A pocos días del terremoto del 27 de febrero, la situación de los cementerios cobró honda preocupación. La gran destrucción que sufrieron cementerios públicos, como los de Penco y Arauco, provocaron una crisis sanitaria que afectó a las poblaciones vecinas. Una situación similar vivieron cementerios como los de Coronel, Lota, Talcahuano y Concepción.
Nuestros cementerios, han sido mudos testigos de nuestra historia, donde se construyeron fosas colectivas para el terremoto del 39, así como que entierros clandestinos tras el golpe militar de 1973.
A raíz de este terremoto del 27 de febrero, se destruyeron nichos y mausoleos, se abrieron tumbas y afloraron esqueletos humanos. Se agolpaban los muertos en ataúdes o bolsas plásticas.
A los cientos de muertos que recogen las cifras oficiales se deben agregar los otros cientos que no se oficializaron; aquellos que no fueron dializados, o que no obtuvieron medicamentos durante días, para la diabetes por ejemplo, cuya salud empeoró y más tarde fallecieron, a los que recibieron golpes o infartos hasta semanas más tarde y que murieron como consecuencia de las réplicas. Para todos ellos, que las cifras oficiales del gobierno y los grandes medios de comunicación han ocultado, los cementerios no han sido el lugar de reposo que toda persona debe dignamente tener.
Fotografias: Arriba cementerio de Arauco tras el 27 de febrero, abajo el de Penco y Lota