Trabajadoras/es del arte en el desafío de remontar la ausencia de derechos laborales por décadas

[resumen.cl] Las condiciones de desprotección laboral de la población chilena tocan fondo. Sus antecedentes más recientes se encuentran en el transcurso de la Dictadura, cuando se desmanteló el Código del Trabajo de entonces, sustituyendo el articulado que garantizaba negociaciones colectivas eficaces, dotaba de facultades a los sindicatos y garantizaba cierta estabilidad laboral, por una normativa que entrega a los empleadores de un poder casi omnímodo, eximiéndoles de cualquier responsabilidad frente a quienes laboran. Así es como miles de empresarios se han acogido al Dictamen de la Dirección del Trabajo que les dispensa de pagar las jornadas no trabajadas por motivos de fuerza mayor, como la emergencia sanitaria, o se han escudado en la llamada Ley de Protección al Empleo para suspender el contrato laboral y cesar el pago de remuneraciones. En este contexto, la pauperización de la población chilena va en una escalada exponencial y con impactos de mayor severidad en quienes tenían condiciones laborales más desventajosas antes del arribo de la pandemia. Un segmento importante de esta multitud son las trabajadoras y trabajadores del arte, es decir, todas las personas que laboran en los diversos oficios necesarios para que, lo que la comunidad reconoce como arte, se exponga ante sus sentidos. Lo que hubo y habíaCuando apareció la televisión empezamos a trabajar en forma muy informal, no había contrato, no había nada, no sabíamos bien si nos iban a pagar o no; entonces, en un momento dado acudimos al Sindicato de Actores Teatrales y no pasó nada. Entonces decidimos reunirnos y pensar ¿qué hacíamos frente a la situación tan difícil que vivíamos los actores? Se empezaba a ganar un poco más de plata, pero no había reglas claras para ordenar este trabajo.” Esta remembranza del actor Luis Alarcón evoca los momentos fundacionales del actual Sindicato de actores, actrices y trabajadores y trabajadoras de artes teatrales de Chile (Sidarte) en el año 1967, haciendo referencia al momento en que no contaban con una organización representativa ni tampoco con una normativa orientada a resguardar sus intereses. Sin embargo, esta situación no les impidió articularse ni conseguir logros como el ingreso a la Caja de Empleados Particulares, conquistando así derechos provisionales hasta hoy vigentes para muchos/as de sus afiliados/as, o el establecimiento de un tarifado único por labor que acabó con el chantaje individual. Todos ellos fueron logros de la lucha de esta organización y fue necesaria la Dictadura para retrotraerlos hasta llegar a la precariedad que hoy es propia de todo el rubro. A través del Proyecto Trama, Red de Trabajadores de la Cultura, se ha podido acceder a una perspectiva sistemática y relativamente reciente de las condiciones propias de quienes se desempeñan en este rubro. Si bien su trabajo se focalizó en cuatro regiones (Antofagasta, Valparaíso, Metropolitana y Maule), los datos expuestos en sus informes son representativos de quienes habitan en otras también. El primero de ellos, publicado en 2014, constituye una línea base, un primer diagnóstico luego complementado con el divulgado en 2017, donde se aprecia la realidad luego de la intervención realizada por el equipo del proyecto en función del propósito de “contribuir al desarrollo de un sector cultural de calidad y económicamente dinámico en Chile”. A continuación expondremos algunos datos ofrecidos en el más reciente, pues fueron recogidos el 2016. Quizá una de las primeras situaciones a constatar es que el trabajo artístico en Chile no cuenta con una institucionalidad que ofrezca continuidad en el desarrollo de procesos creativos ni tampoco estabilidad laboral. Al contrario, está caracterizado por convenios esporádicos e informales, ventas ocasionales y por la fondo-dependencia, es decir, por la obligación de postular periódicamente a concursos para adjudicarse recursos, con los cuales, junto con los gastos propios del proyecto (infraestructura, imprevistos, etc), se debe financiar la manutención de sus ejecutantes. Respecto ello, el informe consigna que “En relación a FONDART [...] se plantea una contradicción: se busca cautelar los derechos de los trabajadores mediante ciertos requisitos solicitados a los proyectos, mas no se permite cumplir con ellos dado el escaso aporte financiero ofrecido.” (p.97) La inestabilidad y la insuficiencia de las asignaciones que, en rigor, no se pueden denominar salarios ha devenido en la normalización de que quienes laboran en el rubro del arte deban sostener un empleo en un área distinta para subsistir. “A ver, yo creo de partida, no conozco... conozco muy pocos artistas aquí que viven de lo que hacen […] La mayoría de la gente que produce o que crea aquí está sujeta a otros contratos y se dedican a otras cosas para poder sobrevivir y eso es una realidad concreta” (p.48). Esta afirmación de una de las personas consultadas en el marco de los conversatorios de este Proyecto expresa una realidad refrendada en sus conclusiones generales, en tanto casi el 60% declara dedicar tiempo a otras actividades, junto a ello, sólo el 40,9% afirma que más del 80% de sus ingresos provienen de su actividad artística. Llama la atención que la cantidad de horas dedicadas al trabajo artístico por parte del 40,5% de los y las consultadas es más de 41 horas semanales y que quienes dedican entre 21 y 40 horas representan el 24,3 del total. A partir de estas cifras, se infiere que la mayor parte de estas trabajadoras y trabajadores dedican una cantidad de horas semanales superior a las reglamentadas para poder desarrollar sus proyectos y subsistir. Si se considera que el 91,5% de las personas consultadas asume su actividad artística como profesional y que el 84% declaró haber asistido a una capacitación durante 2016, además de la cantidad de horas destinadas a esta labor, se evidencia el sentido de la profesionalización predominante en el sector, cuestión no reconocida por las sucesivas autoridades de la cartera de Cultura, mientras fue Consejo hasta cuando se institucionalizó en un Ministerio. La aseveración contenida en el marco normativo de la Política Nacional de Cultura 2017 – 2022 parece una mofa a quienes en este contexto sufren los efectos la ausencia de una política garante de derechos: “La normativa laboral también se ha preocupado del sector, abordando expresamente el caso de los trabajadores y trabajadoras de las artes y espectáculos. Para atender a las necesidades particulares de este tipo de trabajadores ha establecido derechos y cláusulas mínimas que buscan hacer aplicables los contratos de trabajo en armonía con los requerimientos específicos de las actividades artísticas, bajo la supervisión de la Dirección del Trabajo”. Lo que hay Desde que los centros urbanos del país fueron cubiertos por gas lacrimógeno y copados por esbirros, actuando sobre seguro ante la comunidad inerme y bajo una impunidad pactada por el arco de la clase política, muchas instituciones, ubicadas justo en los epicentros de estos hechos, decidieron suspender su programación. En ausencia de “cláusulas mínimas”, muchas actividades al no ejecutarse no fueron remuneradas a sus gestoras/es, generando las primeras expresiones de la debacle que actualmente afecta a este rubro. Hace siete días el Ministerio de las Culturas emitió el informe del “Catastro de estado de los agentes culturales y artísticos / COVID-19” confirmando los hechos ya descritos en otros estudios y catastros, pero ahora puestos frente a una situación terminal. La consulta fue realizada a “15.079 agentes culturales; 13.147 personas naturales y 1.932 representantes de agrupaciones y organizaciones del sector cultural”, quienes completaron el cuestionario diseñado, arrojó que sólo un 10% declaró trabajar bajo contrato, un 79,4% manifestó no tener ingreso estable, a pesar de que el 81,4% dedica más de la mitad de su jornada laboral a actividades del ámbito cultural. La ausencia de acciones oportunas ante una realidad ya archiconocida induce a interpretar la inacción de las autoridades como un caso de negligencia supina, una cruel expresión de la banalización del sufrimiento ajeno que, si bien venía siendo su hábito, ahora adquiere una connotación de mayor gravedad. En la página 11 del documento se puede leer que sólo 16,8% del universo consultado “cuenta con financiamiento público derivado de la ejecución de un proyecto durante 2020”, no obstante, luego se intenta relativizar esta cifra del siguiente modo: “Este hallazgo debe ser interpretado con cautela. En primer lugar, puede estar sucediendo, a modo de hipótesis, que quienes hayan participado de la Consulta Pública se correspondan con aquellos agentes que no reciban financiamiento y se encuentren en una situación más precaria y expectante respecto de eventuales medidas de apoyo. Es decir, quienes tienen proyectos adjudicados tendrían un desincentivo a contestar un cuestionario en un contexto de crisis.” Es decir, las autoridades del Ministerio, con la información proporcionada por los y las propias afectadas, esgrimen que quienes están en una situación más deficiente podrían estar sobrerrepresentadas en este Catastro y que habría una realidad mejor, aun ignota por la ausencia de necesidad, por cuanto es oportuna la "cautela", o sea es legítimo no hacer nada. Consultadas por Resumen, agrupaciones de artistas visuales, diseñadoras/es, de gestores e interpretes de danza y teatro entregaron cifras de los catastros realizados por sí mismas. Con 307 formularios recibidos hasta el 1 de mayo, artistas visuales, diseñadores independientes y gestores culturales de la región del Biobío declaran que: “La situación a nivel sectorial es sumamente precaria y compleja, con una realidad objetiva en la que casi el 40% de nuestros colegas no alcanzan a recibir el sueldo mínimo mensualmente. Esto presenta dos problemáticas, la primera (y más allá de la enorme problemática de los bajos ingresos, que era anterior a estas circunstancias, aunque no menos importante) es que dichos colegas se dedican mayoritariamente a la realización de talleres que son imposibles de realizar en estos momentos. Y, la segunda, que aún quienes tengan un nivel de ingreso mayor (por tanto, deudas, pagos, gastos, etc. más altos), verán disminuidos ampliamente sus ingresos (50% o más) ya que [...] un alto porcentaje de dichos ingresos proviene de la venta de obras de arte y diseño". Por su parte, la Red de Danza Biobío, que agrupa a interpretes, coreógrafas/os y gestoras/es, expuso que la consulta a 130 profesionales arrojó que previo a la alerta sanitaria, 80% de los encuestados dedicaba entre 10 y 40 horas de la semana al trabajo en danza. Y, a la vez, un 61% de estos artistas declaró complementar sus ingresos con otras áreas, debido a que "no puede sostenerse económicamente solo de la danza". En el contexto de la emergencia sanitaria, el 97% ha tenido que suspender eventos y actividades relacionados a ámbitos laborales en danza. El 74% no va a recibir la totalidad de su pago durante estos 90 días (abril-junio) y sólo el 2,4% tiene certeza que recibirá algún honorario por su trabajo en danza durante este periodo. Andrea Garrido, gestora cultural e integrante de la Red explica que “gracias a este catastro pudimos evidenciar el triste nivel de vulnerabilidad que viven los artistas en danza de la región en tiempos de "normalidad", el que se ve incrementado exponencialmente frente a la crisis sanitaria, ya que el 61% de este grupo son artistas-educadores, dedicándose a la docencia como principal fuente de ingresos, y con el cierre de establecimientos educaciones, academias y programas artísticos en la región, se ven de manos atadas”. La filial Biobío de Sidarte ha realizado catastros integrando a quienes laboran en teatro con y sin afiliación sindical. Sus resultados exponen que el 67% está totalmente sin trabajo y el 27% está parcialmente sin trabajo. El 88% de consultados/as declara tener cobros mensuales que no podrán pagar debido a la contingencia y el 34% refiere problemas con el pago de servicios básicos (luz, agua, gas), seguido por un 23% de arriendo. Su presidenta, Orly Pradena comenta que “se han cancelado más de 80 actividades remuneradas y esto ha sido un verdadero golpe” e indica que es urgente: -La ayuda rápida y directa a los socios/as y compañeras/os más afectados por la emergencia sanitaria. -La descentralización de los recursos, pues los procesos son lentos y se depende mucho de los estamentos centrales para poder trabajar con la Seremi en los territorios. -La reanudación del programa de educación en artes Acciona, suspendido por el Ministerio de las Culturas con lo cual permanecen cesantes unas 45 educadoras/es. -La creación de instancias laborales y no concursables en conjunto con el sector artístico. -La evaluación de proyectos de Ventanilla Abierta enviados en marzo. -El “apoyo inmediato a compañerxs vulneradxs en sus derechos humanos y afectadxs durante el estallido social, quienes siguen afectados físicamente y laboralmente, sin que hayan recibido apoyo real de las autoridades”. -Que el Ministerio de las Culturas y sus Seremis sean un canal para trabajar con otros ministerios así poder realizar gestiones eficientes en actual contexto. -Que se despenalicen las artes callejeras. -Que, como artistas, se puedan reconocer por su labor, como sujetos de derechos. -Que se respeten sus tiempos de creación y trabajo no asignándoles a sus obras tan sólo un valor de producto comercial. Iniciativas Es insultante leer cómo el citado informe del Ministerio califica de oportunidad el uso de plataformas de internet en el desarrollo de sus actividades: “un 58,5% de los (as) participantes declara estar realizando o tener la posibilidad de realizar su trabajo en forma online si cuenta con asesoría para hacerlo, hallazgo que abre oportunidades especialmente para trabajos relacionados a comunicaciones, diseño de bienes o servicios e investigación, así como creación artística y comercialización, pero también demuestra que casi la mitad del sector no visualiza formas de reemplazo de los circuitos de circulación, exhibición o comercialización presenciales”. Esta interpretación desconoce o se desentiende de la obviedad de su causa y que, por sus propias características, no puede ser comprendida como un derrotero “que abre oportunidades”, sino que como una respuesta inmediata, urgente e insuficiente ante el contexto. Desde un ejercicio de anticipación política, se podría colegir que existe un interés de valorizar posibles asesorías, las cuales se harían bajo el régimen de licitación, con una o más empresas adjudicándose el negocio y recibiendo una ingente cantidad de dinero a cambio, sin que se resuelva el problema de la ausencia de derechos y garantías sociales para este segmento de trabajadoras y trabajadores. En este escenario, sus protagonistas han puesto en marcha diversas iniciativas orientadas a aportar a su subsistencia. Artistas y Diseñadores/as del Biobío han organizado una rifa donde los premios son sus propias obras. Su vigencia se extiende hasta el 29 de mayo de 2020 y se puede comprar números de ella recurriendo a los contactos de sus creadores/as. El catálogo de autoras/es y de las obras dispuestas para el sorteo se pueden conocer en este catálogo. Andrea de la Red de Danza indica que “entendiendo que los y las trabajadoras de las artes son personas del ámbito creativo, estos rápidamente han adaptado sus prácticas y las han llevado al mundo digital, resolviendo la urgencia y dando continuidad a sus talleres de movimiento. Las RRSS han sido la plataforma donde se han vertido las clases de diferentes estilos de danza. Por esto, y con el afán de apoyar a las diversas agrupaciones, es que desde nuestro Instagram @red_danza_biobio contamos con una carpeta destacada donde se pueden encontrar afiches, publicaciones y toda la información de días, horarios y estilos de danza que están realizando nuestros y nuestras colegas”. Además han iniciado la campaña solidaria "Porque hay que llenar la olla", estableciendo dos maneras de aportar: 1. Acopio de alimentos no percibes en Concepción, San Pedro de La Paz y Chiguayante. 2. Transferencia de dinero a una cuenta bancaria indicada en el afiche (con su primer ciclo que cierra este 5 de mayo) El próximo 9, 10 y 11 de mayo a través de Youtube, Instagram y Facebook, la filial Biobío de Sidarte realizará el proyecto La Misma Obra. Una iniciativa solidaria para ir en ayuda directa de los socios y socias de la entidad sindical en toda la región. Marco Camus, director y encargado de la Comisión de Bienestar, indicó que “vamos a realizar una gran obra online compuesta por el trabajo creativo diverso de distintos socios y socias del sindicato, con presentaciones en directo y talleres durante las 3 fechas, iniciando el sábado 9 de mayo a las 20:30 hrs. y finalizando el 11 de mayo día en que se conmemora el Día Nacional del Teatro, por el natalicio del actor y director nacional Andrés Pérez. Este evento se transmitirá de manera abierta para quienes quieran verlo y el público podrá ayudar a construir La Misma Obra aportando lo que pueda y estime por este trabajo”. Para colaborar se puede a través de la cuenta vista de Banco de Chile. Número: 072250359803 Nombre: Orly Pradena Chávez. Rut: 15.173.524-k Correo electrónico: [email protected] Comentario: Fondo Solidario Comentarios finales Gran parte los y las trabajadoras del arte laboran utilizando recursos propios y/o provistos por el Estado de manera directa (a partir de Fondart y otras instancias similares) o indirectamente (a partir de empresas acogidas a la Ley de donaciones culturales que les permite disminuir su carga tributaria y aparecer como donatarias de iniciativas valoradas por la población), lo cual debe ser reconocido y  con ello permitir su acceso a las garantías de estabilidad laboral y de subsistencia bajo una renta básica. Seguir diseñando políticas culturales sin considerar a sus trabajadoras y trabajadores como sujetos de derechos constituye un acto infame. En el informe comentado, quienes lo escriben reconocen la posibilidad de que haya una migración relevante de trabajadoras/es del arte hacia otros rubros. No obstante, las iniciativas de las agrupaciones locales demuestran que esta situación considerada por la tecnocracia como un dato, para ellas constituye un problema, un desafío más en la larga lucha por la dignificación de la vida, donde precisamente el arte tiene un lugar irreemplazable.
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Trabajadoras/es del arte en el desafío de remontar la ausencia de derechos laborales por décadas