Que hay detras del conflicto de Rusia y Occidente

Los entretelones de la guerra en el Cáucaso

Por Mario Morasan

 

El ministro del Exterior, Frank-Walter Steinmeier pidió el retiro inmediato de todas las tropas desplegadas en la región en los últimos días.

 

La guerra entre Rusia y Georgia por la región separatista de Osetia del Sur puede propagarse como "un incendio" en la región del Cáucaso, advirtió  Alemania a través de su ministro del Exterior, Frank-Walter Steinmeier.

"Ante esta perspectiva dramática, todas las partes involucradas deben asumir inmediatamente sus responsabilidades, y esto significa que las armas deben callar",

dijo Steinmeier en declaraciones a medios alemanes e internacionales.

El ministro advirtió que "los informes sobre el incremento de la violencia y de las acciones bélicas en Osetia del Sur generan suma preocupación", lo mismo que las noticias sobre hechos violentos en Abjazia.

¿Pero qué está en juego en esta guerra?

En el Mar Caspio se suponen importantes reservas de gas.  Para Rusia, sin embargo, las tuberías que recorren Georgia son sinónimo de insoportable competencia.

De la ciudad azerbaiyana de Baku, a las orillas del Caspio, hasta Supsa, en la costa georgiana del Mar Negro, circulan a diario 155.000 barriles de crudo. El oleoducto tine una longitud de 850 kilómetros de largo y está gestionado por la petrolera británica BP.

El martes, BP interrumpió el flujo terrestre de oro negro por Georgia. Pese a su lejanía geográfica con Osetia del Sur, Poti, la ciudad pegada a Supsa de la que salen los barcos cargados de petróleo, fue objetivo militar nada más iniciada la guerra. Su puerto lleva días fuera de servicio.

Baku-Supsa no es el único oleoducto que cruza Georgia: el de Baku-Tbilisi-Ceyhan es siete veces mayor y promete un futuro brillante. El año que viene, BTC debería estar en condiciones de trasportar cada día un millón de barriles de petróleo, siguiendo la ruta que describe su nombre: otra vez del Caspio a las cercanías de Tbilisi, la capital georgiana, y de allí al borde del Mediterráneo, en la turca Ceyhan.

“Nosotros no atacamos oleoductos”, aseguraban en el Kremlin. Pero según Georgia, las bombas rusas no dañaron a BTC por mera falta de puntería. Mientras, el precio del crudo alcanzaba en las bolsas mundiales su punto más bajo de los últimos cuatro meses.

Europa en esta situación es la principal afectada por el conflicto, ya que depende de más del cincuenta porciente del flujo petrolero proveniente de la región.

 

Extraño interés de Europa en el Cáucaso

Los pueblos del Cáucaso son diversos y Rusia siempre supo enfrentarlos entre sí para consolidar con su fragmentación el dominio de Moscú. Lo hizo en los años que siguieron a la Revolución, lo hizo Stalin, lo hizo en los 80, lo hizo al tiempo que se desintegraba la URSS y después del desmoronamiento del bloque comunista.

En 1991, cuando Georgia se declaró república independiente y el Kremlin atizaba en el país a las minorías abjazia y osetia, Europa destacó por su ausencia. Se enviaron diplomáticos, misiones de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa, ayuda humanitaria y planes de paz, pero lo que nunca llegó al sur del Cáucaso fue verdadero interés.

Los problemas quedaron sin resolver. Abjazia y Osetia del Sur se separaron unilateralmente de Georgia, que nunca aceptó la secesión, y Rusia siguió moviendo hilos. Pero entonces llegó el día en que Europa tomó consciencia de su dependencia energética de Moscú, y el gas de aquellas aparatadas regiones del continente adquirió aspecto de alternativa, sino total, al menos parcial.

“Tenemos que apoyar todos los esfuerzos que sean necesarios para lograr estabilizar la zona”, decía el democratacristiano alemán Ruprecht Polenz en abril de 2006. Alemania se preparaba para asumir, el uno de enero del siguiente año, la presidencia de turno de la Unión Europea. La canciller germana, Angela Merkel, había colocado un punto muy arriba en su agenda comunitaria: asegurar el abastecimiento energético de la UE.

 

los recursos, los recursos nuevamente

Durante su semestre de turno al mando de la UE, Alemania se ocupó de que Georgia, Armenia y Azerbaiyán se integraran en la “política de vecindad” comunitaria, a través de la cual Europa “profundiza los lazos” y “coopera estrechamente” con los Estados al otro lado de sus fronteras. En 2001 se puso en marcha la Iniciativa Cáucaso, y hace sólo tres semanas el ministro alemán de Exteriores, Frank-Walter Steinmeier, fracasó en su intento de mediar entre Georgia y las provincias secesionistas.

Junto a los tardíos esfuerzos pacificadores, la UE puso en marcha otro proyecto: si BTC es el oleoducto que discurre del Caspio al Mediterráneo, BTE es un gaseoducto de recorrido paralelo cuya ampliación, el llamado “tramo Nabucco”, debe llevar directamente hasta el corazón de Europa, y convertirse así en la única tubería que suministra gas al Viejo Continente sin pisar suelo ruso.

Por supuesto que Moscú no está muy contento con la idea de perder la baza de la exclusividad. En 2006, el consorcio ruso Gazprom, de propiedad estatal, intentó obligar a Georgia a cederle el control sobre su red de transporte de energía, aludiendo una deuda de 450 millones de dólares del Estado georgiano con la compañía. En aquella ocasión, Estados Unidos se interpuso, pero el enfrentamiento energético no acabó, sino que se pospuso hasta los siguientes altercados.

En los bombardeos de oleoductos y puertos con actividad petrolera en Georgia hay quien distingue ahora, a la sombra del problema osetio, un nuevo capítulo en la batalla por los recursos. Si la inseguridad hace retroceder a los inversionistas de Nabucco, las consecuencias de tres semanas de guerra en el sur del Cáucaso podrían ser para Europa más graves de lo imaginado. Claro, se trata de muchos millones de Euros y del abastecimiento de petróleo y gas a las puertas del invierno europeo.

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