Por Ruperto Concha / resumen.cl
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El martes pasado, el politólogo estadounidense Thom Hartmann publicó un artículo en el sitio web OpEdNews, titulado con la pregunta: “¿Se ha fijado Ud. en que los americanos nos estamos poniendo más y más malvados?”
Él le echa la culpa al Partido Republicano, que, según su punto de vista, ha pasado a ser claramente fascista. Y cita los ejemplos de asesinos masivos que, también según él, eran militantes republicanos como Tim Mc Veigh, que en 1995 dinamitó el edificio Federal de Oklahoma matando a 168 personas y dejando malheridas a 680 personas más.
También menciona el ataque con bombas en la Maratón de Boston, en 2013, que mató a tres personas y dejó heridas a otras 282; el de Patrick Wood, de 21 años, que mató a 23 personas en El Paso, Texas, en 2019; y el de este año en Buffalo, en un supermercado, que mató a 10 personas más. Hartmann señala que son crímenes de odio de carácter fascista y racista de lo que él infiere que son crímenes de los republicanos.
Pero en ese análisis, Thom Hartmann olvida mencionar otras acciones malvadas. Por ejemplo, la matanza de Waco, en 1993, perpetrada por la policía que acribilló con balas incendiarias a los miembros de la secta religiosa Davidiana que se habían encerrado en su sede y simplemente se negaban a permitir la entrada a los agentes.
Las balas incendiarias atravesaron las paredes y provocaron la explosión de los balones de gas de los ocupantes. 19 hombres, 34 mujeres y 23 niños perecieron quemados vivos por la policía que actuó con autorización directa de la fiscal general de Washington, Janet Reno, durante el gobierno del muy demócrata presidente Bill Clinton.
La violencia brutal está aumentando en todas partes no sólo en Estados Unidos. Y el propio Thom Hartmann cita a la escritora y filósofa Hanna Arendt, quien dice “las presiones de fuerza excesiva, incluso si no llegan a la violencia inicialmente, hacen que luego los medios de presión se acepten como recurso normal, y con ello se produce que los medios lleguen a ser más importantes que los fines”.
¿Se fija Ud.? Según ella, ya no son los fines los que justifican los medios. Son los medios los que llegan a hacerse independientes de lo que los justificaba al principio. Y cuando se empieza a recurrir a la violencia, la violencia comienza a volverse indispensable.
Pero, ¿qué fines son esos que parecen justificar la brutalidad criminal y la violencia?
Son las Utopías… doctrinas de acción para lograr un resultado tan perfecto supuestamente que llegan a ser equivalentes al Bien Supremo, que hay que alcanzar a toda costa y que ya no debe cambiarse jamás.
La palabra Utopía fue inventada por el cura y político británico Thomas More, o Santo Tomás Moro, en 1516, cuando era ministro del rey Enrique Octavo, de Inglaterra, a partir de dos palabras griegas: Ukh, que quiere decir “No” y “Topos”, que significa “Lugar”. O sea, Utopía significaría “Ningún lugar”… un lugar sólo imaginario.
La isla Utopía de este santo describe una sociedad absolutamente igualitaria, en que toda la gente va vestida exactamente igual, con ropas que sólo se diferencian en si son masculinas o femeninas, y en su tamaño, según sean para gente grande o para niños.
Todos ocupan su tiempo en adorar a Dios y trabajar laboriosamente para el bien de todos. Y, fíjese Ud., cuando la persona cumpla 60 años, recibirá como regalo una botellita de veneno que le permitirá quedarse dormida y morirse durante el sueño.
Por supuesto, la persona no tiene la obligación de tomarse el veneno. Puede dejarlo por ahí y seguir viviendo como un parásito despreciable, a costa del trabajo de los demás…
Bueno, a pesar de sus buenas intenciones, esa Utopía de Tomás Moro, como Ud. ve, en nuestra época nos resultaría por completo inaceptable. Pero todos tenemos que aceptar que su intención era mostrarnos el sueño de una sociedad sin conflictos ni abusos, con pan, techo y abrigo para todos.
Otras utopías, con uno u otro nombre, han seguido surgiendo en forma de propuestas políticas que aspiran a dar soluciones perfectas y definitivas a las aspiraciones de felicidad de las naciones.
Las dos grandes utopías más recientes han sido las llamadas “utopías democráticas”, como el liberalismo y el socialismo marxista, que han tenido que enfrentarse a las utopías religiosas y raciales.
Entre estas últimas, ya vimos la atrocidad de la utopía racial de los nazis, orientada a dar la felicidad de quienes según ellos eran la verdadera raza humana, los ario-germánicos, que dominarían y disciplinarían a los “subhumanos” de las demás razas.
Ya vimos el precio que tuvo aquella utopía racista para todo el mundo y en especial para la propia Alemania. Pero… ¿realmente pasó al olvido ese racismo ideológico?
En el caso de la actual guerra de Ucrania, y sin el menor disimulo, se ha realizado una gigantesca campaña publicitaria apuntada directamente contra la nación rusa, contra la raza eslava por excelencia.
El racismo anti ruso alcanzó extremos grotescos, particularmente en el campo cultural. De hecho, en Italia, el Gobierno intentó anular el programa de óperas de la Scala de Milán, que este año debía iniciarse con la ópera Boris Godunov, del gran músico ruso Modesto Mussorgsky.
Ante la brutalidad de esa intrusión política, todos los músicos de la Scala de Milán anunciaron que, si no se retiraba la exclusión de la ópera rusa, se negarían a interpretar todo el resto de las óperas programadas. Simplemente no habría temporada de Ópera en la Scala de Milán.
Por cierto, el gobierno italiano tuvo que ceder, tal como en Chile la Municipalidad de Las Condes tuvo en su momento que enfrentar el escándalo provocado cuando su Corporación Cultural, cediendo a la petición de unas personas que se presentaron como “la comunidad ucraniana en Chile”, había suspendido la puesta en escena de una obra de teatro basada en textos del gran escritor ruso Anton Chejov.
En realidad, la abrumadora campaña mediática y racista anti rusa ha llegado a sobrepasar sus propios límites de eficacia, y ahora está teniendo el efecto contrario. De hecho, incluso muchos observadores pro occidentales están advirtiendo lo que llaman un “enfriamiento” del apoyo emocional de la gente hacia el pueblo ucraniano.
Pero otras expresiones de racismo están haciéndose más fuertes y agresivas principalmente en Estados Unidos, pero también en Europa y América Latina. El Procurador General de Estados Unidos, Rob Bonta, informó a la prensa que los crímenes racistas han aumentado y recrudecido afectando a todas las minorías raciales del país.
Las agresiones contra afroamericanos, que son un 6% de la población, habían aumentado en un 13%. Las agresiones contra personas asiáticas aumentaron en un abrumador 177%.
También los ataques racistas contra latinos, latinoamericanos, aumentaron en un 20%, y los ataques contra judíos, inesperadamente, aumentaron en un 32%.
Paralelamente, también aumentaron en un 48% las agresiones contra las minorías sexuales.
En un impresionante reportaje publicado por el periódico Los Angeles Times, la reportera Felicia Álvarez llega a titular la situación directamente, como “una epidemia de odio”.
En el caso de la Guerra de Ucrania, se da claramente la descripción de la filósofa Hannah Arendt sobre el proceso en que la aplicación de la fuerza como medio para lograr un fin, termina haciendo que el medio se haga más importante que el fin. El fin deja de justificar los medios.
La guerra ya no busca realmente alcanzar los objetivos que inicialmente la justificaban. O sea, la guerra ya no busca recuperar la paz. Lo que busca es la “victoria”.
El papa Francisco se refirió a la locura publicitaria con que Occidente trata de manipular la opinión pública contra Rusia, comparando el conflicto con el cuento de la Caperucita Roja y el Lobo Feroz.
La Caperucita Zelenski es la buena e inocente, y debe enfrentarse con el Lobo Feroz que es el malvado Vladimir Putin. Pues bien, en estos momentos la Caperucita Zelenski está exigiendo que los países de la OTAN prácticamente dupliquen sus aportes en armamento y pertrechos de guerra que de hecho ya han superado los cien mil millones de dólares.
Según varios analistas militares del propio campo de la OTAN consideran que los países europeos ya no pueden realizar nuevos aportes, sobre todo tan mayores. Más aún, el propio Zelenski declaró ante la prensa que Ucrania necesita alcanzar la victoria sobre las fuerzas rusas antes de diciembre, porque al llegar el invierno el poderío de Rusia se volvería irresistible.
En tanto, el costo de la guerra y las brutales sanciones económicas contra Rusia no sólo se han vuelto económicamente insostenibles para Europa y el propio Estados Unidos. También ahora están teniendo un costo político que parece abrumador.
En Estados Unidos, ya hay un 76% de la opinión pública que considera que la economía está en ruinas, y culpa de ello al gobierno de Joseph Biden, el cual, a su vez, trata infructuosamente de convencer a la gente que la culpa de todo la tiene el presidente ruso Vladimir Putin.
Pero a ello incluso la revista Time responde que las enormes sanciones acumuladas contra Rusia en realidad han sido ruinosas para Estados Unidos y aún más para Europa, mientras Rusia sigue imperturbable. Y no sólo eso. En su edición del viernes pasado, el Time señala que todas las sanciones impuestas por Estados Unidos finalmente han sido un fracaso.
No han logrado derribar el gobierno de Irán. Tampoco lograron impedir que Corea del Norte siga adelante con su armamento nuclear, ni tampoco derrocar al presidente sirio, Bashir Assad, ni derrocar el gobierno de Venezuela encabezado por el presidente Nicolás Maduro.
Y el Time pregunta: ¿por qué Biden insiste en aplicar sanciones que repercuten en sufrimiento y rabia del pueblo estadounidense?
Así, en estos momentos, Estados Unidos aparece sujeto a un gobierno sin rumbo, en el que ya se duda que el presidente Joseph Biden se atreva a presentarse a la reelección, y se prevé que ya que en las elecciones parlamentarias de noviembre el partido demócrata perderá su mayoría en ambas cámaras del Congreso.
Pero, más allá de las estrategias sobre el dominio de un planeta que a su vez se está demostrando cada vez más enfermo… ¿en qué está la gente como Ud. y yo, que seguimos a la espera de una respuesta inteligente de la clase política?
A nivel mundial el dólar está desvalorizándose por una inflación imparable, pero aquí en Chile, ese dólar desvalorizado está subiendo de precio, superando los 940 pesos por dólar, mientras que el cobre, en cambio, manejado en el mercado de Londres, ha caído a un precio mísero de 3 dólares con 74 centavos la libra de metal refinado, cuando había llegado a valer 6 dólares la libra.
¿Tendremos que tomarle el gusto a la crisis generada por el derrumbe de la economía occidental?
¿Tendremos quizás que recordar el arte de ser pobres sin caer en la miseria social y moral?
Una noticia del pasado martes 28 de junio ha pasado casi desapercibida para la mayoría de los grandes medios de comunicación de nuestro país. Un incendio que estalló esa mañana al interior de una modesta casa de la población La Legua.
El fuego se produjo únicamente en una habitación, quizás iniciado por el volcamiento de una estufita de parafina. En esa habitación se encontraba una de las personas más admirables que he conocido. Don José Aravena, Pepe Aravena, de 84 años, presidente de la Fundación Los Traperos de Emaús, las “Urracas de Emaús”.
Esa modesta casa era una de las casas de acogida en que pueden refugiarse las personas en situación de calle… ellos que no tienen hogar y rara vez tienen algo con que quitarse el hambre.
A sus 84 años, incluso tras haber perdido una de sus piernas, Pepe Aravena se mantenía lúcido y activo, delegando con inteligente prudencia las funciones necesarias para que las Urracas de Emaús pudieran seguir prestando ayuda y socorro material y orientación y ayuda a la gente más abandonada de nuestra sociedad. Esa gente que parece invisible porque nadie la ve.
Obteniendo a duras penas financiamiento mediante sus talleres artesanales de reparación y arreglo de cosas que todavía están buenas, pero que la gente de buena situación simplemente desecha, las Urracas logran dar trabajo, socorro e incluso información práctica a los más pobres.
El origen de las Urracas se remonta a 1957, cuando un grupo de familias sumidas en la miseria se tomaron unos terrenos en el Zanjón de la Aguada, de Santiago, y comenzaron a armar precariamente unas viviendas usando restos de palos, latas y cartones en meses de un invierno especialmente helado y lluvioso. Habían aparecido las llamadas “poblaciones callampa”.
Muchachos de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, mayoritariamente comunistas, se unieron con otro grupo de estudiantes de la Universidad Católica, mayoritariamente jóvenes inspirados por la Doctrina Social de la Iglesia, la llamada “Teología de la Liberación”, donde cobró vida y forma la antigua Democracia Cristiana, un partido claramente con la idea de lograr una revolución social intensa pero pacífica.
Ambos grupos, si bien mantuvieron sus diferencias de ideología, lograron colaborar eficazmente entre sí, aportando materiales, trabajo y algo de dinero para los pobladores, y consiguieron también lograr la atención de los periodistas y de algunas autoridades.
En noviembre de 1957, el entonces presidente de la República, Carlos Ibáñez del Campo, emitió finalmente un decreto autorizando que los pobladores pudieran tomar posesión de los terrenos tomados y para ello pagando el Estado la expropiación a los dueños del predio.
Fue en ese contexto que llegaron a Chile las noticias sobre el sacerdote francés Henri Groués, conocido como el “Abbé Pierre”, que había iniciado una gran cruzada de socorro a la gente sin casa que estaba muriendo de hambre y de frío en las calles de la Europa de post guerra.
La cruzada de caridad del Abbé Pierre inició una industria de hábil reparación de objetos que la gente desechaba, y que luego ellos ponían en venta a bajo precio, obteniendo una modesta ganancia para la acción de caridad.
El Abbé Pierre bautizó a su industria como “Los traperos de Emaús” aludiendo al relato evangélico del jardín de amistad que había cerca de Jerusalén, en donde Jesús se presentó sonriendo, 3 días después de su resurrección, antes de regresar definitivamente al Cielo.
Bueno. Ese fue el modelo que asumieron aquellos estudiantes chilenos que acudían a socorrer a los desamparados en el Zanjón de la Aguada y lograron levantar la Población de la Victoria como el inicio de una especie de revolución.
Una suerte de revolución hecha a fuerzas de alegre solidaridad juvenil, una revolución que sabía cantar y sabía pensar y tomar decisiones con inteligente sencillez.
Ese fue su mundo, la juventud, el crecimiento y la enérgica ancianidad de Pepe Aravena, el presidente de los traperos de Emaús en Chile, que asumieron el nombre de “Las Urracas de Emaús”, que andan recogiendo cositas que pueden servir y generar ayuda para los más pobres.
Las Urracas, Ud. sabe, usadas como símbolo del simple y risueño del lema… “Amor y Buen Humor”.
No me cabe duda de que el recuerdo de Pepe Aravena seguirá revoloteando en las Urracas, dándoles un empujoncito emocional para que sigan haciendo lo que es necesario hacer como alternativa real y sana a la violencia brutal y al odio racista disfrazado de “utopías” supuestamente mejores que la sencilla paz laboriosa y amistosa.
Hasta la próxima, gente amiga. Cuídense, hay peligro… y ninguno de nosotros está de más… siempre habrá algo que uno podrá aportar… con amor y buen humor.