En julio de 1974 se terminó de imprimir en los talleres de la Editorial El Pacífico los ejemplares de la cuarta novela de Erich Rosenrauch Vogëlfanger titulada “Salvaguardia” en la que prosigue la línea narrativa de su novela, publicada el mismo año, “Clima de optimismo”, vale decir, retoma la idea de un sistema colapsado y pone en evidencia el choque que experimenta Alfonso, el protagonista, en un contexto de violencia, horror y muerte.
Gloria Sepúlveda Villa / resumen.cl
“Salvaguardia” revela una distopía ligada al desarrollo demográfico. Crecen las ciudades y el mal se expande. El protagonista sufre un asalto y desde ahí experimenta el fracaso de las instituciones en su búsqueda de justicia y contención. En nuestro contexto inmediato la afirmación anterior parece más latente en una pandemia. ¿Qué hacen las instituciones por protegernos?
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En la novela la cuestión demográfica está relacionada con el avance de la delincuencia y una ruina moral y ética aparejada con ello. El protagonista observa el derrumbe del sistema social con la impronta de comprender y mantenerse a salvo pero: “Lejos de cobijar una sociedad supercivilizada, tal hacinamiento configuraba el escenario de un drama asaz primitivo, en el que miles de hombres siempre más temerosos e indefensos pugnaban para no sucumbir bajo el asedio de toda laya de aves de rapiña” (10). A pesar de la gran cantidad de personas que desbordan la ciudad, el protagonista advierte que hay un “vacío” en medio de esa apabullante violencia donde el buen trato de antaño no es más que un “recuerdo bizarro”. En ese sentido, la novela fábula sobre un lugar donde no es posible establecer lazos de afecto ni confianza en tanto que policía y delincuentes ven diluidos sus límites en porque el mal está desbordad: “todos cooperaban, pese a circunstancias tan adversas, en la confección de una gigantesca máquina infernal, que dentro de un lapso no demasiado extenso, habría de pulverizar la ciudad entera” (23). En este pasaje el autor va más allá y deja entrever su pensamiento sobre la sobrepoblación del planeta cuando afirma que los nacimientos están emparejados a la posibilidad de futuros ciudadanos “oscuros y demoníacos”.
La visión distópica que Rosenrauch diseña se debe, principalmente a su experiencia en la Segunda Guerra Mundial cuando su padre fue detenido por las tropas de la SS en el contexto del arribo a Viena del fascismo que acabó con el bienestar de muchas familias de ascendencia judía. A los 7 años una experiencia de ese tipo es difícil de olvidar y sin duda marcó la percepción del niño Erich sobre el mundo y la época que le tocó vivir. El horror de la guerra sumado al contexto en que fue escrita la novela, pensemos en las dictaduras latinoamericanas de la década del setenta, pone en evidencia la falla de los gobiernos y las instituciones que lo componen, partiendo por la clase política, a la que se suma la familia, la iglesia, las policías y el ejército. El mal como un círculo vicioso que surge en el nacimiento y que hará que la policía sea “un burdo simulacro protector” (43).
La novela prosigue con el protagonista intentando resolver su sensible situación en lo que termina siendo una guerra civil. Las pandillas se instalan con un burdel escondido en el que las mujeres asesinan a sus amantes y se dedican a tener hijos con el objetivo único de acrecentar las pandillas. En el prólogo de la novela, Alfonso Calderón afirma que el lenguaje es el verdadero protagonista y que el autor desborda el mal en vista de las posibilidades que le confiere el lenguaje. Considerando que el español no fue la lengua materna de Rosenrauch demuestra una apropiación muy particular de éste, hasta el punto que su prosa se convierte en un muro verbal que desafía la práctica de la lectura en tanto que exige un lector decidido a sortear la muralla que revela un honda crítica a cómo la sociedad humana ha llevado a cabo su vida en el planeta.