Aucán Salas / resumen.clLa crisis en torno al complejo industrial Ventanas es solo una muestra de la realidad que vive una serie de comunidades en Chile. Las características de extracción acelerada de recursos naturales de la economía chilena, denominada "extractivismo" ha generado consecuenciasvarias en diversas zonas geográficas y podrían aumentar en un escenario de degradación ambiental progresiva para las próximas décadas. Esta semana, mientras Piñera alardeaba acerca de presuntas soluciones a la crisis socioambiental en Quintero y Puchuncaví durante su discurso en la Asamblea general de Naciones Unidas en Nueva York, al mismo tiempo el gobierno se negaba a firmar el tratado de Escazú, el cual pretendía garantizar un presunto mayor grado de protecciones mínimas para los ecosistemas y comunidades.
Durante la reciente crisis por contaminación en torno al parque industrial Ventanas, desde finales de agosto hasta ahora, se han contado más de 800 casos de intoxicaciones según el Consejo Consultivo de Salud de Quintero. La mayoría de los y las afectadas han sido niñas, niños y adolescentes que han sido atendidos con síntomas como cefaleas, irritaciones de ojos, dolores gastrointestinales, irritaciones a la piel, problemas respiratorios, inmovilidad de extremidades, entre otros. Ante el colapso de los servicios de salud locales, el gobierno desplegó un hospital militar en la zona.
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Durante los primeros días que estalló la crisis, la visita de Piñera a Quintero terminó con altercados entre manifestantes y Fuerzas Especiales de Carabineros. El presidente tuvo que salir literalmente arrancando de una turba de pobladores y pobladoras que exigía respuestas ante la crisis.
[caption id="attachment_54735" align="alignnone" width="600"] Manifestantes funan a Piñera en su visita a Quintero en agosto de 2018. Foto: vcchile.com[/caption]
Ya ha pasado más de un mes desde el primer suceso de intoxicación y el Estado no ha paralizado una sola de las más de 17 industrias que se encuentran en las inmediaciones de las ciudades de Quintero y Puchuncaví, lo único que ha planteado el gobierno es una vaga restricción de parte de las operaciones de las empresas contaminantes, a pesar de que hasta agrupaciones como el Colegio Médico han advertido el grave peligro al que está expuesta la población ante compuestos altamente tóxicos como el Nitrobenceno, Isobutano, Tolueno, Metilcloroformo,este último prohibido en el país. La presencia de los compuestos contaminantes fueron confirmados por el propio Estado y su Oficina Nacional de Emergencias (ONEMI). A esto se suma las altas concentraciones históricas de diversos metales pesados y compuestos cancerígenos en la zona. Estos metales pueden afectar a la salud humana a través de la inhalación de polvo, la ingestión de suelo y contacto por la piel. Un estudio de 2015 reportó la acumulación de metales pesados como: cobre, arsénico, mercurio, plomo, cadmio y hierro, los que sobrepasan en un 99% lo permitido por la norma canadiense. Las fuentes son señaladas como la fundición de cobre de ENAMI y las termoeléctricas de AES Gener.
Un estudio de 2016 concluyó que el arsénico fue el factor dominante alcanzando un inaceptable riesgo carcinógeno, es decir, potencialmente capaz de producir cáncer al exponerse a tejidos vivos. Este riesgo es considerado inaceptable para los niños en dos de las locaciones de muestreo más cercanas al complejo industrial, mientras tanto en el resto de los sitios de muestreo en el área de estudio el riesgo fue considerado como justo en el rango tolerable para niños y adulto
Cada día son más las personas que caen al hospital, mientras que diversas organizaciones han establecido asambleas y manifestaciones en diferentes puntos de las comunas afectadas, así como tomas de liceos y escuelas por parte de sus estudiantes. El Estado ha respondido a través de la instalación de cordones policiales y puntos permanentes de vigilancia, así como la represión a los y las manifestantes cuando intentaron bloquear el acceso vehicular de las industrias el día sábado 1 de septiembre.
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Es un hecho reconocido que el parque industrial de Ventanas lleva instalado en la zona más de 50 años generando una serie de alteraciones en la salud de las personas y los ecosistemas. Pese a esta realidad este jueves Piñera dio un discurso ante la ONU en donde enfatizó el compromiso de su gobierno con el cuidado de la salud y el ambiente. Mientras tanto, distintos tipos de cáncer, como de mamas y de próstata, leucemia, enfermedades cardiorespiratorias y otras patologías cuentan con cifras preocupantes en la población. Este lugar es otro ejemplo más de las hoy en día llamadas “zonas de sacrificio” que existen en el país, como Coronel, Mejillones, Tocopilla, Huasco o la costa chilota.
Mitología publicitaria, tratados internacionales y estructura económica extractivista del "jaguar"de Latinoamérica.
La mitología publicitaria de Chile en el extranjero, producto muy bien elaborado por publicistas, gobiernos y empresarios durante décadas, muestra al país como la perla de Sudamérica, los “jaguares” del continente como les gusta decir a algunos, aunque la verdad es que en Chile ni siquiera hay jaguares. Estado-Nación "exitoso y tranquilo", en apariencia "menos corrupto" que sus vecinos, gozador de estabilidad política y económica. Vinos, paisajes naturales imponentes, mano de obra muy trabajadora y de vez en cuando uno que otro terremoto. Destino preferido de inmigrantes de la región para probar suerte en una tierra que parece querer convertirse en la gringolandia del cono sur. Chile, un país inter-étnico y mestizo, intenta venderse lo más blanco y civilizado posible hacia el exterior, y así han surgido penosas caracterizaciones del país como la que versa que aquí vivimos los “ingleses” de Latinoamérica, y que muestran como los dominados muchas veces intentamos de forma patética identificarnos con quienes nos dominan, como ya explicó hace muchos años el negro y subversivo Frantz Fanon al preguntarse "Por qué al negro de las Antillas le gusta tanto hablar francés".
Esta específica imagen fabricada para vender “Chile” en el mercado global, atraer inversionistas y turistas, es igual de específica que la posición que ofrece el país dentro de la estructura económica global. El rol del sistema productivo chileno es ofrecer al primer mundo las materias primas para que la maquina capitalista siga funcionando. Y aunque esto ha sido así los últimos 500 años, desde que éramos colonia hasta ahora que somos "repúblicas independientes", la diferencia hoy es que, tras la revolución industrial, el aumento acelerado de la población global y la masificación de la sociedad de consumo tras las guerras mundiales, la degradación del territorio para conseguir estas materias primas es más intensa y extensa que nunca en la historia, y de eso han sido testigos y víctimas la población de Quintero y Puchuncaví.
En estas comunas se ha instalado CODELCO (ex ENAMI), una de las principales empresas exportadoras de cobre, así como 4 termoeléctricas a carbón propiedad de la firma norteamericana AES Gener que entrega la electricidad necesaria para que esta y otras industrias sigan funcionando, también OXIQUIM que tiene como su director a un abogado vinculado con las familias Pinochet y Piñera, así como con la de la Ministra de Medio Ambiente Carolina Schmidt, entre muchas otras industrias.
Chile se caracteriza por tener una economía terciaria en donde las multitiendas, supermercados, compañías de telecomunicaciones, empresas eléctricas, negocios de la educación y la salud, entre otros, tienen presencia en cada ciudad del territorio. Esta economía de servicios ha permitido también en las últimas décadas que se expanda el negocio inmobiliario y turístico. Por otro lado, el país goza de un pequeño protagonismo en el mercado financiero mundial a través de su famoso sistema de Administración de Fondos de Pensiones (AFP), el cual transa y especula en las bolsas mundiales con las jubilaciones de la mayoría de los trabajadores/as chilenos/as. A esto se suma el ilusorio paraíso de los créditos, el cual mantiene endeudados/as a una porción importante de la población y sostiene parte importante del consumo que permite existir a todas estas empresas que describimos anteriormente, a través de la “esclavitud” de la deuda.
Sin embargo, y más allá de esta particularidad, Chile mantiene una característica común con todos sus vecinos de la región. Las bases materiales de su economía (como a lo largo de toda su historia) sigue siendo la exportación de materias primas como el cobre, la celulosa, los productos alimenticios o la pesca. Los modelos económicos basados en la explotación intensiva de estos productos han sido denominados como modelos económicos extractivistas.
El Extractivismo no es más que un modo de acumulación basado principalmente en actividades de extracción de “recursos naturales”. Las economías extractivistas son las que presentan una fuerte dependencia de explotación intensiva y en grandes volúmenes de “recursos” con bajo procesamiento y que están destinados principalmente para su exportación. La extensión y diversidad geográfica del país hace que su naturaleza potencialmente extractiva sea muy rica y variada, siendo sus pilares: el sector agroindustrial, el negocio forestal, la pesca industrial, la salmonicultura, la gran minería, y el negocio energético.
Quintero y Puchuncaví cuentan en total con una población de 48.000 habitantes aproximadamente. Desde los años 60 la zona viene siendo testigo de la instalación de diferentes industrias ligadas a la minería, el negocio energético y productos químicos. Las cientos de personas que han sido intoxicadas por sus desechos en las últimas semanas no son más que la punta de un iceberg que durante décadas viene enfermando y asesinando a la población local. Los gobiernos y su institucionalidad ambiental han avalado esta catástrofe siendo cómplices de este verdadero ecocidio. La población es testigo que desde un comienzo se registraron enfermedades en trabajadores y población circundante. En los años 80 ya existían estudios que confirmaban la grave contaminación, mientras que se hacían celebres los ex trabajadores de la fundición de Cobre llamados los “Hombres Verdes”, ya que al morir sus entrañas estaban de ese color. En 1993 la zona de Quintero y Puchuncaví se declaró zona saturada por el gobierno, pero la instalación de industrias en la zona siguió aumentando. Los relatos de los años 90 de campesinos y campesinas de la zona de Campiche en Puchuncaví que describen las enfermedades y muerte de sus familiares, animales y plantas, quedaron bien reflejados en el cortometraje titulado “Campiche, abriendo una Ventana”.
20 años después, los mismos gobernantes que habían declarado la zona como saturada, ahora de la mano de Bachelet, y como en un acto de burla e indolencia con la población afectada, permitieron que se instalara una central termoeléctrica llamada “Campiche”, el mismo nombre de la comunidad campesina sacrificada por las industrias. Gracias a un cable de Wikileaks se supo que la central termoelectrica “Campiche” se instaló tras ellobby del embajador estadounidense en Chile, demostrando la condición de sometimiento del país a la estructura económica global y sus poderes imperialistas. Todos los gobiernos civiles luego de la dictadura estuvieron de acuerdo a la hora de respetar este rol del país en el mercado mundial, podrán discutir entre ellos varios asuntos, pero en cuanto a que el país mantenga su condición de economía periférica sostenida por el extractivismo es un punto del cual están totalmente de acuerdo, lo mismo para el resto de gobiernos de América Latina.
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La situación global y local en referencia a las problemáticas socioambientales es preocupante. Estudios científicos de diversas áreas confirman las graves alteraciones a los ecosistemas que están conllevando cambios drásticos en la biosfera y en la forma en como hemos conocido la vida en la Tierra en los últimos miles de años. Y no son solo estudios científicos los que alertan de esta situación, sino que la realidad de millones de personas en el planeta que se están viendo vulneradas en cosas tan básicas como no tener acceso al agua o alimentación, en un planeta en donde la sequía, la deforestación y la contaminación del aire, agua y suelo avanzan a pasos agigantados. Un escenario global de desequilibrios climáticos podría prever escenarios de crisis alimentaria y social alarmantes. Mientras, son miles las especies y seres vivos que desaparecen por las alteraciones antropogénicas de la sociedad industrial capitalista. Los temores catastrofistas cada vez tienen un fundamento más material y racional en un planeta en donde tanto el científico como la campesina son capaces de admitir o padecer, según cada caso, la misma devastación que avanza en el planeta.
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El lugar que han pretendido empresarios y políticos que tenga Chile en el mundo es el de nación desarrollada y exitosa económicamente, según sus propios parámetros de interpretación. En 2010 el país entró al selecto grupo de los países de la OCDE, agrupación que ha sido llamada “el club de los países ricos”. Sin embargo, el “jaguar” de Latinoamérica es uno de los países de la OCDE con mayor desigualdad, donde su clase trabajadora trabaja más horas por día, en donde la precariedad y la privatización de todas las necesidades básicas humanas se encuentra a la orden del día, donde se vulnera los derechos fundamentales de sus pueblos originarios, y en donde la intoxicación de sus habitantes por gases y envenenamiento por metales pesados ocurre en muchas zonas junto a complejos industriales. Chile también dice respetar los acuerdos de la Organización Mundial de la Salud, la cual establece normas máximas de emisión en una serie de contaminantes, sin embargo, las leyes del país permiten que está contaminación se eleve por sobre las normas internacionales por eso que una de las demandas del movimiento social de Quintero y Puchuncaví es que se respeten estas normas que supuestamente Chile suscribió. Pero aún más, los jerarcas de “Chile” se dedican a firmar y firmar tratados internacionales como el Protocolo de Montreal que prohíbe sustancias toxicas como el metilcloroformo, que precisamente fue hallado durante las intoxicaciones en Quintero y Puchuncaví. Y es que por más que se vista de seda y que intente ser una “nación desarrollada” esta angosta faja de tierra no puede cumplir con todos los estándares internacionales diseñados para países del primer mundo, en donde ciertos flagelos del extractivismo no se encuentran o están presentes en menor medida. Y al final no queda más que admitir, a pesar de todos los anuncios de que esta tierra supuestamente está ad portas del anhelado “desarrollo” y “progreso”, que los poderes imperialistas del mundo solo le permiten cumplir un especifico papel dentro del tablero geopolítico global: ser una tierra a explotar, ser un país económicamente dependiente del extractivismo.
Sin embargo, el Estado chileno está tomando conciencia que la suscripción a estos tratados no solo da una imagen loable del país en el extranjero, sino que está siendo utilizado por las propias comunidades para tener algún resguardo frente a la contaminación o la represión y de paso ensuciar frente a la comunidad internacional el pulcro nombre del Estado chileno. Tal como lo ha hecho la población movilizada en Quintero y Puchuncaví que han establecido dentro de sus demandas que se homologue la norma chilena de contaminantes con lo acordado con la Organización Mundial de la Salud, o el pueblo mapuche a través del llamado a respetar el tratado 169 de OIT sobre pueblos originarios. Seguramente esta es una de las razones de que Piñera se negara a firmar el tratado de Escazú durante esta semana en la ONU, a pesar de que había acuerdos anteriores para ratificarlo y el Estado chileno fue uno de sus propulsores en algún momento. En medio de una de las crisis sanitarias más grandes del país, no convendría firmar un tratado que busca resguardar derechos socio-ambientales de la población. A pesar de todo, la hipocresía es superior, y el presidente hizo gala del supuesto compromiso con las comunidades y el medio ambiente que tiene su gobierno. Al fin y al cabo, es complejo y contradictorio para un Estado que basa parte importante de su economía en la destrucción de los ecosistemas y la salud de la población, firmar tratados que protejan la naturaleza y las comunidades. Pareciera ser que la pretensión de una realidad menos destructiva con el medio ambiente y la salud de las comunidades, está en total contradicción con la realidad concreta que hace funcionar el motor económico de este país que es la explotación indiscriminada de recursos a través de lo que se conoce como extractivismo.
[caption id="attachment_54736" align="alignnone" width="900"] El presidente Sebastián Piñera en la asamblea de Naciones Unidas en Nueva York. Foto: latercera.com[/caption]
Una vez consolidado el modelo neoliberal chileno, con las grandes fortunas acumulando más dinero que nunca, y con una muy bien formada mitología publicitaria del país en el extranjero, ya no se hace tan urgente firmar tratados ambientales internacionales, que dicho sea de paso pocas veces se cumplen, pero que podrían dar paso para que la población afectada por las crisis socio ambientales reclame condiciones mínimas de subsistencia. Porque al parecer a veces es rentable publicitariamente firmar los tratados internacionales en materia de derechos humanos y cuidado de la biosfera, y otras veces simplemente no es un buen negocio.