La historia de Chile nos ha sido explicada en la escuela de una manera plana, homogeneizadora y monolítica. Se nos ha dicho cómo nos hemos hecho chilenos, pues recordemos que hasta sólo 200 años existían españoles y mapuches como nacionalidades en esta parte del territorio y una identidad mestiza poco clara y sin proyecto propio de construcción nacional.
Luego de la independencia, los sectores descendientes directos de los dueños de la tierra venidos de la península, diseñan su propio proyecto de país, de nación y de estado, no sin tener diferencias y tensiones entre ellos, explicables por el desarrollo de la cultura europea, es decir, alejamiento entre el poder civil y el eclesiástico, auge del capitalismo y liberalización social e individual.
Mientras el pueblo Mapuche busca retomar su proceso de natural desarrollo cultural en las tierras defendidas al sur del Bío Bío; el pueblo mestizo, fundamentalmente campesino comienza a estructurar su propia identidad de acuerdo a las diversas realidades socioeconómicas y políticas de cada territorio.
En la región de Concepción, es decir aquella hinterland(*) de la capital del sur, la ciudad, los pueblos y campos cercanos que la abastecen y que ella provee de productos manufacturados de exportación y de producción propia va configurando una identidad distinta y peculiar, una forma de ser chileno que se explica por la suma de diferentes circunstancias.
El campo penquista carece desde muy temprano de gran latifundio, esto al parecer, porque la larga guerra de independencia y los desastres naturales hacen que la clase terrateniente emigre a Santiago, donde se estructura el núcleo del poder político y económico nacional. No olvidemos que los Prieto, Bulnes, Del Río y Zañartu, entre otras, son familias de origen penquista, terratenientes que llegan a tener dos presidentes de la República en el período de construcción del estado nacional.
Los pueblos ven crecer una clase media de ideas progresistas, lo mismo que en la ciudad, de la mano con el radicalismo de fines del siglo XIX y los obreros de Concepción y las ciudades de la costa (Talcahuano, Lota, Coronel y Tomé), se reúnen en sociedades mutualistas y en proto sindicatos que hacen, por ejemplo, elegir a Malaquías Concha, el primer diputado de origen obrero por Talcahuano.
Siguiendo el ritmo de la historia, Concepción es en el siglo veinte pionera en conquistas sociales y en la construcción de una sociedad moderna y abierta, plural ideológicamente, con centros universitarios y vida política y cultural propia, ligada al desarrollo del capitalismo desarrollista y al estado nacional proteccionista, fue la joya de la corona de ese Chile que llegó a su fin con Salvador Allende.
Los barrios, los pueblos, las vida social organizada es el corazón de eso que los penquistas reconocemos como nuestra identidad, y que el neoliberalismo nos ha intentado arrebatar, la unidad de los vecinos, ya sea para impedir la instalación de una antena para celulares, para negrentar la represión policial o para defender los derechos medioambientales de un humedal, están en nuestro ADN social y cultural, eso nos hace diferentes.
La historia nos ayuda a entender porque no nos sentimos cómodos con un discurso, en la escuela y en los medios de comunicación, muchas veces vemos cosas que no nos representan, eso es porque se basa en las medias verdades cuando no en la mentira.
No conocemos exactamente nuestro origen ni nuestro desarrollo como nación, sólo tenemos mitos que nos han hecho estudiar para hacernos creer lo que necesitan que creamos, los penquistas y me refiero a toda la región de Concepción, somos herederos de la lucha por las libertades de todo tipo y creemos en la unidad del pueblo para enfrentar los desafíos y problemas comunes, eso es el principio por el que existen medios como resumen y por el que comenzamos a redescubrir nuestro rostro.
(*)hinterland proviene del alemán, y significa literalmente "tierra posterior", es un territorio o área de influencia de una ciudad o puerto de importancia. También definida como región interna.