Poco más de un mes resta para definir si el país asume un rumbo transformador o bien se queda enlodado en el fango conservador. No hay medias tintas el 4 de septiembre, se aprueba o se rechaza, no importa cuantos Lagos intenten embolinar la perdiz.Por Felipe Soto Cortés
El pueblo chileno debe tener claro algo: quienes impulsan el rechazo, quienes sostienen su campaña y diseñan sus estrategias basadas en las noticias falsas, no buscan rechazar para que se produzca un cambio. Chile ya vive en el Rechazo. Vivimos en sus redes hace 40 años, su triunfo lo selló la promulgación de la Constitución del 80 y su adoración por la clase política fue suficiente para mantenerla incólume.
El Rechazo es el pasado y el presente. Por eso no importa tanto quien está actualmente en el gobierno: sigue la delincuencia desatada, siguen subiendo los precios, sigue la militarización de la Araucanía, los abusos laborales, las escuelas públicas abandonadas, las listas de espera en los hospitales, la corrupción en la política, el robo de las AFP.
El modelo político, social y económico que propone el Rechazo es el mismo que fracasó en Chile: el sistema que permite una desigualdad extrema, con una corrupción que campea a sus anchas y que logró llevar a la paulatina destrucción de la sociedad chilena a través del hambre -3,4 millones de personas se vieron expuestas entre 2018 y 2020 a inseguridad alimentaria grave o moderada- la violencia delictual desatada y la inmigración descontrolada.
Ello mientras la elites vivían como monarcas de Medio Oriente.
Es este modelo que permite que los vaivenes de la economía internacional generen graves daños a la economía local y al bolsillo de la población porque no hay protección alguna frente a la especulación transnacional: la mayor parte de nuestros alimentos básicos son importados y por lo tanto están sumamente afectos a lo que pase en el escenario internacional.
Rechazar es continuar con este modelito de las elites.
Su apuesta de borrar de un plumazo el texto generado por 154 convencionales es el terror que nos buscan inferir las castas -como si la población chilena no supiera del terror de llegar a fin de mes- que no quieren soltar una miga, un trozo de la torta que se han zampado durante décadas.
Es decir, rechazar es la expresión de desesperación de las elites y sus pérkines que buscan que la mayor parte de la población sufra su terror al cambio, pero no goce de sus ganancias multimillonarias.
Y cuando gane el Apruebo, las elites y sus lacayos intentarán modificar la Nueva Constitución en el Congreso -donde están también sus representantes-. Y si no es ahí, buscarán otra táctica tránsfuga. La pregunta es: ¿Se atreverán si el Apruebo gana con más del 60% de los votos?.
El Apruebo es la única opción de cambio en la papeleta de septiembre y por ello produce terror a las elites, que han generado una verdadera guerra mediática contra los cambios desde que la población abandonó las calles por allá por 2020 y se aguantó una pandemia que todavía sigue sufriendo. Ha sido un asedio mediático enfatizando los errores y omitiendo los aciertos, sus normas transformadoras.
Y es que las elites no han cambiado. Es la mayor parte de los chilenos y chilenas quienes han cambiado. Y cuando se expresan en las calles y en las urnas, las elites tiemblan.
Lo que se viene es alienígena.