Detroit: zona de conflicto (2017), es una película de la aclamada directora Kathryn Bigelow, ambientada en los disturbios que tuvieron lugar en Detroit en 1967, específicamente en el Motel Algiers, donde tres hombres afroamericanos fueron baleados por la policía en un confuso incidente. 53 años después la historia rima, pero esta vez, cobrando la vida de George Floyd en la ciudad de Minneapolis, dando paso a una escalada de violencia que según el historiador y comentarista de CNN, Douglas Brinkley, no se veían desde el asesinato de Martin Luther King.
Elías Miranda Martínez / resumen.cl
“Algo que te llevó solo un minuto, no debe definir tu vida entera”. Quizás, la frase más decidora y escalofriante de Detroit (2017), la última película de Kathryn Bigelow, la única mujer ganadora de un Oscar por mejor dirección en 2012. Pues bien, 8 minutos y 46 segundos de asfixia bastaron para definir la vida de Derek Chauvin, el ex policía acusado de matar a George Floyd en un acto que se viralizó por redes sociales el pasado 25 de mayo.
El largometraje recoge los incidentes en 1967, luego de la detención de 82 afroamericanos en un local clandestino, provocando enfrentamientos durante 5 días con la policía y que al igual que estos últimos días, precipitó la salida de la Guardia Nacional y el ejército a las calles. Con un reparto de caras conocidas, el film se desenvuelve en una atmósfera agobiante, recapitulando los acontecimientos que marcaron uno de los tantos conflictos raciales durante el siglo XX en Estados Unidos y que se prolongan hasta la actualidad.
El transcurso de la historia es un torbellino de fuego que se desata desde el comienzo y que por momentos pareciera ser un formato de cine/documental, colocando el énfasis en la vida de tres afroamericanos y un policía blanco (interpretado por un brillante Will Poulter), en la matanza de tres afroamericanos ocurrida en el Motel Algiers durante la noche del 25 y 26 de julio, tras la sospecha de que desde allí disparaba un francotirador.
Resulta elocuente considerar que el apartado técnico concentra su mayor cualidad en el montaje, reduciendo la fotografía a sencillos movimientos de cámara en mano. Más allá del respetable trabajo técnico, podríamos decir que su principal virtud está en instalar una consigna que se ha masificado en el último tiempo: lo personal es político. Precisamente ahí radica su impacto, en cómo el acontecer histórico modificó la vida de los protagonistas, haciendo de ella algo insoportablemente difícil de retomar, en el contexto de una sociedad norteamericana híper tensionada. Rodada en tres distinguibles partes, “Detroit” es la muestra de que el cine histórico aún respira, con ventiladores mecánicos, pero aún vive.
En los más de 140 minutos de duración, el retrato asfixiante y desgarrador de la vida afroamericana en los 60’s retuerce los huesos, con escenas que inducen al espectador a un suplicio difícil de conllevar, pero que sacude hasta el más inhumano de los humanos. Un trabajo histórico/periodístico como pocos (pienso en Spotligth), que lejos de armar un rompecabezas, es capaz de mitigar la neblina del olvido y abrir la amplia ventana de la memoria, trastocada por el abuso policial en la fatídica noche en el Motel Algiers.