Por Ruperto Concha / resumen.cl
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En estos tiempos de pandemia también está siendo afectado el periodismo mundial. En la mañana de ayer, el sociólogo y periodista argentino Atilio Borón publicó en Facebook un importante artículo comparando el tratamiento que la llamada “prensa occidental” le ha dado al gobierno constitucional de Venezuela, con el que ha dado a otros gobiernos trágicos. Pero fíjese Ud. que, antes de las 10 de la mañana, Facebook le había bloqueado la cuenta. Pude leer el artículo en su retransmisión por Telesur, y verifiqué que en él Atilio Borón no había colocado ningún elemento que hubiera podido ser calificado como “noticia falsa”, “artículo de odio” o “difamación calumniosa”.
Bueno, también ayer, varias agencias noticiosas occidentales informaron que en Brasil Facebook había cerrado las cuentas de 16 importantes colaboradores del gobierno de Jair Bolsonaro, luego de que un fallo judicial las calificó como “instrumentos que diseminan noticias falsas, acusaciones difamatorias calumniosas, y amenazas en contra del Poder Judicial”.
En tanto, el propio Mark Zuckerberg, director y propietario de la plataforma digital Facebook, de redes sociales, reconoció que un gran número de los avisadores que financian Facebook han retirado sus avisos publicitarios en represalia por su negativa a cerrar las cuentas de personas acusadas de divulgar noticias falsas y contenidos que incitan al odio racial.
A ello, Zuckerberg respondió que confía en que los avisadores van a volver, y que eso de bloquear y cerrar cuentas de los usuarios sería una práctica muy peligrosa contra la libertad de opinión, de expresión, y de información.
Más aún, el director supremo de Facebook reitera que las redes sociales son un instrumento poderosísimo para la democratización del periodismo y la participación de la gente en la difusión directa de información noticiosa y de opinión fundamentada.
Oiga, bueno, si esa es la opinión de Zuckerberg, ¿por qué entonces bloqueó de un solo golpe un valioso artículo periodístico argentino y 16 cuentas brasileras bolsonaristas?...
Tanto el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, como el primer ministro de Malasia, Najib Razak, junto a otros gobernantes de la llamada “mano dura”, se muestran decididos a frenar y regular autoritariamente el gigantesco flujo de opiniones y supuestas informaciones, que con demasiada frecuencia no pasan de ser “copuchas” fantasiosas y a menudo mal intencionadas. De hecho, diariamente circulan en las redes sociales cientos de millones de esos dudosos contenidos.
Más aún, ya no es secreto que, al amparo del anonimato de los accesos a las redes sociales, hay numerosas organizaciones, tanto políticas como comerciales, que contratan participantes en las redes sociales para que se encarguen de subir informaciones y opiniones apuntadas a captar la aprobación de otros participantes y, a la vez, crear la ficción de una supuesta mayoría de opinión pública en favor de algún producto o una postura política.
De hecho hay personas a bien pagados sueldos que acceden a las redes sociales asumiendo más de una veintena de identidades distintas. Y es por ello que, por una parte, aumentan las presiones para que los participantes en las redes sociales deban identificarse, y, por la otra parte, se afirma que terminar con el anonimato sería una violación a la privacidad, que inhibe la libertad de opinión.
En el caso de Facebook, también esta semana se dio a conocer que se pondrá término a la opción de enviar mensajitos de “me gusta” agregados a determinadas opiniones. Eso, tras admitir que ya pasó a producirse una búsqueda febril de acumular los “me-gusta”, sean reales o ficticios, para generar la imagen de aprobación masiva de algún producto o de alguna opinión política.
Es decir, hay una creciente tendencia de las plataformas de interconexión digital masiva para lograr más validez real para sus contenidos y con ello recuperar el prestigio perdido por las oleadas de noticias falsas, identidades falsas y disparates seudocientíficos como fue el caso de la famosa “Tierra Plana”.
Pero, junto con ello, las redes sociales procuran también afinar y afirmar su recolección de información verdadera de los usuarios. Eso, porque tal información es un producto que las empresas comerciales necesitan comprar, pagando muy buen precio, a fin de manipular con precisión sus mensajes publicitarios y sus argumentos de venta. O sea, sirven manejar a su amaño a los consumidores.
Pero eso, ¿qué tiene que ver con el verdadero periodismo?...
Ya en 2018, se dio a conocer un informe elaborado por la Universidad de Princeton, Estados Unidos, respecto de la respuesta que dan las instituciones políticas, tanto federales como estaduales, a las peticiones emanadas, por un lado, de las organizaciones sociales y comunitarias, o sea, por la gente común y, por el otro, a los intereses de las grandes empresas.
El resultado de esa investigación reveló que las legislaciones y las decisiones administrativas o ministeriales favorecen en una enorme proporción los intereses empresariales incluso cuando eso implique ignorar los intereses de la gente.
De allí que se generalizó, en los sectores políticos más progresistas o “izquierdistas”, la idea de que la democracia en Estados Unidos está transformándose en un “régimen oligárquico”.
Junto con eso, desde las últimas décadas del siglo 20 las grandes corporaciones o sociedades anónimas lograron ir modificando la legislación que imponía límites y condiciones a los aportes financieros de los sectores privados a las campañas políticas.
Ya durante el gobierno del demócrata Bill Clinton se llegó a autorizar que desde el sector privado pudieran efectuarse aportes prácticamente ilimitados a las campañas electorales.
Asimismo, fueron eliminándose las restricciones para crear redes de radio, televisión, periódicos y revistas, en todos los estados e incluso en localidades pequeñas, donde ya operaban emisoras y periódicos locales.
Eso permitió que las grandes empresas comunicacionales, vinculadas a las grandes sociedades anónimas y dotadas de enormes recursos financieros, llegaran eliminando a las empresas locales. De hecho, en los últimos 15 años ha desaparecido alrededor de un 25% de todos los medios locales de difusión, radios, periódicos y canales de TV, y más de cien mil puestos de trabajo de periodistas han desaparecido.
Durante la actual pandemia, además, otros 36 mil periodistas han perdido sus trabajos. El más dramático efecto de ese proceso es el debilitamiento o incluso la desaparición del periodismo local, que es inmensamente importante para el desenvolvimiento de las comunidades locales, sus iniciativas y su comprensión del mundo.
Así, por un lado, las grandes empresas han alcanzado un control abrumador sobre los medios de difusión tanto en el entretenimiento como en lo periodístico.
Y junto con ello, los aportes privados, cada vez mayores, a las campañas publicitarias electorales han tenido por efecto elevar también los costos de las campañas. De hecho, una campaña chica electoral para un escaño de diputado en la Cámara Baja Federal de Estados Unidos, exige ahora una inversión unas 20 veces mayor que hace 25 años.
De allí que los candidatos estén ahora veinte veces más necesitados de recibir plata del sector privado. Con ello, tras comprar la mayoría de los más importantes medios periodísticos, y tener manga ancha para financiar campañas políticas, el periodismo en Estados Unidos y la mayoría de los regímenes neo-liberales parece dramáticamente sumiso a los intereses de las grandes transnacionales.
En una entrevista de la agencia noticiosa alemana Deustche Welle, a representantes del Comité de Protección de Periodistas, el dirigente Courtney Radsch señaló que ha habido más de 400 agresiones policiales contra periodistas en las protestas y disturbios de los últimos meses contra el racismo y la brutalidad policial en Estados Unidos
De hecho la institución ha registrado 89 ataques policiales a periodistas, con disparos de balas de goma; 27 con spray de gas de pimienta y 49 con gas lacrimógeno, apuntados directamente contra los reporteros y camarógrafos.
El entrevistador de Deustche Welle pregunta entonces: ¿Qué significa para la Libertad de Prensa esto de que la policía esté atacando a los periodistas incluso frente a las cámaras? ¿Qué le queda a Estados Unidos que presume de ser un “faro de la democracia”?
El representante del Comité, Courtney Radsch, responde que es realmente inquietante que, aun sabiendo que las cámaras los están grabando, las fuerzas policiales hayan perpetrado tales ataques.
Y agrega que en todo el mundo se ha visto el apocamiento de Estados Unidos como líder de la libertad de prensa y los derechos humanos. Y señala que la salida de Estados Unidos de la UNESCO y del Consejo de Derechos Humanos, se ve enfatizada por las declaraciones del Presidente Donald Trump y otros políticos denigrando a la prensa.
Courtney Radsch agrega que el asesinato del periodista árabe Jamal Khashoggi puso en evidencia la falta de respuesta de Washington frente a ese crimen y el no hacer responsable a Arabia Saudita, a pesar de los informes de los servicios de inteligencia.
Finalizando, declara textualmente: “Esta combinación de factores ha creado una condición que nunca había visto en toda mi vida de periodista”.
Así, encontramos que incluso los más prestigiosos y respetados medios periodísticos, en todo el mundo occidental, aparecen presionados por el poder financiero de las grandes empresas que invierten en publicidad, y también por los grupos políticos afines a esas grandes empresas, que intentan imponer sus opiniones sobre los contenidos periodísticos.
Sin embargo, pese a esos factores desalentadores, la independencia de algunos medios sigue logrando prevalecer, básicamente a partir del prestigio que han ganado directamente de la base social que recibe una información notoriamente pluralista, crítica y valiente.
Esa eficacia en el contacto real con su público sigue permitiendo que tales medios puedan resistir las presiones financieras y el desplazamiento de la inversión publicitaria hacia los medios digitales.
En realidad, en estos momentos, toda la actividad periodística está experimentando un proceso evolutivo que es difícil y peligroso, pero que parece avanzar hacia nuevas definiciones del quehacer del periodista y su inserción tanto en las empresas de comunicación social como en el conjunto humano de la base social.
De hecho, ya se advierte una confluencia de los aportes más valiosos de las redes sociales hacia los medios de difusión intuitivamente aprobados por la gente.
En Estados Unidos y Europa, por ejemplo, está cobrando fuerza una organización llamada Daily Cloudt.com, en la que periodistas altamente calificados asesoran y entrenan a grupos de la llamada “gente común”, dueñas de casa, empleados, comerciantes, profesionales, estudiantes, que se sienten frustrados e inermes ante un contexto diseñado por las grandes sociedades anónimas.
Utilizando las plataformas comunes de las redes sociales, estas personas, debidamente capacitadas, acceden a los medios de comunicación social tradicionales que participan de la iniciativa, y sus aportes periodísticos se unen generando un volumen noticioso muy grande, macizo y confiable.
Según informaba ayer la periodista estadounidense Naomi Wolf, la comunidad participante ya alcanza a más de 10 millones de personas, con un promedio de entre 100 mil y 250 mil contactos diarios.
Es decir, en el corazón del mundo desarrollado ya comenzó a cobrar vida una nueva forma de reporteo, análisis, verificación y generación de contenidos noticiosos en que participan los especialistas de los medios de difusión, los periodistas profesionales, y un vasto número de personas de la base social, debidamente instruidas y asesoradas.
En estos momentos, en que la progresión de la pandemia del Covid-19 parece resurgir peligrosamente y con mutaciones inesperadas, la humanidad entera también parece estar comenzando a reaccionar desde el interior de la cultura y los valores que son los generadores de la civilización.
Fíjese Ud. que en un mensaje de Facebook, una mujer menciona una anécdota de la célebre antropóloga Margareth Mead. Cuando una de sus alumnas le pidió que identificara el más antiguo signo de civilización humana, obtenido por los paleontólogos, ella no se refirió a ningún objeto ni herramienta, sino al hallazgo de un fémur humano de más de cien mil años de antigüedad.
Era un hueso que mostraba haberse quebrado y posteriormente había sanado. Es decir, era un ser humano que hace más de cien mil años se había quebrado una pierna, y luego se había curado.
Eso es el signo más inequívoco de civilización humana. Absolutamente todos los animales que se quiebran un hueso mayor de una de sus patas, todos, mueren y son devorados.
Ese ser humano, en cambio, sobrevivió y sanó de su terrible fractura. Eso es la prueba más innegable de una civilización en que el compañero herido no es abandonado. Al contrario, es cuidado, protegido y alimentado.
Eso ¿es amor?... ¿Es instinto?... Lo que fuese, eso ya era la clave de la civilización que estaba naciendo. Una civilización de poderoso amor, asombrosamente conveniente para todos.
¿Será que de esta atroz pandemia los humanos saldremos con una civilización más evolucionada?
Hasta la próxima gente amiga. Estamos en peligro. Toda evolución es peligrosa, pero vale la pena
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* Imagen: Una fotógrafa con guantes protectores y una máscara sostiene una cámara en El Cairo, Egipto, (Reuters) | Obtenida de infobae