Los resultados en las elecciones griegas no solo cuestionan la hegemonía de los hasta ahora partidos mayoritarios sino el propio sistema de representación política vigente en el país. En una situación inédita tras 38 años de sistema democrático representativo, las reformas son también necesarias en el terreno electoral.
El domingo algo se quebró en Grecia. La mayor parte de los analistas no han dudado en limitar esta sacudida al derrumbe electoral sufrido por los dos principales partidos que encabezaban todas las encuestas: el conservador Nueva Democracia y el Movimiento Socialista Panhelénico (Pasok). «La alternancia de partidos se derrumbó -había mucha presión de Berlín, Bruselas y el FMI-. Esperábamos eso, pero no de forma tan violenta y fulminante», aseguró el lunes Nikos Jydakis, editor del diario «Kathimerini» y comentarista político.
Sin embargo, el análisis que se puede realizar a partir de los resultados electorales indica que la conmoción política y social es mucho más profunda, y pone en evidencia los límites normativos de un sistema que durante cuatro décadas sustentó la hegemonía del bipartidismo, y la mantuvo a salvo pese a los grandes casos de corrupción. Como en otros países de su entorno, la clase política en Grecia fue alejándose de la ciudadanía y perdiendo su confianza y credibilidad, sin que ello supusiera una merma en la legitimidad democrática del sistema.
Lo sucedido el domingo marca un límite y cuestiona no solo la hegemonía de los hasta ahora partidos mayoritarios sino, fundamentalmente, al propio sistema de representación política. Por una parte la abstención récord -34,9%- muestra el hartazgo de la sociedad griega hacia el modo tradicional de participación electoral. Su número prácticamente triplica a los votos conseguidos por el vencedor en las urnas (ND), y es casi el doble de los obtenidos por ND y Pasok juntos. Pero además hubo un 19% de votantes (sin incluir a quienes lo hicieron en blanco o nulo, que sumaron un 2,35%) que optaron por formaciones que no obtuvieron representación parlamentaria, lo que en Grecia se denomina «votos fuera de la Asamblea». Un indicador que muestra de manera bastante nítida la gran dispersión del voto hacia partidos nuevos o minoritarios. Este porcentaje siempre había sido muy bajo pues tanto los partidos mayoritarios como las dos o tres fuerzas que habitualmente obtenían representación parlamentaria solían acaparar el 95% o más de las papeletas.
De modo que, tras los comicios legislativos, solo un 46% de los griegos con derecho a voto consiguieron ver reflejadas en el Parlamento sus preferencias políticas, aunque en esta situación el sistema electoral ayude tan poco en la formación de un gobierno estable. La actual legislación se aprobó en 2004 y entre otras medidas incluyó una barrera legal para acceder al Parlamento del 3% de los votos en todo el territorio (para impedir en aquel momento la entrada de un partido musulmán con implantación en la zona limítrofe con Turquía), y un «premio» de 40 escaños -en un parlamento de 300- a la lista más votada. Esta bonificación fue ampliada hasta 50 en 2008, para beneficiar aún más la creación de mayorías absolutas.
La académica Irene Martín, investigadora del sistema electoral griego, explicó a GARA que «la ley se pensó para que con un 40% de los votos, en teoría, se obtuviera la mayoría absoluta de escaños. Como ese porcentaje -o incluso mayor- era bastante habitual para el partido ganador, la ley aseguraba la obtención de un amplio respaldo de gobierno». Sin embargo con la caída del voto de los partidos tradicionalmente dominantes sufrida en estas elecciones, «esos 50 escaños ni siquiera van a servir para facilitar la formación de una coalición estable», aseguró.
Como observadora sobre el terreno de los comicios griegos, la profesora de Ciencias Políticas de la Universidad Autónoma de Madrid consideró claro el mensaje lanzado desde las urnas, «ND y Pasok han perdido el protagonismo, quedándose fuera de juego. Los resultados muestran un complejo panorama político y social a la vista de la elevada abstención y la alta dispersión del voto».
En la historia reciente de la República griega, ningún partido había ganado unas elecciones con tan poco apoyo en las urnas. El 18,85% de los votos válidos obtenidos por ND significan el respaldo del 11,98% de los ciudadanos con derecho a voto, y de ahí para abajo las siete formaciones que han conseguido entrar en el Parlamento.
En los próximos días tratarán de acercar posiciones en busca de un gobierno de coalición, sin embargo la tarea se presenta muy difícil pues si bien los comicios tuvieron un componente plebiscitario entre quienes apoyaban el memorando de préstamo (ND y Pasok) y los que pedían su derogación, dentro de este segundo grupo los partidos de izquierda ni quieren colaboración de la extrema derecha (Griegos Independientes y Amanecer Dorado) ni mantienen un discurso coincidente (la Coalición de Izquierda Radical e Izquierda Democrática abogan por continuar en la Unión Europea mientras que el Partido Comunista de Grecia exige la salida de la misma).
Así las cosas, la situación política en Grecia parece dirigirse hacia la repetición de unas elecciones legislativas, calificadas por muchos analistas como un camino hacia el abismo. Sin embargo, para la profesora Martín esta nueva convocatoria podría convertirse en una buena oportunidad tanto para los votantes de «fuera de la Asamblea», como para los partidos políticos. Una suerte de segunda ronda para que ese 20% que apoyó a fuerzas extraparlamentarias «opte en esta ocasión por grupos que obtuvieron representación», y a la vez para que «los partidos adelanten a la opinión pública las posibles coaliciones -pre o postelectorales- y cierren los acuerdos publicitando las cuestiones programáticas».
La normativa, confeccionada para un sistema bipartidista, ha quedado obsoleta y no puede reflejar la pluralidad y la complejidad de la actual sociedad griega, al tiempo que los límites legales sólo han servido para paliar la debacle de ND y Pasok. En una situación inédita tras 38 años de la restauración del sistema democrático representativo, las reformas también son necesarias en el terreno electoral.
El líder de la Coalición de Izquierda Radical (Syriza), Alexis Tsipras, reconoció ayer que será muy complicado lograr un acuerdo para formar Gobierno, tarea que asumió como dirigente de la segunda fuerza más votada en las elecciones del domingo, tras fracasar los conservadores de Nueva Democracia. «Podría ser más fácil si la ley electoral no ofreciera un regalo de 50 escaños al primer partido», criticó Tsipras a su llegada a la reunión con el presidente del país, Carolos Papulias, para recibir el encargo oficial de componer un Ejecutivo. Tsipras ha sido el ganador moral de los comicios tras haber logrado 52 diputados y cuadruplicar la presencia de su partido en el Parlamento. Pero el puzzle resulta muy difícil de encajar, ya que, por un lado, la coalición excluye partidos que acepten el plan impuesto por la UE y el FMI, la que hasta ahora ha sido la posición del Pasok y de Nueva Democracia. Por otro lado, los comunistas del KKE rechazan cualquier alianza y ni siquiera quisieron reunirse, e Izquierda Democrática le exige que aclare su postura sobre la pertenencia de Grecia al euro. Cada vez más voces juzgan inevitable repetir las elecciones. Tsipras tiene tres días para intentar formar Gobierno. Si no lo consigue pasaría el relevo al Pasok, cuyo líder, Evangelos Venizelos, propuso formar un «gobierno de unidad nacional» con las premisas de permanecer en el euro y renegociar con la UE y el FMI.
Pero Bruselas -ni Berlín- no da ningún margen de maniobra y rechaza incluso renegociar el plan, según dejó claro ayer el presidente de la Comisión Europea, Jose Manuel Barroso. Syzira ha planteado sus prioridades: anular las medidas de desregulación laboral, control público sobre el sistema bancario y crear una comisión internacional de control de la deuda. GARA
Si ya antes de las elecciones griegas, Alemania presionó para lograr un resultado que le resultara satisfactorio, tras el rechazo en las urnas de las políticas de austeridad y la dificultad de formar gobierno, Berlín apremió a los partidos políticos de Grecia a lograr la formación de lo que a su juicio es «gobierno sensato», al tiempo que ratificó su respaldo a las reformas emprendidas por los anteriores gobernantes griegos.
El Gobierno alemán reconoció que sigue «con gran preocupación» la situación surgida tras las elecciones parlamentarias del domingo, según indicó el ministro de Asuntos Exteriores, Guido Westerwelle. «Llamamos a todos los implicados en Grecia a buscar una solución rápida para que pueda formarse un gobierno sensato y estable», añadió el ministro. Westerwelle, del Partido Liberal (FDP), afirmó que Alemania está dispuesta a la «solidaridad» con Grecia, pero condicionó cualquier gesto a que se observen los compromisos suscritos por Atenas en cuanto al programa de recortes y reformas.
Desde las filas de la Unión Cristianodemócrata (CDU) de Angela Merkel, el presidente de la Comisión de Exteriores del Parlamento, Ruprecht Polenz, advirtió del peligro de recurrir a elecciones anticipadas, en caso de no lograrse formar gobierno. «En muy raras ocasiones se logra una mayoría estable en tan corto plazo. En la mayoría de los casos salen reforzadas las posiciones extremas, lo que haría aún más compleja la situación», dijo en declaraciones a la radio pública alemana. La canciller alemana dijo el lunes que la situación «no está exenta de complejidad», tras el avance de las formaciones hostiles a los ajustes y el duro programa de austeridad al que Atenas se comprometió con sus socios de la UE. «Vamos a ver cuál es la constelación del gobierno resultante», dijo Merkel, aunque añadió que su formación compete exclusivamente a los griegos. En una primera reacción el lunes, antes del fracaso de Samaras, el portavoz del Gobierno, Steffen Seibert, afirmó que Berlín no iba a desentenderse de Atenas y que considera vigentes todos los acuerdos adoptados por ese país.
También los mercados presionan sobre la nueva realidad política griega y el Tesoro griego colocó ayer 1.300 millones de euros en deuda con vencimiento a seis meses a un tipo de interés del 4,69%, frente al 4,55% que obtuvo antes de las elecciones. GARA