Por Ruperto Concha / resumen.cl
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En estos días hay una región clave para la estrategia mundial. En lenguaje periodístico occidental, esa región se llama “Cercano Oriente”, u “Oriente Medio”. Pero en el lenguaje netamente geográfico, que prefieren los asiáticos, esa región se llama “Asia Occidental” y abarca los estados de Irán, Paquistán y Afganistán, por el Oriente, más Turquía, Irak, Jordania, Qatar, las monarquías árabes, y Yemen, más Siria, Palestina y el Líbano. Geográficamente, debería incluir también a Israel.
Para Europa, esa región es un vecindario peligroso. Y para las grandes potencias, China y Estados Unidos, es un interesante tablero de ajedrez donde se está jugando el destino político del mundo.
Fue allí que, el viernes pasado, Estados Unidos sufrió la más bochornosa derrota diplomática en su empeño de prolongar el bloqueo absoluto de venta de armamento o tecnología militar a Irán.
El pomposo ministro Pompeo jugó todas sus cartas para lograr que al menos 9 miembros del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas votaran apoyando la moción de Washington en contra de Irán. Pero, llegada la votación, sólo consiguió uno solo voto además del propio.
China y Rusia votaron en contra y todos los demás, por cortesía, se abstuvieron.
Pompeo siguió con su tono pomposo, denunciando que de los 15 miembros del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, únicamente Estados Unidos y Costa Rica comprenden el “peligro pavoroso que representa Irán para el mundo entero”. Todos los demás, incluyendo sus aliados Gran Bretaña, Francia, Alemania, Bélgica y Estonia, serían culpables de “ceguera estratégica”.
Pero de inmediato otras noticias del Asia Occidental llegaron restándole importancia a la derrota de Washington en las Naciones Unidas. Vamos viendo.
Tempranito en la mañana del viernes, el Presidente Donald Trump subió un twitter en puras mayúsculas, vociferando “ACUERDO DE PAZ!!!” El entusiasta Trump se refería al acuerdo gestionado por el mismo ministro Pompeo, para restablecer relaciones diplomáticas plenas entre los Emiratos Árabes Unidos e Israel. Se entiende el entusiasmo de Trump. Eran los primeros reyezuelos petroleros que se hacían amigos de Israel, condenando con ello las esperanzas del pueblo palestino.
Por su parte, el atribulado semi-primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, recibía con ello un magnífico respiro. De hecho, la única concesión por parte de Israel fue suspender, por ahora y sólo por ahora, el proyecto de anexarse definitivamente la totalidad del territorio de Palestina.
El acuerdo, por cierto, fue gestionado intensamente por el presidente Donald Trump y por su yerno, Jared Kushner, quien tiene doble nacionalidad, estadounidense e israelí, y quien ya antes había impulsado la decisión de Washington de trasladar la embajada de Estados Unidos de Tel Aviv a Jerusalén. También el régimen de Trump anunció su decisión de reconocer la anexión por Israel de las alturas del Golán, territorio de Siria ocupado militarmente durante la Guerra del Yom Kippur por el ejército israelí.
En Israel, el partido Balad, integrado por ciudadanos árabes, emitió una declaración denunciando que los Emiratos Árabes ahora se habían aliado con Israel, definiéndose ellos mismos como enemigos del pueblo palestino.
Para la derecha israelí era fundamental obtener ya ahora ese triunfo diplomático, antes de las elecciones de noviembre en Estados Unidos, pues se presume que, si triunfa el candidato demócrata Joseph Biden, Washington podría retomar la posición de defensa de los palestinos que antes tuvo el gobierno de Barack Obama. Y, según las encuestas de Israel, Trump va a ser derrotado.
En tanto, resulta muy notorio que Arabia Saudita se haya mantenido al margen de ese acuerdo, pese a que se le suponía partícipe de establecer una alianza para enfrentar a Irán, involucrando a Estados Unidos e Israel.
¿Qué factores llevaron a que el impetuoso y poderoso príncipe heredero Mohammed bin Salman se marginara de este acuerdo?
Ocurre que en estos momentos está cobrando gran fuerza un movimiento de unión islámica, superando el antiguo antagonismo entre los musulmanes sunnitas, que son mayoría en Arabia, y los shiítas, que son mayoría en Irán.
Entre las atribuciones y responsabilidades de la monarquía árabe saudita, se cuenta el velar por la unidad del Islam, velar por los lugares sagrados y proteger a los creyentes musulmanes.
O sea, ante el mundo islámico, la dinastía real de Arabia Saudita aparecería traicionando a los fieles en favor de Israel que está en guerra constante aunque no declarada contra los pueblos islámicos de Palestina, Siria y el Líbano, además de Irán.
Frente a la pérdida de prestigio de la monarquía de Arabia Saudita, aparece en cambio muy consolidado el prestigio de Irán. Y no sólo eso: también el actual régimen de Turquía, encabezado por el presidente Tayyip Erdogan, siendo sunnita, aparece estrechamente aliado con el régimen shiíta de Irán, y los gobiernos de Irán y de Turquía en estos momentos encabezan el llamado Islam Renovado, que apoya a la Hermandad Musulmana y se define como adversario irreconciliable de Israel.
De hecho, Turquía acusa a Arabia Saudita de haber apoyado y financiado el intento de golpe militar de 2016 contra el régimen del propio presidente Erdogan y, asimismo, de estar apoyando y financiando los movimientos separatistas kurdos que intentan independizarse apoderándose de territorios ricos en petróleo, de Irak, Turquía, Siria e Irán.
Por su parte, dos importantes estados árabes, Irak y Qatar, han mantenido una posición amistosa respecto tanto de Irán como de Turquía. Es decir, la posición de la monarquía de Arabia Saudita está visiblemente debilitada ante un poderoso movimiento de renacimiento islámico que de hecho está moviendo también a las masas de Paquistán y Afganistán, y en la lucha por el poder en Libia, el movimiento islámico nuevo aparece apoyando al gobierno reconocido por la Unión Europea.
En este Islam renovado, sunnitas y shiitas aparecen tolerándose mutuamente en forma comparable a la tolerancia cristiana que hay entre católicos y protestantes.
Y, ante todo el mundo islámico, que incluye también a Indonesia y gran parte de Filipinas y de África, el grupo de Irán, Qatar y Turquía ahora aparece como el núcleo de defensa de la nación Palestina y de su resistencia al abuso israelí y estadounidense.
Pero las estruendosas noticias del Asia Occidental involucran aún más a Israel y comienzan a involucrar también a Europa. Por una parte, se agravan las proyecciones de la monstruosa explosión de dos mil setecientas cincuenta toneladas de nitrato de amonio, ocurrida el 4 de agosto en la zona portuaria de Beiruth, capital de la república del Líbano, que mató a 176 personas ya identificadas, más un número indeterminado de muertos que aún no logran sacar de los escombros. Además dejó más de 6 mil heridos, y demolió gran parte de la ciudad, prácticamente todo el barrio portuario.
En estos momentos, hay evidencias acumuladas que señalan que la explosión no pudo ser accidental. Más aún, numerosos testigos altamente confiables y calificados, coinciden en que hubo uno o dos aviones que sobrevolaron el edificio donde se acumulaba la sustancia explosiva.
Asimismo, se confirmó que el nitrato de amonio sólo hace explosión por efecto de otra explosión menor. De hecho, en el atentado de abril de 1995, que destruyó un edificio de gobierno en Oklahoma, Estados Unidos, los autores tuvieron que detonar la carga de nitrato de amonio con un cartucho de dinamita.
Los indicios de que se trató de un atentado habían sido ya admitidos por el propio presidente Donald Trump quien de inmediato había calificado la explosión como un acto terrorista.
Hasta ahora, las sospechas apuntan directamente a Israel, que ya tiene un largo historial de incursiones terroristas y de bombardeo con aviones y drones, sobre territorios de otros países, Siria, Irán y el Líbano, contra objetivos militares de las milicias de Hizbollah, aliadas del gobierno de Siria y de Irán, y que han combatido eficazmente, derrotando sucesivas incursiones del ejército israelí.
En estos momentos se dispone de indicios de que en el mismo lugar donde estaba la acumulación de nitrato de amonio, había también un acopio de armamento de Hizbollah, un arsenal que Israel quería destruir.
Lo que no está claro es si el bombardeo se habría realizado a sabiendas de la existencia de esa enorme acumulación de nitrato de amonio. Y, por supuesto, Israel hasta ahora ha negado su posible participación.
Tratándose de un crimen contra la humanidad, y una violación absoluta del derecho internacional, Israel no puede admitir formalmente su participación.
Sin embargo, en forma extraoficial, voceros del gobierno, manteniéndose en el anonimato, han admitido ante la prensa occidental que esa posibilidad es real y que podría haber sido una medida extrema para evitar eventuales ataques contra Israel.
En ese contexto, nuevamente encontramos que Turquía ocupa un rol protagónico, aliado de Irán y adversario jurado de Israel. Y, en momentos en que el gobierno de Francia intenta aparecer como salvador de la república del Líbano, hay una fuerte mayoría de los libaneses que reiteran su respaldo a Hizbollah, su confianza en Turquía, y su rechazo a los ofrecimientos de Francia, que consideran como un retorno al colonialismo europeo.
Simultáneamente, Turquía está enfrentando con aspereza la intervención de Francia en el Mediterráneo oriental, con el envío de buques de guerra en apoyo de la marina de Grecia, para impedir que Turquía realice sondeos sobre yacimientos de petróleo y gas natural en el fondo marino, en una zona que Turquía, Chipre y Grecia respectivamente reclaman como parte de su soberanía.
Igualmente, en este caso, Grecia y Chipre están asociados con Israel en proyectos de explotación de esos posibles yacimientos. Ya esta semana una fragata de la marina griega realizó maniobras de intercepción de una nave de exploración turca. En esas maniobras, la fragata griega chocó levemente con la popa de la nave turca, y de inmediato una fragata de guerra turca que era de escolta, avanzó en actitud de combate, poniendo en fuga a la nave griega.
Es decir, Turquía dejó en claro que actuará en términos de guerra si otros países intentan obstaculizar sus acciones sobre una zona marítima que considera de su soberanía.
Resulta especialmente compleja la situación creada, ya que tanto Grecia como Turquía y Francia, son miembros de la OTAN, y además, Francia no tiene ninguna atribución para intervenir en aguas del mar Mediterráneo oriental.
¿Podrá la Unión Europea actuar como mediadora entre Grecia y Turquía?... ¿Podrá la Unión Europea evitar que Francia intervenga en ese conflicto?
En el caso de El Líbano, el presidente francés Macron cometió el gravísimo error de ofrecer el apoyo de Francia para enfrentar la destrucción de Beiruth, y también la ruina económica en que se encuentra el país… pero anticipando que esa ayuda tendría que incluir cambios profundos en la política de aquella nación.
Así, en estos momentos, toda la región de la llamada Asia Occidental se encuentra en un grado peligroso de efervescencia, y la república del Líbano, dentro de su tragedia, aparece como un territorio estratégicamente valioso en la estrategia del poder mundial.
De hecho, China dice estar dispuesta a realizar enormes inversiones, por centenares de miles de millones de dólares, para rescatar económicamente al país y convertirlo en terminal soberano en occidente de la gran Ruta de la Seda, uniendo por tierra toda la extensión del Asia Central, desde Siberia hasta el Líbano, en el Mediterráneo.
Es decir, finalmente, es en Asia Occidental donde los intereses de las dos súper potencias mundiales, China y Estados Unidos, se tendrán que entreverar ahora.
De hecho, ya el Secretario de Estado Mike Pompeo está tratando de convertirse en mediador entre Grecia y Turquía… pero sin duda no cuenta con muchas simpatías ni confianza de parte de los turcos.
Por otro lado, la hostilidad entre Washington y Beijing continúa subiendo de voltaje y comienza a echar chispas sorprendentes...
Respecto de China y la situación de Hong Kong, dos hechos inesperados aparecen favoreciendo a China a costa de Donald Trump. El primero, es el aparente desenmascaramiento de la figura central de las protestas civiles en Hong Kong contra el gobierno central de China.
Ocurre que, mediante verificaciones de inteligencia artificial, se descubrió que el joven estudiante llamado Kong Tsun-gan, líder supremo libertario por la independencia de la ex colonia británica… en realidad no era ni estudiante, ni libertario, y ni siquiera era un ciudadano de Hong Kong y tampoco se llamaba Kong Tsun-gan.
El analista Max Blumenthal, de Asia Times, reveló el jueves pasado que la policía de Hong Kong había logrado identificar al supuesto joven estudiante que en realidad es un ciudadano estadounidense llamado Brian Patrick Kern, de 35 años, que trabajó temporalmente para Amnesty International y luego comenzó a operar por su cuenta, haciéndose pasar por un estudiante de 20 años, nacido en Hong Kong.
Según el informe de Blumenthal, este personaje asumió diversas personalidades falsas, llegando a convertirse en el principal vocero de las protestas anti-chinas en Hong Kong.
Entre otros logros, según Max Blumenthal, Brian Patrick Kern obtuvo dos millones de dólares de la Agencia de Medios Globales, de Estados Unidos, para financiar su actuación en las protestas este año.
Habrá que ver el desarrollo de esa estruendosa denuncia que, entre otras cosas, dejaría en ridículo a los prestigiosos medios de la prensa occidental que lo tuvieron como estrella de información y opinión durante las protestas.
Como fuere, la existencia real de Brian Patrick Kern fue confirmada, aunque el personaje, por supuesto, se esfumó de Hong Kong.
La otra fuerte novedad respecto de la arremetida estadounidense contra China, es la entrevista publicada por la revista estadounidense Newsweek, en que el ex presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter, encara al presidente Donald Trump comparando a Estados Unidos con la China de hoy.
Dirigiéndose a Trump, Jimmy Carter dice: «Temes que la China se nos adelante, estoy de acuerdo contigo. ¿Pero sabes por qué China se nos adelanta? Yo normalicé las relaciones diplomáticas con Beijing en 1979. Desde esa fecha, ¿sabes cuántas veces China ha entrado en guerra con otro país? ¡Ni una sola vez, jamás!... en cambio nosotros estamos constantemente en guerra. Estados Unidos es la nación más guerrera en la historia del mundo, porque quiere imponer estados, gobiernos que respondan a nuestro gobierno y a los valores estadounidenses y controlar las empresas que disponen de recursos energéticos en otros países.”
Más adelante, el ex presidente Carter agrega: Hemos desperdiciado 300 billones de dólares en gastos militares para someter a países que buscaban salirse, liberarse de nuestra hegemonía. China no ha malgastado ni un centavo en guerras, y es por eso que nos supera en casi todas las áreas.
Es particularmente doloroso que sea un ex presidente de Estados Unidos el que en estos momentos aparece defendiendo a la nación que Washington presenta como su peor enemigo.
De hecho, esta semana el gobierno de Donald Trump ordenó cerrar todas las sedes de enseñanza de la filosofía de Confucio y de arte y cultura china en Estados Unidos. Según palabras del ministro de exteriores Mike Pompeo, “esas enseñanzas chinas contienen elementos malignos que engañan a los estudiantes universitarios”.
Bueno, recordemos que fue el filósofo chino Confucio el que, 500 años antes de Cristo, pronunció la frase clave del cristianismo. Esa que dice “No le hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti. Y no le impongas a los demás lo que a ti te parece inaceptable”.
Supuestamente la China de hoy está tratando de hacer las paces con Confucio. Quizás lo consigan.
Hasta la próxima, gente amiga. Cuídense, hay peligro. Los humanos somos peligrosos para la humanidad… y pareciera que no podemos evitarlo.