Por Ruperto Concha / resumen.cl
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El viernes recién pasado, la Organización Mundial de la Salud reconoció que posiblemente estamos en peligro de una nueva pandemia que afecta principalmente a los niños de menos de 10 años. Se trata de una hepatitis muy grave detectada hace poco más de dos meses en Gran Bretaña en 10 niños que hasta ese momento estaban muy sanitos, pero que súbitamente presentaron gravísimos síntomas de hepatitis.
Pronto se reportó un creciente número de niños enfermos, principalmente en Gran Bretaña y Estados Unidos, pero también en otros 30 países de Europa y en Israel.
En el primer mes fueron diagnosticados 270 niños contagiados, y en los dos meses siguientes la cifra de contagios había aumentado a 920 niños, de los cuales 18 murieron y 45 tuvieron que ser sometidos a trasplante de hígado para salvarles la vida.
Es decir, esa hepatitis contagiosa es más destructiva y mortífera que el COVID.
En tanto el número de contagios ha seguido aumentando rápidamente. Los informes médicos señalan que la hepatitis es causada por el virus hepático A, y ahora los investigadores están sugiriendo que la enfermedad pueda estar conectada con otros adenovirus, y con la pandemia de COVID.
Por cierto, médicos y biólogos admiten que es necesaria una investigación científica que recién está comenzando, mientras se teme que el número de contagios aumente y se acelere.
En tanto, en Michigan, Estados Unidos, el jueves pasado las autoridades de salud informaron por todos los medios de prensa la aparición de gran número de casos de contagio del virus JCV, Jameson Canyon Virus, infección que puede ser mortal, pero que, incluso en casos leves provoca fiebre y debilitamiento grave, y puede progresar con síntomas gravísimos de encefalitis y meningitis tanto en el cerebro como en la médula espinal.
Ese virus está presente en la sangre de muchos animales silvestres, que son inmunes, y es transmitido a los humanos por la picadura de mosquitos que llevan el contagio en sus aguijones.
Los síntomas aparecen varios días después de haber sido picado por un mosquito infectado. Según la doctora Natasha Bagdasarian, basta una picadura para contagiar severamente a una persona. Y agrega que hasta ahora no hay ni vacuna ni tratamiento médico contra ese virus.
Además, confirmó que las picaduras de mosquitos o zancudos pueden transmitir otros contagios de virus como la encefalitis equina y la fiebre del Nilo. Ante ello, enfatizó la doctora Bagasarian, la única defensa es evitar que los mosquitos puedan picarnos.
Pero la más dolorosa información sobre este fenómeno de los nuevos ataques virales sobre los seres humanos, especialmente sobre nuestros niños, ha sido la reaparición del llamado “Polio virus”, causante de la terrible Parálisis Infantil o Poliomielitis, que provoca deformaciones, discapacidad muscular, llegando incluso a atrofiar los brazos y las piernas de los niños contagiados, así como los músculos del rostro y los que controlan el movimiento de los ojos.
Muere un 5% de los niños contagiados. Y la cifra de muerte asciende a un 30% cuando el contagio afecta a adultos.
Sólo en Estados Unidos, hacia 1955, se contabilizaba 1.800.000 casos de personas afectadas por la parálisis infantil. Entre ellos se contaba nada menos que el célebre presidente de los Estados Unidos, Franklin Délano Rosevelt
Y fue el 12 de abril de 1955, en Nueva York, que el médico Jonas Salk, hijo de inmigrantes rusos, culminó sus investigaciones sobre los virus detectables en los enfermos y logró ensayar con éxito la primera vacuna contra esa plaga.
El éxito fue rotundo y provocó la alegría de un auténtico milagro de la ciencia. Y, claro, un periodista le preguntó: “Oiga doctor, ¿y Ud. va a patentar los derechos para producir su vacuna a gran escala?
El buen doctor Salk, criado en los simple valores de su familia rusa, pobre y judía, le respondió:
“No, amigo. ¿Acaso se podría patentar el sol?”
Bueno, así fue que en poquísimos años fueron vacunados millones y millones de niños en todo el mundo, y ya en la década de 1960, sobre el fondo musical de los Rolling Stones y los Beatles, la Parálisis Infantil fue dada por desaparecida, tal como antes había desaparecido la viruela.
Pero hace menos de un mes, en Israel, la India y Gran Bretaña, inesperadamente se detectó un número de casos de la fatídica poliomielitis.
De inmediato se lanzó una nueva campaña masiva de vacunación. En Gran Bretaña se estima que todavía hay alrededor de un 13% de los niños que deben ser vacunados de inmediato, y por supuesto, en todo el resto del mundo se están iniciando o reiniciando campañas de vacunación para todos los niños y también para los adultos que no hayan sido inmunizados. Pero lo que todavía no tiene respuesta es el misterio de dónde y cómo sobrevivió ese virus, y por qué aparece ahora como una suerte de zombi fatídico.
Y, en tanto, el Centro Europeo de Prevención y Control de Enfermedades Contagiosas, admitió el resurgimiento de dos nuevas variantes del virus del COVID que, una vez más, han aparecido en Gran Bretaña.
Son variantes evolucionadas de la cepa del COVID llamada Omicron y que ha comenzado a extenderse en alto número de contagios. Sobre todo, los médicos europeos señalan el peligro que presentan estas cepas que, sin ser más peligrosas que las cepas anteriores de la pandemia, tienen, sin embargo, más capacidad de contagiar la infección con mayor rapidez, incluso sobre personas vacunadas.
A ello se agrega el síntoma de cansancio generalizado de la gente, tras una pandemia que ha durado demasiado tiempo. La gente ahora está más descuidada, toma menos precauciones y, además, hay desaliento al saber que estas variantes del COVID afectan incluso a personas ya vacunadas.
Es así que el resurgimiento de la pandemia, unida al proceso generalizado de inflación, desabastecimiento y penurias económicas, pueda llevar a una grave desestabilización social y política, como ya está ocurriendo con las fuertes protestas callejeras y las huelgas en Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos.
Agravando aún más la amenaza viral, se ha detectado la aparición de nuevas cepas de enfermedades microbianas. En el sur de Estados Unidos se ha producido una ola de contagios de los llamados meningococos, bacterias que afectan el cerebro y la médula espinal, y tienen resultado de muerte en un 15% de los casos, incluso habiendo tratamiento con antibióticos.
El contagio se produce por simple proximidad con el enfermo, y, como en el COVID se transmite con la respiración.
Y todavía algo más. La prestigiosa revista médica The Lancet, en su edición de la semana pasada, informó sobre la aparición de una nueva cepa de fiebre tifoidea, el mortífero tifus, que es resistente a los antibióticos, incluyendo a la poderosa azitromicyna.
La nueva cepa reemplaza rápidamente a las anteriores haciendo la enfermedad prácticamente incurable. Las actuales vacunas antitíficas todavía son efectivas para evitar el contagio durante cierto tiempo, pero luego la protección se esfuma.
Cabe preguntarse, ¿qué es lo que está produciendo esa especie de furia con que virus, bacterias e insectos parecen estar enconados contra los seres humanos?
En su edición del jueves pasado, el analista político Isahan Trahor, del prestigioso diario Washington Post, de Estados Unidos, destaca el peligroso grado de polarización que está dividiendo a toda esa nación. Señala cómo las informaciones tendenciosas y a veces completamente falsas, están llevando a generar grave desconfianza hacia los partidos políticos y hacia cada grupo social respecto de los demás.
Dice que una reciente encuesta de Yahoo-noticias reveló que una mayoría de la gente, tanto demócratas como republicanos, cree que en Estados Unidos la democracia dejará de ser real en poco tiempo más.
Y no sólo eso. Hay también un 40% de la gente que dice que es posible que haya un golpe militar en Estados Unidos, y confiesa que está dispuesta a apoyar a los golpistas si los motivos del golpe militar resultan aceptables.
Por otra parte, medios informativos claramente pro-occidentales, como la agencia noticiosa Reuters, ya admiten que la guerra en Ucrania claramente la está ganando Rusia, pese a los casi cien mil millones de dólares en poderoso armamento ultramoderno que Estados Unidos y Europa le han proporcionado y le siguen proporcionando al gobierno ucraniano.
Asimismo, se ha destacado el fracasado intento de Gran Bretaña y del propio presidente ucraniano Zelensky de alcanzar algún apoyo de las naciones africanas en contra de Rusia. De hecho, ninguna de las naciones de África ha aceptado sumarse a las sanciones anti rusas impuestas por Estados Unidos.
Y, a la vez, la crisis económica creada por las sanciones anti rusas, está mostrando con claridad que, si se llega a alguna clase de empate entre Estados Unidos con sus socios y la OTAN, con el bloque de China, Rusia, la India, más ahora Brasil, Argentina e Irán…
¿Qué clase de empate sería ese?... ¿A quién le vendería Europa su producción industrial escasa y carísima, mientras que Asia está abasteciendo con su industria abundante y barata incluso al propio Estados Unidos?
Mientras tanto, Estados Unidos y sus socios fabricantes de guerras parecen obsedidos por la tentación de cambiar la historia a balazos y diseñar el futuro a punta de misiles.
De hecho, en los cuatro meses de guerra en Ucrania, ya Estados Unidos ha gastado casi el doble de los recursos financieros necesarios para materializar los proyectos de recuperación ecológica del planeta y la lucha contra el cambio climático.
De hecho, en estos momentos y hasta el 2 de agosto, se está realizando el enorme juego de guerra naval llamado RIMPAC, convocado por Estados Unidos en términos que, de hecho, hace llegar a la OTAN hasta el corazón del Océano Pacífico, en una ostensible muestra de desafío contra la China y Rusia.
¿Qué tienen que ver las escuadras de guerra de Gran Bretaña, Holanda, Francia, Dinamarca, Alemania e Israel, con el Océano Pacífico?
Más aún, ¿Qué efecto tendrán esos juegos de guerra naval de alta y mortífera tecnología sobre la vida marina del principal océano del planeta?
El sólo uso de los radares y las sondas sónicas de gran intensidad que utilizan las naves de guerra provocan, probadamente, gravísimo daño y a menudo la muerte de los cetáceos, desde las ballenas más enormes hasta los delfines más pequeños.
Como fuere, ¿de verdad esos líderes de la cosa llamada “Occidente” realmente creen que pueden ganar si llegase a estallar la Tercera Guerra Mundial a sangre y fuego?
Una veterana de guerra estadounidense, retirada a los 29 años, menciona los efectos inmediatos del estallido de esa guerra con armas nucleares. Según todo lo predecible, calculable y demostrable, en los primeros tres días serían aniquiladas las ciudades asiáticas Shanghai, Beijing, Hongkong, Seul, Tokio, Pionyang, Delhi y Moscú.
En América del Norte, desaparecerían igualmente, Honolulu, Washington DC, Nueva York, San Francisco, Los Angeles, Seattle, Houston, Miami, Chicago.
En Europa, serían aniquiladas todas las capitales y Europa misma quedaría reducida a un retorcido pantano radiactivo.
Todos los ataques de uno y otro lado, incluyendo los misiles lanzados desde submarinos, pueden llevar cargas atómicas de hasta uno y medio megatón, con bombas de cobalto que envenenan cada una un espacio de alrededor de mil kilómetros cuadrados.
Se supone que algunos miles de grandes personajes del mundo empresarial y político podrían alcanzar a guarecerse en los espléndidos refugios subterráneos, dotados de todo lo necesario, y de la mejor compañía para su agrado y recursos destinados a durar varios años.
Sin embargo, es posible que sus sirvientes pierdan de pronto la paciencia y los asesinen también a ellos.
¿Y los demás, los que sobrevivan en rincones aislados, como la Patagonia?
¿Cuándo y cómo podrían sobrevivir?
¿Alcanzarán a preguntarse cómo fue posible dejarse gobernar por imbéciles ebrios y enajenados por el poder?
Hasta la próxima, gente amiga. Cuídense. Hay peligro.
Pero en una de esas quizás podremos comprender que nuestro destino no podía seguir en manos de unos tipos muy, muy, muy tontos dentro de su inteligencia.