Santa Juana, 1973: El asesinato de Robustiano Carrasco Toloza

Nuestras vidas no nos pertenecen, del vientre a la tumba estamos ligados a otros, en el pasado y en el presente. Y con cada crimen y cada acto de amabilidad… creamos nuestro futuro”. Filme Cloud Atlas

Por Luis Meza Sabelle

Que tras el Golpe Militar del 11 de septiembre del año 1973 se detuviera a muchas personas, a estas alturas temporales no representa ninguna novedad ni noticia, salvo para los directamente afectados; así, en la comuna rural de Santa Juana, entre otros, fueron detenidos: Humberto Villa (Alcalde en ejercicio), Héctor Escalona (Regidor en ejercicio), Recaredo Vigueras (ex Regidor y Director de escuela), Humberto López (dirigente de los Profesores), Sofanor Pradenas, Alejandro Canales, Mario de la Jara, Ernesto Medina, Víctor Rojas, Claudio Sanhueza, Lilian Proboste, Prosperina Rivas y otros(as) de los cuales no existe mayor información. Todos vivieron distintos procesos, algunos estuvieron sólo retenidos, otros detenidos y torturados, pero el denominador común es que finalmente todos fueron liberados, de ahí que llame fuertemente la atención el asesinato producto de una golpiza propinada por los carabineros en ejercicio en la comuna, de don Robustiano.

El Volumen II, Tomo 3 del Informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación, más conocido como el Informe Rettig, en su página 83 consigna la muerte de este habitante de la comuna en los siguientes términos:

“Robustiano Carrasco, tenía 46 años de edad, soltero, era pequeño agricultor. Sin militancia política conocida.

Fue detenido el día 14 de octubre de 1973, en su domicilio de Curamavida, por Carabineros, y llevado a la Tenencia de Santa Juana, donde fue torturado. El día 16 del mismo mes y año fue dejado en libertad, en muy malas condiciones físicas.

El día 17 de octubre de 1973 fue hospitalizado en Santa Juana. Debido a su gravedad fue trasladado de inmediato al Hospital Regional de Concepción, donde murió el 18 de octubre de 1973.”

Detenerse en esta somera descripción mueve inmediatamente a una serie de interrogantes, siendo una de las más importantes el nivel de ensañamiento con la persona retenida; más aún en localidades como Santa Juana, donde se quiera o no, la mayoría de la gente se conoce y mantiene algún tipo de relación o vínculo. Algunas respuestas obvias serían del tipo la odiosidad entre adversarios políticos en esos tiempos tan polarizados; el invento del Plan Z, en que supuestamente la izquierda chilena produciría un auto golpe para instalar un gobierno de tipo cubano, algo así como la dictadura del proletariado; la adjudicación de tierras vía reforma agraria o simplemente algún tipo de venganza personal, donde ninguna de ellas se ajusta a la realidad. Con todo ello sigue siendo difícil entender este tipo de atropellos a la dignidad humana, más difícil cuando se trató de personas sin militancia política conocida.

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La razón de la detención y posterior golpiza brutal y muerte está relacionada con la ayuda que Robustiano habría prestado a 4 jóvenes para atravesar el río Biobío, huyendo de quienes les buscaban para apresar.

En la localidad, es un caso conocido, por razones de tiempo transcurrido, sólo por las personas de mayor edad y aquellas que no siendo tan viejas tuvieron alguna relación directa con el afectado. Entre estos últimos encontramos a Víctor Jara Álvarez, quien señala pormenores de lo ocurrido:

“Éramos cuatro jóvenes idealistas -como la mayoría en esa época- simpatizantes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria MIR, que siendo santajuaninos, estudiábamos en la Universidad de Concepción: Héctor Beltrán (Servicio Social), Rodrigo Medina (Periodismo), Custodio Denis (Sociología) y yo que estudiaba Física y Ciencias Naturales. Inmediatamente producido el Golpe, nos encontrábamos en Concepción y tras algunos días decidimos huir en tren hacia la localidad de Gomero, desde ahí conseguimos un bote y atravesamos el rio Biobío y fuimos a dar al sector de Curamavida, uno de mis amigos conocía a don Robustiano y en un par de ocasiones fuimos a su casa, pero de pasadita, solo a comer algo y luego nuevamente nos íbamos hacia los cerros, a las quebradas, donde nos refugiamos por espacio de aproximadamente un mes. En algún momento decidimos regresar a Concepción y para ello pedimos ayuda a don Robustiano quien nos consiguió un bote. Esa fue toda su participación.”

Hasta ahí el relato de un protagonista directo de los ocurrido, lo que vino a continuación se mueve en el terreno de las especulaciones y conjeturas, algunas de ellas, con mucho asidero real.

Su hermana menor Etilicia, hoy de vigorosos y juveniles 85 años, da cuenta de lo sucedido, confirmando que le detienen a dos de sus hermanos a eso de las siete de la mañana, Robustiano y Vito, porque habrían sido delatados por haber ayudado a estos jóvenes, sindicando a un primo, Paulo Zambrano y el vecino Armando Vergara como quienes dirigieron a los carabineros directos a la casa, desde donde son detenidos y trasladados a la tenencia de la localidad: Allí ambos fueron duramente golpeados hasta causarle la posterior muerte a Robustiano. Etilicia vio como sus hermanos, junto a otros detenidos, eran sacados durante el día, ya en muy malas condiciones para que trabajaran en aseo público. A ellos se acercaba con comida, pero no le permitían entregarla y era enviada a la comisaria, y hasta el día de hoy le acompaña la certeza de que esos alimentos nunca se les entregaron a sus hermanos. Por gestiones de un familiar, el tío Almauno, logra que les dejen en libertad, llegando de noche, al filo del toque de queda a su casa en Santa Juana; recuerda que producto de los golpes de los carabineros de apellidos Hernández, Erices, Jara, Villa, Zapata (a este se sindica como el que dirigió las torturas), ambos quedaron a muy mal traer, tanto que les fue imposible alimentarlos, solo darle algunos líquidos con bombilla. Al día siguiente Vito se vuelve a pie a Curamavida, a 20 kilometros, pero Robustiano se agravó y fue necesario llevarlo al hospital de la comuna, desde donde fue derivado a Concepción, para no regresar con vida de allí.

El teniente a cargo de la comuna era Orlando Correa Fourlón, del cual existen opiniones encontradas, para algunos, se trataba de una buena persona y que el “único punto negro” de su gestión habría sido éste y no por su responsabilidad directa, sino más bien porque a los carabineros “se les habría pasado la mano”; para otros en cambio, tienen la certeza de que siendo el carabinero de rango mayor, le cupe toda la responsabilidad de lo ocurrido en su jurisdicción por sus dirigidos.

Si bien, este caso terminó sin ningún detenido, algunas personas de óptica mesiánica opinan que si no existió justicia terrenal, si divina, ya que muchos de los carabineros involucrados terminaron muy mal sus últimos días; uno de ellos quedo ciego, otro se tenía que dializar diariamente, otro asesino a su hija y fue enviado a la cárcel, y así suma y sigue.

Finalmente, si bien, en la comuna son pocos los casos de este tipo en comparación con localidades de similares características donde hubo mayor cantidad de muertos y por tanto mayores horrores -Lonquen, San Rosendo, Mulchen- no deja de ser una situación que merece ser conocida, por la familia, por los que ayudó, por la memoria y por la historia.

Foto de Archivo: Campesino santajuanino

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