Ganadora de dos premios en el Festival de Cannes, La jaula de oro (2013) es de esas películas que hacen del cine latinoamericano la muestra de una herida difícil de cicatrizar, en un continente maltratado por la pobreza y la falta de oportunidades. Escrita y dirigida por el hispano-mexicano Diego Quemada-Díez, el largometraje se centra en la vida de cuatro adolescentes guatemaltecos que emigran de su país en busca de luz al final del túnel.
Elías Miranda / resumen.cl
Donde las papas queman. No hay otro lugar donde ubicar a esta película que desde su primera secuencia nos aterriza en lo más recóndito de la desdicha. En Guatemala el 60% de sus habitantes viven en la pobreza absoluta, según estadísticas elaboradas por la Organización de Naciones Unidas (ONU) en 2017. Y precisamente en Guatemala (junto a México), se concentra la mayor cantidad de migrantes que buscan desplazarse hacia Estados Unidos, al igual que nuestros protagonistas.
No es menor el trabajo realizado por el director Diego Quemada-Díez, que con un poco más de 2 millones de dólares fue capaz de visibilizar la desgarradora travesía que significa atravesar México de sur a norte, hasta llegar al tan anhelado sueño americano. Pero ese sueño que esconde tortuosas pesadillas, cuenta con algo que en la historia pasa a ser un personaje más: “La Bestia”, el tren de carga chicano que a su paso va sumando ciudadanos de distintos países de Centro América, que ven en este transporte la posibilidad de ir hacia una nueva vida o derechamente hacia la muerte.
[caption id="attachment_76733" align="alignnone" width="1000"] De izquierda a derecha: Rodolfo Domínguez, Diego Quemada-Díez (director), Brandon López, Karen Martínez. Foto extraída de rtve.es[/caption]La pieza audiovisual es de una verosimilitud admirable, porque sabe distinguir entre el realismo y el horror, aunque éste último esté constantemente al asecho, considerando que alrededor de 160.000 guatemaltecos cruzan la frontera azteca para tomar el “tren de la muerte” que comienza su recorrido en Chiapas, al sur de México. Esa verosimilitud que pareciera por momentos ser palpable, es fruto de una producción que pensó minuciosamente el rodaje y que de forma audaz jugó sus fichas en cuatro actores no profesionales que fueron capaces de justificar su procedencia.
Tráfico de humanos, hacinamiento, discriminación y narcotráfico; son quizás los males que aquejan (y agrietan) a este continente y que en La jaula de oro son catalizados por simbolismos que la directora de fotografía, María Secco, escudriña desde planos cerrados y abiertos. Una película ganadora de dos premios en el Festival de Cannes y otros tantos en festivales latinos y europeos, recaudando a nivel internacional solo la mitad de lo destinado, pero que a esta altura ya es un clásico que hace eco en toda América Latina.
Foto extraída de rtve.es