Todo lo que uno necesita saber sobre elites políticas mediocres que supuestamente representan los “valores” de la civilización occidental ha sido puesto al desnudo por su reacción a los referendos en Donetsk y Lugansk.
Los referendos podrán haber sido un asunto de último minuto; organizados apresuradamente; en medio de una guerra civil de facto; y para colmo, bajo la amenaza de fusiles – suministrados por la junta neofascista neoliberal de la OTAN en Kiev, que incluso llegó a matar a algunos votantes en Mariupol. ¿Un proceso imperfecto? Sí. Pero absolutamente perfecto en términos de mostrar gráficamente un movimiento de masas a favor de la autodeterminación y la independencia política de Kiev.
Fue democracia directa en acción; no es sorprendente que el Departamento de Estado la haya odiado desaforadamente. [1]
La participación fue inmensa. La aplastante victoria por la autodeterminación fue indiscutible. Lo mismo vale para la transparencia: una votación pública, en urnas de vidrio, con monitoreo por periodistas occidentales – sobre todo de importantes medios alemanes, pero también de la Agencia de Noticias Kyodo y el Washington Post.
Lo que debiera tener lugar después que la República Popular Donetsk se proclamó Estado soberano, y pidió a Moscú que considere su acceso a Rusia, no es una secesión, ni una guerra civil inmediata, sino una negociación.
Ese hecho es obvio por la reacción oficial ponderada del Kremlin: “Moscú respeta la voluntad del pueblo en Donetsk y Lugansk y espera que la realización práctica del resultado de los referendos tenga lugar de manera civilizada”.
El tono cauteloso también se refleja cuando el Kremlin insta que la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) ayude a mediar en la negociación.
Una vez más, sin embargo, hay pruebas concretas de que la junta neofascista neoliberal de la OTAN no quiere negociar nada. El ridículo Presidente “interino” Oleksandr Turchynov calificó el ejercicio en democracia directa de “farsa, que los terroristas llaman referéndum”; y Washington y Bruselas lo llamaron “ilegal”.
Y todo esto después de la masacre de Odesa; después del despliegue de paramilitares neonazis disfrazados de “Guardia Nacional” (los pistoleros que los medios corporativos de EE.UU. llaman “nacionalistas ucranianos”); docenas de agentes de la CIA y del FBI en el terreno; más 300 de los inevitables mercenarios de Academi –ex Blackwater. Qué otra cosa se podía esperar cuando el actual Secretario de Seguridad Nacional ucraniano es el neonazi
Andriy Parubiy, ex comandante de las “fuerzas de autodefensa de Maidan” y animador del colaboracionista nazi de la Segunda Guerra Mundial, Stepan Bandera.
Banderastán –con su remix de escuadrones de la muerte al estilo centroamericano de los años ochenta– no realiza referendos; prefiere quemar hasta la muerte a “insectos” civiles étnicos rusos que se atreven a ocupar edificios.
Por lo tanto este es el mensaje clave de los referendos: Rechazamos la junta neoliberal neofascista de la OTAN en Kiev. Es un “gobierno” ilegal de golpistas. No somos separatistas “prorrusos”. No queremos independizarnos. Lo que queremos es una Ucrania unida, federal y civilizada, con fuertes provincias autónomas.
¿Alguien quiere R2P?
El Imperio del Caos quiere –¿qué otra cosa?– caos. Crucialmente, el Imperio del Caos ahora apoya abiertamente el despliegue de un “ejército contra su propia población”; esto estaba estrictamente prohibido –castigado por bombas de la OTAN o una yihad posibilitada por la OTAN– en Libia y Siria, pero ahora es la nueva situación normal en Ucrania.
En Libia y en Siria –trataron tres veces en la ONU– esto era el máximo pretexto para R2P
("responsibility to protect"= “responsabilidad de proteger”). Pero en Ucrania los “terroristas” –incluyendo la terminología de Bush hijo– son la población, y los buenos son las milicias neonazis de Kiev. La embajadora en la ONU y máxima animadora de R2P, Samantha Power, excedió todos sus niveles anteriores de verborrea demencial cuando presentó el ataque de la junta de la OTAN contra civiles como “razonable” y “proporcional”, agregando que “cualquiera de nuestros países” hubiera hecho lo mismo ante semejante amenaza.
Berlín, por su parte, quiere, manifiestamente, seguir el camino diplomático, aunque existe una clara división entre duros atlanticistas y capitanes alemanes de la industria – quienes han identificado claramente cómo Washington quiere destruir sin ningún tipo de restricciones la sinergia económica ruso-alemana. El juego del Imperio del Caos es erigir un muro entre ellos, manifestado en la práctica por una “invasión” rusa. Es verdad que Moscú podría intentar una jugarreta al estilo de Samantha e invocar R2P para proteger a rusos y rusoparlantes en Ucrania. Pero el campeón de ajedrez Putin sabe mejor que inventar un nuevo Afganistán en sus tierras fronterizas occidentales.
Para Berlín todo lo que importa es la economía. Alemania crecerá 1,9% en el mejor de los casos en 2014. Con 6.200 empresas alemanas en Rusia y más de 300.000 puestos de trabajo alemanes que dependen del flujo comercial bilateral, las sanciones al estilo estadounidense son peores que contraproducentes, aunque la rusofobia y la histeria de la Guerra Fría 2.0 se mantienen algo rampantes.
París, por ejemplo, ve lo que se avecina. El contrato por 1.660 millones de dólares para la venta de 2 porta-helicópteros de la clase Mistral a Rusia seguirá adelante, ya que diplomáticos en París admitieron que la cancelación –en términos de penalidades y puestos de trabajo perdidos– afectaría a Francia mucho más que a Rusia.
Hace más de un mes, el 10 de abril, Putin envió una carta crucial a los 18 jefes de Estado (cinco de ellos fuera de la UE) cuyos países importan gas ruso a través de Ucrania. Fue más que explícito; Moscú no puede seguir financiando solo la economía ucraniana a punto de entrar en default. Entre un descuento detrás del otro y la no imposición de una penalidad tras la otra, desde 2009 Moscú ha subvencionado a Kiev con sorprendentes 35.400 millones de dólares. Los europeos, escribió Putin, también tendrán que hacerse cargo de la situación.
Esa espectacular nulidad, el presidente saliente de la Comisión Europea (CE), Jose Manuel Barroso, aunque está de acuerdo con que un diálogo es necesario, respondió que la nueva regla de Gazprom que permite que gas fluya a Ucrania solo si es pagado por adelantado era “preocupante”. Como si algún gigante europeo de la energía aceptara de buenas ganas cuentas impagadas.
Una Ucrania neutral, finlandizada, terminaría de una vez el actual lío. Solo hay que esperar hasta que la junta neoliberal neofascista de la OTAN vaya a la bancarrota, y sea congelada hasta morir.
Nota:
1. vea aquí
Pepe Escobar es autor de Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War (Nimble Books, 2007), Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge (Nimble Books, 2007), y Obama does Globalistan (Nimble Books, 2009). Contacto: [email protected].
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Fuente: http://www.atimes.com/atimes/Central_Asia/CEN-01-130514.html