Por Ruperto Concha / resumen.cl
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Al parecer, los primeros en dar la alarma fueron los españoles, a las 5:30 de la tarde, cuando las señales de Facebook, Instagram y WhatsApp desaparecieron de teléfonos y computadoras. En Santiago, como en La Paz y Lima, eran las 12:30. Y eran recién las 6:30 de la mañana en Menlo Park, California, donde se encuentra la sede central de la empresa propietaria de esas tres entidades de comunicación digital que “manejan” de algún modo a unos 3 mil millones de habitantes del planeta Tierra.
El apagón duró casi seis horas, y, según información de la misma empresa, Facebook perdió seis mil millones de dólares en ese rato. O sea, unos mil millones de dólares por hora… ¡Casi 17 millones de dólares por minuto!
Según explicó Facebook el apagón se originó en una operación errónea que alguna persona realizó en el sistema cibernético central, que envió a todas sus estaciones interconectadas en todo el mundo la indicación de que las emisiones de Facebook, Instagram y WhatsApp habían dejado de existir.
Hasta ahora no hay información precisa sobre quién fue el operador que metió la pata, o más bien que metió el dedo en la tecla “enter”, poniendo en marcha aquel mandato calamitoso…
Bueno, eso, a no ser que “eso”no haya sido una casualidad.
Durante las horas en que Facebook, Instagram y WhatsApp estuvieron caídas, la combativa diputada demócrata Alexandria Ocasio-Cortez, en Washigton, acusó duramente a Facebook de ser una empresa monopólica, con conducta monopólica que es destructiva para la libertad social y la democracia.
La parlamentaria señaló que, de hecho, el apagón de Facebook había tenido un efecto abrumador, tanto en lo social como en lo económico, sobre toda América Latina, incluyendo las comunidades latinoamericanas radicadas en Estados Unidos, ya que los latinoamericanos tienen una dependencia desproporcionadamente mayor con Facebook y WhatsApp no sólo como contacto social sino también como importantísimo medio de hacer negocios y prestar servicios remunerados.
De hecho, destacó que, de cada 6 millones de descargas de Facebook en el mundo, un millón y medio se produce en la India, otro millón y medio en América Latina, y, en cambio, sólo 238 mil en Estados Unidos, y quedan 2 millones 700 mil descargas más distribuidas en todo el resto del mundo, desde Europa hasta la China y el Japón. O sea, los latinoamericanos somos casi 6 veces más dependientes de Facebook que los propios estadounidenses.
Alexandria Ocassio-Cortez denunció que Facebook es por esencia una empresa monopólica, que busca controlar el mercado eliminando a sus competidores, como ya lo demostró cuando la empresa WhatsApp mostraba un rápido éxito en los servicios de mensajería electrónica instantánea a teléfonos celulares.
Ante ello Facebook no intentó competir con la joven y triunfante empresa WhatsApp. No. Simplemente se la compró. Como quien dice… ¡se la comió!
Ya el analista económico José Caparroso, de la revista especializada Forbes, había destacado cómo América Latina en masa se ha vuelto dependiente de WhatsApp y Facebook, y cómo esas 6 horas sin WhatsApp habían sido catastróficas para tanta gente y tantas empresas latinoamericanas.
Otra importante analista, Aura Bogado, de la revista digital Reveal, apoyó ese análisis y lo hizo extensivo a otras economías débiles más allá de América Latina. Ella señaló que, específicamente, la interrupción de WhatsApp había tenido un efecto devastador en gran parte del mundo. Y quedó claro cómo funciones de tanta importancia esencial están en manos privadas, fuera del alcance de cualquiera regulación por parte del Estado.
En su denuncia ante la prensa, Alexandria Ocassio-Cortez fue directamente al grano, señalando que si las maniobras monopólicas de Facebook hubieran sido paradas mediante la legislación antimonopolios que está vigente en Estados Unidos, antes de que pidiera comprarse Instagram y WhastApp, toda esa multitud de personas y empresas que dependen de la comunicación no habrían sido afectadas por el ruinoso apagón del lunes.
Citando declaraciones anteriores del propio Mark Zuckerberg, fundador y dueño del imperio Facebook, la parlamentaria denunció que el interés fundamental de Facebook no es perfeccionarse para cumplir bien su función, su servicio a la gente. Por el contrario, es ganar cada vez más dinero mediante la gente que contacta.
Y completó su denuncia declarando: “¡Hay que romper esa clase de monopolios!”
En realidad, Facebook ha sido fuertemente criticado desde el momento en que logró una cobertura global en Estados Unidos y el resto del mundo. Básicamente se le critica por la acumulación inmensa y minuciosa de información personal de cada uno de sus millones de usuarios, que son identificados con extraordinaria precisión.
De hecho, analizando un paquete de información de 500 mil usuarios que fue ofrecido gratuitamente por Facebook a una serie de clientes potenciales, se comprobó que cada usuario, en forma automática entregaba a Facebook su número de teléfono, su conexión de correo electrónico, su nombre, su género sexual, su fecha de nacimiento, la ubicación de su domicilio, su estado civil y su lugar de trabajo.
Eso además de la información que se obtiene por las opiniones que expresa cada usuario y que lo definen en términos de gustos personales, nivel de educación, clase social y cociente de inteligencia.
En ese contexto, resulta comercialmente útil el análisis de las expresiones de la gente en esas redes sociales, incluyendo los mensajes más groseros y estúpidos, las noticias falsas, las incitaciones al odio y a la violencia.
Como ejemplo del volumen enorme de información sobre las personas que pueden acumular los sitios que sirven a las redes sociales, se ha mencionado el caso de un académico austríaco llamado Max Schrems, quien le solicitó a Facebook, previo pago, un ejemplar de la información disponible sobre su persona.
En respuesta, Facebook le envió un paquete de más de 1.200 archivos en formato PDF, describiendo hasta detalles insospechables sobre su vida, su grupo socioeconómico, sus gustos y sus opiniones.
Después de eso, Max Schrems promovió la creación del llamado Proyecto Europeo Contra Facebook.
Según el presidente de la Fundación de Software Libre de Europa, Karsten Gerloff, tanto Facebook como las demás compañías privadas que sirven a las redes sociales toman a sus usuarios como simples productos para vendérselo a sus verdaderos clientes que con empresas comerciales privadas y servicios secretos de gobiernos.
De hecho, cada vez que una persona acepta el contrato que le permite usar la red social y ser parte de ella, firma un contrato por el cual le otorga a Facebook fíjese Ud., el derecho perpetuo, irrevocable, no exclusivo, transferible y mundial, de hacer uso, copiar, publicar, difundir, almacenar, exponer, transmitir, escanear, editar, traducir, adaptar y redistribuir cualquier contenido personal que deposite en la red. ¿Qué tal?...
Y, como si fuera poco, si la persona decide poner término a su contrato con Facebook, la empresa de todas maneras mantiene por tiempo indefinido copia de toda la información reunida sobre esa persona.
Según la Electronic Frontier Fundation, dedicada a la defensa de los internautas, Facebook por encima de cualquier control de los usuarios, vuelve públicas categorías enteras de información personal, aplicando simplemente una lógica de negociante que quiere ganar más.
Una afirmación burlona sobre el poderío de las gigantes digitales dice: “Facebook define quiénes somos. Amazon establece qué es lo que queremos, y Google determina qué es lo que pensamos.”
¿Cree Ud. que esa afirmación es exagerada?
En marzo de 2018, los grandes periódicos The New York Times, The Guardian y The Observer, denunciaron en extensos artículos que una empresa estadounidense llamada Cambridge Analytica estaba haciendo uso de una masa de información de los usuarios estadounidenses de Facebook, que había obtenido comercialmente, pero bajo el pretexto de que se trataba de un proyecto académico.
Sin embargo, según la denuncia divulgada por aquellos grandes periódicos, la información comprada a Facebook contenía minuciosos datos sobre millones de usuarios estadounidenses de esa red social, para diseñar sobre esos datos varias campañas de publicidad política, incluyendo, entre otras, nada menos que las campañas electorales del precandidato presidencial republicano Ted Cruz, en 2015, y la del candidato Donald Trump de 2016, en que éste fue elegido Presidente de los Estados Unidos.
Ya entre 2012 y 2015 durante el gobierno del Premio Nobel de la Paz, Barack Obama, las agencias noticiosas internacionales habían revelado un enorme paquete de información secreta, apodada como “La Caja Fuerte número 7”, sobre las acciones de espionaje masivo sobre la gente realizadas por la CIA y la Agencia de Seguridad Nacional, en Estados Unidos, en colaboración con los servicios secretos de varios otros países aliados, tanto de Europa como del resto del mundo.
Se trataba de una campaña de minucioso espionaje político sobre millones y millones de personas, incluyendo a centenares de líderes sociales, empresarios, parlamentarios e incluso también algunos jefes de Estado. El propósito de ese espionaje era obtener un control eficaz sobre las futuras elecciones y las futuras acciones que ya estaban planeándose.
Era parte del lanzamiento de las llamadas “Revoluciones de Colores” y la “Primavera Árabe”.
Esa inmensa operación de espionaje sistemático sobre naciones enteras fue inesperadamente dado a conocer a la prensa mundial por el ex contratista de la CIA y de la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Edward Snowden, quien, a su vez, obtuvo la colaboración del programador de la CIA, Joshua Schulte, para tener acceso a miles de documentos secretos, no sólo de las acciones de las agencias de espionaje de Estados Unidos sino, además, miles de documentos secretos de otros países aliados de Washington, como Australia, Japón, Canadá y varios países europeos incluyendo Inglaterra, Holanda y Polonia.
Esos documentos dejaron en descubierto que ya entonces las agencias de espionaje interno de Estados Unidos encabezaban una compleja red internacional de los servicios de inteligencia gubernamentales, para vigilar y espiar masivamente incluso a la gente común más allá de las fronteras.
Ese enorme volumen de información, tan ultrasecreta como inmoral y reñida con la legalidad y los derechos humanos, Edward Snowden lo hizo llegar a la organización noticiosa WikiLeaks, tal como antes Julian Assange había recibido la información de los crímenes de guerra perpetrados por Estados Unidos en Irak, sobre documentos del suboficial de Inteligencia Bradley Manning.
Edward Snowden logró evadir la furiosa persecución internacional lanzada en su contra, y, finalmente, se refugió en Rusia.
Pero, además de las gravísimas pruebas de acción criminal por parte de los servicios de inteligencia de Estados Unidos y algunos de sus aliados, los documentos obtenidos por Snowden mostraron cómo el espionaje masivo a la gente dentro de Estados Unidos, incluía ya la introducción de software espía en aplicaciones digitales muy populares, por ejemplo, Google Maps.
Además, la Agencia de Seguridad Nacional infectó secretamente con malware de espionaje incluso los correos electrónicos de Hotmail, Outlook y Gmail. Con eso, el espionaje masivo logra obtener contactos, localización geográfica, fotografías, entre muchos otros datos que permitan obtener un retrato de cualquier individuo, incluyendo su modo de vida, sus gustos y su sexo.
De acuerdo a la documentación filtrada, que se encuentra incluso en Wikipedia, la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos ha obtenido, pagando muchos millones de dólares, que las empresas de comunicaciones le entreguen la información recolectada a través de las redes sociales.
Esta información alcanzó a ser publicada extensamente por muchos de los principales medios periodísticos de Estados Unidos y de Europa, incluyendo el New York Times, Der Spiegel de Alemania, Le Monde, de Francia, Dagbladet, de Noruega, y Sveriges Television, de Suecia.
En ese contexto extremadamente oscuro, resulta también oscura parte de la relación de las grandes empresas digitales de comunicación y las entidades gubernamentales de espionaje, más los intereses de las grandes empresas privadas que quieren hacer uso del máximo de información posible para manipular a la gente que constituye mercado y hacerla que compren lo que ellos quieren vender.
De hecho, resulta incomprensible, en términos jurídicos internacionales, que las grandes empresas como Facebook, Yahoo, Google, entre otras, tengan la atribución de juzgar y condenar a los usuarios, sobre la base de los mensajes que suban a las redes sociales o a los sitios noticiosos periodísticos.
Sin necesidad de realizar una acción judicial, basada en el derecho, estas empresas aparecen con la atribución de eliminar las informaciones, los mensajes y las opiniones que a ellos les parezcan inapropiadas por alguna razón.
Es decir, esas empresas aparecen facultadas para emitir condenas sin que haya juicio ni defensa para el acusado. Y a más de ello, esas empresas aparecen facultadas para calificar, a su gusto, qué contenidos pueden ser aceptados y cuáles no.
Esto implica que las empresas digitales distribuidoras de las redes sociales ya no son consideradas como simples distribuidoras, sino como medios de comunicación.
Es natural que un medio de comunicación, una estación de radio, un periódico, o una estación de televisión, tenga el derecho constitucional de sostener determinados puntos de vista y opiniones, y divulgarlas en tanto sean verdaderas, a la vez que rechacen divulgar otras opiniones que sean contrarias a las propias.
Pero las empresas que sólo distribuyen contenido, como es el caso de los teléfonos y los sistemas de correo, no pueden tener atribuciones para espiar lo que se hable en cada llamada telefónica o se escriba en cada carta o mensaje de correo.
La responsabilidad de los contenidos de comunicación está sujeta a sólo disposiciones legales que sólo pueden ser aplicadas a través de procedimientos de justicia.
Ya se han producido varios casos de enfrentamiento serio entre grandes empresas digitales como Google, Yahoo, y Youtube, con diversos gobiernos de diversas tendencias políticas, como Australia, la India y Alemania.
Y en estos momentos, de hecho, el gobierno de Rusia ha protestado contra Youtube por su decisión de parar las transmisiones de la agencia noticiosa RT en alemán, sin presentar pruebas válidas que pudieran justificar ese silenciamiento.
Rusia anunció que, de no llegarse a un acuerdo, en réplica suspenderá el permiso para que Youtube y Google puedan operar en el país.
Estamos en un oscuro ámbito de derechos retorcidos y procedimientos improcedentes sobre los temas esenciales de la libertad de información y de opinión, y de la justicia basada en el “habeas corpus”, o sea en el derecho a defensa de quien sea acusado, y en que no puede haber condena sin previo juicio basado en pruebas reales e irrefutables
Estamos en un oscuro tiempo en que se han agigantado empresas monopólicas que pueden actuar de maneras peligrosas, hostiles y eventualmente lesivas para la gente común.
¿Hasta qué punto esa situación insostenible seguirá sosteniéndose sobre enormes concentraciones de dinero?
La posición de la parlamentaria Alexandria Ocassio-Cortez, en Washington, ¿estará anunciando la aplicación real de las leyes antimonopolio y de la libertad de expresión, que pueda generar un nuevo sistema de redes sociales respaldadas por un estado obligado a ser imparcial y ecuánime?
Es imposible concebir la libertad política mientras no haya libertad de expresión y de opinión. Es decir, sólo puede haber libertad política si hay libertad de prensa.
Como respondiendo a esa realidad, el Parlamento de Noruega, este año, desechó otorgarle el Premio Nobel de la Paz a la joven ecologista Greta Thunberg. Y, en cambio, resolvió dividir el premio entre dos valientes periodistas:
El ruso Dmitri Muratov, fundador y propietario del periódico Novaya Gazeta, que se mantiene durante ya 28 años como publicación independiente y crítico del gobierno de Wadímir Putin. El otro es la periodista filipina María Ressa, que, desde su sitio web “Rappler” le hace frente al gobierno autoritario de Rodrigo Duterte.
Muratov, con mucho sentido del humor, dijo “¿ypor qué me dan ese premio a mí?... ¡Debieran dárselo a Navalny!”
Muy de doble sentido el burlón comentario del periodista y editor ruso.
Podríamos agregar que también podrían darle el Premio Nobel de la Paz a Julián Assange, que por decir la verdad con pruebas irrefutables sobre crímenes atroces, lleva ya ocho años privado de libertad y sometido a un régimen de prisión que es de hecho una tortura, en un calabozo británico, sin haber cometido ningún crimen… ¡sólo porque Estados Unidos quizás en algún momento podría pedir su extradición!
En México y en Colombia, suman más de cien los periodistas asesinados últimamente. Y en Estados Unidos ya se est´dando por olvidado el atroz asesinato del periodista Yamal Kashoggi por agentes enviados por el príncipe Mohammed bin Salman, heredero del trono de Arabia Saudita.
Recuerdo el primer día de clases en la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile, en 1958, cuando el entonces director don Ramón Cortés Ponce nos recibió diciéndonos que tendríamos que prepararnos para ser pobres, para seguir siendo valientes, y aprender a decir la verdad lo mejor que se pueda.
Hasta la próxima, gente amiga, cuídense. Hay peligro. Pero todos siempre hemos sabido que la verdad es casi tan peligrosa como la libertad.
https://www.youtube.com/watch?v=pZ45eT5X-5M&ab_channel=ResumenTV