PODCAST | Crónica de Ruperto Concha: Razón y Fuerza

Por Ruperto Concha / resumen.cl Opción 1: archive.org Opción 2: Spotify https://open.spotify.com/episode/5c9NhByonGKzj3oNhQ1aHj Esta semana los principales periódicos de Estados Unidos coincidieron en anunciar que el desenlace de la pandemia COV19 será una transformación cataclismal del mundo que conocíamos. Que nada volverá a ser como antes. Según el Fondo Monetario Internacional, la economía mundial se contraerá, llegando a recesión estimada en un 3%. Y esto, oiga, contrastando con la proyección anterior que preveía un crecimiento del 3,3%. En Estados Unidos, la contracción será aún más grave, llegando al 5%, uniéndose a un aumento de la cesantía que, sólo en el mes de mayo eliminó casi 22 millones de puestos de trabajo en ese país. Entrevistado por Yahoo Finanzas, el economista jefe del Fondo Monetario Internacional, Gita Gopinath, afirmó que, si no se encuentra una vacuna contra el Coronavirus en las próximas semanas, la recesión mundial podrá llegar al 6% hasta el 2021. La Unión Europea sufrirá una recesión del 7,5%. Gran Bretaña, un 6,5% y Estados Unidos un 5,5%. En cuando a China, también sufrirá una fuerte contracción, aunque sin llegar a recesión. De hecho tendrá un crecimiento del 1,2%. Y bueno, este descalabro se produce precisamente cuando en Estados Unidos se inicia la campaña presidencial que en principio culminará en noviembre cuando se enfrenten Donald Trump, con John Biden, ese centro derechista demócrata que lleva como estrafalaria candidata a la Vicepresidencia a la muy izquierdista senadora Elizabeth Warren. Para los demócratas, cualquiera alianza sirve si ayuda a impedir que Donald Trump siga en la presidencia de Estados Unidos durante 4 años más.

En el enrabiado clima confrontacional, los demócratas han acusado a Trump de ser débil ante lo que consideran un ataque de guerra biológica lanzado por China. La prensa apoyada por las transnacionales adhirió sañudamente a las acusaciones contra la China, a pesar de la inexistencia total de pruebas que pudieran inculpar a Beijing. Más aún, según informó el viernes la agencia noticiosa Reuters, un informe elaborado por la Universidad de Cambridge señala que en realidad el Covid19 no se habría originado en Wuhan sino en el sur de China, y no en un laboratorio, sino a través de sucesivas mutaciones producidas por contagios entre diversos animales y seres humanos. Según los científicos de Cambridge, la pandemia se habría iniciado a partir de un humano contagiado entre el 13 de septiembre y el 7 de diciembre de 2019. Asimismo, el propio Centro de Control de Epidemias, de Washington, admitió que ya el 3 de enero, cuando recién se producían los primeros casos de contagio en Wuhan, el doctor Gao Fu, del Ministerio de Salud de China, se comunicó telefónicamente con la Casa Blanca para notificar la gravedad del peligro del nuevo coronavirus. Por otra parte, el biólogo Edward Holmes, de la Universidad de Sidney, Australia, miembro del equipo de investigadores de la Royal Society de Londres, enfatizó que no hay evidencia alguna de que el virus pudiera haberse generado en un laboratorio de Wuhan. Sin embargo, la campaña periodística y publicitaria sostenida desde enero ya ha causado que, según las encuestas, un 70% de la opinión pública estadounidense cree que China es culpable de la aparición y la propagación de contagios del COVID19. Sobre esa base, el candidato Demócrata John Biden ya está empleando los términos más insultantes para referirse al gobierno chino. Incluso ya calificó al presidente Xi Jinping como un “dictador tirano” y lo comparó, fíjese Ud., con “Jack el Destripador”. Finalmente, ayer sábado, el presidente Trump anunció que, si se comprobase que China ha ocultado intencionalmente información sobre el COVID19, Estados Unidos aplicará las más fuertes acciones de castigo en su contra.

La amenazante declaración de Trump en realidad va poco más allá de una declamación publicitaria. De hecho, la posición de Estados Unidos ante esta crisis es incluso más débil que la que enfrentó el gobierno de Barack Obama en 2008. Según el analista económico Neil Irwin, del New York Times, la crisis actual tiene una magnitud y un alcance dramáticamente mayor que cualquiera otra crisis que hayamos conocido. Es el fin de la economía mundial que conocíamos. Más aún, el analista del New York Times señala que lo que surgirá es una realidad política y económica completamente distinta de lo que conocemos. Y eso se hace sentir en la impotencia de Estados Unidos para enfrentarse a China, o, incluso, para prescindir de la asociación que, aunque de mala gana, ha tenido que mantener con China. Según cifras publicadas por el economista David Goldman, de Asia Times, Estados Unidos simplemente no tiene capacidad para reemplazar la producción de China. Señala Goldman que sólo en 2018, en plena “guerra comercial”, China vendió en Estados Unidos 70 mil millones de dólares en teléfonos celulares, y 45 mil millones de dólares más en computadores. En palabras del presidente de la Apple, Tim Cook, esa gigante tecnológica norteamericana se instaló en China porque, en sus palabras, “allá existe la capacidad de fabricación avanzada de productos de alta tecnología, incluyendo desde personal técnico extraordinariamente capacitado, junto a una robótica sofisticada. Eso permite la producción de cientos de millones de unidades con perfecta precisión y calidad, y con cero defecto”. ¿Qué tal? Es la opinión del presidente de la Apple. A ello se agrega el hecho de que, en estos momentos, el mercado interno de la China ya es mayor que el mercado de Estados Unidos. Según información proporcionada por la Fundación Nacional de Ciencias, de Estados Unidos, ya en 2015 se graduaron en la China ocho veces más nuevos ingenieros que en las universidades de Estados Unidos. Asimismo, 4 de cada 5 estudiantes que se gradúan en doctorados de alta tecnología, en las universidades de Estados Unidos, son jóvenes chinos que de inmediato retornan a su país para desempeñarse. Sumados la calidad y el número de jóvenes científicos que anualmente se incorporan a las actividades de producción avanzada, a partir de las universidades de China y de Rusia, encontramos que superan 8 veces a los que egresan en Estados Unidos.

Por otra parte, los supuestos “aliados europeos” de Estados Unidos, ¿están dispuestos a romper relaciones comerciales con China?... En los hechos reales, enormes empresas europeas, desde farmacéuticas hasta de industrias espaciales, están ligadas en joint ventures, asociadas de hecho, con empresas chinas odiadas por Estados Unidos, como es el caso de Huawei y Tencent. Más aún, la Huawei sola ha contratado a 50 mil trabajadores europeos de alto nivel en sus plantas de Europa y también en China. Resulta así fácil comprender por qué los países europeos se negaron a sumarse a las prohibiciones que pretendía imponer Estados Unidos en contra del sistema 5-G proporcionado por Huawei. Considerando por un lado la enormidad del mercado interno de China, cuya capacidad de compra ya es mayor que la del mercado norteamericano, y también la asociación tecnológica y empresarial de europeos y chinos, resulta bien claro que los europeos no están dispuestos a participar en otra aventura de guerra comercial por servir los intereses de Estados Unidos. Por otra parte, encuestas de opinión pública realizadas durante 2019 ya indican que en los países integrantes de la OTAN, sobre una posible intervención militar en contra de algún país que sea miembro de la OTAN y que haya atacado a otro país miembro, según esas encuestas una mayoría muy fuerte se opuso en Alemania, Bulgaria, Eslovaquia, España, Francia, Grecia, Italia y Turquía. En Hungría, Polonia y República Checa, las opiniones en favor y en contra se mostraron equilibradas, y sólo en 5 países, Canadá, Gran Bretaña, Holanda, Lituania y Estados Unidos, hubo mayoría en favor de la guerra.   Durante toda esta crisis mundial emergieron situaciones inesperadas y algunas sin precedentes históricos. Por ejemplo, la situación de endeudamiento gigantesco de la mayoría de las naciones. En el caso de Estados Unidos, desde la crisis de 2008, el presupuesto nacional ha tenido que financiarse mediante endeudamiento con un volumen del orden de un billón de dólares anuales, emitidos por la Reserva Federal con respaldo de “Bonos soberanos”, o sea, una especia de pagarés o cheques a fecha emitidos por el gobierno. Este año la deuda de Estados Unidos había superado los 23 billones de dólares, es decir, 23 millones de millones de dólares, suma equivalente a más del cien por ciento del producto interno bruto de ese país. Pero luego, para enfrentar el descalabro económico por la paralización debida al Coronavirus, los bloqueos y las cuarentenas, el gobierno de Trump tuvo que emitir, además, nuevos bonos por un monto de dos y medio billones de dólares para mantener a flote las pequeñas y medianas empresas y a los millones de trabajadores paralizados y sin ingresos. Ese dinero ya estaba agotándose la semana pasada y parece inevitable que se recurra a nuevo y mayor endeudamiento. El problema es que ya fue superada la capacidad de generar el financiamiento necesario para cubrir tal endeudamiento. O sea, la producción de todas las empresas de Estados Unidos ya no alcanza para pagar las cuotas de esa deuda. En otros términos, se trata de una deuda imposible de pagar. Es también la situación de muchos otros Estados. De hecho Argentina ya no puede pagar las deudas contraídas por el gobierno derechista de Macri. Y, a diferencia de Estados Unidos, los demás países no pueden emitir dólares. ¿Qué efecto tendría una situación de default, de cesación de pagos por insolvencia, que se generalizara en el mundo? Encabezados por China, gran número de estados procuran en estos momentos realizar sus operaciones financieras en otras monedas, incluyendo el yuan chino, el euro y también las cripto monedas como el Bitcoin, eso previendo que la inmensidad de la deuda en dólares, al volverse impagable, provoque una desvalorización ruinosa de la moneda estadounidense, equivalente a la ruina que sufrió la libra esterlina en las crisis entre 1918 y 1930. Para países endeudados en dólares, esa situación por supuesto sería maravillosamente beneficiosa. Pero implicaría el comienzo de una forma nueva de actividad financiera.   Diversos sectores políticos están planteando posibles alternativas a la vieja realidad que se derrumba. Los nacionalistas, de tendencia facistoide, se oponen tajantemente a la globalización y en cambio proponen formas de asociaciones regionales capaces de crear un mundo multipolar. Sin embargo, ese nacionalismo resulta retrógrado y peligrosamente similar a los nacionalismos que desembocaron en las dos guerras mundiales del siglo pasado. El enfoque liberal de economía globalizada, por su parte, implica derivar la producción a los lugares que sean más convenientes, y coordinar internacionalmente la producción de bienes y servicios aplicando las nuevas tecnologías disponibles. Sin embargo, esa globalización, hasta esta crisis, se vio desvirtuada al quedar dependiendo de un polo único, imperial y dominante, que fue Estados Unidos. En estos momentos, Francia, Alemania e Italia, junto a Rusia y China, están procurando comprometer al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en una serie de iniciativas que aparecen apuntando a establecer mecanismos nuevos, internacionales, de regulación y control tanto de la economía como de los asuntos de la cultura, los derechos humanos y el medio ambiente planetario. De hecho, ya los gobiernos de los 5 países con derecho a veto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas están a punto de lograr una resolución vinculante que ponga término a todas las guerras que se están dando en estos momentos en todo el mundo. Ese tipo de iniciativas sugiere la posibilidad de una globalización multipolar capaz de compatibilizar las necesidades sociales y políticas con los procedimientos y los valores aceptados por todas las naciones del mundo.

Es claro que Estados Unidos no ha podido evitar entrar en conflicto con la globalización en términos jurídicos, en términos de Derecho. Haciendo uso de la fuerza militar y el monopolio monetario, está cada vez en conflicto con las Naciones Unidas y el Derecho Internacional. Ya al desconocer las facultades de la Organización Mundial de la Salud, Washington cierra un proceso que había iniciado al desconocer las atribuciones jurídicas del Tribunal Penal Internacional, y también de la Organización Mundial de Comercio, entre tantas otras medidas arbitrarias. Así, el pueblo estadounidense, que en tantos aspectos ha sido admirable y enriquecedor del modo moderno de vivir, aparece ahora cada vez más arrinconado y, a la vez, cada vez más amenazante. Como hemos observado antes, la dialéctica de las causas y los efectos de los líderes nos provocan a veces la sensación de que la civilización humana avanza con piloto automático. Como decía ese genial escritor estadounidense que fue Mark Twain, es mentira que la historia humana se repita en ciclos. Pero es cierto que cada cierto tiempo, los hechos históricos pareciera que “riman” entre sí. Y de las tonterías y las angustias aparecen a veces inesperados efectos positivos, verdaderos regalos que alguna providencia quiere hacernos. Por ejemplo, los bloqueos provocados por la pandemia del coronavirus han abierto todo un campo nuevo a partir del trabajo domiciliario, conectado digitalmente. En estos momentos, muchísimas grandes empresas están descubriendo que el trabajo desde el hogar u otro sitio no obligatorio proporciona ventajas extraordinarias en muchas tareas importantes. De hecho, libera a muchos empleados de invertir dinero y horas en desplazarse desde sus casas hasta el lugar de trabajo. Al mismo tiempo, los empleados disfrutan de estímulos emocionales y, además, pueden trabajar desde lugares muy lejanos. O sea, entre otras ventajas, permite que personas capacitadas puedan optar a excelentes trabajos bien remunerados incluso en otros países. Un ejemplo de un mal se engendra a veces un bien, ¿no es cierto?

Todavía es muy pronto para saber qué resultará de este desastre… Es posible que se caiga en nuevos autoritarismos policiales… pero también es posible que la gente prefiera optar libremente por el orden y la solidaridad. Hasta la próxima, gente amiga. En una de esas los seres humanos resultamos ser buenas personas al fin y al cabo.
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