Por Ruperto Concha / resumen.cl
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El propio Mark Zuckerberg, director y propietario de la plataforma digital Facebook o Meta, para las redes sociales, reconoció que un gran número de los avisadores que financian su plataforma han retirado sus avisos publicitarios en represalia por su negativa a cerrar las cuentas de personas acusadas de divulgar noticias falsas y contenidos que incitan al odio racial.
A ello, Zuckerberg respondió que confía en que los avisadores van a volver, y que eso de bloquear y cerrar cuentas de los usuarios sería una práctica muy peligrosa contra la libertad de opinión, de expresión, y de información.
Más aún, el director supremo de Facebook reitera que las redes sociales son un instrumento poderosísimo para la democratización del periodismo y la participación de la gente en la difusión directa de información noticiosa y de opinión fundamentada de alguna manera.
Sin embargo, en Europa, el viernes pasado, la Unión Europea anunció que, a partir del próximo 25 de agosto, comenzará a aplicarse un implacable sistema de censura sobre la totalidad de las redes de internet que sirven de plataforma computacional para difusión de noticias y opiniones, además de servir a las redes sociales.
La censura será aplicada por una nueva entidad creada por la Comisión Europea, para establecer contenidos y las noticias que pueden ser difundidas.
Esta entidad, llamada Acta de la Unión Europea para control de los Servicios Digitales, DSA, obligará a todas las plataformas, tanto europeas como estadounidenses, incluyendo Meta-Facebook y Twitter, a eliminar la totalidad de los contenidos que la DSA considere perniciosos por generar lo que llaman “desorden informativo”.
Según esa entidad, el desorden informativo consiste en difundir contenidos que caigan en alguna de las 3 categorías condenadas. Una, la de “Información Errónea” o “Misinformation”, que consiste en información falsa, aunque no tengan mala intención. La “Disinformation”, o información malintencionada, y la “Malinformation” que es información verídica pero malintencionada.
El origen de esta iniciativa de brutal censura está en sostener lo que el gobierno británico llamó la “Narrativa periodística sobre la guerra de Ucrania”, que de inmediato se tradujo en bloqueo absoluto de los sitios periodísticos rusos.
Sin embargo, la han planteado como una “auto-censura” que las plataformas web deben aplicarse ellas mismas por sí mismas, aunque serán vigiladas estrictamente por la DSA que, además de poder aplicar multas gigantescas, ejercerá estricta vigilancia sobre los contenidos de las redes sociales. Esa vigilancia será encomendada a personas que la DSA considere “abanderadas” del espíritu de la Unión Europea. O sea, que sean gente “muy decente”, a juicio de la Unión Europea.
Parece claro que las principales plataformas estadounidenses, comenzando por Twitter y Meta-Facebook, no aceptarán la brutal censura que, de partida, viola la Constitución de los Estados Unidos que prohíbe cualquiera intervención en contra de la libertad de opinión, expresión e información.
Recordemos que, en declaración solemne, la Corte Suprema de Estados Unidos enfatizó que la libertad de expresión es la matriz de todas las demás libertades del ser humano.
La situación creada está en sus primeros pasos, aunque el director de la DSA, Thierry Breton, anuncio que está dispuesto a imponer el cumplimiento de la censura, destacando que él forzará la obediencia de las plataformas, agregando que él tiene el poder como representante de la ley europea, del Estado europeo, y de todo el pueblo europeo.
Habrá que ver cómo evoluciona esta situación que, para la mayoría de las naciones tiene un carácter de agresión absolutamente antidemocrático e híper burocrático.
En los sectores políticos más progresistas o “izquierdistas” de Estados Unidos se ha generalizado la idea de que la democracia en su país está transformándose en un “régimen oligárquico”.
Junto con eso, desde las últimas décadas del siglo 20 las grandes corporaciones o sociedades anónimas lograron ir modificando la legislación que imponía límites y condiciones a los aportes financieros de los sectores privados a las campañas políticas.
Ya durante el gobierno del demócrata Bill Clinton se llegó a autorizar que desde el sector privado pudieran efectuarse aportes financieros prácticamente ilimitados a las campañas políticas.
Asimismo, fueron eliminándose las restricciones para crear redes de radio, televisión, periódicos y revistas, en todos los estados e incluso en localidades pequeñas, donde ya operaban emisoras y periódicos locales.
Eso permitió que las grandes empresas comunicacionales, vinculadas a las grandes sociedades anónimas y dotadas de enormes recursos financieros, llegaran eliminando a las empresas locales. De hecho, en los últimos 15 años han desaparecido alrededor de un 25% de todos los medios locales de difusión, radios, periódicos y canales de TV, y más de cien mil puestos de trabajo de periodistas han desaparecido también.
Durante la pandemia de COVID, además, otros 36 mil periodistas perdieron sus trabajos. El más dramático efecto de ese proceso es el debilitamiento o incluso la desaparición del periodismo local, que es inmensamente importante para el desarrollo de las comunidades locales, de sus iniciativas y también de su cultura y su comprensión del mundo.
Así, por un lado, las grandes empresas han alcanzado un control abrumador sobre los medios de difusión tanto en el entretenimiento como en lo periodístico.
Y junto con ello, los aportes privados, cada vez mayores, a las campañas publicitarias electorales han tenido por efecto elevar también los costos de las campañas. De hecho, una campaña chica electoral para un escaño de diputado en la Cámara Baja Federal de Estados Unidos, exige ahora una inversión alrededor de 20 veces mayor que hace 25 años. O sea, ha aumentado su costo en un dos mil por ciento.
De allí que los candidatos estén ahora veinte veces más necesitados de recibir plata del sector privado. Con ello, tras comprar la mayoría de los más importantes medios periodísticos, y tener manga ancha para financiar campañas políticas, el periodismo en Estados Unidos y la mayoría de los regímenes neoliberales aparece dramáticamente sumiso a los intereses de las grandes transnacionales. Especialmente la gran industria del armamento militar.
Por otra parte, en una entrevista de la agencia noticiosa alemana Deustche Welle, a representantes del Comité de Protección de Periodistas, el dirigente Courtney Radsch, de Estados Unidos, señaló que ha habido más de 400 agresiones policiales contra periodistas en las protestas y disturbios de los últimos meses por el racismo y la brutalidad policial en Estados Unidos
De hecho la institución ha registrado 89 ataques policiales a periodistas, con disparos de balas de goma; 27 con spray de gas de pimienta y 49 con gas lacrimógeno, apuntados directamente a la cara de reporteros y camarógrafos.
El entrevistador de Deustche Welle pregunta entonces: ¿Qué significa para la Libertad de Prensa esto de que la policía esté atacando a los periodistas incluso frente a las cámaras? ¿Qué le queda a Estados Unidos que presume de ser un “faro de la democracia”?
El representante del Comité, Courtney Radsch, responde que es realmente inquietante que, aun sabiendo que las cámaras los están grabando, las fuerzas policiales siguen perpetrando tales ataques.
Y agrega que en todo el mundo se ha visto el apocamiento de Estados Unidos como líder de la libertad de prensa y los derechos humanos. Y señala, además, que la salida de Estados Unidos de la UNESCO y del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, se ve enfatizada ahora por las declaraciones de políticos denigrando a la prensa.
Courtney Radsch agrega que el asesinato del periodista árabe Jamal Khashoggi puso ya en evidencia la falta de respuesta de Washington frente al crimen y no haber sido capaz de hacer responsable a Arabia Saudita, a pesar de los clarísimos informes de los servicios de inteligencia.
Finalizando, declara textualmente: “Esta combinación de factores ha creado una condición que nunca antes había visto en toda mi vida de periodista”.
Así, encontramos que incluso los más prestigiosos y respetados medios periodísticos, en todo el mundo occidental, aparecen presionados por el poder financiero de las grandes empresas que invierten en publicidad, y también por los grupos políticos afines a esas grandes empresas, que intentan imponer sus opiniones y sus intereses sobre los contenidos periodísticos.
Sin embargo, pese a esos factores desalentadores, la independencia de algunos medios sigue logrando prevalecer, básicamente a partir del prestigio que han ganado directamente de la base social que recibe una información notoriamente pluralista, crítica y valiente.
Esa eficacia en el contacto real con su público sigue permitiendo que tales medios puedan resistir las presiones financieras y el desplazamiento de la inversión publicitaria hacia los medios digitales.
En realidad, en estos momentos, toda la actividad periodística está experimentando un proceso evolutivo que es difícil y peligroso, pero que parece avanzar hacia nuevas definiciones del quehacer del periodista y su inserción tanto en las empresas de comunicación social como en el conjunto humano de la base social.
De hecho, ya se advierte una confluencia de los aportes más valiosos de las redes sociales hacia los medios de difusión intuitivamente aprobados por la gente, que intuitivamente está confiando más en ellos.
En Estados Unidos y Europa, por ejemplo, está cobrando fuerza una organización llamada Daily Cloud.com, en la cual periodistas altamente calificados asesoran y entrenan a grupos de la llamada “gente común”, dueñas de casa, empleados, comerciantes, profesionales, estudiantes, que se sienten frustrados e inermes ante un contexto diseñado por las grandes sociedades anónimas.
Utilizando las plataformas comunes de las redes sociales, estas personas, debidamente capacitadas, acceden a los medios de comunicación social tradicionales que participan de la iniciativa, y sus aportes periodísticos se unen generando un volumen periodístico, un volumen noticioso y de opinión muy grande, macizo y confiable.
Según informaba la periodista estadounidense Naomi Wolf, la comunidad participante ya alcanza a más de 10 millones de personas, en Estados Unidos y Europa, con un promedio de entre 100 mil y 250 mil contactos diarios.
Es decir, en el corazón del mundo desarrollado ya comenzó a cobrar vida una nueva forma de reporteo, análisis, verificación y generación de contenidos noticiosos en que participan los especialistas de los medios de difusión, los periodistas profesionales, y un vasto número de personas de la base social, debidamente instruidas y asesoradas.
En estos momentos, en que las tensiones políticas y estratégicas se acercan cada vez más a la posibilidad de una guerra nuclear, la humanidad entera también parece estar comenzando a reaccionar desde el interior de la cultura y los valores que son los generadores de la civilización.
Fíjese Ud. que, en un mensaje de Facebook, una mujer mencionó una anécdota de la célebre antropóloga Margareth Mead. Cuando una de sus alumnas le pidió que identificara el más antiguo signo de civilización humana, obtenido por los paleontólogos, ella no se refirió a ningún objeto ni herramienta, sino al hallazgo de un fémur humano de más de cien mil años de antigüedad.
Era un hueso que mostraba haberse quebrado y que posteriormente, sin embargo, había sanado. Es decir, era un ser humano que hace más de cien mil años se había quebrado una pierna, y luego se había curado.
Eso es el signo más inequívoco de la civilización humana. Absolutamente todos los animales que se quiebran un hueso mayor de una de sus patas, todos, mueren y son devorados.
Ese ser humano, en cambio, sobrevivió y sanó de su terrible fractura. Esa es la prueba más innegable de una civilización en que el compañero herido no es abandonado. Al contrario, es cuidado, protegido y alimentado.
Eso ¿es amor?... ¿Es instinto?... Lo que fuese, eso ya era la clave de la civilización que estaba naciendo. Una civilización de poderoso amor, asombrosamente conveniente para todos.
Hasta la próxima gente amiga. Estamos en peligro. Toda evolución es peligrosa, pero vale la pena.