[resumen.cl] Este 7 de noviembre se cumplen 100 años de la toma de Petrogrado y del Palacio de Invierno en el contexto de la Revolución Rusa de 1917. Son 100 años de un proceso, en cuyo origen está la necesidad de un pueblo de liberarse de la opresión y que a pesar del tiempo transcurrido, forma parte no solo de las sentidas demandas de los pueblos a comienzos del siglo XX, sino también este siglo XXI.
A tomar el cielo por asalto, decía Marx, rememorando los gritos de libertad y esperanza lanzados en el levantamiento de la Comuna de París ¿No fue acaso eso la revolución rusa? La heroica gesta de los pueblos que levantaron lo que posteriormente se convirtió en la Unión Soviética, la insurrección popular generalizada de un sufrido pueblo, flagelado por una guerra imperialista y un sistema político medieval, esclavista, que lo tenía sumergido en la hambruna y la muerte.
El pueblo como protagonista de la revolución de 1917.
En febrero de 1917, el invierno, la escasez de alimentos y el hastío y rechazo a la Gran Guerra, dieron origen a una gran revuelta popular. En la capital Petrogrado (hoy San Petersburgo) los trabajadores de las fábricas realizaron huelgas espontáneas y crecientes.
El 23 de febrero de 1917, (8 de marzo según calendario gregoriano) que era el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, las mujeres de la capital Petrogrado realizaron manifestaciones para exigir pan. Posteriormente se incrementaron las huelgas y en las protestas la policía reprimió dejando varios muertos. Al tercer día de movilizaciones el zar movilizó la guarnición militar de Petrogrado para reprimir la rebelión popular. Los soldados mataron muchos manifestantes pero en la noche parte de una compañía se sumó a la insurrección.
Fue entonces cuando todos los regimientos de Petrogrado se unieron a la revuelta haciendo triunfar la revolución. El zar abdicó el 2 de marzo y luego se realizaron las primeras elecciones en el Soviet, una especie de concejo o asamblea de trabajadores de la capital, el Soviet de Petrogrado.
Posteriormente se generó una dualidad de poderes entre el gobierno provisional y la revolución realizada por los trabajadores y campesinos. En ese contexto, el partido bolchevique de Lenin, quien regresó de su exilio en Suiza realizó radicalizaciones estratégicas ante las demandas populares.
Luego vinieron las convulsionadas jornadas de abril y julio, con represión hacia los revolucionarios, el ejército en descomposición, y movilización del proletariado y el campesinado. En octubre, la directiva del partido bolchevique consideró viable la toma del poder en la capital.
La toma de Petrogrado y del Palacio de Invierno
En la noche del 6 al 7 de noviembre (o 24 y 25 de octubre según el calendario juliano vigente en la Rusia de entonces) la guardia roja bolchevique tomó el control de lugares estratégicos de la capital Petrogrado, para luego asaltar el Palacio de Invierno, derrocando al gobierno provisional.
Pocos soldados (cadetes) apoyaron al gobierno provisional, mientras que regimientos del ejército apoyaron la insurrección o permanecieron neutrales, haciendo triunfar la revolución.
Mientras tanto, algunos socialistas de derecha y mencheviques abandonaron el Congreso. Al día siguiente, los soviets ratificaron el Consejo de Comisarios del Pueblo, con totalidad de bolcheviques, los que en las siguientes horas comenzaron a abolir la diplomacia secreta y buscar conversaciones de paz contra las potencias centrales en la Primera Guerra Mundial.
Los grandes avances de la revolución
Las grandes propiedades territoriales quedaron abolidas sin indemnización, en el denominado Decreto sobre la Tierra confirmando las ocupaciones que habían hecho los campesinos anteriormente.
La repartición del la tierra entre los campesinos pobres, el derecho a la autodeterminación de las naciones, el internacionalismo proletario, la nacionalización de los recursos naturales y el reconocimiento de una serie de derechos que hoy nos parecen tan modernos, como el despenalizar la homosexualidad en un periodo histórico en que era perseguida e ilegal en prácticamente todo el mundo. Cómo no mencionar la experiencia importantísima, de vanguardia en educación, de Antón Makarenko, el gran pedagogo soviético que fundó las casas cooperativas para huérfanos de la guerra civil y que dejó cristalizado en su Poema pedagógico las lecciones aprendidas en la Colonia Gorki, donde con grandes dificultades y mucha creatividad, se intentó establecer la relación entre educación y vida, entre escuela y producción en un contexto sumamente violentado, intentado imponer los ideales de libertad y democracia.
Hace unos cuantos años en Chile y Latinoamérica, los movimientos feministas pusieron en el tapete la necesidad del reconocimiento de derechos básicos de las mujeres, del mejoramiento de sus condiciones de vida y de las brutales prácticas e ideas que por solo su condición de mujeres deben soportar. Alexandra Kollontai, la destacada comunista y revolucionaria soviética, primera mujer en ocupar un cargo de gobierno de una nación, fue la principal impulsora del derecho al aborto, a divorciarse, a tener un salario por maternidad y a la necesidad de la participación femenina en la decisión del futuro de los pueblos. Dichas medidas incluyeron un tremendo esfuerzo por terminar con el analfabetismo femenino y en grandes campañas por la participación femenina en asuntos públicos.
Para la clase trabajadora, la revolución rusa representó y representa la posibilidad superar su condición de explotación y pobreza, a través de la transformación radical de las estructuras políticas que hasta ese entonces funcionaban, y todavía operan, como yugos o como ilusiones para el pueblo. Pero esta revolución no fue obra de líderes momificados ni de aspirantes a acomodarse en un “nuevo ciclo político”, sino que fue hecha por un pueblo organizado dispuesto a luchar, atendiendo y resolviendo los más diversos problemas, solidarizando con las más diversas causas en la mayor de las adversidades y dándose cuenta de sus inmensas capacidades, ignoradas hasta esos momentos. De este modo, esta revolución constituye también una invitación a descubrir y crear alternativas colectivas y anticapitalistas ante las miserias provocadas por el enriquecimiento de algunos a costa de la explotación del ambiente y las personas.
De la guerra civil rusa y a la pérdida de los ideales de la revolución
Apenas se instauró, las potencias capitalistas de Europa atacaron al joven Estado soviético en varios frentes pero este salió airoso. En este contexto, la dirección del estado soviético terminó derivando en la pérdida de las conquistas y los ideales iniciales de la revolución, además del incremento de la explotación para el pueblo ruso y de las otras naciones que formaban parte del anterior imperio zarista. Vino la burocratización y el ascenso de una nueva clase privilegiada, el autoritarismo y las matanzas a otras facciones de la izquierda, tales como anarquistas y socialistas tanto en batallas de la guerra civil como en persecusiones por la policía secreta. Desde el estalinismo en adelante se destruyeron las esperanzas de una revolución comunista en otros países fuera de la órbita soviética y la hostilidad con las naciones de Europa se convirtió en colaboración.
Años después la Alemania nazi cercenaría gran parte de las naciones del este de Europa y de la URSS en cruentas invasiones que causaron millones de muertes. Luego del contragolpe que acabaría con Hitler y mantendría la coexistencia con las potencias capitalistas vencedoras de la guerra, vino la creación de un enorme complejo militar industrial para poder competir con Estados Unidos y la OTAN, tanto en la Tierra como en el espacio. De esta forma se marcó un delicado equilibrio de aniquilación nuclear durante toda la denominada Guerra Fría, hasta poco antes del final del siglo XX.
Tras el desmembramiento de la Unión Soviética, del remate de las reparticiones y los recursos del superestado soviético y del ascenso de un nuevo capitalismo salvaje, Rusia, la principal heredera territorial, económica y militar de la URSS se ha posicionado como una economía capitalista de primer orden y una potencia militar que ha retomado la disputa geopolítica por zonas de influencia económica, política y militar en todo el mundo. Así, mientras Rusia avanza como potencia capitalista, el Kremlin declara expresamente este aniversario sin acto oficial de conmemoración, evidenciando ahora sin caretas, la abismal distancia que ha mantenido con los ideales que dieron origen a la Revolución Rusa.
Hoy, con un desaparecido movimiento de paz entre pueblos y las amenazas nucleares de psicóticos a cargo de las potencias más poderosas del planeta, como no recordar el surgimiento del llamamiento de fin a la Primera Guerra Mundial y su desenmascaramiento como un conflicto entre potencias imperialistas que no tenían ningún interés en los pueblos, quienes precisamente soportaban la barbarie de la guerra imperialista y la pobreza causada por la opulencia de la clase dominante.