Sobre un muro ubicado en los jardines de la Universidad de Concepción, alrededor de 12 mujeres pican, pegan, ensamblan trozos de cerámica, mientras la voz de Coque Umaña les trae a la memoria otras melodías. Son las 12:00 AM del 23 de noviembre de 2013. El muro se ubica justo detrás del Memorial que recuerda a los estudiantes que fueron víctimas de la dictadura militar.
Desde hace más de dos meses, en el contexto de que un grupo de ex estudiantes de la UdeC comenzaran a organizar la celebración de los 30 años de la primera Federación de estudiantes de la Universidad de Concepción en dictadura; surge la propuesta, liderada por Carmen Durán Carrasco, de realizar un mosaico que recuerde y conmemore a los estudiantes asesinados y desaparecidos entre 1973 y 1990.
El equipo “mosaica”, como se han denominado, ha logrado convocar a unas 50 personas entre ex estudiantes, sus hijos, hijas e incluso nietos-as, quienes se han ido sumando a la construcción colectiva del mural. El comité creativo, compuesto por Carmen Durán, Florencia Echeverría, Ernestina Concha y Mildred Cáceres han ido bosquejando las ideas fuerzas del mosaico, dejando a la imaginación de los y las participantes la concreción de aquellas ideas. De este modo, una araucaria o un sol, tendrán la gracia de la mirada única que se colectiviza.
Para Florencia, quien se encuentra por estos días de paso en Chile, luego de 25 años radicada en Europa, la imagen de una raíz como una continuación del árbol físico que se observa en el mural, representa la vida nueva, nutrida por la memoria de los muertos “de modo que en verdad no mueren, no desaparecen; porque desde la tierra que los acogió, su memoria y su ejemplo surgen de nutrimento para la vida nueva”. Se mezclan entre las raíces algunos rostros que representan a quienes se rinde el homenaje.
Mientras el grupo continua en sus afanes, Coque Umaña canta: “bajo un monte lleno de dinero y ambiciones…siempre debe haber ese algo que no muere…cuántas veces nos han dicho riendo tristemente que las esperanzas jóvenes son sueños”. Como un telón melodioso, el clásico de los Iracundos refuerza la idea de que los sueños son patrimonio de quienes no temen recordar. Lo que ratifica el equipo “mosaica” quienes han bautizado este espacio como “Jardín de la memoria”. Refiriéndose a la elección del nombre, Florencia señala que sin la alegría no se puede construir: “Yo soy una convencida del poder consolatorio de la belleza, de la alegría. Creo que una tiende a mimetizarse con su entorno, por lo cual hay que hacer un esfuerzo para evitar el descuido, el abandono, porque en ese simbolismo de la naturaleza, una entra también.” Agrega que la Universidad ha colaborado apoyando con labores de limpieza y hermosamiento del lugar, a través del trabajo comprometido de los jardineros.
Por su parte, Carmen Durán destaca la participación masiva e intergeneracional en el diseño y construcción del Mural, íntegramente autofinanciado. Sostiene que no se trata de una generación que esté solo recordando “es una generación que está en acción y al ser este un espacio de integración de generaciones, de tendencias, de imaginación y visiones, por cierto que es una acción política”. Se trata, concluye, de un legado simbólico que expresa la identidad cultural de una generación.