Por Ruperto Concha / resumen.cl
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En los tiempos en que el cristianismo estaba recién naciendo, durante el reinado del emperador romano Constantino, el casi cristiano poeta Filóstrato, de Atenas, escribió tres versos de despedida antes de partir rumbo a la muerte.
Esos tres versos decían: “Los dioses conocen el futuro… los hombres recuerdan el pasado… y los sabios prevén lo que se aproxima”.
Y comentando esos versos, el gran poeta estadounidense Ezra Pound escribió: “Hay gentes conservadoras que detestan los cambios y ansían que el futuro sólo sea el pasado repetido una y otra vez. Es decir, ansían que el futuro no exista”.
Bueno, oiga, Ezra Pound era un fascista hasta el tuétano. En fin, en nuestros días, la única certidumbre de que habrá un futuro la encontramos al mirar a los niños. Con ellos estamos “criando” el futuro que ellos van a “crear”. Es el oficio de la vida: “Criar para crear”…
Y si los niños, los jovencitos, se ponen “malcriados”, agresivos y caóticos… ¿ellos tienen la culpa?... ¿Nosotros tenemos la culpa?... ¡Quién sabe!
Tiempo atrás, en una de mis crónicas hice un recuento de personitas extremadamente jóvenes que forjaron futuros de su época a una edad que actualmente consideramos infantil, inocente, casi irracional.
Helena de Troya, se estima que debe haber tenido alrededor de 14 años cuando cometió adulterio con el príncipe Paris, traicionando a su esposo griego el rey Menelao. Es decir, debe haberse casado con Menelao cuando tenía unos 12 años.
El legendario príncipe de Macedonia Alejandro el Grande, tenía 15 años cuando asumió el mando de la caballería con que su padre Filipo conquistó el dominio sobre toda Grecia.
También tenía 15 años el romano Julio César cuando obtuvo el mando de su primera legión, mediante artimañas bastante deshonestas. Como fuere, con esa legión logró aniquilar a los temibles piratas ilíricos y cimentó el prestigio que lo llevaría a la cumbre del poder en Roma.
Aún más joven y precoz fue la princesa Blanca de Castilla, que antes de cumplir 12 años fue desposada con el rey Luis VIII de Francia, y a los 13 años ya era madre del futuro Luis IX, canonizado como San Luis Rey.
La serie de jovenzuelos precoces incluye al héroe máximo de los catalanes, Roger de Flor, quien a los 9 años fue vendido por su madre a un pirata a angevino quien lo preparó como marino y estratega y a los 14 años ya tenía el mando de una nave de guerra.
Cristóbal Colón, a los 14 años se fugó de su casa para buscar también fortuna como corsario saqueando los barcos del Imperio Británico.
Y Wolfgang Amadeus Mozart, que a los 6 años deslumbró a la nobleza europea con sus conciertos y a los 14 estrenó su primera ópera con tal éxito que el papa Clemente XIV lo nombró Caballero de la Orden de la Espuela de Oro.
También el conquistador Diego de Almagro fue expulsado de su casa, en total indigencia, cuando tenía alrededor de 10 años. Y otro gran precoz fue el francés Jean Champollion, que a los 15 años dominaba las escrituras en latín, griego, árabe, hebreo, sánscrito y copto… Lo que en gran medida influyó para utilizar, para poder utilizar la famosa Piedra de Rosetta y traducir por primera vez los jeroglíficos de Egipto.
La lista de jóvenes de potente precocidad puede incluir centenares de nombres, incluyendo a Blais Pascal, inventor de la primera máquina de calcular, y al famosísimo actor Charles Chaplin, que a los 6 años bailaba en las calles de Londres para pedir limosna…
Y, también al joven Jack Teixeira, de 21 años, quien está al borde de ser condenado a más de 60 años de prisión y más de un millón de dólares en multas por haber dado a conocer repugnantes secretos militares y de la política exterior de Estados Unidos.
Jack Teixeira a los 15 años ya era un habilísimo operador de sofisticados programas de computación e inteligencia artificial, a la vez que un apasionado de la aviación, que, en cuanto cumplió los 18 años exigidos por la ley, obtuvo su título de piloto militar en la Guardia Nacional de su país.
Luego, en menos de 3 años, por su deslumbrante capacidad intelectual, fue contratado por el Pentágono como operador de comunicaciones cibernéticas con acceso a todas las redes secretas del gobierno.
El caso de Jack Teixeira es particularmente dramático, pues su decisión de dar a conocer esos gravísimos secretos del gobierno de su país no fue otra cosa que una repugnancia insoportable por la realidad que tenía que presenciar no sólo como testigo sino también como cómplice.
Comenzó a revelar a sus jóvenes amigos de un sitio web algunos hechos gravísimos, bajo la promesa de que guardaran secreto. Cuando muchos de sus amigos se negaron a creer que eso fuera cierto, Teixeira decidió grabar y copiar informes secretos para demostrar a sus amigos que se trataba de la realidad bruta y desnuda.
Eso, por supuesto, bajo la promesa de que toda esa información debía mantenerse en secreto.
Sin embargo, uno de sus amigos cedió al impulso de publicar al menos parte de aquellos secretos, y envió copia de lo revelado por Teixeira al diario New York Times, que de inmediato lo publicó.
Teixeira había confiado absolutamente en sus amigos, de manera que la policía política llegó hasta él en cuestión de poquísimas horas.
El muchacho admitió de inmediato su responsabilidad, mediante una minuciosa confesión. Y, para horror de las cúpulas políticas y militares, quedó clarísimo que Teixeira no había actuado al servicio de otros gobiernos u otros grupos políticos enemigos de Estados Unidos, y, asimismo, que no había recibido jamás retribución alguna por las informaciones que había dado a conocer a sus amigos.
Es decir, el genialísimo superdotado Jack Teixeira sólo había actuado por el deseo de hacer que sus amigos comprendieran las razones de su repugnancia por la política imperante en Estados Unidos.
En ello, este joven actuó de manera totalmente distinta a la de Julián Assange, Edward Snowden y Bradley hoy Chelsea Manning, cuyo propósito había ido dar a conocer públicamente, periodísticamente los hechos que querían denunciar.
En estos momentos la “narrativa” de la gran prensa occidental sobre Teixeira lo muestra malignamente como un desequilibrado mental genialoide, claro, posiblemente gay, que actuó para hacer que unos cuantos muchachos amigos lo admiraran.
Es decir, han reducido a un muchacho precoz y extraordinariamente inteligente, a la condición de algo muy parecido a una basura.
En tanto, la prensa especializada está destacando un aumento progresivo de la criminalidad juvenil que ya muestra participación de muchachas y muchachos de muy poca edad, prácticamente niños.
Más allá de los estruendosos casos de homicidios múltiples contra escuelas y otros sitios públicos, en todo Estados Unidos la policía está enfatizando que incluso niñas entre 12 y 14 años han protagonizado asaltos con armas de fuego, y en varios casos dejando víctimas fatales o heridas de extrema gravedad.
En los meses de abril y mayo recién pasados, en la gran ciudad de Chicago se produjeron invasiones masivas de miles de jóvenes de ambos sexos, entre 12 y 19 años, que ocuparon el centro de la ciudad y la principal calle costanera Millenium Park donde se encuentran importantes locales comerciales.
La actitud de los menores era en general desafiante, pero no destructiva. Sin embargo. se produjeron episodios aislados de fuerte agresividad que llegaron hasta el asesinato de la oficial de policía Ariadna Preston, por un muchacho que le disparó a corta distancia con un revólver y logró evadirse en la multitud.
Sin embargo, pocas horas después, el homicida, Jaylen Frazier, de 16 años, se puso a enviar mensajes a sus amigos mostrando con arrogancia el momento en que asesinó a la joven policía. Por supuesto ello permitió su captura inmediata.
Eso fue un síntoma evidente de la necesidad apremiante y angustiosa de conseguir aprobación, admiración y aplauso del colectivo social que sienten muchos niños y jóvenes, y de la dependencia intensa de mantenerse en comunicación con sus pares mediante el teléfono celular.
Con ello, los niños y adolescentes en general no buscan ninguna aprobación conceptual o valórica. Simplemente lo que esperan es la aprobación expresada en un “me gusta”.
Es decir, eso sugiere que la interrelación en la red de pares se basa simplemente en la sensación placentera y la moda que se supone es del gusto de todos y que todos intentan aprobar y disfrutar, siempre temiendo no encajar perfectamente y pasar a ser raro.
Ese dominante contexto colectivo se carga. además, a veces muy intensamente, con el consumo de drogas opiáceas a menudo combinadas con estimulantes psicoactivos.
Opiáceos como el fentanyl se combinan con psico-estimulantes como la cocaína, produciendo efectos alterados de conciencia, en las sensaciones y en la emotividad.
Por cierto, ese creciente consumo de drogas implica un ávido mercado comprador dispuesto a hacer sacrificios para adquirirlas. Y, por supuesto, eso se traduce en una creciente prosperidad y fuerza de los carteles de traficantes.
De hecho, las fuerzas policiales de Estados Unidos ya reconocen su impotencia para ir más allá de la eliminación de traficantes intermediarios de poca monta. Se sabe que los opiáceos, la heroína, el fentanyl y otros derivados son producidos masivamente en Asia, principalmente en Afganistán, Pakistán, Filipinas y Corea del Norte.
Los cargamentos supuestamente llegan a México, donde son elaborados para abastecer las redes de narcotráfico en Estados Unidos, y que últimamente se están extendiendo cada vez más hacia Sudamérica donde los carteles de narcotráfico ya han aumentado exponencialmente su presencia.
Las exorbitantes ganancias del narcotráfico inevitablemente permiten a los carteles disponer de recursos para instilar sobornos a personeros de distintas áreas de la administración política de las naciones, y probablemente eso ha llevado a una corrupción profunda unida a un empoderamiento cada vez mayor de los carteles.
En los casos de México, Colombia y Haití, el poder de los narcotraficantes les permite manipular en las acciones policiales para neutralizarlas permitiéndoles sólo la captura de personeros secundarios y cantidades modestas de droga.
Y, al mismo tiempo, mantener una atmósfera generalizada de temor en la población que tiende así a plegarse a que la seguridad vale más que la libertad, y que las policías y las fuerzas armadas deben poder actuar sin muchas restricciones humanitarias.
En estos momentos, según estadísticas oficiales, América, sobre todo Latinoamérica, es la región de más alta criminalidad de todo el mundo. Con una tasa de asesinatos que llega a más de 21 por cada cien mil habitantes, mientras en Europa es menos de 2 por cada cien mil.
En gran medida, la aparición y el fortalecimiento de los carteles de narcotráfico se relaciona con la intervención de Estados Unidos en América Latina para frenar la intensa ola de revoluciones de inspiración marxista.
En 1986, durante la presidencia de Ronald Reagan, altos personeros del gobierno diseñaron una estrategia de intervención militar, sobre todo siguiendo el resonante triunfo revolucionario sandinista que encabezaba Daniel Ortega contra la dictadura de Anastasio Somoza.
Fuerzas guerrilleras revolucionarias avanzaban también en otras repúblicas como El Salvador y Honduras y despertaban iniciativas similares en Colombia, Perú y Bolivia.
La operación estadounidense apuntaba a organizar, financiar y proporcionar armamento a guerrillas anticomunistas. Para ello se formó un equipo de funcionarios de gobierno de muy alto nivel encabezados por el teniente coronel Oliver North, con fuerte participación del servicio secreto Mossad, de Israel, con autorización del por entonces gobernante israelí Shimon Peres.
La operación se inició con la venta clandestina de armas a Irán. Luego se incrementó con ventas de armamento a los países árabes, y a la producción de toneladas de cocaína que fueron introducidas secretamente a Estados Unidos en connivencia con el entonces dictador de Panamá, general Antonio Noriega.
El célebre periodista y Premio Pulitzer, Gary Webb, logró investigar esas enormes operaciones clandestinas de narcotráfico, en que incluso aparecía participando la CIA. Los documentos y pruebas sobre ello estaban en el periódico Mercury News, de California.
Poco después de la publicación del Iran Gate, el periodista Gary Webb apareció muerto con dos balazos en la cabeza, y en el periódico Mercury News desaparecieron todas las pruebas relacionadas con el contrabando de drogas.
Después de ese comienzo, ya el poderío de los carteles de narcotráfico se había consolidado, y la disponibilidad de inmensas sumas de dólares puso en acción una desaforada arremetida de sobornos y corrupción.
Y el mercado de las nuevas drogas, presentadas para el gusto de consumidores cada vez más jóvenes, incluyendo a niños, ahora realmente parece estar aterrorizando a la clase política estadounidense.
Así, pues, podemos preguntarnos nuevamente… ¿Cómo estamos criando a los que crearán el futuro?
Hasta la próxima, gente amiga. Cuídense, hay peligro…
Pero junto con el peligro también está el futuro. Y ese peligro tendrán que enfrentarlo estos que ahora sólo son chiquillos.
¡A ellos hay que cuidarlos, para que se atrevan a ser sí mismos y no imitadores pegados al celular y a la moda!