¿Qué nos plantea la aprobación de la Fábrica Bellavista-Tomé como monumento nacional?

En Tomé

Por Yerko Aravena / resumen.cl

Como profesor de Historia y como tomecino, recibí con una inmensa alegría la noticia que confirmaba que las instalaciones de la ex fábrica textil Bellavista-Tomé se convertirían en monumento nacional, salvándola así de la destrucción pretendida por intereses económicos particulares. Este edificio, en buena parte, simboliza décadas de historia y no podíamos aceptar que las borraran de la noche a la mañana.

Pero hubo otra cosa que me causó mucho más júbilo: ver a tantos vecinos y vecinas preocupados por su historia, de defender algo que consideran propio (o más bien de todos) porque, de una u otra forma, simboliza nuestro pasado y nuestras raíces, por lo tanto, graficaría en gran medida lo que somos.

Sin embargo, lo anterior me genera una pequeña contradicción ¿Dónde está nuestra historia? ¿Acaso está en los edificios, en los monumentos y en los objetos antiguos? Claro que algo tienen de nuestro pasado, no podemos negar aquello. No obstante, hay un asunto que me inquieta. ¿Cuándo nos preocuparemos de quienes estuvieron en esa fábrica, por quienes trabajaron ahí y por quienes construyeron y siguen construyendo nuestra historia?

Ahora que este edificio histórico ha sido rescatado, es momento de preguntarnos y preocuparnos por quienes levantaron sus paredes. Me refiero a esos trabajadores que, con el sudor de su frente, construyeron aquel monumento a la memoria. O bien, preguntarnos sobre los obreros y empleados que le dieron vida a esas paredes inertes, trabajando duramente para llevar el pan a su mesa. También deberíamos preocuparnos por todos aquellos y aquellas que fueron explotados en estas instalaciones, por quienes lucharon por sus derechos y por quienes se atrevieron a soñar y a intentar construir un mejor Tomé y un mejor Chile. Podríamos preguntarnos también por los logros que obtuvieron los sindicatos de dicha fábrica, la cual sería un ejemplo nacional de dignidad y justicia. Valdría preocuparnos también de los obreros que no pudieron volver a sus puestos de trabajo porque su vida les fue arrebatada por el fuego del fusil, o preguntarnos qué fue de quienes lloraron su partida en aquellos oscuros años dictatoriales. Asimismo, sería oportuno preocuparnos por todos los que sufrieron el cierre de esa otra gloriosa fábrica y que aún siguen recordando, con melancolía (y una cuota de dolor) aquellos tiempos dorados. O bien podríamos inquietarnos por todas esas familias que actualmente viven de forma precaria, por los que aún no encuentran trabajo (recordemos que somos una de las comunas de mayor índice de cesantía del país), por nuestros vecinos que son atropellados y vulnerados en sus derechos o detenernos a pensar en quienes ven su presente con amargura, pensando en que ya nada es como antes.

Mis vecinos y vecinas, para evitar confusiones, vuelvo a reiterar que considero este rescate patrimonial como un logro relevante para nuestra comuna. Sin embargo, afirmo también que nuestra historia no está depositada sólo en un edificio, sino que está circulando en nuestras calles, en nuestras casas, en nuestras vidas y, en definitiva, en nuestra memoria colectiva; nosotros y nosotras también somos parte de esa historia. Por lo mismo, este rescate patrimonial será realmente efectivo si lo usamos como una oportunidad para encontrarnos y entender de mejor forma nuestra historia a través de la formulación de las preguntas y preocupaciones antes expuestas (y tantas otras más).

En síntesis, si situamos a los sujetos por sobre los objetos cuando analicemos nuestra historia, podríamos lograr una resignificación de nuestro pasado que nos permita recordar lo que se ha olvidado, ver a quienes han sido invisibilizados, escuchar las voces que han sido calladas, poner sobre la mesa las problemáticas que no han sido tratadas y, en definitiva, comprender de mejor forma el tiempo histórico que compartimos, condición básica si es que queremos dar pasos hacia delante.

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