- Cha, cha chaaaa!- Canturrió mientras estrujaba la última botella. Ese sonido significaba la primera advertencia que ya debía irme. Cha, cha, chaaaaaaa! –volvió a repetir-. No le hice caso ni a la primera ni la segunda.
- Ya estamos cerrando amigo, es tarde… no lo podemos seguir atendiendo- fue lo último que alcancé a escuchar mientras me afirmaba a duras penas de la barra del bar más antiguo de la ciudad de la furia. Volví a llenar el vaso con lo que me quedaba de lucidez y me lo mandé al seco…
Recuerdo haber escuchado varias veces el mismo aviso. De ahí todo es nebuloso. Ruidos, copas y sillas que caen y empujones. La última imagen que me queda es haber estado cantando una canción del vial frente a la ex estación de ferrocarriles, mientras alguien intentaba derribarme. Después no me acuerdo de nada, ni siquiera como llegué a la casa…
La caña del otro día en la mañana materializó en carne propia la angustia que estaba sintiendo hace algunas semanas (meses, quizás). Literalmente, tenía la cabeza y alma partida en dos… era un caldillo de imágenes fragmentadas e incoherentes.
Abriendo el refrigerador quise pensar que todo había sido un mal sueño, pero el diario del día anterior tirado en la mesa del comedor me dio un verdadero golpe de realidad.
Esa noche había decidido irme de farra, como dice el tango… simplemente borrarme del mapa. Emborracharme hasta quedar ciego, vagar sin rumbo por el barrio estación y terminar apedreando alguna sucursal de un banco o una trasnacional. Hace tiempo que no me emborrachaba así, por lo menos desde aquella época inmediatamente anterior a abandonar mis estudios…
Quería olvidar este año nefasto. No quería saber ni de dirigentes, ni de divisiones, ni de malos manejos, ni de inversionistas fantasmas… Borrarme como en los viejos tiempos. En otras palabras, descender hasta el infierno, hasta el última círculo (o circo) y desde ahí intentar remover las brazas a ver si lograba encender nuevamente un fuego ...
Apagar-TELE… simplemente.
Siempre se dice que a los viejitos les cuesta pasar Agosto. Creo que nunca antes, este dicho popular tuvo tanto sentido para un vialino. Y es que nuestro Fernández Vial ha luchado mucho, y a pesar de sus más de cien años, se mantiene en pie. Ha soportado terremotos, maremotos, incendios, huelgas, luchas y convulsiones sociales, golpes de estado, transiciones, marchas y sigue en pie. Por más de cien años ha seguido en pie…
Hace varios años que este viejo viene caminando a la rastra, cansado de oscuros manejos y malas gestiones… Cansado de los socios-listos, de los voladores de luces, de las promesas impagas y de los sueños destrozados…
Y a pesar de todo, se sigue en pie. De pie, siempre de pie, poniéndole el pecho a las balas y el espíritu a la tormenta. Aunque a veces parece que a la maquinita no le quedan más fuerzas, logra siempre reavivar las brazas de la memoria y mantener encendida la caldera hasta la próxima estación…
Miro hacia atrás y no puedo creer lo que ha pasado este año… y es que este año, por primera vez, con un vial dividido, tuve la sensación de que no pasaríamos agosto.
Y en la angustia, en la desesperación, en la tristeza y en la rabia me pregunto ¿Por qué dejamos que el Vial llegara hasta esta situación? ¿Qué pasó con los dirigentes de antes, los viejos de verdad, los que dieron la vida por el Vial? ¿Dónde están? ¿Dónde quedó el pueblo vialino de antes, el país de antes?... ¿Dónde quedó el pueblo vialino capaz de organizar una marcha de 1.500 personas hasta Santiago para exigir el derecho jugar en el fútbol profesional? ¿En qué momento perdimos el rumbo..?
Recuerdo a don Tomás Matus, por ejemplo, tantos años presidente de la barra oficial del Vial y que tanto entregó por el club. Si hasta parecía la reencarnación misma del Almirante gritando desde la popular ¡Vamoh lo vialeh! ¡vamoh lo vialeh!. Paradójicamente lo recuerdo ejecutando ese grito que él hizo tan característico ¡Vamos loh vialeh! ¡Vamoh loh vialeh! Lo recuerdo contento, con su chaleco y su sombrero de cascos aurinegro, repartiendo los conocidos rollos de papel y organizando a la gente para alentar al Vial…
¿Cuándo se nos habría pasado por la cabeza que su grito, en cierto modo, podría graficar lo que hoy estamos viviendo? ¿Cuándo se nos habría ocurrido que, en un hecho inédito en el mundo no tendríamos un solo Vial sino dos viales? ¡Dos viales!
Y a don Miguel Pino, un verdadero caballero como los de antaño, de esos viejos de palabra. Arquero, entrenador y presidente del Vial en dos períodos, luchó toda su vida por el club y por el sueño del estadio ferroviario. De su propia mano dibujó los planos del estadio y movilizó a los trabajadores de la maestranza para que construyeran las tribunas. Al final, cansado, ya no pudo defender más los terrenos de la Vega Monumental. Una nueva camada de dirigentes terminó vendiéndolos fraudulentamente en uno de los mayores robos de toda nuestra historia. (La memoria es frágil, y nos olvidamos que esos terrenos fueron entregados definitivamente al club el año 1972 en un decreto firmado por Salvador Allende sin que pudieran permutarse ni enajenarse)
Y a don Enrique Obregón, el “ñato” Obregón, gran arquero y dirigente, un vialino de tomo y lomo, de esos que es difícil volver a encontrar, y a don Octavio Ríos, el “Chascón” Ríos, que entregó tanto por la familia vialina y al que a veces no le hemos reconocido todo lo que nos entregó, y a don Jaime Parés, y a don Jorge Porter y a todos los dirigentes que nos mantuvieron con vida cuando estábamos en los barrios, y a tantos otros viejos lindos que dieron su vida por el inmortal de manera pública o anónima y sin esperar nada a cambio...
Esa Noche pensé en los viejos dirigentes vialinos, en esos que hicieron grande esta institución. Quise que estuviera conmigo, en el mismo bar, sentados en la misma mesa y tomando del mismo vino. ..
Después, resignado, supe que de alguna u otra forma, lo mejor es que nunca se enteren de lo que está pasando hoy con el Vial. Es preferible que hayan partido al otro mundo con la imagen de una familia unida (pobre, probablemente, sin niun centavo, si, pero unida) que un club dividido. De solo ver a su amado Vial en la situación en la que está ahora, de seguro se les partiría el alma.
Al otro día, como es de esperar… amanecí con el cuerpo cortado.
Después se sacar una cerveza del refrigerador, vi el diario que había dejado sobre la mesa y repasé otra vez la noticia. Como si fuese una pesadilla, nuevamente el Vial de segunda no había pagado los sueldos y si no cancelaba la absurda cuota de inscripción de 220 millones (los cuales aparecerían, según los dirigentes “de aquí a 10 días más”, continuando con el mismo cuento de siempre) sería desafiliado de la A.N.F.P…
Un golpe duro. Independiente de cuál de los dos viales sea el que siga adelante.
Habrá que tomarse un buen caldillo para recomponer el cuerpo -pensé-. Ya basta de lamentaciones y peleas. Hay que ponerle el hombro a la crisis y el pecho a las balas. Habrá que superar esta crisis, por nuestro viejos vialinos, por los que ya partieron y los que vendrán.
El Vial, por sobre un equipo de fútbol, es un fenómeno social y cultural, una tradición popular. Nació de los trabajadores, y siempre se ha mantenido fiel al pueblo, no podemos olvidar eso.
Ya no podemos seguir esperando mesías, mecenas ni inversionistas, el club debemos sacarlo todos adelante... Como socios e hinchas hemos estado dormidos durante mucho tiempo, mirando pasivamente lo que pasa con el club. Ha llegado el momento de despertar y comenzar a escribir una nueva etapa de nuestra historia. Y es que aún guardamos las brazas más difíciles de extinguir, que es la persistencia y lucha incondicional del pueblo vialino….
Hay que seguir echando carbón a la caldera. Aunque sea, rehacerse desde la cenizas… volver a dar sentido al grito ¡El Vial unido, jamás será vencido!
Queda un largo camino por delante y “sólo la lucha nos hará inmortales”…
Por lo menos, ya pasamos agosto. Y como dicen los viejos, pasando agosto estamos al otro lado…
Foto: Viejo Matus
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