolador para Estados Unidos en su competencia con China en la economía mundial. De partida, el FMI señala que el crecimiento económico de China este año será del orden del 8,2%, o quizás más, y aumentará todavía más en los próximos años.
Para Estados Unidos, en cambio, se prevé un crecimiento que quizás logre llegar al 3,1%. Las otras economías que tendrán crecimiento serán India, Indonesia, Alemania y sorprendentemente, Rusia.
Según este informe del Fondo Monetario Internacional, se prevé que China, por sí misma, generará un 27,7 % de toda la economía mundial, mientras que Estados Unidos se contraerá hasta alcanzar sólo el 11,6%. O sea, menos que la mitad de la economía china.
Se entiende entonces el llamamiento de Washington a formar una coalición “en contra de China”, que no está encontrando más que respuestas evasivas. Únicamente Australia aparece dispuesta a participar en acciones directas.
Para los demás países del sudeste asiático, China no proyecta ninguna imagen de amenaza. Por el contrario, desde Filipinas y Japón, hasta Indonesia y Malasia, incluyendo las dos Coreas, China aparece como un Estado que jamás ha lanzado guerras contra países vecinos y, en cambio, procura y facilita un crecimiento en el comercio y el desarrollo tecnológico, en ventaja propia y de sus asociados.
La Unión Europea por su parte, en cambio, aparece como una entidad desorientada y temerosa. Por una parte algunos de los países miembros, como Alemania y Francia, han aumentado sus inversiones en armamento, mientras que otros estados sólo procuran afianzarse bajo la protección que venía proporcionándoles Estados Unidos.
Rusia, por su parte, se ha esforzado en sostener un diálogo de distensión y colaboración con Europa, incluso aceptando que la Unión Europea siga manteniendo sanciones en su contra e incluso las aumente bajo la figura de graves acusaciones que no están respaldadas por pruebas. O sea, está aplicando castigos por simples sospechas.
En los últimos días la Unión Europea acordó un nuevo paquete de sanciones contra importantes miembros del gobierno ruso, por sospechas completamente infundadas de que el gobierno de Rusia haya intentado envenenar al político Alexei Navalny.
Ante ello, el ministro de Exteriores de la Federación Rusa, Sergei Lavrov, advirtió secamente que Moscú está ponderando llegar cortar por completo todo diálogo con la Unión Europea.
Ante ello, rápidamente varios países europeos, incluyendo Alemania y Francia, han declarado que el diálogo amistoso con Moscú es indispensable y debe ser rescatado.
Pero, por ahora, toda la relación está en pausa, incluyendo la inauguración esperada del gasoducto Corriente Norte 2.
Ante el resto del mundo, la Unión Europea aparece perdiendo en gran medida su prestigio, y eso quedó demostrado en las elecciones de nuevos miembros del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, en las que la Asamblea General, desafiando las presiones de Washington y Bruselas, aprobó por amplia mayoría la incorporación de China y Rusia, y en cambio, rechazó la postulación de Arabia Saudita.
Para los países latinoamericanos, las posiciones asumidas por la Unión Europea aparecen en contradicción con sus declaraciones de ética y respeto a los derechos humanos y al derecho internacional.
En particular los gobiernos progresistas latinoamericanos han señalado el contraste entre la permisividad de Europa respecto de las violaciones a los derechos humanos por parte de gobiernos derechistas, violaciones comprobadas que llegan a incluir acciones criminales, y, en cambio, la sanciones, descalificaciones y evasivas de la Unión Europea contra los gobiernos progresistas o socialistas, como es el caso de Venezuela, Nicaragua, Argentina y Cuba.
La Unión Europea ha reconocido como legítimos a los gobiernos de Honduras y Bolivia, cuya legalidad se basa únicamente en decisiones tomadas por la OEA. De hecho, en el caso de Bolivia, la OEA ya ha sido denunciada como entidad instrumental de Washington para el control político de América Latina.
Y, claro, en el lenguaje irreverente de los movimientos progresistas y protestatarios juveniles latinoamericanos, ahora se están refiriendo a los países de Europa no como “Europeos” sino como “Europerros” sumisos a la estrategia de Washington.
En fin, tendremos noticias mañana sobre las elecciones de hoy en Bolivia.
Así como Ud. puede apreciar, los hechos mundiales de estos momentos, en que la humanidad más que nunca necesita que los humanos actuemos en forma humana, nos describen en cambio una cultura generalizada de astucias y hostilidades donde debiera haber pensamiento claro y colaboración.
Es como si prevaleciera la sensación de que una forma patética de ingenuidad es ser decente, ser honorable y decir la verdad de la mejor forma posible.
A lo largo de miles de años, los seres humanos hemos perfeccionado la manera de hacernos daño unos a otros, sacando provecho cada vez que se pueda, y casi siempre invocando algún sortilegio sagrado como el amor a la Patria, el amor a la Raza y, casi siempre, la Voluntad de algún dios que imaginamos será tan matón como nuestros generales.
Y con ello, por cierto, nos hemos transformado en una especie de idiotas cada vez más poderosos. Cada vez más peligrosos, sobre todo para nosotros mismos.
En tanto, los avisos publicitarios, sin proponérselo, nos están retratando cruelmente. Felicidad es tragar esto o aquello, comprar esto o aquello, alegría es reírse tan fuerte que te escuchen a dos cuadras. Ser bueno es ponerse sentimental cada vez que se pueda.
¿No quedamos con un poco de asco después de cada tanda de avisos?
Hasta la próxima, gente amiga. Cuídense, hay peligro. Y el peligro se nos mete adentro como un virus.