Sobre los borrachos del Vial y el agua potable.

Memorias de un hincha vialino
Sobre los borrachos del Vial y el agua potable.

Cuando prendí la tele no lo podía creer. Era un mediodía de febrero o marzo del año 2008, por lo que me acuerdo. Prendí la tele y sintonicé un canal regional, y me enteré que ese día el vialito estrenaba nueva camiseta y, por la televisión, por esa la cajita imbécil, estaban cubriendo la noticia.

Recuerdo haber visto al Zorro Muñoz ponerse una camiseta, nuestra clásica amarilla con franjas negra y a otro jugador, probablemente el Chiqui Chavarría, probarse una blanco con negro que tenía una franja amarilla al medio. Creo también haber visto Tato Ortíz y a un par de dirigentes sinvergüenzas (lo que no es novedad, ya que los últimos 10 años hemos tenido casi exclusivamente dirigentes sin vergüenzas) mezclandose con unas modelos que nunca había visto en el estadio, estaban en un céntrico hotel de la ciudad o algo así, ya no me acuerdo bien, los recuerdos se pierden en una nebulosa gastada por el tiempo.

Cuando el Zorro Muñoz desplegó su camiseta quede estupefacto. En medio de la aurinegra, y con notorias letras azules, se vislumbraba la marca de una conocida empresa que reparte el agua potable en la zona.
La misma puta empresa que nos endeuda todos los fines de mes con usureros cobros cada vez más alto. La misma sanitaria que antes fue estatal y que, por chanchullos de la concertación, fue a parar a manos de los putos empresarios que se han robado este país pese a la oposición de la comunidad penquista.

Chucha, dije, y me quede unos minutos en silencio como un robot oxidado e inerte. No se si fue una actitud meditativa, o sorpresa o estupefacción. La cosa es que me quedé parado mucho tiempo sin moverme, como si el sinsentido, de pronto, se hubiese apoderado del mundo.

Solo logré volver en mí, cuando estaba terminando el noticiario. Simplemente apagué la tele y me fui a duchar sin poder pensar en ninguna cosa.

Caminando por el paseo peatonal un rato más tarde, entre encrucijadas e imágenes mentales, me recordé de muchos episodios en los cuales, sin saber porque, el único factor común era la herencia ancestral vinculada al alcoholismo que azota esta tierra del Bio-bio. Alguna relación tendría con el sinsentido de la existencia o simplemente lo del agua potable me afecto.

Tenía como cuatro años y estaba en Chivilingo, y después de una juerga desatada con guitarra y garrafas de vino al lado de una fogata, mi tío José, en plano medio día y con el care´ gallo pegando de lleno, salio de una carpa como reviviendo de una noche agitada. Despeinado, a pesar de que parte de su cabellera ya estaba abandonando el estadio, se dirigió hasta un bidón con agua recién sacada de una vertiente cercana, abrió la tapa, buscó un vaso de vidrio y depositó en su interior el preciado líquido trasparente que tanto nos costaba conseguir en aquella playa escondida. Cuando en sus manos el vaso repleto de agua estaba a punto de ser digerido, apareció mi tío Roberto desde dentro de una ramada  armada de puro “eucaliptu” y, a pesar de estar con la “caña hirviendo”, se apresuró a quitarle el vaso mientras le gritaba:
– No seai weón… ¿que? ¿Te querí matar?

Todos se largaron a reír, incluso unas tías que miraban a lo lejos. Parece que la talla era buena. Yo, a mis cuatro años de edad, no entendí a que se debía esa risa. Ahora, después de haberla escuchado miles de veces, entiendo porque aquella rutina causó tanta hilaridad en el resto de mi familia.

Cuando cabro chico, y luego de un pichanga que terminaba a los combos con un amigo que era del Conce, cuando cada uno volvía a su casa, yo le gritaba desde mi vereda “limosnero” y el me gritaba desde la suya “borracho”. Era lo que escuchábamos en Collao cada vez que se jugaba un clásico.

Ahora se que porque cuando uno va al estadio a ver al Vial y llueve, la gente dice que hay que tener cuidado con los gritos, porque te puede entrar agua a la boca.



Yiaaaaaáaaaaa…(no se como escribir este sonido tan profundamente sureño). Esa fue la respuesta de mi viejo cuando le conté quien era el nuevo auspiciador de la camiseta.

No se porque, pero ese mismo día tuve un presentimiento. Para una hinchada que a lo largo de toda su historia se ha caracterizado por su carácter bohemio y alcoholico, parece un chiste malo que su camiseta tenga la publicidad del agua potable. ¿Qué dirían los viejos chichas que amanecían afuera del vialino, entre Prat y Carreras, esperando tomarse una pituca pa´ arreglar la caña? ¿Qué dirían los viejos que hacían entrar pa´ callao una petaca con malisia pa´ ver al Vial y poder aguantar el frío y la lluvia en la cancha? ¿Qué dirían si supieran que ahora el vialito le hace propaganda al agua potable?

A mi se me ocurre que estos weones quieren matar al Vial, porque ¿Cómo se les ocurre, por la mierda, que el agua potable va a ser el auspiciador del Vial?

Esta puede ser una jugada del Almirante, le dije a mi viejo, mientras él veía la tele. Creo que no me entendió. Todos sabemos -le dije- que Arturo Fernández Vial era el almirante del pueblo, que lucho por la clase trabajadora, como dice la misma Gabriela Mistral  y que por lo mismo intervino en la huelga de los estivadores y ferroviarios en 1903 (razón por la cuál nuestro Vial lleva su nombre) y que creo 14 escuelas de obreros una vez que  se retiró de la armada. Eso lo sabemos.
Pero también sabemos que, como buen anarquista libertario, y a diferencia de varios de los otros viejos anarquistas libertarios de la colonia Tolstoiana de Augusto D´almar que el visitaba,  era un declarado enemigo del alcoholismo,  porque consideraba al alcoholismo el opio del pueblo, que no le permitía a los trabajadores instruirse, superarse, organizarse y luchar por sus derechos.

Después de todo, ¿Cómo no va a ser contradictorio que el Almirante Arturo Fernández Vial, un hombre deportista y que lucho contra el alcoholismo en los trabajadores, sea quien le de el nombre a un club que se identifica con el vino y la vida bohemia?
Paradójico.

Yo creo que es un intento desde el más allá por terminar con el vínculo entre el Vino y el Vial. De la V de Vial y Vino, termina ganando la A de Agua y Almirante. Tiene sentido.
¿Tiene sentido…?



Hoy en la tarde pasé por afuera del Vialino, que ya no existe. Quise ir al Yugo Bar, pero está cerrado. Caminé desesperadamente por las calles de la ciudad de la Furia sin poder encontrar ningún local declaradamente vialino para tomarme un trago y conversar un rato del Vial del 81´, del gol de cabeza en el último minuto, de Mario Alberto Kempes, del viaje a Linares el año pasado, de la mafia de Heller y de este puto gobierno.
No encontré nada.

Casi cuatro años después de aquel día en que pendí el televisor de mi casa al medio día, no encontré ningún bar de los que conocía que fuera declaradamente vialino para tomarme un copete y conversar. Simplemente caminé y terminé observando a un mimo en la esquina de Aníbal Pinto con Barros.

No me hizo gracia.

Finalmente el año 2008 terminamos bajando a tercera en un vergonzoso partido frente a Wanderers jugado a estadio lleno porque ese día hicimos jornada doble con Huachipato y Colo-Colo de fondo. Era evidente que los jugadores del Wanderers no querían ganarle al vialito, pero jugamos tan mal que en dos minutos nos dieron vuelta un partido que ganábamos 1-0 y nos mandaron a los poteros.

El 2009 estuvimos a punto de bajar a cuarta y nos salvamos por penales frente a General Velásquez. Ese probablemente habría sido un golpe definitivo. Luego de ser el único equipo en Chile en subir desde el futbol de barrio  primera división en 2 años, hubiésemos entrado nuevamente en la historia por bajar dos años consecutivos de segunda a cuarta. Estuvimos en penales. Estuvimos a punto. Pero nos salvamos milagrosamente, el cura de Candelaria nos ayudó.
El 2010, vino el terremoto y la elección de Piñera, poco antes había sido el incendio en la Vega Monumental. Ese año nos salvamos el último partido de jugar un partido definitorio para descender a cuarta nuevamente. Le ganamos 2-0 a la Pintana y nos salvamos por poco.

El 2011 estuvimos a un punto de volver al futbol profesional. Nos castigaron el estadio por el comportamiento de la barra y la mafia del Heller. No pudimos jugar los últimos dos partidos decisivos en nuestro estadio. Tuvimos que salir de la provincia y empatamos con Barnechea que finalmente subió. Claramente en “la bombonera” ganábamos, y esos puntos nos terminaron costando el campeonato.

Este año, año 2012, supuestamente el último año antes del fin del mundo, nuestro vialito se encuentra dividido.
Parece un chiste malo, pero existen dos Fernández Vial jugando dos campeonatos diferentes, con dos planteles y entrenadores diferentes.

Ya nos cuesta mantener uno y pa´ más remate ahora hay dos.

¿Tiene sentido…?

¿Será casualidad que todo esto nos esté pasando desde que nuestra camiseta lleva el logo de la empresa de agua potable de la zona?

Mientras observo al mimo en la esquina de la plaza de armas, de pronto, me imagino caminando por las calles de la ciudad de la Furia a mediados de los años ochenta. Camino por Prat, al frente de nuestra ex-sede y en dirección a Carreras. Justo antes de llegar a la esquina, veo a un viejo vialino dentro del bar EL Vialino, tomándose una pituca pa´ arreglar la caña.
Entro al bar, me acercó a él y le cuento lo que ha pasado los últimos cuatro años en el Vial, desde el 2008 hasta la fecha.
Imagino que se toma el vaso al seco, canta un tres rás por el Vial y me grita:


¡Fácil pu weón!

¡Saquen el agua potable de la camiseta y pónganle una de tinto!
¡Así de simple!

¡y Salú!

¡y al seco!....

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