Aunque fuesen escrupulosamente respetados y aplicados, los Acuerdos de Minsk no conducirán a la paz en Ucrania. En primer lugar porque Novorrossia (lo que la prensa atlantista designa como «los separatistas pro-rusos») no ha podido participar en las negociaciones ni firmar los Acuerdos, algo que sólo han podido hacer sus protectores rusos. La otra razón es que la paz en Ucrania no conviene a los intereses de los dirigentes del este de la Unión Europea, quienes han adoptado la rusofobia como única línea política, lo cual resulta extremadamente conveniente para Estados Unidos.
Los nuevos acuerdos concluidos en Minsk el 11 de febrero de 2015, designados como «Minsk 2» [1], se limitan esencialmente a la conclusión de un frágil acuerdo de cese del fuego en un contexto regional extremadamente tenso.
Es incluso natural que nos interroguemos sobre la sinceridad de los dos principales promotores de esos acuerdos, Francia y Alemania. En cuanto a Estados Unidos, Washington se abstuvo de todo compromiso formal sobre la entrega de armas a Ucrania, pero se reserva el derecho de decidir lo que mejor le parezca, y de decidir solo, independientemente de lo crea la Unión Europea y de que haya combates o no.
¿Qué quieren los europeos?
Se ha tenido muy en cuenta el interés «natural» de Alemania y Francia por la preservación de la paz en Ucrania y hasta se habla de una posible «ruptura» con Estados Unidos por causa de ese aspecto. Pero pocos observadores se interesan por las inmensas ventajas que representa para Alemania y Francia su privilegiada asociación con Estados Unidos.
Veámosla un poco más de cerca:
Las ambiciones de Francia
Dentro de la Unión Europea, Francia es para Alemania un competidor, en muchos sentidos y en el plano interno. Sin embargo, en materia de política exterior, Francia se apoya en la política exterior regional de Berlín, ganando así en estatura a expensas de su socio alemán y atribuyéndose de paso una porción adicional de prestigio.
En ese contexto, Francia mantiene también una estrecha cooperación con Estados Unidos en el occidente y el centro de África y carece de sentido sacrificar esa relación privilegiada oponiéndose frontalmente a los designios de Washington en Ucrania. De todas maneras, para París los asuntos ucranianos caen principalmente en la esfera de influencia y de responsabilidad de Alemania.
Las ambiciones de Alemania
No es necesario detallar aquí la considerable importancia de los intercambios económicos entre Alemania y Rusia, factor conocido sino de todos, al menos de prácticamente todo el mundo. Es mucho más interesante enfocarnos en el sueño onusiano que, según los rumores que circulan aquí y allá, acaricia Angela Merkel. Su aspiración de asumir próximamente las funciones de secretaria general de la ONU pudiera explicar, por un lado, los constantes viajes diplomáticos prácticamente inútiles –exceptuando su aspecto simbólico– que la canciller alemana ha estado realizando últimamente entre Kiev y Moscú, pasando por Munich y Washington.
Pero, a pesar de ese pequeño ballet diplomático, Berlín no contradice la campaña de insultos, de descrédito e infundios que Estados Unidos ha desatado contra Rusia.
La Alemania de la señora Merkel tampoco deplora –sino más bien lo contrario– las desastrosas consecuencias económicas que las medidas adoptadas por Moscú, en respuesta a las sanciones occidentales, están teniendo para los países del este y del sudeste de la Unión Europea. Cínicamente, Alemania no tiene particular interés en evitar esas consecuencias en la medida en que el impacto de las contra-sanciones hace que las economías de los países afectados sean cada vez más dependientes de Berlín. Gracias a esos acontecimientos, Alemania refuerza aún más su influencia sobre los Estados más pobres y más alejados del centro de la Unión Europea.
Estados Unidos enviará armas a Ucrania, con guerra o sin ella
Quienes pretenden que la Unión Europea encontrará, de una u otra manera, la manera de impedir que Washington entregue armas ofensivas a Ucrania, ya sea oponiéndose resueltamente a ese proyecto o convirtiéndolo en una medida inútil gracias a la obtención previa del «regreso a la paz», simplemente se hacen ilusiones.
Es Estados Unidos quien dicta su hoja de ruta a la Unión Europea, no lo contrario. Washington armará a Ucrania sin preocuparse de lo que la Unión Europea pueda pensar al respecto.
Estados Unidos incluso acaba de demostrar que está decidido a ignorar los discursos diplomáticos de la Unión Europea y a imponer el cumplimiento de sus propios planes agresivos, elaborados sin la menor concertación con sus “aliados”: 24 horas antes de la apertura de las discusiones de Minsk, el comandante de las tropas de Estados Unidos en Europa, general Frederick «Ben» Hodges, no encontró nada mejor que anunciar que las fuerzas terrestres estadounidenses garantizarán el entrenamiento de 600 combatientes del ejército ucraniano. Imposible expresar más claramente el desprecio de Estados Unidos por los esfuerzos que la Unión Europea despliega a favor de «la paz».
Y si a pesar de todo llegase a perfilarse un escenario bastante poco creíble en el que los dirigentes europeos se mostraran resueltamente decididos a ejercer y mantener una firme presión sobre Estados Unidos para alcanzar una salida pacífica al conflicto ucraniano, en realidad Francia, Alemania y algunos otros países se hallarían solos a la hora de oponerse a Washington. Polonia, las repúblicas bálticas y Rumania apoyan sin la menor reserva la política abiertamente anti-rusa que Estados Unidos está aplicando en la región. Ante la división ya existente entre el norte y el sur dentro de la Unión Europea, es poco probable que Angela Merkel se arriesgue a agregar otro foco de división entre los Estados del este de Europa hostiles a Rusia y los del oeste, más favorables a un enfoque pragmático de las relaciones con Rusia.
Rusia, ante vecinos ariscos y nada amistosos
Para terminar, resulta evidente la absurda hostilidad de los vecinos situados en las fronteras occidentales de Rusia. Esos países son abiertamente adeptos de una política inamistosa y rusófoba. Las élites polacas, bálticas y rumanas alimentan resentimientos en contra de Moscú y se las arreglan para implicar en sus querellas a Estados Unidos. Al internacionalizar los conflictos bilaterales que los oponen a Rusia y al buscar invariablemente el respaldo de otra gran potencia, esos Estados de segundo nivel y sus políticas exteriores regionales obtienen inmediato acceso a la arena de los grandes, donde se manejan los más importantes objetivos de la política internacional. Y logran así obtener más audiencia en la escena internacional, lo cual favorece de paso la realización de sus ambiciones particulares.
Pero eso tiene su precio porque ese tipo de maniobra es de doble filo y Estados Unidos utiliza a su vez a esos países en beneficio de los objetivos estadounidenses en la región. En este caso, bien puede hacerlo escondiéndose detrás de Polonia y de Rumania para concretar discretamente la entrega de armas a Ucrania.
Mientras esos Estados fronterizos con Rusia mantengan el clima y las posturas ferozmente anti-rusas que hoy prevalecen, seguirán alimentando los focos de tensión con Rusia y tratarán de aprovechar constantemente cualquier oportunidad para solicitar la ayuda de Estados Unidos en la solución de esos conflictos.
Andrew Korybko
Fuente
Oriental Reviewn (Rusia)