Tal como sucede con muchas obras de cine, Jagten (The Hunt en inglés, La Cacería en español), suele ser poco conocida, pero su legado está destinado ser catalogado “de culto”, más temprano que tarde; por su calidad técnico-visual y por su apelación a la sociedad
Diego Rodríguez Urra / resumen.cl
Esta película de producción danesa, fue estrenada el año 2012, bajo la mirada atenta de los admiradores del cine de los directores del otrora Dogma 95, como lo son Lars von Trier o en este caso, Thomas Vinterberg. La película no decepcionó, llevándose nominaciones y premios de Cannes, los Bafta o Globos de oro.
La cinta, narra la historia de Lucas, interpretado por un espectacular Mads Mikkelsen (Casino Royale, Hannibal, Kongelig affære), un hombre separado y con un hijo, que parece rearmar su vida tras encontrar un trabajo como cuidador en un salón infantil o guardería. Todo bien, hasta que un pequeño detalle, una acusación inocente y falsa, que es perjudicial contra la integridad de una pequeña de aquel jardín, tuerce la realidad, dejando a Lucas enfrentado a una comunidad acusadora, que tal como establece el título de la película, acosa a un hombre que no tiene defensa ante una creencia casi irrefutable en nuestra sociedad; “los niños y los borrachos nunca mienten”.
Lo destacable y sobresaliente de Jagten, es su constante referencia al espectador, ya que nuestra postura tendiente a la inocencia del protagonista nos hará cuestionar con firmeza a los otros, que de una manera irresponsable ven en Lucas a un vil abusador de menores. Él y su entorno se verán cruelmente afectados por la situación, por el contagio de la duda, siendo relegados de la convivencia comunitaria que es una característica inherente en los países nórdicos –reflejada también en tantas películas, como por ejemplo, Babette’s feast, Kollektivet o En man som heter Ove).
Pero el ataque moralista de quienes estamos frente a la pantalla, se acaba a la par con el filme, al hacernos una pregunta clave: ¿qué haría yo? Y claro, ante la dictadura tecnológica que nos controla, es complicado separar lo falso de la real. Pero nuestro gran problema no radica en las noticias erróneas que nos rodean, sino más bien en la ausencia de verificación de la misma; teniendo un acceso ilimitado de información, creemos lo primero que nos cuentan. Si no se entiende, es cosa de ver el auge de “Fake news” en las últimas décadas, y el propio caso de los hermanos quemados vivos en México, por una cadena tendenciosa de WhatsApp.
Y para esto no hay fórmulas más acertadas que las miradas. Un recurso tan bien utilizado por Vinterberg que llega a ser apabullante, ya que ante la ausencia de palabras contra el supuesto victimario, bien resultan las inacciones en su contra. Aunque nos sea difícil de comprender en nuestras latitudes, la vida comunitaria a la que hacía referencia más arriba, es algo propio de aquellas naciones del norte de Europa, en las que el exilio social puede ser uno de los peores castigos –no funcional en países de corte más individualista y competitivo como el nuestro-.
La respuesta a esa pregunta clave, es que haríamos lo mismo. Nos transformaríamos en acusadores, en cazadores de aquel extraño que ose maltratar a los pequeños. Y seríamos a la vez ejecutores de justicia. Sin embargo, ciñéndonos a la trama de la película, no serían las ansias de venganza, o la forma de llevarla a cabo, sino ese procesos que nos saltamos; la verificación del crimen.
La analogía que realiza el director a lo largo de su cinta, tiene que ver con una tradición en Dinamarca como es la caza, que se enseña de generación en generación. Ella tiene un cazador y una presa, que es transferible a la historia misma que nos pretende contar. Jagten, o La cacería para nosotros, es tan cruda como bien actuada. Tan directa como metafórica. Tan personal como llamativa. No cae en facilismos y no le sobra ni le falta nada. A título personal, una de las mejores películas de la década recién pasada.
Foto extraída de cinescopia.com