Hernán Díaz Arrieta, más conocido como Alone, estuvo dedicado a la crítica literaria por casi 60 años. Sus crónicas circularon por los medios de forma ininterrumpida y significaron que Augusto D´Halmar y María Luisa Bombal alcanzaran un público masivo. Alone escribirá sobre Rosenrauch y su novela La casa contigua (1968): “Es algo serio, de lo más serio que en mucho tiempo han visto las letras nacionales y, acaso, las de Latinoamérica”. Lejos, muy lejos, en Viena nace Erich Rosenrauch en 1931. Años más tarde se instala en Concepción y publicará su obra entre 1962 y 1978, año de su muerte. Su segunda novela La casa contigua tiene un prólogo de Carlos Droguett (Eloy, Patas de perro) quien reconoce en el texto ecos kafkianos.
Los poderosos es publicada en 1970 y el escenario físico y virtual de la novela es la Universidad. La historia se articula en torno al pequeño Enrique. El niño es influenciado por la madre, quien se empeña en que acceda a la educación superior porque sólo de ese modo podrá transformarse en un “poderoso”. Esto es, la concepción del éxito viene de la mano de la capacidad de conocimiento. En la novela los poderosos son los académicos que ostentan el conocimiento. Este es un recurso irónico. De ningún modo es un panegírico. Más bien vuelca, sin remordimientos, los mitos figurados entorno a la institución universitaria. Cercana a ese lugar se erige el barrio donde vive Enrique, lugar desde el que despliega su fascinación. Cuando los maestros “descienden” a compartir con las personas del barrio uno de ellos observa al niño y dice a la madre: “-Tiene usted un niño muy despierto, señora. Estoy seguro que hará carrera” (37).
El joven Enrique se ve envuelto en el misterio de los poderosos y animado por la madre fijará sus anhelos hacia todo aquello relacionado con la institución: Anselmo, el capataz de la construcción misteriosa, pintor y homosexual; la querida de un profesor a quien espía “encandilado por el prestigio de los maestros universitarios” (28) relacionados con ella; el portero de una facultad y compañeros: la inteligente y desenfrenada Tania, Luis (cercano a los profesores) Hipólito el intelectual y rebelde del curso y Z. el profesor que siempre viaja al extranjero y cuenta sus anécdotas como si hubieran ocurrido en el vecindario. Todos aportarán al universo del personaje con sus historias.
Cuando Enrique entra a la Universidad “le sorprendió que ella no se pareciese, en rigor a la perspectiva en la cual había podido observarla desde su barrio nativo” (69). El contacto directo con profesores y estudiantes instalan en el joven protagonista una visión que denota una “modesta vida universitaria, claramente provinciana” como señaló Alfredo Lefebvre. En la novela se hace alusión a las protestas de la época (1970) y a las necesidades de reformar la Universidad. Por otro lado, el rector, personaje fantasmagórico, es la autoridad evanescente de un territorio cuyas olas humanas forja los profesionales que el país requiere. La novela de Rosenrauch se caracteriza por situar el imaginario de un niño seducido por una institución y cómo luego alcanza sus más íntimos círculos. La atmósfera de la novela está cargada de escenas que validan la vía del conocimiento como un camino seguro de éxito. La ironía de Rosenrauch se hace evidente incluso hoy.
+ Juana Lucero
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