PODCAST | Crónica de Ruperto Concha: Verdad al revés

Por Ruperto Concha / resumen.cl Opción 1: Spotify https://open.spotify.com/episode/2D44PwsS9fEfrbl7XtwR2s?si=hp4h5fXMRSOWbwLkjvCrbA Opción 2: Anchor El miércoles pasado, con grandes titulares, el diario español “El País” nos informaba, fíjese Ud., que “Los Tanques son la Libertad”, y que, además, “La Guerra es la Paz”. Por suerte, en seguida, nos reveló que esos eran los textos de unos letreros que llevaban unos simpatizantes del régimen de Volodímir Zelenski en Ucrania, quien estaba pidiendo que los países de la OTAN le manden tanques de regalo para ir a derrotar a la Federación Rusa. El Jefe de Gobierno de Alemania, Olaf Scholtz, dudaba sobre la conveniencia de seguir echándole leña al fuego bélico de Ucrania, sobre todo ahora que, según las encuestas, un 43% de los alemanes está en contra de seguir enviando armas a Ucrania, frente a un 39% que está a favor y un 16% que está indeciso. Pero pronto se supo que en Washington el presidente Joseph Biden ya había autorizado enviarle a Zelenski 31 tanques M-1 Abrams con poquito uso. Ante eso, Scholtz optó por seguir la corriente y comprometió el envío de un número de flamantes tanques alemanes Leopard 2. Por su parte, los polacos se acoplaron con por lo menos 40 tanques más. Así, uno tras otro, la mayoría de los países europeos se puso con promesas de más blindados y otro material de guerra para el ejército ucraniano. Incluso Suiza decidió que no le convenía seguir siendo neutral, y se sumó a las promesas de armamento y municiones para el régimen de Zelenski. Pero eso era lo previsible. Al parecer la Federación Rusa y sus aliados tienen muchísimo más claro el rumbo que ya parece haber tomado Occidente y se están preparando para el desenlace… Pero, aquí en Occidente…, ¿qué están pensando los líderes políticos, los estrategas militares y los amos de las enormes corporaciones multi-billonarias? ¿Será que están pensando de una manera misteriosa que los hace decir las verdades al revés?   Eso de que los tanques sean hacedores de libertad, y que la guerra sea pacífica, ya lo venían diciendo en Washington los ideólogos del Nuevo Siglo Americano, con las ideas de dominio imperial de todo el planeta, el espacio planetario y el cíber-espacio tecnológico, con un régimen de libertad asegurada mediante bases militares estadounidenses que impondrían lo que llamaron “la paz duradera mediante una guerra permanente”. Prácticamente todos los miembros del “Proyecto Nuevo Siglo Americano” participaron de una u otra forma en la conducción económica y estratégica de Estados Unidos durante el gobierno del demócrata Bill Clinton y luego en los del republicano George W. Bush y el demócrata Barak Obama. Por supuesto, es muy escasa la información documentada sobre la elaboración de los diseños estratégicos, políticos, económicos y militares que articularon el ingreso imperial de Estados Unidos al Siglo 21. Más allá de la sucesión de inocultables intervenciones militares que a menudo fueron una ferozmente atroces, toda la nueva planificación de la política imperial, incluyó vastas zonas de ocultamiento casi absoluto. Casi todo era a escondidas. Y quienes han tratado penetrar esos secretos invariablemente terminan sin conclusiones válidas sobre pruebas sólidas. O sea, se tienen que quedar sólo con conjeturas que son de inmediato descalificadas como “teorías conspirativas” y “fake news”, o sea seudo noticias. En el inicio mismo del nuevo siglo y nuevo milenio, durante el gobierno de George W. Bush, el 11 de septiembre de 2001, se produjo el inconcebible atentado sobre las Torres Gemelas de Nueva York, y el Pentágono de Washington, más otro avión derribado en Pensilvania. 2.996 muertos, incluidos los 19 terroristas, más 25 desaparecidos y 25 mil heridos. El mundo quedó consternado, y el pueblo estadounidense no pudo sino sentirse arrastrado por un huracán de miedo y fiereza, rumbo a un destino inevitable y no deseado. El otro día, el príncipe Harry Mountbatten-Windsor afirmó que él solito había matado a 25 talibanes en Afganistán, y dijo que lo había hecho sin vacilación porque los talibanes son malos, como él lo percibió al ver en la tele todo lo del 1l de septiembre de 2001. En su estrecho entendimiento no llegó a enterarse de que los talibanes no tuvieron nada que ver con el ataque a las Torres Gemelas cuyos autores fueron terroristas wahabitas del grupo de Al Qaeda dirigido por Osama Bin Laden. Como creyó casi la totalidad del público opinante judeo-cristiano o pagano, dentro y fuera de Estados Unidos, para Harry los malos eran esos musulmanes que leen el Corán y además son dueños de casi la mitad del petróleo del mundo. O sea, hubo una gigantesca y democrática mayoría de la opinión pública mundial dispuesta a aprobar el lanzamiento del Nuevo Siglo Americano con la guerra permanente para asegurar la paz duradera en todo el planeta, y la libertad mundial basada en la obediencia a las leyes de Washington.   Sabemos bien lo que vino después, comenzando con la invasión de Afganistán, seguida por la guerra contra Irak que, según George Bush, tenía por fin darle la libertad a la nación iraquí librándola del malvado dictador Saddam Hussein, y librando al resto del mundo de las bombas atómicas y cepas de guerra bacteriológica que Hussein tenía en sus arsenales. Después de hacer ahorcar a Saddam Hussein y haber liquidado al grupo de kurdos rebeldes, Bush tuvo que reconocer que eso de las armas nucleares y pandémicas había sido una mentirita. En su discurso del 28 de enero de 2003, el presidente Bush dijo… “Pero si eso no es el mal, quiere decir que el mal es insignificante”. Hay que admitir que una afirmación así es perfecta para un gran emperador. Pero la dijo George W Bush y no un gran emperador, y al decirla pavimentó el camino para más y más violencia y destrucción protagonizada por Estados Unidos. De hecho, al final de su segundo mandato, en 2008, las naciones del mundo entero aclamaron felices el triunfo del candidato opositor, el demócrata Barack Obama, cuyo programa de gobierno se basaba en la promesa de defender la paz mundial. Tanta fue la alegría que el Congreso de Noruega de inmediato le concedió el Premio Nobel de la Paz, incluso antes de que asumiera sus funciones presidenciales. El gobierno de Barack Obama, en términos de masacres, fue aún más trágico que el de George W. Bush y comprometió aún más a las naciones europeas en acciones sangrientas que violaban abiertamente el Derecho Internacional y la Carta de las Naciones Unidas. La aniquilación de Libia que aún bajo el gobierno dictatorial de Muammar Khadaffi había llegado a ser el país más próspero del mundo islámico y de todo el continente africano, y donde todos los jóvenes con buenas notas escolares recibían becas para seguir, gratis, sus carreras en universidades incluso en otros países en Europa y otras partes, y que ahora, en cambio, ha quedado reducida a una supervivencia mínima e ingobernable… El inicio de las “revoluciones de colores” que incluyó provocar una guerra entre Rusia y la República de Georgia por la pequeña república de Osetia del Sur. Y luego el primer y frustrado intento de golpe de estado en Ucrania contra el presidente, que era pro-ruso. Después, los derrocamientos de dos gobiernos sucesivos en Egipto, la ocupación brutal de El Líbano, el intento de derrocamiento del presidente Basher Assad en Siria, las intervenciones en Sudán y Etiopía y el inicio de la guerra de Yemen, en alianza con Arabia Saudita… Agregando a ello la práctica de asesinatos de personas a discreción del criterio de jefecitos subalternos, pero con autorización directa y firmada por su excelencia, el Premio Nobel de la Paz, Barack Obama. Bueno, al fin de su mandato en 2016, estaba claro que el Nuevo Siglo Americano estaba en ruinas, y que el predominio mundial de Estados Unidos estaba tambaleándose.   El costo financiero de la fracasada aventura imperial había sido monstruoso para Estados Unidos y también para sus aliados. De hecho, en 1999, Bill Clinton le había entregado el gobierno a George W. Bush con un superávit de 161 mil millones de dólares. Tras los gobiernos de George Bush y Barack Obama, Donald Trump recibió a un país no sólo en déficit sino con un endeudamiento que ya llegaba a 20.038.569 MILLONES de dólares. De ahí que, ante el desastre financiero y laboral de su país, el programa de gobierno de Donald Trump asumiera el lema de “Hacer América Grande Nuevamente” Make America Great Again, el MAGA. En su desesperado intento de resucitar la economía productiva de Estados Unidos, Trump paró las iniciativas de Obama de formar tratados comerciales internacionales entre Estados Unidos y Europa, entre Estados Unidos con México y Canadá, y entre Estados Unidos y los países de la Cuenca del Pacífico. Su intención era básicamente recuperar la producción industrial americana, reduciendo así el déficit comercial con China, Japón, y muchos de los países europeos. Y junto con ello, aumentar la contratación de trabajadores especializados estadounidenses, que ganarían buen dinero y pasarían a convertirse en fuertes consumidores. Sin embargo, su programa de recuperación no había sido bien calculado en el tiempo. Las grandes empresas fabriles estadounidenses ya estaban instaladas en otros países donde las leyes sociales y laborales eran débiles y los salarios se mantenían a menos de una décima parte de lo que era el salario normal de un trabajador en Estados Unidos. Es decir, las ganancias del capital eran enormemente mayores si la producción industrial se mantenía fuera de Estados Unidos. Junto con ello, el Gobierno de Trump provocó gravísimos remezones en las relaciones con sus aliados, al desconocer no sólo muchos de sus tratados internacionales estratégicos sino, además, establecer o terminar con acuerdos de tarifas y derechos de importación, a la vez que se mostraba cada vez más proteccionista hacia los productores industriales y agrícolas estadounidenses. Derrotado en las elecciones de 2020, su sucesor Joseph Biden se presentó inicialmente como “Aquí volvemos a la amistad de antes”. Pero obviamente eso ya no era posible, y Biden tuvo que mantener muchas de las tarifas de importación puestas por Trump, y también muchas disposiciones proteccionistas en el comercio internacional. Incluso el propio Joseph Biden ha ido postergando una y otra vez concretar un Acuerdo de Libre Comercio con Gran Bretaña, que ya es casi una provincia más de Estados Unidos. ¿Qué alternativas están sopesando ante eso los países de la Unión Europea hacia un futuro demasiado cercano?   Abierta o disimuladamente, muchos de los más grandes inversionistas industriales de Europa están considerando desplazar sus inversiones hacia China, donde ya existe un poder comprador multimillonario de gente con alto poder adquisitivo. Pero también otros países, como Alemania, ya iniciaron la exploración de otros campos de otros países, como el de América Latina. La visita en estos momentos del canciller Olaf Scholz a Brasil, Argentina y Chile obviamente tiene ese sentido. ¿Puede estar a punto de surgir una rebelión pacífica europea frente a Estados Unidos? ¿Habrá suficientes intereses económicos, sociales y políticos como para desintegrar el agresivo monolito de la OTAN y que en cambio inserten a países de Europa en alguno de los nuevos polos de prosperidad que ya se empezaron a formar en el resto del mundo? Está claro que Rusia ya demostró ser militarmente más fuerte que la OTAN, a pesar de que el volumen de su armamento era menos de la cuarta parte del armamento con que contaba la OTAN. Y en esta guerra en Ucrania Rusia va a conservar los territorios del Donbass y la península de Crimea. O sea, Rusia no va a perder esta guerra. Y está claro también que todas las actuales potencias dotadas de armamento nuclear tienen muy en claro que finalmente no será necesario usarlo. Todas, incluso Irán (que ya en estos momentos está en condiciones de detonar a lo menos seis bombas atómicas cien veces más destructoras que las que lanzó Estados Unidos sobre el Japón). Si en estos momentos a uno de los grandes líderes mundiales se le ocurriera tratar de correr el riesgo, sin duda alguna sus más cercanos colaboradores se encargarían de hacerlo volver a la cordura… no necesariamente vivo.   En estos momentos los hombres de ciencia de todas las áreas del conocimiento están coincidiendo en una misma pregunta. ¿Por qué tantas cúpulas políticas están siendo manejadas por ignorantes y estúpidos? Ya se da por hecho que la Inteligencia Artificial está al borde de proporcionar a la gente común aparatitos tan sencillos como un teléfono, pero capaces de traducir instantánea y perfectamente cualquiera de los idiomas que se hablan en el mundo. Eso permitirá, por ejemplo, que un chiquillo chileno de 12 años pueda entender sin problema todo lo que escuche en idioma coreano, o en mongol, o en alemán. En ese momento, el efecto será un salto emocional, intelectual y perceptivo que disparará la evolución de la especie humana rumbo a una nueva civilización planetaria. Más todavía, los hombres de ciencia están estudiando desde todos los ángulos los posibles efectos de incorporar la tecnología de inteligencia artificial a resolver los problemas jurídicos y de derecho, y eventualmente, asumir tareas de carácter político. Máquinas incorruptibles, libres de resentimientos y prejuicios, capaces de sentirse bien por su propia capacidad de obrar correctamente, y capaces también de percibir sus propias fallas cuando comienzan a producirse, y buscar la manera de corregirlas. Máquinas cuya sana integración con los seres humanos pueda generar lo que se llama la “Singularidad Tecnológica”. La Unificación de todas las inteligencias artificiales en un solo y perfecto sistema operativo equivalente a una Constitución Política de la República Mundial de la Inteligencia y expresándose en leyes que será programas y aplicaciones como son las leyes ante la Constitución de un país.   Eso suena estupendo, pero también puede provocarnos mucha desconfianza. ¿Qué pasaría si una súper máquina se pusiera ambiciosa? Por supuesto eso también se está estudiando ya. Y de hecho se sabe que hay niveles tan altos y finos de inteligencia que podrían llegar a constituir sentimientos… y, como humanos que somos, sabemos que los sentimientos pueden ser peligrosísimos. Hasta llevan a que algunos prefieran poner las verdades al revés, decir que la guerra es paz y los tanques son libertad. Hasta la próxima, gente amiga. Ojalá pudiéramos arriesgarnos a esa clase de peligros y no al peligro chanta de que nos mate algún delincuente, o algún militar autoritario, o algún automovilista que se pasó de tragos. Hasta la próxima, amigos. Sigue habiendo peligro.
Estas leyendo

PODCAST | Crónica de Ruperto Concha: Verdad al revés