PODCAST | Crónica de Ruperto Concha: Navidad

Por Ruperto Concha / resumen.cl Opción 1: archive.org Opción 2: Spotify https://open.spotify.com/episode/516dcVO0bGqVSG3TomBWqe?si=Ax51tsKdSCOl7LqrU0Y7lw No es que haya que creer en milagros, ni en artes mágicas… Pero no podemos pasar por alto que en este fin de año se han acumulado sucesivos hechos inquietantes y más bien ominosos. Y por supuesto tendemos a creer que quizás tengan un sentido, que sean señal de algo importante. Ya el 17 de noviembre había aparecido en Utah, Estados Unidos, el primero de esos misteriosos objetos que bautizaron como “Monolitos Metálicos” que según la prensa, podrían ser extraterrestres. Poco después, otros objetos similares fueron apareciendo en diversos países, llegando a sumar más de 80. En realidad, la prensa ayudó a crear el suspenso, aunque finalmente se admitió que no eran monolitos metálicos dorados, sino unas estructuras de madera terciada, forradas en una lámina metálica, que obviamente eran obra de terrícolas con ganas de hacer humoradas publicitarias. Como sea, hay que admitir que se trató de una muy rara humorada de fin de año. Pero estaban por llegar otras noticias inquietantes.  El 2 de diciembre, en Jerusalén, el diario derechista Yediot Aharanot publicó una entrevista sensacional a un ex exjefe de la División Espacial del Ministerio de Defensa de Israel, el general retirado Haim Eshed, quien aseguró tener, fíjese Ud., tener “pleno conocimiento de que los extraterres­tres existen y ya se han establecido secretamente contactos entre ellos y altos personajes de la política occidental, comenzando con el propio presidente Donald Trump. Según el general Eshed, los alienígenas han exigido mantenerse en secreto, ya que la gente común de nuestro planeta no está preparada para conocer la verdad. Señaló que los alienígenas han llegado representando a una “Federación Galáctica” que estaría dispuesta a controlar y dirigir la preparación del público para que finalmente pueda comprender lo referente a  las naves espaciales y los misterios del universo. Más aún, Haim Eshed informó que en estos momentos ya hay una base interplane­taria secreta y subterránea construida en el planeta Marte, donde hay una dotación mixta de militares  y técnicos alienígenas junto a igual número de terrícolas. La red NBC, de Estados Unidos, entrevistó sobre esto al experto británico Nick Pope, quien realizó investigaciones sobre ovnis para el Ministerio de Defensa del Reino Unido. Este especialista se encogió de hombros diciendo que las afirmaciones del general Eshed, que ya cumplió 87 años, eran "o una broma pesada o un truco publicitario" para el libro sobre alienígenas que escribió Eshed y ahora tiene a punto de lanzar a la venta. Ningún científico relacionado con la NASA y la fuerza militar espacial de Estados Unidos aceptó hacer algún comentario sobre este asunto.       En tanto, el mes de diciembre seguía avanzando rumbo a la fascinante fiesta religiosa y social que es la Navidad, que está haciendo caso omiso de los desmentidos históricos, y sigue conmoviendo nuestros corazones como lo hacía desde que éramos niñitos chicos. Y no sólo por los regalos. El Nacimiento de Jesús y la Maternidad de la Virgen María en el Pesebre infundían desde siempre a los niños una apasionante belleza que encendía luces y provocaba canciones distintas de todo el resto de la música que nos era familiar. Pero, en este diciembre de 2020, la Navidad vino acompañada en forma muy especial. Por una parte, las comunidades judías parecían este año estar dispuestas a exhibir su propia gran fiesta que también enciende luces y entona una música especial. Se trata de la Hanukkah, o Fiesta de las Luces, que se prolonga durante 8 días a comienzos de diciembre, y que originalmente era la celebración de una victoria militar israelí, de los milicianos Macabeos sobre un ejército del rey griego de Siria, Antíoco IV, el año 164 antes de Cristo. Pero, atendiendo a las dolorosas derrotas que posteriormente sufrieron los israelitas, que nunca más volvieron a ganar una guerra durante 1500 años, la Hanukkah se transformó finalmente en una fiesta en que se busca otra clase de victoria, a través de la iluminación, la solidaridad y el espíritu de la cultura y la religión judía. Durante los 8 días de esa fiesta, en cada casa y cada día se van encendiendo, una tras otra, las velas de un candelabro de 8 brazos, representando la perseverancia de la iluminación espiritual. Y algo más: Esa fiesta, similar en su emoción a la de la Navitidad cristiana, no está basada en las escrituras bíblicas de la Torah y de hecho es una tradición que sólo se remonta al siglo 17. Así, pues, este año, al menos en Estados Unidos y Europa, entre el jueves 10 y el viernes 18 de diciembre, la Navidad fue muy notoriamente precedida por una celebración completamente ajena a la tradición cristiana. Además, en esos mismos días, el lunes 14 de diciembre nos ofreció el sombrío espectáculo del eclipse total de nuestro sol. Algo que todas las antiguas tradiciones consideran como un augurio muy malo para los gobernantes. Faltaba todavía otra señal misteriosa e inquietante que se produciría justo una semana después, el lunes 21 de diciembre. Por primera vez en dos siglos, los dos planetas más enormes de nuestro sistema solar, Júpiter y Saturno, coincidían en sus órbitas justo en el campo astrológico del signo de Acuario. Mirados desde la Tierra, ambos planetas se verían como uno solo. Y esto, según los principales astrólogos de hoy, estaría marcando una transformación, una mutación misteriosa que de hecho daría por iniciada la Era de Acuario. O sea, el fin de la Era de Piscis, que es la Era del Cristianismo. Para muchísimos medios de prensa, el acoplamiento de ambos planetas gigantes podría ser considerado como la reaparición de la Estrella de Belén  que según el Evangelio de Mateo guió a los 3 Reyes Magos hasta el Portal de Belén. El próximo domingo estaremos en el año en que el Siglo 21 cumplirá 21 años. Algo así como una mayoría histórica de edad. Si los hechos noticiosos lo permiten, me gustaría enfocar nuestra Crónica del Domingo al tema de la Astrología y las Profecías. Pero, ahora, es el tema de la Navidad el que nos invita a pensar.       La opinión generalizada, de sacerdotes, pastores y sociólogos, es que la  Navidad se ha desnaturalizado, se ha desfigurado por el impacto feroz de la sociedad de consumo. Que ya queda  muy poco de su contenido religioso y tradicional, y que lo poco que queda está sumergido bajo un aluvión de estridencias mercantiles, chillonas y acompañadas de musiquitas sensibleras, que de cristiano tienen muy poco pero de pagano tienen demasiado. Eso ha provocado varias reacciones exasperadas. Por ejemplo, el obispo pentecostal Keith Sutton, de Lichfield, Inglaterra, quien emitió un llamamiento en su templo, y también por Internet, recordándole a los cristianos que la Navidad, si bien es una fiesta de alegría por el nacimiento del Redentor, es también una fiesta de respetuoso recogimiento por el sufrimiento y la adversidad en que Jesús llegó al mundo. El obispo Sutton se explayó en la visión de la Sagrada Familia como personas dramáticamente marginales en una sociedad judía intensamente conservadora, que rechazaba con dureza a María, la Madre de Jesús, a la que consideraban como una madre soltera. José había amparado a María, y para salvarla de la condena buscó asilarse con ella en Egipto, para lo cual María tuvo que resignarse a iniciar un largo viaje en muy malas condiciones, prácticamente en la clandestinidad. Peor aún, María tuvo que partir a lomo de burro, estando embarazada ya de ocho meses. También el obispo Sutton menciona la Matanza de los Inocentes, cuando el rey Herodes mandó asesinar a todos los niñitos descendientes de la Casa de David, a fin de destruir la leyenda que señalaba que el Mesías sería un príncipe descendiente de David, que reinaría sobre Israel y sobre el mundo.       De acuerdo a la visión de este obispo protestante, el Niño Jesús no sólo nació pobre. Además nació en los momentos más duros, de mayor angustia y dolor en la vida de su madre y de su padre adoptivo. El cristianismo, como el judaísmo del cual deriva, tiene la característica de entretejer sus raíces teológicas, o sus leyendas y tradiciones con supuestos acontecimientos históricos. De ahí que para ambas religiones sea extremadamente necesario tratar de encontrar pruebas concretas y científicas que puedan demostrar que ocurrieron en realidad los hechos de los que deriva la tradición y la doctrina. Pero la investigación científica es laica por esencia. Es agnóstica, no puede aceptar explicaciones milagrosas, ni vaguedades, ni revelaciones, ni absurdos cronológicos ni contradicciones históricas. Y, por cierto, la investigación científica no puede aceptar que el embarazo de María lo haya provocado biológicamente el Espíritu Santo. Pues, incluso si realmente la Virgen siendo virgen hubiera quedado embarazada, la criatura formada en su vientre tendría que haber sido hembra, como ocurre en todos los casos de partenogénesis. Sin embargo, pese a su acercamiento descreído y más bien irreverente, los investigadores han hecho aportes sustanciales que parecen dar evidencia de que Jesús quizás podría haber existido realmente.  Que la Matanza de los Inocentes fue un hecho histórico, y también que el nacimiento de Jesús en Belén corresponde a varias profecías vigentes al inicio del siglo 1º. El historiador Robert Graves realizó una apasionante síntesis de los descubrimientos reunidos hasta la década de los años 80 del siglo pasado, y con ellos escribió su libro “El Rey Jesús”, que viene a ser una biografía no evangélica de cómo podría haber sido la vida de Cristo en la realidad social y cultural e histórica de su época. En gran medida, el planteamiento del historiador coincide con el del obispo protestante. Sin embargo, Robert Graves agrega información tomada del contexto judío de la época, y también de otros textos cristianos primitivos que las iglesias han eliminado o han considerado “apócrifos”. Oiga, “apócrifo” no significa que sean falsos o que sean mentira, sino simplemente que no deben ser publicados. No se pueden dar a conocer más que a ciertas personas privilegiadas.       De acuerdo a esas fuentes, Jesús fue posiblemente engendrado, en forma oculta, nada menos que por el príncipe Aristóbulo, heredero del rey Herodes, quien se habría casado secretamente con la joven María. Y eso, porque la estirpe de María la relacionaba directamente con el rey David. Entonces, un hijo de Aristóbulo y María tendría toda la legitimidad para ser el futuro rey de los judíos. Al descubrir la intriga de su hijo, Herodes temió que éste quisiera destronarlo. Hizo que a su heredero lo encerraran en una prisión donde luego lo mataron a puñaladas. Posteriormente lanzó a sus esbirros con la misión de matar a todos los niños descendientes del rey David. En esas circunstancias José acogió a María, adoptó de antemano al hijo que nacería, y realizó, aunque incompleta, la ceremonia del matrimonio. Hombre profundamente religioso, José no quiso realizar la ceremonia entera en forma sacrílega, y para evitarlo dejó sin pagar una pequeña suma de los derechos del templo. Es decir, María quedó amparada precariamente de la acusación de haber sido madre soltera, pero esa misma situación hizo que a Jesús se le considerase como hijo de dudosa legitimidad, y le negaron el acceso a los sectores del templo reservados para los jóvenes judíos de estirpe sin tacha. Robert Graves concuerda con el obispo Sutton en que la partida de José y María, desde Nazareth hacia el sur, en la práctica fue una fuga, y que José, María y el niño recibieron amparo en Egipto. Se radicaron en la ciudad de Leontópolis, junto al Nilo, donde existía una próspera y culta colonia judía. Allí Jesús pasó toda su niñez, recibiendo la educación propia de un joven judío de buena familia, hasta el regreso a Israel a la edad en que los niños judíos cumplen la ceremonia del Bar Mitzvah, hacia los doce años, o cuando ya le han salido sus primeros cinco pelitos en el pubis.       Durante el período entre su retorno a Israel y el comienzo de su vida pública, se supone que Jesús, impedido por su nacimiento de ingresar formalmente a la sinagoga, tuvo que optar por seguir sus estudios en una secta disidente, la comunidad de los Esenios, en una ermita-monasterio junto al Mar Muerto. Y aparentemente, se encontró allí también con su primo Juan, algunos años mayor. Este fue Juan el Bautista, posteriormente decapitado por De hecho, la causa directa del encono de Herodías con Juan Bautista se debía a que éste habría predicado en calles y plazas acusando públicamente a la familia de Herodes de ser incestuosa y vivir en pecado carnal. No es del caso detallar más la visión que presenta el historiador Robert Graves de una biografía probable de Jesús. Pero es importante ver cómo la perspectiva laica del historiador resulta coherente con la perspectiva religiosa del obispo. Y tanto el obispo como el historiador concuerdan en que la vida de Jesús transcurrió en una atmósfera de estudio y de recogimiento, pero también en condiciones de tranquilo bienestar económico, que Jesús interrumpió voluntariamente cuando sintió el llamado de iniciar su prédica. Es decir, en la vida de Jesús hubo en verdad dos momentos de máxima adversidad y sufrimiento, que marcaron en forma absoluta el comienzo y el final de su vida humana: Su nacimiento en el establo de Belén, y su muerte en la cruz sobre el cerro Gólgota. En esa perspectiva, ciertamente la Navidad conmemora, como lo dijo el obispo Sutton, uno de los momentos más duros y dolorosos en la vida de Jesús. Su llegada a este mundo en la pobreza, el miedo y la necesidad de huir buscando asilo bajo amenaza de muerte.       Pero no resulta del todo justo hablar de una “paganización” de la Navidad. También en perspectiva histórica, lo que ocurrió fue más bien lo contrario. El cristianismo fue el que cristianizó las fiestas paganas del 25 de diciembre y del Solsticio de Invierno. En realidad, casi todos los ritos y las tradiciones de la Navidad son netamente paganas, y vienen tanto de las Fiestas Saturnalias de la antigua Roma, de la gran fiesta del Sol Invicto en la Roma imperial, las fiestas de Beltane de los celtas y las del llamado tiempo Yule de los germanos. Todas eran fiestas que celebraban el Nacimiento del sol radiante, en el corazón mismo de las tinieblas y el invierno. Era el solsticio, cuando las noches ya dejan de alargarse, y el sol comienza a ganarle horas a las tinieblas, y a preparar en sus hornos celestiales el milagro de una nueva primavera. Todos esos paganos de la antigua Europa celebraban esa Nochebuena en torno del Árbol de la Natividad, que de preferencia era un pino, porque el pino se mantiene verde como la esperanza aun en pleno invierno, cuando los demás árboles están  grises y deshojados. Así, el Árbol recibía un homenaje de luces y adornos multicolores en sus ramas, y se colgaban también de él regalos y ofrendas. Es decir, estas navidades de luces, regocijos, regalos y de celebración nocturna, son en verdad las más antiguas. Son honradamente paganas, aunque aceptaron que por sobre el paganismo original se les impusiera la tradición y la doctrina cristiana. De hecho, cuando vino la Reforma protestante, muchas de las nuevas sectas cristianas, sobre todo en Inglaterra y América del Norte, suspendieron por completo la Navidad. Consideraban que era puro paganismo. Y la suspendieron tan completamente, que en Estados Unidos la Navidad recién volvió a celebrarse a mediados del siglo 19, después de la Guerra de Secesión.       Sin embargo, fuese cristiana o pagana, la Navidad desde tiempos inmemoriales fue una festividad profundamente religiosa. Una festividad de regocijo y alegría, pero un regocijo y una alegría cargada de piedad y sentimiento de lo que es sagrado. Los regalos en el árbol de pascua en realidad eran ofrendas. Y los regalos que se hacían unos a otros durante esa fiesta, no eran chucherías a la moda, sino muestras de sincero amor y solidaridad. Sobre todo, lo que se regalaba eran alimentos, cosas ricas, las señoras preparaban esos soberbios panes dulces, con nueces, miel y frutas confitadas, y se destapaban barriles de buen vino o buena cerveza. Todo para compartirlo entre todos, en una fiesta en la que el mendigo vagabundo tenía derecho a recibir su parte, en cualquier casa, igual que el jefe guerrero o el rico mercader. En el norte de Italia existía la tradición de que las familias pudientes, todas, instalaran largas mesas en la calle frente a la casa, con viandas de muy buena comida. Y esas mesas eran atendidas por las propias jóvenes hijas de la familia, que actuar como sirvientas por amor en homenaje al nacimiento del Niño Santo. Cristiana o pagana, esa Navidad antigua era intensamente espiritual. Las danzas y la música eran especiales, eran lo que hoy llamamos “música navideña”, y se dirigían en honor a una Madre Divina y a un Niño divinos. Digámoslo francamente: Incluso la Navidad netamente pagana, anterior a la llegada del cristianismo, era una Navidad lejos más noble, más espiritual y solidaria que estas navidades consumistas en que se regalan chucherías y juegos computacionales malvados. No hay que faltarle el respeto a los paganos.       Si hubiera una máquina del tiempo y pudiéramos viajar hasta Belén en la fecha en que supuestamente habría nacido Jesús, lo más probable es que no encontraríamos nada. No se sabe a ciencia cierta cuándo nació Jesucristo. Las fechas pueden tener muchísimos días, semanas y años enteros de error. Hay una mayoría de historiadores que piensan que Jesús nació el año 4 antes de la fecha oficial establecida en el Evangelio. Históricamente, ni siquiera se tiene claro si la vida pública de Jesús de Nazareth se prolongó por tres años o si todo ocurrió en un solo año. Pero esa imprecisión no es relevante cuando se trata de volverse hacia el misterio, la leyenda y la religión. Ante esos temas inmensos, hacen falta alas distintas de las que usa nuestra razón. Por eso es que siempre las tradiciones de todas las culturas se refieren a un tiempo muy antiguo pero indeterminado. Cosas que ocurrieron en “illo tempore”, hace mucho, mucho tiempo, en los años de “habíase una vez”. Por eso mismo es que la Navidad es mucho más que un viejo monumento religioso que sobrevive al paso de los siglos.   La Navidad está viva. Está tan viva que sigue siendo capaz de hacer un retrato descarnado y preciso, no de lo que le está pasando a ella, sino de lo que nos está pasando a nosotros. Hasta la próxima, amigos. ¡Cuídense!... Hay peligro de perder todo eso que no se puede comprar y que necesitamos tanto como necesitamos el aire y el agua.
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