¿Una nueva Intifada? Esa no es la pregunta correcta

Por Ben White / Middle East Monitor Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos.

En los últimos días se ha repetido una y otra vez una pregunta: ¿estamos asistiendo al inicio de una nueva Intifada en los Territorios Palestinos Ocupados (TPO)?

Es normal hacerse esa pregunta: en 72 horas más de 500 palestinos han resultado heridos en enfrentamientos con las fuerzas de ocupación israelíes en Cisjordania y una tercera parte de ellos recibieron disparos de bala o de balas metálicas recubiertas de caucho.

Desde el pasado jueves [1 de octubre de 2015] cuatro israelíes y cuatro palestinos han sido asesinados en diferentes incidentes en Cisjordania y Jerusalén. La última víctima era un niño palestino de 13 años al que un soldado israelí mató de un disparo en el campo de refugiados de Aida al norte de Belén el lunes [5 de octubre].

Pero debatir si estos enfrentamientos constituyen una tercera Intifada resulta menos útil que valorar los hechos, una parte importante de los cuales son los datos de los que disponemos sobre la violencia en los TPO, tanto por parte de las fuerzas de ocupación israelíes como de los palestinos que resisten a su presencia.

Hasta la fecha, en 2015 han sido asesinados 30 palestinos y 8 israelíes. No resulta muy útil comparar estos datos con los de 2014 porque en ese año hubo dos importantes ofensivas israelíes. En 2013, sin embargo, fueron asesinados 38 palestinos y 4 israelíes.

Una base de datos del Shin Bet, el servicio de inteligencia interior de Israel, es un barómetro útil del nivel de resistencia palestina en los TPO (una vez que se obvia el absurdo de que se califiquen de “ataque terroristas” el lanzamiento de cócteles Molotov contra un ejército de ocupación).

En el lapso de los 12 meses comprendidos entre septiembre de 2014 y agosto de 2015 incluidos (véase Gráfico 1), la cantidad de ataques palestinos en Cisjordania varía pero tiene a situarse entre 100-150 incidentes al mes (dirigidos tanto a las fuerzas de ocupación como a los colonos).

[caption id="attachment_22475" align="aligncenter" width="500"]204293_1 Gráfico 1: Ataques a israelíes en Cisjordania y Jerusalén (en naranja cantidad de ataques totales y en azul cantidad de israelíes heridos)[/caption]

El Gráfico 2, por su parte, muestra la cantidad de ataques con “bombas incendiarias” (esto es, cócteles Molotov) registrados por el Shin Bet en el mismo periodo de 12 meses. De nuevo no hay un aumento evidente y constante, aunque en Jerusalén Oriental es posible discernir un claro ascenso en los últimos meses que se ha mantenido constante:

[caption id="attachment_22476" align="aligncenter" width="500"]204293_2 Gráfico 2: Ataques con “bombas incendiarias” palestinas en los TPO (en naranja cantidad de ataques en Jerusalén Oriental y en azul en Cisjordania)[/caption]

Por último, en el Gráfico 3 vemos tanto la cantidad de ataques israelíes a las comunidades palestinas como la cantidad de palestinos detenidos y heridos. Los tres gráficos vistos en conjunto no permiten identificar una tendencia o modelo claros.

[caption id="attachment_22477" align="aligncenter" width="500"]204293_3 Gráfico 3: Represión por parte de las fuerzas israelíes en los TPO (en naranja cantidad de palestinos detenidos, en azul cantidad de heridos palestinos y en gris cantidad de ataques israelíes)[/caption]

Con todo, la situación de conjunto muestra un claro aumento de la cantidad de ataques palestinos a las fuerzas de ocupación y a los colonos. En 2011 el Shin Bet registró 320 incidentes de este tipo en Cisjordania, en 2012 aumentaron a 578 y en 2013 a 1.271 (incluido el hecho de que se quintuplicara el uso de armas de fuego).

La cantidad relativamente pequeña de víctimas mortales israelíes en los últimos años (incluido 2012, año en que no fue asesinado ni un solo israelí en Cisjordania) puede ocultar este aumento de la resistencia palestina (hay que señalar que la inmensa mayoría de los “ataques registrados” son incidentes de lanzamiento de piedras o de cócteles Molotov).

Aquí hay varios factores en juego. Por supuesto, la falta de negociaciones entre Israel y la Autoridad Palestina tiene relación, pero la razón principal de este colapso del proceso de paz es más significativa: un gobierno israelí dirigido por la derecha y la extrema derecha.

Netanyahu, Naftali Bennett, Moshe Ya’alon, Miri Regev, Ayelet Shaked: el gobierno israelí está repleto de políticos cuyo compromiso con la creación de un Estado palestino es dudoso o claramente inexistente, pero cuya dedicación a la colonización de Jerusalén Oriental y de Cisjordania no tienen precedentes.

Uno sabe que las cosas van mal cuando Yair Lapid es la voz de la moderación dentro del gobierno e Isaac Herzog la cara de la “oposición”, Muchos palestinos renunciaron hace mucho tiempo al “proceso de paz” y ahora incluso incluso sus más fervientes defensores dudan de que estas negociaciones puedan tener éxito.

Mientras tanto permanecen los diferentes aspectos del régimen de apartheid de Israel: las colonias se expanden, hay expropiaciones de tierra, las fuerzas israelíes asesinan a civiles impunemente, los palestinos languidecen en las cárceles israelíes, se demuelen casas, continúa la violencia de los colonos y sigue restringida la libertad de movimientos de los palestinos.

Por otra parte, Mahmoud Abbas y los dirigentes y fuerzas de seguridad de la Autoridad Palestina se siguen oponiendo a un levantamiento más amplio. Como afirma Amira Hass, “la débil condición política de Fatah excluye la convocatoria de conferencias regulares, por no hablar de dirigir una nueva Intifada”.

Mouin Rabbani indicaba en un artículo escrito en agosto que “durante la mayor parte de la última década” la Autoridad Palestina (AP) “ha llevado a cabo sistemáticamente operaciones ofensivas […] contra su propio pueblo y precisamente para impedir la emergencia de una oposición importante a la ocupación israelí”.

En aquellas zonas en la que la AP ejerce menos influencia o está ausente, como los campos de refugiados de Cisjordania, la Zona C y, más particularmente, Jerusalén Oriental es donde ha habido enfrentamientos más sistemáticos e intensos con las fuerzas israelíes.

No han desaparecido los factores que Rabbani identificaba este verano que “conspiran juntos contra una rebelión renovada”. Una oleada de apoyo público a un levantamiento más amplio, continuo y organizado, especialmente proveniente de militantes de Fatah, podría cambiarlo, pero no está claro que se materialice en la coyuntura actual.

Esta situación no es nueva. Ya en 2006, hace casi una década, los medios de comunicación israelíes se preguntaban: “¿Es esto una nueva Intifada?”. En 2011 se describía como “inevitable” aunque “no inminente” una tercera Intifada y en 2012 como “inevitable”, mientras que en 2013 un comentarista israelí anunciaba que ya había empezado.

¿Es esto una nueva Intifada? Por decirlo sencillamente, es demasiado pronto para saberlo, pero probablemente no lo es. Con todo, en vez de preocuparnos por definiciones o etiquetas tiene más sentido centrarnos en la realidad sobre el terreno, que nos dice que en los últimos años ha ido creciendo una nueva oleada de levantamiento palestino por la obvia razón de que la ocupación, el colonialismo y el apartheid producen resistencia.

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