Ganadores y perdedores, todos los candidatos que participaron de estas costosas primarias coinciden absolutamente en un punto, la concurrencia fue un rotundo éxito. Votaron un poco más de 3 millones de personas, sobre un padrón electoral de 13.388.000 personas, lo que representa un 22,5% de participación frente a un 77,5% de abstención, pero para ellos sigue siendo un éxito inusitado cuando lo que esperaban era solo un millón de votos. Una consecuencia importante a destacar en estas primeras primarias legales, es la inscripción ilegal de miles de chilenos en partidos políticos en los que nunca han militado o decidido militar. Estos chilenos se vieron imposibilitados de votar por quien deseaban debido a esta ilegalidad con que los partidos políticos suman militantes, y así vemos como los verdaderos adeptos son menos aún de los pocos que ostentan.
Si establecemos una relación entre los montos gastados en las campañas de los candidatos y los resultados de las votaciones, encontramos una relación de causalidad directa, a mayor monto gastado en campaña, mayor votación conseguida. Los porcentajes no se ajustan proporcionalmente a los resultados pero el orden calza perfecto. Bachelet, en el primer lugar, declara gastar 215 millones de pesos; Velasco, en segundo lugar, declara gastar 168 millones de pesos; Orrego, en tercer lugar, declara haber gastado 157 millones y Gómez, en cuarto lugar, 70 millones de pesos. Lamentablemente no podemos establecer la relación entre Longueira y Allamand ya que ellos se negaron a declarar los montos, pero no extrañaría que Longueira hubiera invertido más que su contendor.
Pero más allá de los resultados el contexto es el siguiente, tenemos a dos coaliciones políticas que han cogobernado el país durante al menos 24 años y lo seguirán haciendo, si contamos sólo desde el plebiscito que sacó a Pinochet del gobierno, pero que instauró en piedra la dictadura del capital en su fase más extrema, el neoliberalismo, una ideología de mercado desregulado. Y a pesar de existir otros partidos, muchos independientes y millones de coterráneos que no se sienten identificados por ninguno de los partidos que conforman aquellas dos alianzas -más de diez millones de personas-, los políticos, el Congreso y los medios de comunicación de masas sin excepción alguna abordan estas elecciones como si los contendores fueran los únicos candidatos existentes, sus propuestas las únicas posibles y las opciones las mismas de siempre, Concertación o Alianza.
Y vemos como se cumplió el objetivo. Bachelet sale de estas primarias fortalecida, incluso más fortalecida de lo esperado y en sus bolsillos un respaldo que ya se lo quisiera cualquiera. Desde el PC a la DC le juran amor y lealtad incondicional, pasando por el MAS y toda la ex Concertación más los desconcertados que ahora, con el supuesto giro a la izquierda, sí creen en ella. Y es que la jugada fue muy buena, hay que reconocerlo. De un suácate se desprendieron de las odiosas y nefastas cargas negativas de la Concertación –termoeléctricas, desastre forestal, consolidación del sistema de AFPs, asesinato de comuneros mapuches, aplicación de ley antiterrorista, usurpación del agua, saqueo del cobre y de los recursos naturales en general más un largo etc.- y ahora, con la negociada incorporación del PC y el consecuente apoyo de emblemáticos dirigentes estudiantiles y otros, prometen poner fin al lucro, gratuidad a la educación y nueva constitución, aclarando eso sí, que sólo por la vía institucional, vale decir dentro de lo que permite la Constitución de Pinochet. En otras palabras, esperemos los cambios sentaditos mejor.
Con estas primarias, que por lo visto sellan el destino del país que se ratificará en noviembre, se asegura la imprescindible alternancia en el poder de mano de las dos coaliciones y se perpetúa el cogobierno Alianza-ex Concertación que nos tiene sumidos en la sociedad más extremadamente neoliberal e injusta que existe. Los que creen que hará un gobierno “más de izquierda” que el anterior, concédannos el beneficio de la duda, se equivocan. Y quienes creen que Gómez representaba a los que deseamos una Asamblea Constituyente, definitivamente también se equivocan. Siguen los mismos payasos fomes en este circo putrefacto que es la política partidista chilena mientras la otra política, la verdadera, seguirá floreciendo como la primavera en las calles por todo el país.
Pero esa política es invisibilizada por todos quienes dan por sentada cuál es la verdadera política, la política de los arreglines y el saqueo, la política de las cuotas y los intereses económicos, la política de la riqueza, la política al servicio de los grupos económicos dominantes y del poder hegemónico global, la política de la explotación de unos por otros.
Pero los estudiantes y trabajadores lo han dicho, ellos sí practican la verdadera democracia, siendo verdaderamente socialistas, comunitarios, solidarios y radicales en sus prácticas y quehacer diario. Otro gallo cantaría en esta larga y angosta faja de injusticias si el Partido Socialista fuera socialista, si el Partido Por la Democracia abogara por la democracia, si el Partido Comunista propusiera el comunitarismo, si el Partido Radical fuera verdaderamente radical y social, si la Izquierda Cristiana fuera de izquierda, si la Democracia Cristiana fuera demócrata y siguiera el ejemplo de Cristo y si el MAS fuera un movimiento amplio y social.
A final de cuentas el discurso se adapta a los tiempos y la historia se repite, ayer Estados Unidos deseó extirpar del mundo el marxismo y propició el Golpe de Estado y la dictadura militar, cuando Pinochet se arrancó con los tarros y se transformó en algo no deseado, propiciaron también su negociada salida para asegurar la perpetuidad del modelo ideológico, económico y social desarrollado por Milton Friedman y bien aprendido por nuestros Chicago Boys. Y desde entonces Estados Unidos decide quién se para frente a este sistema y vemos como Bachelet fue a prestar servicio y ha sido premiada por su obediencia, por lo que asumirá un nuevo período. Ese es el sistema que mal soportamos hace tanto y que requiere se alternen los presidentes entre las coaliciones, para instaurar la sensación de democracia, la sensación de que las cosas pueden ser distintas y mejores. Pero no nos engañemos, hace ya tiempo que comparten una misma ideología dominante y aunque en los debates parezcan antagónicos, juego que se incrementará en las próximas presidenciales, seguiremos viviendo en este sistema capitalista neoliberal. Muchos piensan que no es tan malo y que se puede mejorar, desarrollando una suerte de buen capitalismo o capitalismo social, pero aquello son sólo voladeros de luces, porque en el fondo el capitalismo no quiere ser más justo, no puede ser más justo, ello está en su esencia. Sólo puede ser más desigual porque en ello se basa, en el lucro, el incremento sin límites de la ganancia y no en la solidaridad. Y la solidaridad no tiene nada que ver con asistencialismo paternalista que tanto exaltan y capitalizan estos gobiernos.
En definitiva los cambios, como bien vemos, provienen desde el pueblo organizado y consciente, nunca han sido propiciados por oportunistas que adoptan discursos ajenos a conveniencia. En este sentido la construcción de una sociedad mejor se genera y desarrolla en las calles y todos los espacios donde las personas pueden, junto a otros, idear otras relaciones, otra sociedad, otro mundo. Si existe un candidato que asume verdaderamente una voluntad de cambio real y participativo y logra llegar a la presidencia, sin duda es una forma rápida de obtener importantes logros y merece todo el apoyo, mal que mal hay más de 10 millones de personas que no votaron en estas elecciones primarias y que podrían marcar una diferencia en las presidenciales, pero todos sabemos que ese camino rápido es en extremo difícil y poco factible al interior de esta institucionalidad, como les gusta llamar a la dictadura del capitalismo.
Más allá de las diferencias en la forma que pueden ser muchas entre los candidatos, diferencias de fondo no se ven, al menos creíbles, hasta el momento. Si no está de acuerdo lo invitamos al debate, que viene siendo lo rescatable de todo esto: ¿En qué se diferencian en el fondo Bachelet y Longueira?