Por Claudia Maldonado Salazar / Presidenta de la FECEste jueves se renueva la mitad del directorio de la Corporación Udec. El directorio de la Corporación UdeC es una de las instancias con mayor capacidad resolutiva de la Universidad de Concepción y sus instituciones asociadas. En él se definen los pasos que dará en el futuro nuestra universidad, en tanto aprueba los presupuestos anuales y propone las normas para la elección del rector, se visa el nombramiento de autoridades universitarias (como el Vicerrector de Asuntos Económicos y Administrativos), y se definen la planta de personal y política de remuneraciones de la UdeC, entre otras atribuciones.
De estos puntos deviene la gravedad de que una elección de tal importancia gran parte de la comunidad universitaria no tenga ni voz ni voto. Ni siquiera, para la mayoría de los casos, un mínimo de información respecto de este hito en el gobierno universitario, realizado entre cuatro paredes y a espaldas de estudiantes y trabajadores/as de la Universidad. En un espacio en donde se define el horizonte de nuestra universidad, lo mínimo es que la comunidad implicada decida.
Además de que sus integrantes son electos por un mínimo de personas, poco menos de 600 socios de la Corporación (entre académicos/as e integrantes externos), su composición como Directorio lo hace un espacio aún menos representativo. Cuando observamos que está compuesto en su totalidad por hombres, sin siquiera haber una sola mujer entre quienes postulan a los cargos de renovación. ¿Dónde quedamos nosotras? ¿Cómo se expresa en espacios como éste nuestra visión de las problemáticas y desafíos de la Universidad? También resulta preocupante, observar la perpetuación en dichas instancias de poder de directores, considerando que la composición del Directorio saliente, 7 de los 11 integrantes llevaba más de 12 años en sus funciones.
En lo que respecta a la elección de esta semana, sería de esperar que las personas que pretendan participar en espacios resolutivos debieran estar acorde a los nuevos tiempos por los que atraviesa nuestra universidad. Personas abiertas al cambio y la transformación, que respeten la dignidad de todos y todas. Sin embargo, al observar a los 7 postulantes, llaman la atención al menos tres nombres, los cuales debiera ser importante observar con detención: el primero es el de Álvaro Ortiz, alcalde de Concepción, quien vendría a reemplazar luego de varios períodos en el cargo a su padre José Miguel Ortiz (que ya no puede repostular por sobre pasar la edad máxima), y de esta forma generar una verdadera dinastía padre e hijo en el mando de la Corporación UdeC. Personaje que por cierto, en su carrera política cuenta con un lamentable historial público de denuncias por violencia intrafamiliar y conflictos con organizaciones sociales de la comuna, aspectos bastante reñidos con lo que debiera ser el perfil de la Universidad de Concepción. Los otros, corresponden a Alberto Larraín, ex Vicerrector de Asuntos Económicos durante buena parte de la administración de Sergio Lavanchy, y Pedro Ramírez, gerente general de la CIDERE, agrupación que reúne a grandes empresas de la Región del Biobío, muchas de ellas vinculadas al extractivismo y con problemas en su relación con las comunidades y con el medio ambiente de la zona. Ambos nombres representan en común un viejo modelo de Universidad que hoy parece agotado, el de la Universidad como empresa, aliada de los grandes intereses económicos foráneos, estructurada en torno a un modelo gerencial y alejada de las necesidades sociales de nuestra región y del país.
La composición y atribuciones de un ente tan relevante para el futuro de la Universidad de Concepción, y por lo tanto, para el futuro de la región, debieran ser prontamente reformados en una dirección que democratice su carácter y abra la toma de decisiones (incluidas las decisiones económicas) a la deliberación y voto de sus estudiantes y funcionarios/as, al de la sociedad civil representada por organizaciones comunitarias de todo tipo.
Para ello, es vital que empecemos por sacar a la luz el rol que actualmente juegan los organismos que controlan la Corporación UdeC, y a sumar fuerzas de parte de quienes declaren tener el sueño de una Universidad genuinamente democrática y comprometida con la sociedad, para generar las transformaciones culturales, políticas y estatutarias que nos permitan superar el carácter actual del modelo gerencial de gobierno Universitario.