Por Manu Correa (contacto: [email protected])
El sábado 3 de Octubre en Orilla de Auquinco fue escenario del cierre del sexto módulo de la primera Escuela Nacional de Agroecología Sembradoras de Esperanzas, instancia de formación agroecológica y política organizada por ANAMURI, Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas. La Escuela forma parte de una red de más de 40 IALAs (Institutos de Agroecología Latinoamericanos) desplegados en diferentes contextos rurales de América Latina y fueron creados por la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo CLOC-VÍA CAMPESINA. El ciclo de formación inicial fue distribuido con internado de una semana por mes que duró seis meses. Los contenidos y dinámicas incluyen asignaturas de tipo teórico-político e instancias prácticas de intercambio con productores de Orilla de Auquinco, al igual que actividades prácticas en las localidades respectivas de las compañeras provenientes de distintas regiones. Un proyecto político- pedagógico orientado a rescatar saberes y conocimientos ancestrales de los pueblos del campo mediante metodologías populares; un proyecto para empoderar a mujeres y hombres campesinos, jóvenes y no tanto.
Caía la noche del viernes 2 de Octubre en Orilla de Auquinco. Al compás del solcito se preparó el predio que durante el Sábado 3 sería testigo del evento. Un salón principal, proyectado como museo rural e indígena, lleno de banderas y carteles alusivos a la agroecología como alternativa productiva real en manos del campesinado, un escenario con canastas de mimbre y semillas nativas, guirnaldas coloridas. Afuera, una “carpa” con lienzos de todos colores, omnipresente fogata con agua calentita para el mate y paredes decoradas con dibujos de niños jugando. El paisaje prometía una jornada emotiva.
Charlábamos con una de las flamantes egresadas Sembradora de Esperanza, contagioso su entusiasmo y, a pesar de la jornada de trabajo desarrollada durante el día, las actividades compartidas no descansaron. Lo mejor de trabajar colectivamente es que se sostiene en la conversa y el intercambio. El tejido del lienzo que coronaría el escenario atravesó muchas facetas de diálogo, con risas como protagonistas. Afuera se tomaba un poco de aire, se continuaba conversando. “Esto me llena de vida” me comentó una compañera risueña. Aún más reconociendo la densidad de la experiencia: violencia sistemática en matrimonios concebidos como contratos por deberes sexuales y domésticos. Historias compartidas, desesperación cuando la opción no es la resistencia en función del miedo y el amedrentamiento. Por eso la agroecología elaborada por las Sembradoras de Esperanzas es feminista. Valdría la pena preguntarse si existe otra forma sensata de desarrollarla. Pues la denuncia en sus variantes represivas, capitalistas, extractivistas y contaminantes, adoptan la matriz del patriarcado desde el modo en que operan su estrategias, ubicándose como opción “natural” al paso de los tiempos, por ello es fundamental derribarlo. La compañera que compartía su historia sin timidez y silencios, habló de la trasformación desde el momento en que eligió el camino de la batalla y la confrontación. Ambos nos preguntamos por la incontable cantidad de historias que no corren con la misma suerte. Contó, además, que pudo encontrar un amor verdadero, descubrir al deseo y al placer en esta vida, breve tránsito que es, en verdad, lo único que tenemos. Descubrimiento nada menor, felicitaciones compañera por su sincera siembra de esperanza.
Mientras el lienzo ganaba colores y formas, otro grupito elaboraba el discurso para el día siguiente. Lo releían a cada modificación, compartiendo con las tejedoras. Entre ellas, Pepe aportó un cuidadoso tejido de pastos en la base del lienzo. Pepe, Pepo, Pepu –de seguro habrá más variantes- es el único compañero varoncito de la primera cohorte. Me pregunto cómo se habrá deconstruido su masculinidad en tanto Sembradora de Esperanza. Pepe, antipatriarcal y padre de un pequeño niño en el desafío de reinventar una educación sumida en la oscuridad del deber ser consumista y machista. Hermoso desafío, duro de emprender, compañero espero tu consejo.
Cuando me dormí las risas tejedoras seguían en vela, daba intriga pensar en el lienzo al día siguiente. Por la mañana estaba todo dispuesto. Ya en el predio principal circulaba gente de diferentes espacios y organizaciones que llegaron al lugar siguiendo las banderas de ANAMURI y carteles con indicaciones desde la entrada al pueblo. También llegaron vecinos del lugar a quienes se les había hecho llegar la invitación y curiosos de la zona. Esto es importante, la escuela llegó a un sitio de producción en pequeña escala donde se fumiga intensamente. Es grande el desafío de que hacer llegar el mensaje antitransgénico y antiagroquímico en favor de estrategias de producción agroecológicas, no por ello menos eficaces y beneficiosas para la salud de todxs. Las Sembradoras de Esperanza recién comienzan su labor, bravo por la titánica tarea de tejer redes y generar conciencia local y global: “Globalicemos la lucha, globalicemos la esperanza”, ese es el grito de batalla.
Ya en el acto, Miriam Talavera Illanes, presidenta nacional de ANAMURI, lo refirió como la preparación de la tierra para una futura siembra en alusión al importante lugar de la juventud para dar continuidad a la lucha campesina en Chile. También se refirió al cúmulo de organizaciones hermanas que hicieron extensivo su apoyo y felicitación por la experiencia. Vale destacar a la RED RAPAL Chile (Red de Acción en Plagicidas), la Asamblea Nacional Mapuche de Izquierda, la Confederación Nacional Campesina de RANQUIL, Diego Montón de la CLOC-VÍA CAMPESINA y la Asociación Nacional de Pequeños Agricultores de Cuba (ANAP Cuba), la Organización de Mujeres Afrodescendientes de Arica, entre otras organizaciones. También se mencionó la importancia de las fechas aledañas del 15 de Octubre (Día Mundial de la Mujer Campesina) y el 16 de Octubre (Día mundial por la soberanía alimentaria). Ponderable el discurso desde el análisis y la propuesta de alternativas alimentarias soberanas; sin mercados excluyentes, por una verdadera política agraria que eleve los criterios de salud y armonía con el ambiente, en respeto por la biodiversidad y los conocimientos ancestrales de pueblos originarios y comunidades campesinas. Mejor será citar las palabras de Viviana Catrileo Epul, Directora Nacional de ANAMURI del Frente de Comunicaciones, Coordinadora General del IALA y del comité político pedagógico:
“Chile es un país con altísima concentración de la tierra: donde el 1% de la población tiene más del 75% de los suelos y el campesinado tiene menos del 5% de la tierra. Vale decir, que en América Latina, sólo Paraguay está peor que nosotros
A su vez, el modelo agroexportador se presenta como un éxito incuestionable y lamentablemente nos ha hecho más y más dependientes en nuestra alimentación. Chile actualmente importa en alimentos cerca del 40% de lo que obtiene por las exportaciones agrícolas. Mientras tanto, siguen siendo expulsadas del campo familias campesinas porque no tienen tierra o porque el abuso de los intermediarios -incluidos especialmente los supermercados- y la ausencia de canales locales de comercialización no permite vender a precios justos.(…)
(…)Por otra parte, el modelo educativo también se ha convertido en un mecanismo de expulsión desde el campo. No hay una formación escolar que nos permita enorgullecernos de nuestros saberes o de la labor de nuestros padres y madres. Ya al séptimo año, los niños deben salir a educarse a la ciudad. Y la educación técnica y universitaria tiene como mensaje central que la producción campesina no es importante ni de buena calidad.” (Para ver texto completo visitar: http://www.anamuri.cl/)
En ese sentido la agroecología, como discurso político no es sino una forma de renombrar a prácticas productivas que históricamente han sido las encargadas de dotar de alimentos sanos a la humanidad, cuya continuidad peligra ante el avance de agronegocio. Por ello, gran parte del trabajo realizado se vincula con el diálogo transgeneracional y la propuesta de comunidades de saberes que trasciendan al discurso de lo rural/tradicional como conocimientos de otro tiempo, ajenos a nuestra conflictiva actualidad. Justicia hacia estos conocimientos es una de las propuestas de las Sembradoras de Esperanza, en el ejercicio de una auténtica ecología de saberes en proceso, un “rejuvenecimiento de los conocimientos” dicho en palabras del profesor Mario Ahumada.
Lxs egresadxs elaboraron un discurso a modo de cierre y conclusión del proceso educativo:
"Luchamos por la tierra para quien la trabaja; por el agua limpia sin intermediarios que infiltren nuestros cursos de agua; por las semillas como patrimonio de los pueblos, de los pueblos originarios, de los y las campesinas; por leyes según las necesidades de los pueblos y no de las transnacionales que buscan patentar la vida.
Hoy sábado 3 de octubre, concluímos un pequeño capítulo en el largo libro de las luchas campesinas que se nutren en esta escuela que recién comienza.
Somos las sembradoras de esperanza, las que queremos conocer las historias completas, las historias silenciadas. Buscamos a las mujeres ocultas en cada relato, a las que brillan por su luz cada vez que otras aprendemos de sus rebeldías, de sus fortalezas y debilidades, de sus resistencias y luchas.
¡Contra el capitalismo y el patriarcado!
¡Globalicemos la lucha! ¡Globalicemos la Esperanza!"
Mujeres rebeldes que cantan y bailan, no podía ser de otro modo. Hubo música en la voz y rasgueo de Hilda Morales, delegada cultural de ANAMURI. Para cerrar el evento en el salón principal, Cecilia, sembradora de esperanza, hizo vibrar al salón con su voz y guitarra al canto de una canción de su autoría, un canto a la alegría del sembrar.
Respecto de las intervenciones institucionales en el evento no hay mucho que decir, pues empaña el tono del resto de la crónica. Más interesante fue el silencio del ministro de agricultura y del director del INDAP cuando el vacío de sus discursos se rompió con algún grito de fuera Monsanto o Reforma Agraria Urgente y Necesaria.
Fuera del salón continuó la celebración con baile y conversa. Al caer la tarde, con mote con huesillo para favorecer la digestión y endulzar la boca, se armó una mesa para desarrollar el intercambio de semillas que daría culminación al día de intercambios, reflexión y festejos. Jóvenes de ANAMURI, señoras de distintos puntos del país tan distantes como Collaique y Arica junto a lxs vecinxs de Orilla de Auquinco y visitantes de diversos lugares se acercaron a compartir sus semillas.
Caminando a buscar la mochila para emprender el regreso, con bolsillos de porotos y maíz, pensaba sonriente en que lo que acababa de terminar es parte de todos los tiempos y, a la vez, recién está comenzando.