5 de octubre y el triunfo del “No”: Una celebración sin la gente

Por Alejandro Baeza Este fin de semana se conmemoró un nuevo aniversario del triunfo del “No” en el plebiscito de 1988, día clave para el acuerdo entre lo que sería la Concertación y la dictadura para ponerle fin a ésta. Una histórica jornada que estuvo cargada de esperanza y alegría, en que chilenos y chilenas que a pesar del miedo a eventual represión (y que efectivamente costó la vida de un niño en Estación Central) salieron a las calles a celebrar espontáneamente el 55,99% con que se le dijo que a no a ocho años más del dictador como jefe de Estado. Un día que todo hacía indicar, y así parecía en el momento, pasaría a la posteridad. No es la intención de esta columna referirse a lo que significó el “No” y la instalación de la democracia del post-pinochetismo, sino reflexionar lo que significa el 5 de octubre la para la población en la actualidad (si es que significa algo). Pues con cada año es más fácil afirmar que el triunfo en el plebiscito del 88 es una fecha que el pueblo no siente propia. Ni por lejos es un día de conmemoración que podría esperarse de un pueblo que identifica como la liberación de una dictadura (como el 25 de abril en Italia, misma fecha en Portugal, 19 de julio en Nicaragua, etc.), y particularmente de una tan brutal como la dictadura militar-empresarial que sufrió Chile desde 1973. Esto no ocurre porque la gente haya olvidado los crímenes del autoritarismo o haya perdido interés en la materia, o al menos no totalmente, sino en una buena medida es la respuesta natural al proceso de instauración de la democracia: acuerdos de élites políticas que relegaron a la población mayoritariamente a un segundo o tercer plano. No es un acto de rebeldía que la gente no recuerde esta fecha, sino una consecuencia de la historia, de la política que los ganadores del “No” decidieron hacer. Si ponemos atención, la “celebración” este año está impregnada de un simbolismo tan potente, que para muchas personas puede resultar hasta infantil señalarlo: Una fiesta hacia dentro, un cóctel el sábado en la sede del Partido Radical con las cúpulas dirigenciales de los partidos de la otrora Concertación, sin ninguna participación popular. Esto, mientras buena parte de los chilenos y chilenas ponían su atención al llamado “súper-clásico” y el récord de Paredes. Pues una de las características de los gobiernos de esta coalición fue el inmediato y a su vez continuo descarte de los movimientos sociales, acercándose a la dirigencia de estos intentando instalar líderes afines, mandando a veces simbólicamente y otras tantas de manera directa, al pueblo “pa’ la casa”. Y es que, si de conmemoraciones se trata, hubo solamente una que se llevó a cabo espontáneamente por la población este fin de semana, pero no fue precisamente para recordar el plebiscito, sino el acto realizado por la memoria de la muerte del líder del MIR, Miguel Enríquez, en la principal plaza de su natal Concepción, a 45 años de su caída en combate. Finalmente, es posible afirmar sin hacer juicios de valor al respecto al cómo (eso lo dejo a cada quien), que la única fecha en que realmente se conmemora la resistencia a la dictadura año tras año -desde su origen ininterrumpidamente hasta el día de hoy y por fuera de la oficialidad estatal- es el llamado “Día del joven combatiente”, que recuerda el asesinato de los hermanos Vergara Toledo de Villa Francia. No es que la fecha signifique poco, ocho años más de Pinochet en La Moneda se hubiese traducido muy probablemente en la continuación del terror con los aparatos del Estado. La celebración aquel 5 y 6 de octubre del 88 es de una alegría tal que hasta el día de hoy conmueve ver las imágenes de esas personas con rostros rebosantes de felicidad al por fin sacarse de encima la bota militar. Por lo mismo el primer 5 de octubre, el 89, estuvo cargado de celebraciones, así como sucedió los años posteriores, una fiesta que con el tiempo se fue diluyendo en una curva descendente hasta ya ser hoy por hoy un día más, que con suerte tiene una nota al pie en los noticiarios centrales, entre los portonazos y los últimos goles. Una consecuencia más de la exitosa despolitización de la población que practicó enérgicamente la Concertación, política que generó una grieta entre ellos y la gente muy difícil, sino imposible, de poder reparar.
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