Por Ruperto Concha / resumen.cl
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Tal como habíamos previsto el domingo pasado, los estridentes anuncios de que el miércoles Rusia invadiría a Ucrania resultaron ridícula y estridentemente falsos.
De hecho, Rusia, supuestamente había movilizado cerca de 120 mil hombres en varios puntos próximos a la frontera ucraniana. Oiga, ¿por qué se lanzaría con tan pocas fuerzas una guerra contra los 500 mil hombres del ejército ucraniano, ahora muy bien dotados con armamento de la OTAN, y entrenados militarmente por soldados estadounidenses y británicos?...
¿Y sabiendo además que las fuerzas de la OTAN en Europa suman más de un millón y medio de soldados?
Recordemos que, para atacar a Iraq, en 2003, Estados Unidos empleó una fuerza de 700 mil hombres. En la guerra de Vietnam, Estados Unidos empleó más de dos millones de soldados. Sólo en 1968 las tropas estadounidenses en Vietnam sumaban 536 mil hombres. Con esos antecedentes, ¿por qué tanta histeria, tanto terror por ciento veinte mil efectivos del ejército ruso?
De ahí que, para muchos analistas, toda esa enorme alharaca terrorífica tenía por objeto crear alguna situación que obligara a algunos efectivos rusos a intervenir en combate para socorrer a los rusos del Donbass ucraniano. O sea, provocar una acción de combate en territorio ucraniano a fin de culpar a Rusia de iniciar la invasión.
Efectivamente, el jueves, inesperadamente, y por orden de no se sabe quién, tropas ucranianas iniciaron un bombardeo sobre posiciones de los rebeldes del Donbass. Filmaciones y testimonios confiables dieron cuenta de al menos 40 andanadas de morteros pesados, con un alcance de 30 kilómetros, que impactaron destruyendo edificios y fortificaciones en la ciudad de Donetsk.
El viernes, por supuesto, las milicias rebeldes pusieron sus fuerzas en pie de combate. Asimismo, se inició el desplazamiento de convoyes de vehículos llevando a miles de niños, mujeres y ancianos, a guarecerse en la ciudad fronteriza rusa de Rostov.
Y, en Moscú, se informó que el presidente Wladímir Putin ordenó iniciar de inmediato ejercicios de alistamiento de sus fuerzas estratégicas de misiles nucleares hipersónicos.
Pero, fíjese Ud. que, inesperadamente, ayer sábado, el presidente de Ucrania, Volodimir Zelensky, llamó con urgencia por teléfono al presidente Putin para pedirle una reunión cuanto antes entre ambos para encontrar una solución a esta crisis que parecía ya fuera de control.
¿Qué había ocurrido?... ¿Por qué, una vez más, el presidente de Ucrania aparece desconectado y en angustiada contradicción con el discurso de Washington y la OTAN?
¿Será que Ucrania ya se dio cuenta de que no es más que un casillero del tablero del mortífero ajedrez que Estados Unidos está jugando para ganarse el premio del dominio mundial definitivo?
¿Qué es lo que Estados Unidos, arrastrando a sus aliados, está defendiendo hoy?
En palabras del secretario de la OTAN, Jens Stoltenberg, Rusia no debe apoyar ni defender a la población rusa que forma el 95% de los habitantes de la región del Donbass, al oriente de Ucrania. Eso, porque los Estados Unidos y la OTAN consideran que ese territorio le pertenece a Ucrania. Desconocer aquello sería una violación a la ley internacional, y a la integridad territorial y la soberanía de Ucrania.
O sea, para Stoltenberg no tiene ninguna importancia que los habitantes de aquella región de Donbass, alrededor de 5 millones de personas, estén defendiendo su derecho a mantener su identidad, su lenguaje y su relación familiar con Rusia.
Tras los primeros dos años de enfrentamientos con tropas del gobierno ucraniano, y con ayuda de Alemania, Francia y Rusia, los habitantes de la región aceptaron mantenerse como parte territorial de Ucrania, acatando la autoridad nacional del gobierno ucraniano, pero en condición de Repúblicas Autónomas.
O sea, con libertad de mantener su idioma y sus formas de organización social, y eligiendo a sus propias autoridades regionales.
Ese fue el Acuerdo de Minsk firmado por el presidente de Ucrania y los representantes de las provincias de Donetsk y Lugansk, que integran el Donbass, y con las firmas también de los garantes jefes de estado de Alemania, Francia y Rusia.
Sin embargo, en los hechos, y al parecer con la vista gorda del gobierno central de Kiev, continuaron los ataques militares, a menudo a cargo de milicias o incluso de mercenarios, que progresivamente redujeron el Acuerdo de Minsk a letra muerta, tan muerta como las más de 15 mil víctimas fatales de los ataques ucranianos contra Donbass
¿Cómo se atreve el secretario de la OTAN, Stoltenberg, a descalificar y acusar de ilegal la voluntad de independencia de los habitantes del Donbass? ¿Será que ese tal Stoltenberg está acusando a la mismísima OTAN de haber actuado ilegalmente al despojar a la república de Serbia de sus territorios de Kosovo, en 1999, donde había una mayoría de inmigrantes albaneses que querían tomarse el gobierno?
Entre el 24 de marzo y el 10 de julio de 1999, las fuerzas de la OTAN atacaron Serbia, violando las Carta de las Naciones Unidas, matando a miles de civiles, bajo la justificación de estar defendiendo el derecho de un millón setecientos mil albaneses que querían independizarse de Serbia.
Oiga, para Estados Unidos y la OTAN la tesis de que los habitantes de una región tienen derecho a elegir su propio destino democráticamente prevaleció en Kosovo contra Serbia, pero ahora es rechazada por Estados Unidos y la OTAN en Donbass contra más de 5 millones de rusos que están en una situación idéntica.
En el caso de Kosovo, la defensa del derecho a la autodeterminación de los pueblos que realizó el enviado finlandés de la ONU, Martti Ahtisaari, tuvo tal aprobación jurídica internacional, que llevó a que lo galardonaran con el Premio Nobel de la Paz.
Pero para el tal Stoltenberg, como para Joseph Biden y Boris Gordon, la autodeterminación de los pueblos sólo es buena… digamos, algunas veces. Cuando “conviene” que sea buena.
Y el mismo caso fue el de Osetia del Sur, cuyos habitantes, por plebiscito, con una mayoría de más del 90%, votaron por independizarse de Georgia, lo que provocó el sangriento ataque del ejército georgiano, y la intervención militar de Rusia en defensa de los habitantes de Osetia.
También ahí, Estados Unidos y la OTAN acusan a Rusia de haber agredido ilegalmente a Georgia, arrebatándole Osetia del Sur.
Pero, todavía hay otro caso. El de las islas Malvinas, pertenecientes a la Argentina, que a mediados del siglo 19 fueron invadidas por la marina británica que simplemente se apropió de ellas y las retuvo a sangre y fuego cuando fuerzas argentinas intentaron recuperarlas en 1982.
Pese a que supuestamente Argentina era una nación aliada de Estados Unidos, Washington colaboró activamente con el gobierno británico para derrotar a los argentinos.
Ahora, cuando el gobierno argentino declaró su demanda de esperar recuperar esas islas que son su territorio, y el gobierno de China, por su parte, declaró su respaldo a la demanda argentina, la respuesta británica fue muy clara:
“Esas islas son británicas porque sus habitantes son británicos y quieren seguir siendo parte de la Gran Bretaña”.
Suena bonito, ¿verdad?... ¿Por qué, entonces el gobierno británico se niega a aceptar que los 5 millones de rusos de Donbass, en Ucrania, tengan derecho a ser rusos?
Bueno, lo que sí queda bien claro es que en estos momentos ni Estados Unidos ni la OTAN están defendiendo realmente el derecho a la autodeterminación de los pueblos.
¿Qué es lo que defienden, entonces?... ¿Será, quizás, la Democracia?
La Democracia no es una ideología. Es un sistema de gobierno. Así como un sistema operativo determina el funcionamiento de una computadora, la Constitución Política de un estado es un sistema que determina el funcionamiento de un gobierno, de un Estado.
Y así como los sistemas operativos están constituidos y operan por “algoritmos matemáticos”, las constituciones están constituidas y operan mediante artículos legales o “leyes”. Y, por cierto, así como los sistemas operativos evolucionan dando paso, una y otra vez, a versiones nuevas más avanzadas o eficaces, las Constituciones Políticas deben necesariamente también poder evolucionar mediante reformas.
Por supuesto, el sentido que tengan las reformas constitucionales y las leyes es necesariamente determinado por posiciones ideológicas, o sea, por estructuras de valores que hacen que la ley sea “buena”.
Por ejemplo, en nuestra cultura nos parecen esenciales dos conceptos aparentemente contradictorios y que sin embargo son complementarios. El concepto de “igualdad” y el concepto de “identidad”. Eso nos permite ser todos uno, y lo que nos permite que cada uno de los seres humanos sea respetado en su singularidad. En su derecho a ser distinto y único, sin dejar de ser también igual.
Cuando la ideología se expresa en términos de ética, de un enfrentamiento entre lo santo y lo pecaminoso, lo decente y lo indecente, lo respetable y lo vil, puede producir alteraciones graves y perniciosas, capaces de paralizar o volver errático el funcionamiento de las leyes.
El caso más notable fue el de las primeras elecciones democráticas realizadas en Argelia, en 1991, en las que ganó por amplia mayoría el Frente Islámico de Salvación, un movimiento profundamente religioso que rechazaba de plano los valores laicos, la igualdad ante la ley y los derechos de la mujer.
Según su propuesta, la nación argelina debía retornar al cumplimiento del Corán tanto en la moral individual y familiar como en lo político.
Por ello, los vencedores en la elección de 1991 anunciaron que esas primeras elecciones serían también… ¡las últimas!
No habrá más pecaminosas elecciones ni se dictarán más leyes que las que puso Mahoma en el Corán.
Bueno, antes de que el vencedor partido islámico pudiera asumir de hecho el poder, los militares dieron un golpe de estado. Y después de mucho tiempo llamaron a nuevas elecciones en las que se prohibía terminantemente que hubiera candidaturas definidas por la religión.
En realidad, la Democracia sólo puede existir donde haya elecciones libres y sanas.
En América Latina, en los últimos años, los procesos electorales han sido vulnerados y a menudo adulterados por intrusión mañosa de agentes corruptores al servicio de intereses económicos.
¿Será que Estados Unidos está luchando para que haya elecciones sanas y libres, en defensa de la Democracia?
¿Será en defensa de la democracia que Estados Unidos ha impulsado y favorecido prácticamente todas las interrupciones de las democracias latinoamericanas?
Más aún, que Estados Unidos ha participado en el falseamiento de algunas elecciones democráticas, y también en la desaprobación de otras importantes elecciones democráticas que Washington consideró “inconvenientes”, ¿sin ofrecer prueba alguna en contra de ellas?
En realidad, basta una revisión histórica de las intervenciones de Estados Unidos, una tras otra, durante más de un siglo, para llegar a la conclusión de que la acción de Washington en “Defensa de la Democracia” jamás ha ido más allá de la simple persecución de los movimientos sociales izquierdistas, bajo la excusa de ser un “anticomunismo libertario”.
De hecho, ni siquiera dentro de Estados Unidos se ha apreciado un esfuerzo eficaz por lograr que los procesos electorales sean sencillos, verificables y accesibles a todos, y frenar la escandalosa influencia política de los grandes donantes de dinero para las campañas electorales.
¿Qué es entonces lo que Estados Unidos está defendiendo con ferocidad, comprometiendo en ello a sus aliados europeos?
Para buscar una respuesta es preciso tomar en cuenta hechos concretos, verificables y actuales. En estos momentos, China y Europa (especialmente Alemania y Francia), son los más importantes socios comerciales de todos los países del mundo.
Ya Estados Unidos no es el miembro más importante del quehacer económico mundial.
En tanto, Estados Unidos y Europa se encuentran en un estado de endeudamiento extremo unido a un proceso inflacionario que puede frenar o incluso paralizar la economía.
Para las principales megaempresas europeas, el buen entendimiento con la China es indispensable. De hecho, por ejemplo, la Volkswagen alemana en estos momentos está iniciando la producción de un millón de autos eléctricos en su planta industrial del Sinkiang, en China.
Recíprocamente, para China también Europa es un valioso socio comercial, que compra un alto porcentaje de los más caros productos chinos de exportación.
En estas circunstancias, para Estados Unidos la única posibilidad de mantener su control en el quehacer internacional estaría en lograr que Europa quede comprometida en una alianza belicosa que cierre por completo su relación con Rusia y con la Ruta de la Seda.
Si se configura una crisis militar tan intensa como podría llegar a ser la crisis por los supuestos planes de Rusia de invadir Ucrania, ello le permitiría a Estados Unidos recuperar su liderazgo.
¿Será, quizás eso lo que Estados Unidos está defendiendo en realidad?
Y en ese maquiavélico intento, ¿habrá una Europa dócil y sumisa, dispuesta al sacrificio para salvar la primacía imperial estadounidense?
No es fácil imaginar los posibles desenlaces de esta coyuntura de estrategia mundial.
Pero cada vez se está haciendo más visible la posibilidad de que el derrumbe del dominio imperial de Estados Unidos puede no implicar que haya otra potencia, como China, llegue a ocupar su lugar de dominio sobre el planeta.
Más bien se está aceptando la posibilidad mucho más realista de un mundo unificado en un transnacionalismo completamente multipolar.
Hasta la próxima, gente amiga. Cuídense. Hay peligro.
Y quizás ese peligro desemboque en una tremenda fiesta de una humanidad que sienta el gusto de ser humana.