Sandra Vargas, coreógrafa y docente en danza contemporánea: “Esta es la oportunidad de humanizarse a través de la tecnología”

Paulina Barrenechea Vergara / resumen.cl Quizás sea hoy, en esta coyuntura política y sanitaria, cuando pensar los cuerpos se vuelva más central que nunca. Si ya se habían develado las tramas biopolíticas detrás del relato estatal neoliberal, durante el estallido social de octubre en Chile, la emergencia del Covid-19, viene a enfatizar y profundizar, sobre todo, en la precariedad laboral de una gran mayoría. Complejo escenario, donde los/as trabajadores/as, especialmente, del área de la cultura y las artes, no han dejado de escribir, difundir y accionar -de manera multisectorial- por una gestión rotunda, eficaz e inmediata del Estado para enfrentar un presente crítico que, por lo demás, fue generado por las mismas lógicas gubernamentales del modelo de industria cultural que promueve. Como un correlato a este accionar político, algunos/as creadores y creadoras de la región, sobre todo del sector de las artes escénicas, han comenzado a repensar sus procesos creativos y su quehacer laboral, por ejemplo, desplazando sus saberes a lo digital y la virtualidad. La coreógrafa, docente e intérprete en danza contemporánea, Sandra Vargas, tiene ya un tiempo abordando en las posibilidades que para la creación escénica tiene lo multimedial y, por ello, invitarla a dialogar sobre su trabajo, en esta coyuntura, adquiere un énfasis especial. Conversar con Sandra, es, de alguna forma, encontrarse con la historia reciente de la danza en Concepción, y en ese pulso, esta conversación es saber y archivo. Nos reunimos en una sala virtual. En esa zona de contacto, abierta para ser transitada, experimentada y mediada, abordamos sus modos de hacer; pero -también- indagamos en sus tácticas de subsistencia, es decir, en las diversas estrategias que está implementando para enfrentar la contingencia. Se suman virtualmente al espacio, la fotógrafa Andrea Herrera y la artista visual Carolina Opazo, creadoras penquistas, actualmente en Suiza, quienes integran la plataforma creativa Virus T.D.S. Tácticas des-generadas de subsistencia, siendo este diálogo con Sandra Vargas, para Resumen, el primero de sus contagios. Sandra, tu trayectoria en danza es bien significativa y volver sobre ella, de alguna manera, nos cuenta de la historia de la danza en nuestra ciudad. En ese sentido, ¿Cuáles son los momentos importantes que han definido tu presente en términos formativos y profesionales? “Sí, tiene mucho que ver con las personas o con los grupos donde he trabajado y que han modificado mi quehacer. Voy a nombrar primero al Centro Cultural Calaucán, que es donde empecé a estudiar. Si bien ya no existe, fue un lugar en que se generó un sistema formativo en danza y aunque no formal, había una disciplina. Me daba cuenta de que más allá de las formalidades que el sistema te impone, existía otra posibilidad de disciplina rigurosa y que era mucho más exigente. Era casi como una carrera universitaria. Esa decisión de trabajar y de empezar a pertenecer a ese lugar, cambió el eje total de mi quehacer. Yo estudié Ingeniería Pesquera y entré a estudiar danza como a los 20 años, más o menos. Fue por una necesidad biológica de hacer otra cosa que tuviera sentido, más allá de estudiar una carrera para sobrevivir, pues todo tenía que ver con la subsistencia. La danza me salvó de todo eso, que era un camino materialista, que no llena otras cosas que son mucho más importantes. Ahora agradezco mucho haber tomado esa decisión. Fue difícil si, porque la corporalidad a los 21 o 22 años no es ideal para poder empezar una carrera profesional en danza. Yo nunca había hecho actividad física, entonces mi vinculación con la danza, más que corporal, en ese momento, era más bien una salvación espiritual, y fue un hito importante”. Esa formación inicial fue en danza moderna, pero también tuviste la posibilidad de indagar en otros lenguajes. Cuéntanos un poco de ese proceso. “La disciplina que estudiaba en el Calaucán era una sola, la que proponía Patricio Bunster y aunque me enamoré de la danza moderna, no había alternativa. En ese tiempo, recibí una invitación del Teatro El Oráculo, para participar de una obra con financiamiento Fondart y me tiraron altiro a los leones. Eso también fue un hito importante porque me dio la posibilidad de entender el cuerpo desde una perspectiva más oriental, pues en ese tiempo estaban estudiando con Elias Cohen y Paula Meru, y eran técnicas que ellos trabajaban como entrenamiento, pero- también- para investigación en el lenguaje de teatro físico. Eso me abrió infinitas posibilidades de movimiento y entenderlo en su integridad con la forma de pensar, la forma de sentir o la visión del mundo, del cuerpo, del espacio y el sistema naturaleza en el cual nos encontramos. Eso hizo que buscara más en las disciplinas de las artes marciales, conocí el Kung Fu, luego, el Tai Chi, y ahí me quedé, investigando sobre esas posibilidades de movimiento que son distintas a las occidentales. También desarrollé la posibilidad de ser un poco mas autónoma en el trabajo”. Coincide, además, con tus inicios en la experimentación con video danza ¿verdad? “Sí. Estuve en Argentina estudiando video danza, pero ese interés pero fue como una casualidad. Me llegó un link con 120 videos danza, me registré, pero sin saber lo que era. Me puse como loca a estudiar. En ese tiempo trabajaba y cuando llegaba a mi casa me ponía a estudiar video-danza y todo lo que se estaba haciendo en ese formato. También ahí empezó mi relación de pareja, que es artista visual, entonces empezamos a estudiar juntos. Fue como una posibilidad que me dio la vida, para seguir estudiando y haciendo danza desde otros canales. Lo que más me interesó de la video danza fue la autonomía. El hecho de no depender de los demás, porque en danza uno depende del otro para bailar. Para todo en danza necesitas el otro cuerpo. Para mí esto fue la gran solución. No depender del otro para poder bailar o sentir que estaba en la danza. Eso, sin duda, me alejó de las disciplinas de la danza, de la técnica, de ir todos los días a practicar. Igualmente yo encuentro que eso está bien, a mí me encanta, pero quizás no se me dio tan fácil y tuve que buscar otras alternativas que me permitan sentir que estoy en la danza a pesar de estar en otras disciplinas igualmente vinculadas al movimiento”. Todo ello define lo que eres hoy, tu mirada, tu percepción y tu práctica. Si tuvieras que escoger o señalar algunos elementos que definen hoy tus procesos creativos ¿cuáles serían esas pulsiones? “Yo creo que la primera pulsión es sentirme conectada con el cuerpo, más allá de las disciplinas y técnicas que uno práctica. Al momento de investigar en la corporalidad, lo primero que hago es conectarme con el cuerpo a través de la respiración, como un motor que me ha ayudado a entrar en este proceso creativo. El cuerpo lo siento como un canal de muchas informaciones, que están ahí, ancestrales y territoriales. Para poder escucharlo o para poder saber qué quiero hacer -porque a veces no tengo esas claridades - voy a ese lugar de tranquilidad que me conecta con la respiración y eso me hace estar en equilibrio con el adentro y el afuera. Por ello, esa es mi primera pulsión, la primera conexión. Luego, dejo aparecer las historias, tus formas de mover y que tienen que ver con tus técnicas, con lo que investigaste. Pese a eso, hoy me llama el salirme de eso y lograr algo que no me lleve al pensamiento, que sea como un solo movimiento, su pureza y lo genuino. Hacia ese lugar me gustaría ir, eso me está pulsando ahora investigar”. El año pasado estuviste con temporada de la obra Biobío: Última danza. ¿Cómo se vincula ese proceso y su poética con lo que estás trabajando hoy? “Yo siento que ese fue un gran proceso, como un collage de imágenes, de movimientos, que van y vienen con un sentido de territorio y de paisaje local. Para mí, Última danza, es un poco lo que estamos viviendo hoy, entonces siento que todavía está ahí, que todavía lo estoy trabajando. Quizás no con el mismo formato, pero sí desde la pregunta con la que partió y que viene de un texto de Castaneda donde habla de la última danza. Es decir, cómo uno se encuentra con su territorio, y como ese territorio lo elijo y, más allá, elijo mi muerte. ¿Cómo me gustaría moverme sabiendo que va a ser la última vez? Es un trabajo, un impulso, que le permite al cuerpo expresarse y que el cuerpo te diga, es así como va a ser tu última vez. Y es liberador, porque -generalmente- nos acercamos a estos temas con una dureza y una rigidez o con tristeza, pero ¿de qué manera podemos ser conscientes de eso para poder vivirlo quizás desde la opción que cada uno se quiera dar? Siento que eso todavía está dando vueltas”. ¿Cuál es tu situación actual en términos laborales? “Yo trabajo a honorarios. Tengo trabajo en los programas de ACCIONA y MINEDUC, también de forma independiente en el Centro Cultural de Chiguayante, en Artistas del Acero. También en danza y en Tai Chi. Ese es, básicamente, el trabajo que me da remuneraciones. A veces algunos proyectos de ventanillas, festivales, proyectos de creación que también te van ayudando. Cuando trabajé en mi carrera de ingeniera, junté unas platitas y postulé a un subsidio, compré un departamento y eso me ayuda. No es mucho, pero es suficiente. De eso ahora estoy viviendo, esa es mi realidad”. La coyuntura política, desde octubre 2019 al presente, nos ha obligado girar nuestra mirada y nuestras prácticas. ¿Cómo vives la práctica de la danza hoy? “Yo lo veo desde distintos puntos de vista. Primero, el sistema tiende a vulnerar a personas del arte, pero no somos los únicos. Están los obreros/as, especialmente, muchas mujeres vulneradas en este tiempo. El sistema ya no funciona. Sí creo que el arte, a diferencia de las demás profesiones, nos permite desarrollar herramientas que justamente tienen que ver con la resiliencia o la resistencia. Encontrar en nosotros mismos las distintas formas de sobrevivir. Esto de hacer clases online, de juntarse con grupos, identificar quién está con mayores necesidades, es algo que uno ya ni siquiera cuestiona. Las artes, en sí, son un mecanismo dentro de ese sistema que sirve para devolverle al ser humano lo que el sistema le roba. El sistema es un succionador de energías y el arte se encarga de devolver esa energía, pero no a través de su mismo sistema. Ahora, que estamos paralizados, me pregunto cómo voy a solucionar mis problemas que van a aparecer eventualmente, todas esas exigencias; pero, también tengo la tranquilidad que me da la práctica artística que es como un saber. Confío mucho en los artistas en términos de subsistencia, que cada uno se va generando por sí mismo y acumulamos mucho conocimiento de cómo trabajar con el cuerpo, de que cosas hay que hacer y que no”. Y ¿cómo esta contingencia sanitaria ha desplazado tus modos de hacer en lo educativo y en lo creativo? “Yo no había hecho clases virtuales, pero siempre me gustó mucho el tema de la multimedia, los programas, mapear y todo eso. Ahora, con la contingencia, quise aprovechar esto porque veía que los chicos usaban Instagram con transmisión en vivo o las plataformas zoom y comprendí que es todo un mundo que no he explorado. Justo ahora estoy haciendo clases y estoy trabajando con el grupo multidisciplinario del Observatorio de Ecosistemas Escénicos Contemporáneos con quienes estamos haciendo varios trabajos creativos en conjunto, solamente para investigar en la plataforma. Es un sistema que no hay que subestimar. Hay que verlas, disfrutarlas, no negarse a las posibilidades. He tenido tiempo para conversar con artistas visuales, multimediales, y están súper pegados con la inteligencia artificial. Hacer arte escénico o artes multimediales sin el cuerpo o creando el cuerpo con sus distintas dimensiones sensoriales. Hay todo un mundo ahí. Se viene un cambio de paradigma muy fuerte que tiene que ver con las máquinas, la robótica, la forma de pensarnos y con lo macabro que también involucra”. Intervención de Andrea: Sobre todo ahora, que los niños/as están en al casa y que quizás esto dure más, ¿cómo se podría conectar la educación, por ejemplo, tus talleres, con la necesidad de mover el cuerpo en un estado de encierro? “Para mí esto es super práctico. Yo podría armar un programa escrito de cómo debiera hacer. Si alguien me lo pidiera, lo escribo. Yo trabajo en la Escuela artística Enrique Soro, con doce niñas, que se manejan con la multimedia mucho mejor que los adultos. Ya manejan todo. La mentalidad tiene que cambiar en las personas que están administrando esto. Porque, ¿cómo no se les ocurre que pueden estar trabajando con los niños online? Todos deberíamos estar trabajando así. En danza lo mismo, porque la danza es un juego para ellos. Crearía una serie de juegos virtuales, por ejemplo, donde los niños pudieran estar todos conectados. Pero al no comprender, se entrampan siendo que la solución está ya aquí. Eso me molesta mucho. En un liceo había una pizarra eléctrica que estaba botada. En nuestra sociedad, algo pasó, que hizo que las personas no tengan la curiosidad de conectarse y fomentar el interés por estas plataformas. Hay una distancia generacional de cómo vemos las cosas”. Intervención de Andrea: Efectivamente, muchas personas están en ese proceso formativo que les ha permitido seguir con sus trabajo a través de lo virtual. ¿Qué consejo compartirías, desde lo técnico y lo afectivo, para esta vinculación con los dispositivos tecnológicos? “Yo me demoré en decidir si iba a hacer clases de Taichi online. Me preguntaba sobre la pertinencia de cobrar o no y, finalmente, decidí que quien tuviera pagaba y el que no, no. Porque no todo es dinero. Se pueden intercambiar materiales y comida, y todo eso va a servirnos. Yo siento que hay que comenzar a generar pequeños sistemas de personas que se auto sustenten. La colaboración es algo fundamental. Mi consejo es que hay que estar abiertos a interactuar con los grupos, con todo lo que llegue, a escuchar y escucharse. Porque parece que se viene más difícil. Hay que cultivar la espiritualidad, no criticarse tanto, soltarse a uno mismo de los dolores y errores. Es el tiempo de dejarse tranquilo y ser feliz. Si está la cagá en el mundo. Esta es la oportunidad de humanizarse a través de la tecnología”. Finalmente, ¿qué tiene que decir la danza hoy? “Que resistimos, sobrevivimos y que hay esperanzas. Mas que decir, es dejar una pregunta. ¿Es la corporalidad un sistema que se auto sustenta por sí mismo? Esa es la pregunta que la danza debe hacerse hoy”. Si quieres conocer algo más del trabajo de Sandra puedes ingresar a las plataformas digitales de la compañía Cuerpos Imaginario en https://www.facebook.com/Cuerpo-Imaginario Fotografía principal: Gabriel Gavilan
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