Por Yerko Aravena.
Probablemente todos ya hemos escuchado las nefastas palabras emitidas por la periodista y comentarista de noticias de canal MEGA, Catalina Edwards, en donde planteó como “solución” a las pensiones miserables que reciben los jubilados de Chile, el ofrecer trabajo a las personas de la tercera edad, es decir que, bajo esta lógica, si es que queremos más dinero luego de jubilar, debemos seguir trabajando. Como si esto fuera poco, la polémica seguiría en la cuenta de twitter de la periodista, en donde asegura, como respuesta a las críticas por sus dichos, que los chilenos “somos flojos y queremos todos regalado”.
Debo decirle a la periodista que aquello que plantea como solución, ya se aplica en la realidad de los chilenos y chilenas. Hoy en día son miles los jubilados quienes trabajan pese a que deberían estar descansando tras una vida de esfuerzo y sacrificio. Es cosa de caminar por las poblaciones de nuestras ciudades y veremos cómo son muchos los ancianos y ancianas que trabajan precariamente o lisa y llanamente son limosneros. Pero eso no es todo. Nuestros ancianos se ven en la obligación de hacerlo por sus pensiones indignas ya que, pese a décadas de trabajo, su sacrificio no es recompensado. Muy por el contrario, hoy en promedio las pensiones están por debajo del sueldo mínimo, y la gran mayoría de los chilenos recibe pensiones de miseria por debajo de los cien mil pesos. Súmenle a eso los costos en salud, la que en esos años de la vida comienza a deteriorarse progresivamente, las cuentas (como el pago de luz, de agua, gas, etc.) y finalmente la alimentación, que con ese nivel de ingresos se vuelve escasa, por no decir que es imposible financiarla completamente.
Por eso yo me cuestiono aquello que indica que nuestras pensiones son indignas porque somos flojos. ¿Sabrá doña Catalina que el ahorro previsional es forzoso e irrenunciable? En palabras más simples, para que ella lo entienda (porque al parecer le cuesta comprenderlo o simplemente, lo ignora intencionalmente), es obligatorio cotizar en las AFP, lo cual nos plantea la duda ¿Dónde va a parar nuestro dinero al final de nuestra vida laboral, si no lo vemos reflejado en nuestras pensiones? Pero también le recuerdo a la periodista que sólo durante el año 2015 se identificaron al menos 2 millones de trabajadores en condiciones de subcontratación o de situación laboral irregular lo que, entre otras cosas, acarrea una inestabilidad en sus puestos de trabajo, sumado a la nula seguridad social del trabajador, lo que implica un precario acceso a la salud y a la ausencia de imposiciones previsionales, lo cual agrava la problemática. No podemos olvidar también que, pese a que nuestras pensiones están estancadas o a la baja, las utilidades de las AFP y de los consorcios económicos asociados a éstas han tendido constantemente al alza en los últimos años lo cual es a lo menos sospechoso. Ese es el principal cuestionamiento que movilizó a casi 800 mil personas el domingo pasado y que seguirá movilizando mientras no cambie radicalmente el sistema de pensiones, lo que plantea un cuestionamiento profundo a cómo se lucra con nuestro trabajo y el esfuerzo de toda una vida.
Además, me parece que sus palabras tienen un tremendo desprecio por la vida humana o, si se quiere ser más tajante, un tremendo desprecio por los pobres y la pobreza. No por nada, sus dichos recibieron tanto repudio, pues varios nos sentimos identificados; recordamos a nuestros padres levantándose temprano en las mañanas y llegando tarde a la casa por un sueldo que no siempre alcanza, a nuestros abuelos padeciendo miserias y nuestra impotencia al no poder ayudarlos cómo quisiéramos, o bien pensamos en el viejito del centro que pide monedas para comer, pese al penetrante frío del invierno. O quizá, nos vimos a nosotros mismos, en el futuro, replicando aquel triste ciclo de la vida de la clase trabajadora.
Con todo, las palabras de Catalina Edwards no son ni casuales ni inocentes, sino que aparecen justo en aquel contexto de movilización social y están articuladas con las declaraciones de otro personaje nefasto, como lo es Fernando Villegas, o del presidente de las AFP, Rodrigo Pérez Mackenna, el cual ha salido a defender su negocio descalificando la movilización social y las propuestas existentes. Probablemente, en sus vidas de lujos y comodidades les cueste ver cómo vivimos los chilenos a los que tanto desprecian. O quizá, simplemente, en su visión egoísta, no puedan ver más allá de su ombligo, y les importe un carajo el sufrimiento de la gente. Simplemente, a raíz de sus palabras, esperemos que este nefasto personaje de nombre Catalina Edwards no salga más el noticiero que le da tribuna hablando de los problemas de la gente (en aquellas notas “humanas” del MEGA) porque ya no creeremos sus hipocresías.
Lo importante es que amplios sectores sociales han dicho basta y la marcha del domingo pasado ha dejado claro que deseamos que aquel ciclo de miseria se rompa, exigiendo pensiones dignas. Ahora bien, también queda claro que nuestra dignidad es contraria a los intereses de los poderosos de este país, lo cual, lejos de desmotivarnos, debe animarnos a seguir adelante ya que es preciso acotar que la solución no vendrá de parte de aquellos que han sido bastamente beneficiados por aquel sistema, sino de la firmeza en nuestra decisión de exigir que esto cambie.